sábado, 15 de junio de 2019

Mirando las Estrellas


Mirando las estrellas me di cuenta que en cada una de ellas existe un paraíso.
Mirándolas descubrí la infinidad de cosas que nos perdemos. Ellas, que están allá, tan lejos, al menos sobreviven con su pequeño brillo; y nosotros aquí, tan llenos de todo, nos sentimos morir cuando algo se termina.
Mirando las estrellas comprendí el poco valor que le damos a la vida, cuando ésta nos quita cosas pensamos que es injusta y olvidamos que sin ella no seríamos quienes somos.
Hoy sin pensar vi volar una estrella en su gran mundo. La vi volar sin rumbo y la noté perdida, pero me di cuenta de que no, que sólo en nuestro mundo existe la soledad, ya que ellas conviven con su Creador y por eso siguen brillando.
En cambio nosotros, pensamos que estar solos es el fin de la vida y no nos damos cuenta que a veces la soledad, nos ayuda a encontrar esas respuestas que Dios susurra a nuestra conciencia.
Mirando las estrellas pude ver que la felicidad llega cuando menos la esperamos. . .   
Hoy mirando una estrella, sentí el calor del amor que se fue... Y descubrí que en ella están los sueños, los besos y aquel tiempo que un día se perdió.
Comprendí que el amor tiene un millón de vueltas, que a veces nos sorprende y nos da felicidad, y otras veces se transforma en lo peor que hay.
Aprendí a sonreír y a ver la realidad. Mirando a una de ellas, pude ver algunas cosas:
Que no sirve el orgullo cuando existe amistad…
Que no sirve llorar cuando un amor se va…
Que no existen fronteras cuando tenemos vida…
Y que aprender a vivir, es lo mejor que hay.


Diez grandes frases sobre qué es la felicidad (y cómo alcanzarla) 
"La felicidad frecuentemente se cuela por una puerta que no sabias que estaba abierta". John Barrymore.
"La felicidad se alcanza cuando, lo que uno piensa, lo que uno dice y lo que uno hace están en armonía". Gandhi.
"La felicidad es íntima, no exterior; y por lo tanto no depende de lo que tenemos, sino de lo que somos". Henry Van Dyke.
"La felicidad es darse cuenta de que nada es demasiado importante”. Antonio Gala.
"Cuanto más feliz soy, más compadezco a los reyes". Voltaire.
"Una mesa, una silla, un plato de fruta y un violín, ¿qué más necesita un hombre para ser feliz?" Albert Einstein.
"La felicidad es tener una gran familia, cariñosa, diligente, que se preocupe por uno y que esté unida; pero que viva en otra ciudad". George Burns.
"La felicidad es sencillamente buena salud y mala memoria". Albert Schweitzer.
"La felicidad no es algo que experimentas; es algo que recuerdas". Oscar Levant.
"La felicidad compensa en altura lo que le falta en longitud". Robert Frost.

jueves, 13 de junio de 2019

Oración por los sacerdotes


En la Fiesta de Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote

                        
                     San Juan María Vianney (cura de Ars)

Omnipotente y eterno Dios, mira el rostro de tu Divino Hijo y por amor a Él,
ten piedad de tus sacerdotes. Recuerda que no son sino débiles y frágiles criaturas,
mantén vivo en ellos el fuego de tu amor y guárdalos
para que el enemigo no prevalezca contra ellos y en ningún momento
se hagan indignos de su santa vocación.
Te ruego por tus sacerdotes fieles y fervorosos,
por los que trabajan cerca o en lejanas misiones y por los que te han abandonado.
¡Oh Jesús! te ruego por tus sacerdotes jóvenes y ancianos,
 por los que están enfermos o agonizantes
y por las almas de los que estén en el purgatorio.
¡Oh Jesús! te ruego por el sacerdote que me bautizó,
por los sacerdotes que perdonan mis pecados,
por aquellos a cuyas misas he asistido y asisto,
por los que me instruyeron y aconsejaron,
por todos para los que tengo algún motivo de gratitud.
¡Oh Jesús! guárdalos a todos en tu Corazón,
concédeles abundantes bendiciones en el tiempo y en la eternidad.
Sagrado Corazón de Jesús, bendice a tus sacerdotes.
Sagrado Corazón de Jesús, santifica a tus sacerdotes.
Sagrado Corazón de Jesús, reina por tus sacerdotes.
María, madre de los sacerdotes, ruega por ellos.
Danos Señor vocaciones sacerdotales y religiosas. Amén.

Somos los brazos de Cristo


En la Fiesta de Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote

   

                          J L Martín Descalzo

Sucedió en la última guerra mundial: en una gran ciudad alemana, los bombardeos destruyeron la más hermosa de sus iglesias, la catedral.
Y una de las «víctimas» fue el Cristo que presidía el altar mayor, que quedó literalmente destrozado. Al concluir la guerra, los habitantes de aquella ciudad reconstruyeron con paciencia de mosaicistas su Cristo bombardeado, y, pegando trozo a trozo, llegaron a formar de nuevo todo su cuerpo... menos los brazos.
De éstos no había quedado ni rastro. ¿Y qué hacer? ¿Fabricarle unos nuevos? ¿Guardarlo para siempre, mutilado como estaba, en una sacristía? Decidieron devolverlo al altar mayor, tal y como había quedado, pero en el lugar de los brazos perdidos escribieron un gran letrero que decía: «Desde ahora, Dios no tiene más brazos que los nuestros.»
Y allí está, invitando a colaborar con Él, ese Cristo de los brazos inexistentes. Bueno, en realidad, siempre ha sido así.
Desde el día de la creación Dios no tiene más brazos que los nuestros. Nos los dio precisamente para suplir los suyos, para que fuéramos nosotros quienes multiplicáramos su creación con las semillas que Él había sembrado.

Podemos decir también que los Sacerdotes son los brazos de Cristo, por medio de los cuales el Señor nos da su gracia en los Sacramentos. Y también todos somos los brazos, los pies y el corazón de Cristo.

miércoles, 12 de junio de 2019

Te ofrezco mi día

                Santa Teresita de Lisieux

¡Dios mío! Te ofrezco todas mis acciones de hoy,
por intercesión del Sagrado Corazón de Jesús, y sólo para su gloria.
Quiero santificar los latidos de mi corazón,
mis pensamientos y mis obras, por más insignificantes que sean,
uniéndolas a tus méritos infinitos, y para reparar mis faltas,
arrojándolas en la inmensa hoguera de tu Amor Misericordioso.
¡Dios mío! te pido para mí y para mis seres queridos,
la gracia de cumplir, con toda perfección,
tu santa voluntad y aceptar, por tu amor,
las alegrías y las penas de esta vida pasajera,
para que un día estemos reunidos en el Cielo
por toda la eternidad. ¡Amén!

La decisión está en tus manos

Aproximadamente al principio del siglo I de nuestra era, existían dos escuelas de enseñanza, dirigidas por dos sabios de renombre: Hilel y Shamai. Cada escuela se dedicaba al estudio de la Torá y los alumnos eran el gran potencial de la misma. El gran problema que había entre ambas escuelas era que los alumnos no se llevaban bien entre sí, y a cada oportunidad que se presentaba hacían todo lo posible por desprestigiar a la otra escuela.
Un día los alumnos de Shamal entendieron que la mejor manera de desacreditar a los de la otra escuela era humillar a Hilel el sabio e idearon una estratagema. Pensaron en cazar una mariposa y llevarla viva en la mano de uno de ellos y al llegar a la casa del sabio preguntarle:
 - Maestro Hilel, esta mariposa que tengo en mis manos, ¿está viva o muerta?
Si Hilel respondía que estaba viva, entonces apretarían el puño y le demostrarían que estaba muerta. Si la respuesta era que la mariposa estaba muerta abrirían el puño y la dejarían escapar, demostrando así que estaba viva.
El plan era infalible, y decidieron llevarlo a cabo. Cazaron la mariposa y uno de los alumnos de Shamal la tomó en sus manos, se acercaron a la casa de Hilel golpearon a su puerta y el sabio les preguntó:
- ¿Que les trae por aquí?
Los alumnos respondieron: - Queremos saber cuán sabio eres.
Hilel les dijo: - ¿Y cómo lo comprobarán?
- Le haremos una pregunta.
- Adelante.
- Esta mariposa que tengo en mis manos, ¿está viva o muerta?
Hilel les miró despacio y respondió:
 - La decisión está en tus manos.

Así es nuestra vida, nuestro presente y nuestro futuro. No debemos culpar a nadie cuando algo falle; somos nosotros los únicos responsables por nuestros errores y malas decisiones.

martes, 11 de junio de 2019

Esto no, aquello sí

Señor Jesús, no quiero una vida que se apoye desde afuera.
No quiero muletas que no me dejen ir lejos.
No quiero soportes que no aguanten mi libertad.
No quiero parches para mi camino, ni caretas para mis problemas.
No quiero manos que me empujen, ni que den cuerda a mi fracaso.
No quiero quedarme en la cáscara de las cosas
mientras mi corazón se muere de hambre.
No quiero optar por la muerte, por la destrucción,
por las cosas que se acaban.
No quiero vivir desde la superficie, desde la piel.
No quiero ser vida vacía, vida gastada.
Señor Jesús: ¡quiero vivir con fuerza y desde adentro!
Señor Jesús, quiero pedirte fuerza para elegir.
Fuerza para elegir como persona, como hombre.
Fuerza para elegir por una fe decidida en Ti;
para elegir por la comunidad parroquial en la que vivo.
Fuerza para elegir por un proyecto de vida;
para elegir por los necesitados de ayuda.
Fuerza para elegir por una vida sin término;
para elegir y vivir siempre decidido a comenzar de nuevo.

Cargando el pasado


Dos monjes iban caminando hacia su monasterio, al acercarse a un río se encontraron con una mujer que quería cruzar al otro lado, pero que no sabía como hacerlo, ya que no había ningún puente. El primer monje se ofreció amablemente:
– Si quieres podemos llevarte en brazos hasta el otro lado del río; y ella aceptó agradecida su ayuda.
Así que los dos monjes entrelazaron sus manos, la levantaron y la llevaron hasta el otro lado del río. Después continuaron su camino, de pronto uno de ellos se quejó amargamente:
– ¡Mira mi ropa!, dijo, está toda sucia de barro por haber cruzado a esa mujer, la espalda me duele y me siento muy cansado.
El otro monje simplemente sonrió y asintió con su cabeza. Más adelante, el segundo monje se quejó nuevamente:
- Ya no puedo seguir adelante, me duele todo, todavía siento el esfuerzo, dijo.
El primer monje miró a su compañero, que ya estaba en el suelo quejándose y le dijo:
– ¿Te has preguntado por qué yo no me estoy quejando?, te lo diré: La espalda te duele, porque todavía estás llevando a la mujer en tus brazos, pero yo la bajé apenas cruzamos el río.

Así es como somos nosotros. Llevamos las cargas del pasado sobre nuestros hombros. Ponemos una caja llena de odios, frustraciones, resentimientos, envidias, celos y muchísimas cosas más que, con el pasar de los años, se hace más pesada, hasta que un día, como el monje de la historia, nos duele hasta el alma por el tremendo esfuerzo.

domingo, 9 de junio de 2019

¡Ven, Espíritu divino!

Ven, Espíritu Divino,
manda un rayo de tu lumbre desde el cielo. (Ven Espíritu)
Ven, oh Padre de los pobres, luz profunda en tus dones, Dios espléndido.
No hay consuelo como el tuyo, dulce huésped de las almas, mi descanso.
Suave tregua en la fatiga, fresco en horas de bochorno, paz del llanto.
Ven, Espíritu. Ven, ven, luz santísima...
Luz santísima penetra por las almas de tus fieles hasta el fondo.
Qué vacío hay en el hombre, qué dominio de la culpa sin tu soplo.
Lava el rastro de lo inmundo, llueve Tú nuestra sequía,
¡ven y sánanos! (Ven, ven, ven, ven)
¡Ven! Doma todo lo que es rígido, funde el témpano, encamina lo extraviado.
Da a los fieles que en ti esperan tus sagrados siete dones y carismas.
Da su mérito al esfuerzo, salvación e inacabable alegría. Amén.

Ven, Espíritu Divino

Tratando con la envidia


Cuenta una fábula que en cierta ocasión una serpiente empezó a perseguir a una luciérnaga; ésta huía muy rápido y llena de miedo de la feroz depredadora, pero la serpiente no pensaba desistir en su intento de alcanzarla.
La luciérnaga pudo huir durante el primer día, pero la serpiente no desistía, dos días y nada, al tercer día, ya sin fuerzas, la luciérnaga detuvo su agitado vuelo y le dijo a la serpiente:
- ¿Puedo hacerte tres preguntas?
- No acostumbro conceder deseos a nadie, pero como te voy a devorar, puedes preguntar, respondió la serpiente.
- Entonces dime: ¿Pertenezco a tu cadena alimenticia?
- ¡No!, contestó la serpiente.
- ¿Yo te hice algún mal?
- ¡No!, volvió a responder su cazadora.
- Entonces, ¿Por qué quieres acabar conmigo?
- ¡Porque no soporto verte brillar!, fue la última respuesta de la serpiente.

La "envidia" es uno de los peores sentimientos que podemos tener.
El hecho de que envidien tus logros, tu éxito, etc., ¡que envidien verte brillar! te va a afectar en más de una ocasión, pero cuando esto pase, ¡no dejes de brillar!, continúa siendo tú mismo(a), sigue dando lo mejor de ti, sigue haciendo lo mejor, no permitas que te lastimen, no permitas que te hieran... ¡sigue brillando y no podrán tocarte!, porque tu luz seguirá intacta, porque siempre habrá quien te apoye, porque tu huella permanecerá, porque el recuerdo de lo que fuiste e hiciste quedará, ¡pase lo que pase!