viernes, 21 de enero de 2022

Gracias por mi comunidad.

Gracias, Jesús, por mi comunidad de fe.
Aunque no sea perfecta,
¡recibo tanto de ella! ¡Tengo tanto que agradecerle!
En ella te estoy descubriendo,
en ella estoy aprendiendo a amarte y a seguirte.
Desde ella escucho tu Buena Noticia,
desde ella recibo el pan necesario para el camino.
Cuando me canso, me ofrece su palabra de ánimo,
cuando me caigo, me entrega tu perdón.
Cuando me siento débil, ella me fortalece,
cuando me duermo, ella me despierta.
Que seamos un rincón cálido,
un lugar donde nos queramos y respetemos,
un espacio donde vivamos como hermanos,
donde, unidos, nos esforcemos por tu Reino.
Y te ruego algo más, con la fuerza de que soy capaz.
Que mi comunidad se empeñe en Ti y en tu causa.
Que no destaquemos por hacer muchas cosas,
por ser muchos e importantes.
Que nos conozcan, Señor, por vibrar y soñar
con lo que tú vibraste y soñaste.
Jesús, te doy gracias y te pido por mi Comunidad.
Ella es el camino, Tú, la meta y el horizonte. Amén
.

El sol y la luna

Cuando el sol y la luna se encontraron por primera vez se enamoraron perdidamente y desde entonces comenzaron a vivir un gran amor.
El mundo aun no existía y el día que Dios decidió crearlo, les dio un toque final… ¡el brillo!
Dios decidió que el sol iluminaría el día y que la luna iluminaría la noche y por ese motivo estarían obligados a vivir separados.
A los dos les invadió una gran tristeza cuando se dieron cuenta que nunca más se encontrarían
La luna fue quedándose cada vez más triste. A pesar del brillo dado por Dios, ella se sentía sola. El sol, a su vez, había ganado un título de nobleza “Astro Rey” pero eso tampoco le hacía feliz.
Dios, viendo esto, los llamó y les explicó:
- Tú, luna, iluminarás las noches frías y calientes, encantarás a los enamorados y serás protagonista de hermosas poesías.
En cuanto a ti, sol, mantendrás ese título porque serás el más importante de los astros, iluminarás la Tierra durante el día, darás calor al ser humano y eso hará a las personas más felices.
La luna se puso más triste con ese destino y lloró amargamente. El sol, al verla tan triste, pensó que debía darle fuerzas y ayudarla a aceptar lo que Dios había decidido. Aun así, estaba tan preocupado, que decidió pedirle algo a Dios:
- Señor, ayúdale a la luna por favor, es más frágil que yo, no soportará la soledad…
Y Dios… en su gran compasión… creó las estrellas para hacer compañía a la bella luna.
La luna siempre que está triste recurre a las estrellas que hacen de todo para consolarla, pero casi nunca lo consiguen.
Hoy ambos viven así… separados, el sol finge que es feliz, y la luna no puede disimular su tristeza. El sol arde de pasión por ella y ella vive en las tinieblas de su pena.
Dicen que la orden de Dios era que la luna debería de ser siempre llena y luminosa, pero no lo logró… porque es mujer y una mujer tiene fases… Cuando es feliz, consigue ser llena, pero cuando es infeliz es menguante, ni siquiera es posible apreciar su brillo.
Luna y sol siguen su camino. Él solitario, pero fuerte y ella, acompañada de las estrellas, pero débil.
Los hombres intentan conquistarla, como si eso fuese posible. Algunos han ido incluso hasta ella, pero han vuelto siempre solos. Nadie jamás ha conseguido traerla hasta la tierra, nadie realmente ha conseguido conquistarla por más que lo intentaron.
Pero Dios decidió que ningún amor en este mundo fuese imposible, ni siquiera el de la luna y el sol… Fue en ese instante cuando Dios creó el Eclipse.
Hoy sol y luna viven esperando ese instante, esos momentos que les fueron concedidos y que tanto cuesta que sucedan.
Cuando mires al cielo, a partir de ahora y veas que el sol cubre a la luna es porque el sol se acuesta sobre ella y comienzan a amarse. A ese acto de amor se le llamó Eclipse.
Es importante recordar que el brillo de su éxtasis es tan grande que se aconseja no mirar al cielo en ese momento, tus ojos pueden cegarse al ver tanto amor.
Ahora ya sabes… esta es la bella historia del sol y la hermosa luna, esa historia que fue capaz de erizar tu cuerpo al pensar en esa historia de amor…

miércoles, 19 de enero de 2022

Volvernos pequeños

            Seve Lázaro, sj

Que la vida nos vuelva pequeños, frágiles, vulnerables.
Que se lleve como agua del río nuestros secretos orgullos,
nuestras grandes ambiciones.
Que nos conmuevan, como de niños,
las palabras y gestos de ternura,
los sucesos y gritos del dolor
Desandemos ya los pasos que nos llevaron
a creernos reyes empinados sobre todos los valles
y escenarios de este mundo.
Vuélvenos, como en la infancia,
la atención hacia la fantasía,
hacia los secretos del universo,
hacia las cosas insignificantes.
Y entre risas, juegos y silencios
perder sin más nuestro tiempo,
y ganar, al fin, nuestra vida.

¿Por qué quisiste tenernos?

             Marta N. Robles

- Mami, cuéntanos otra vez por qué quisiste tenernos.
- Pues... iba yo paseando por el parque un día cuando un niño pequeño tropezó conmigo y me hizo caer. Y pensé: “qué bonito sería caerme con mi hijo en brazos”.
Al día siguiente vi correr a una madre detrás de su hija con un bocadillo en la mano y pensé: "qué divertido jugar así a pillar con mi hija".
Dos días después oí a un padre gritar a su hijo muy fuerte y pensé “seguro que yo podría gritar más fuerte que un papá”.
La siguiente semana vi a una madre que empujaba un carrito de bebé con una mano mientras con la otra agarraba de la chaqueta a su hijo que se quería marchar corriendo y sujetaba con los dientes el bolso y pensé: “qué suerte poder practicar todos los días para tener cada vez más agilidad”.
Otro día fui a visitar a una amiga y vi una casa llena de juguetes tirados por el suelo. Y pensé: “¡qué bien me vendría agacharme y levantarme varias veces al día para estar en forma”.
Más tarde vi dos hermanos discutiendo y pensé: “esto es lo que yo siempre quise ser de mayor: juez de paz”.
A los pocos días vi a un papá poniendo una tirita en la rodilla de su hija y pensé: “¡yo también quiero jugar a los médicos!”. Entonces llegué a casa y le dije a papi:
- Tenemos que tener dos hijos.
- ¿Y nos hiciste como tú querías?
- Sí, exactamente como yo quería. Yo quería niños que corrieran entre mis piernas, que se escaparan corriendo cuando yo quería que comieran o se acostaran, que me enseñaran a gritarles cada vez más fuerte, que me convirtieran en una madre malabarista y en la más veloz del mundo, que me hicieran hacer mucho ejercicio jugando a ordenar y desordenar, que se pelearan todo el día para que yo pudiera pasarme la vida enseñándoles a pedirse perdón y a compartir, y que me hicieran estudiar para ser médico-enfermera-profesora-limpiadora-cocinera-escritora-inventora-maga.
- ¿Por eso nos dices tantas veces que nos quieres mucho?
- ¡Por eso mismo! Porque no pude fabricar unos hijos más perfectos, maravillosos y estupendos. ¡Vosotros habéis superado todas mis expectativas y habéis conseguido que todos mis sueños se cumplieran!

martes, 18 de enero de 2022

El vino nuevo

               Manuel Velázquez Martín.

Nos diste un vino nuevo en dulces tragos de amor,
madurado al sol y al viento del Espíritu
que sopla en las laderas de Dios.
Vino que fue destilado, en las bodegas del cielo,
gran reserva de amor, que se consume en el suelo.
Y se sirve junto al pan que se devora con hambre
entre destellos de luz y resplandores de sangre.
Hace siglos que nos diste de este vino en abundancia
sobre cuencos de alegría, vino nuevo y con solera,
del que seguimos bebiendo y brindando todavía.
Y si algún día se agota, se habrá acabado la fiesta,
por mucho que presumamos de una mesa muy bien puesta.

Los dos remos

A orillas de un gran río entre montañas, un viejo barquero esperaba con su barca a la gente para trasladarla a la otra orilla. Era persona de pocas palabras, pero en su rostro se reflejaba algo de la majestad de las montañas y de la trasparencia del agua del gran río.
Un día llegó un joven perdido por aquel valle, acostumbrado al asfalto y al ruido de la ciudad. Y pidió al viejo barquero que lo llevara con su barca a la otra orilla. El aceptó, sin decir una palabra, y se puso a remar. Mientras avanzaban a la mitad del trayecto, el joven, siempre curioso, se dio cuenta de que en uno de los remos se podía leer “Dios...” (el roce diario de los remos había ido borrando otras letras).
Molesto el joven por la palabra Dios, que le parecía pasada de moda, empezó a decir:
- “Hoy el ser humano con su razón ha descubierto los secretos del mundo y de la vida... Me sobra Dios”.
El anciano calló. Tomó el remo en el que estaba escrita la palabra Dios lo dejó en la barca y continuó remando sólo con el otro, en el que estaba la palabra Yo.
Naturalmente la barca no siguió adelante, sino que comenzó a dar vueltas sobre sí misma en aquel pequeño círculo en el que se movía iba a ser arrastrada por la corriente.
El joven quedó pensativo... El viejo barquero interrumpió su silencio:
- “Necesitamos de Dios y de los demás”; que es la palabra ya casi borrada, desgastada por la rutina diaria. Y sé que él y ellos cuentan conmigo, como lo has hecho tú, joven amigo. Y mirando al horizonte añadió: Algo más he descubierto: que Dios y los demás van inseparablemente unidos.
Y tomando nuevamente el remo en el que se leía Dios, siguió remando y acompañando al joven a la otra orilla.

domingo, 16 de enero de 2022

Hagamos lo que Él nos dice

Señor, si consiguiéramos vivir
haciendo siempre lo que tú nos propones,
nuestra vida sería una fiesta,
el cansancio y la rutina desaparecerían de nuestra historia
y sabríamos volcarnos del todo en el momento presente,
viviendo el aquí y el ahora, con toda intensidad y total dedicación,
dejando el pasado en tus manos y el futuro abandonado en ti.
Ayúdanos a vivir cada momento, entregándonos del todo,
sin escatimar una atención, una caricia, un estímulo,
una palabra amable, el descubrimiento de lo mejor del otro.
Ayúdanos a disfrutar, a vivir con pasión, a gozar con intensidad,
a comunicarnos con sinceridad, a relacionarnos respetándonos,
a saborear la variedad, a enriquecernos con nuestras diferencias,
a descansar en ti y a sabernos facilitar la vida unos a otros.

El festín de Babette

Dos jóvenes viven en un pueblecito de Jutlandia con su padre, un pastor protestante muy austero y sombrío, creador de su propia religión. En su religión todo es pecado, todo está prohibido, no hay placer humano por inocente que sea, hasta una comida sabrosa, que no esté prohibido.
Las dos jóvenes renuncian al matrimonio y rechazan dos pretendientes.
A la muerte de su padre, en lugar de dar un giro a sus vidas, deciden continuar su tarea.
Un buen día uno de los pretendientes les pide que den cobijo a Babette que huye de la guerra. Sólo quiere una cama y comida, tranquilidad y silencio, a cambio de hacer todos los trabajos de la casa. La acogen y abraza los sacrificios, el aburrimiento y la rutina de sus vidas.
A Babette le toca la lotería, nuevas posibilidades se abren en su vida, pero decide quedarse y ofrecer a las dos hermanas y a los 10 habitantes del pueblo una cena para la que ha encargado los mejores vinos, los mejores pescados, todos los productos más exquisitos del mercado.
Los invitados, escandalizados creen que es una invitación del mismísimo demonio, hacen voto de silencio, no alabarán ninguno de los manjares consumidos. Sólo el general, antiguo prometido de una de las hermanas, se maravilla, alaba y goza ante semejante y loco dispendio.

La religión del pastor y de las hermanas había empobrecido la vida de esas gentes, había anulado todo sentimiento, reducida a sacrificios y noes, había matado el amor, la alegría, el sexo, la belleza…
Babette, en una comida, les descubrió la grandeza de Dios, la bondad de los sentimientos, el calor de los abrazos, la expresión de la palabra y la alegría del amor.