Pedro Miguel Lamet
¡Cómo me gusta andar por los caminos,
sentir bajo mis pies latir al mundo,
mirar al horizonte en lo profundo
y respirar el aire de los pinos!
¡Cómo me calma de mis desatinos
marchar de paso como un vagabundo,
mientras, sin pensar, los ojos hundo
en reflejos de amores tan divinos!
Pues de pronto comprendo iluminado
que en caminar consiste nuestra vida
hacia la luz del gran descubrimiento,
puesto que andando advierto que he llegado;
y en el buscar presiento la venida.
Nací para esperar, pues soy Adviento.
martes, 17 de diciembre de 2024
Soy Adviento
La fábula del zapato hablador
— "¡Calla de una vez!" le decían las botas, hablas demasiado y no dices nada importante".
— "¿No te das cuenta de que eres un tonto?, murmuraban las zapatillas, deberías aprender a quedarte en silencio como nosotras".
El zapato hablador, aunque herido por las críticas, no dejó de contar sus historias. Cada noche, cuando las luces se apagaban, sus relatos llenaban el armario de imaginación. Hablaba de aventuras y descubrimientos que encendían la curiosidad de algunos zapatos más jóvenes, como una pequeña sandalia que soñaba con conocer el mundo.
Un día, un terremoto sacudió la casa y el armario se tambaleó. Los zapatos cayeron al suelo, pero solo el zapato hablador tuvo la idea de llamar al dueño de la casa.
— "¡Aquí estamos! ¡Nos hemos caído! ¡Ayúdanos!", gritó con todas sus fuerzas.
El dueño escuchó su voz y vino a recogerlos, devolviendo el orden al armario.
Desde ese día, los demás zapatos miraron al zapato hablador con respeto. Comprendieron que hablar, aunque a veces fuera molesto, podía marcar la diferencia en los momentos importantes.
Moraleja: Nunca temas expresarte, aunque otros te critiquen. A veces, las voces que se atreven a hablar son las que marcan la diferencia.
domingo, 15 de diciembre de 2024
Canto de Adviento
José Mª Rodríguez Olaizola SJ
No hay que temer al fracaso, a la lucha,
al dolor, a los pies de barro o a la debilidad.
No hay que temer a la propia historia,
con sus aciertos y tropiezos;
ni a las dudas; ni al desamor;
que la vida es así, compleja,
turbulenta, hermosa, incierta.
Pero luchemos contra la tristeza perenne,
esa que se instala en el alma y ahoga el canto.
Alimentemos la semilla de alegría
que Dios nos plantó muy dentro.
Que surja, poderosa, la voz esperanzada,
esa que clama en desiertos y montes,
en calles y aulas, en hospitales,
en prisiones, en hogares y en veredas.
Cantemos, hasta la extenuación,
la vida del Dios hecho niño,
del Niño hecho Hombre,
del Hombre crucificado
que ha de vencer a la cruz, una vez más.
Nadie va a detener al Amor
que se despliega, invencible,
en este mundo que aguarda.
Aunque aún no lo veamos
¿Qué estás diciendo?
Anthony De Mello.
El Maestro imprime su sabiduría en el corazón de sus discípulos, no en las páginas de un libro. El discípulo habrá de llevar oculta en su corazón esta sabiduría durante treinta o cuarenta años, hasta encontrar a alguien capaz de recibirla. Tal era la tradición del Zen.
El Maestro Zen Mu-nan sabía que no tenía más que un sucesor: su discípulo Shoju. Un día le hizo llamar y le dijo:
— “Yo ya soy un viejo, Shoju, y eres tú quien debe proseguir estas enseñanzas. Aquí tienes un libro que ha sido transmitido de Maestro a Maestro durante siete generaciones. Yo mismo he añadido al libro algunas notas que te serán de utilidad. Aquí lo tienes. Consérvalo como señal de que eres mi sucesor”.
— “Harías mejor en guardarte el libro”, replicó Shoju. Tú me transmitiste tu Sabiduría sin necesidad de palabras escritas y seré muy dichoso de conservarlo de este modo”.
— “Lo sé, lo sé… dijo con paciencia Mu-nan. Pero aun así el libro ha servido a siete generaciones y también puede ser útil para ti. De modo que tómalo y consérvalo”.
Se hallaban los dos hablando junto al fuego. En el momento en que los dedos de Shoju tocaron el libro, lo arrojó al fuego. No le apetecían nada las palabras escritas.
Mu-nan, a quien nadie había visto jamás enfadado, gritó:
— “¿Qué disparate estás haciendo?”
— “¿Qué disparate estás diciendo?”, le replicó Shoju
El Maestro habla con autoridad de lo que él mismo ha experimentado. Nunca cita un libro.