sábado, 26 de junio de 2021

Oración para aprender a amar

            Madre Teresa de Calcuta

Señor, cuando tenga hambre, dame alguien que necesite comida;
Cuando tenga sed, dame alguien que precise agua;
Cuando sienta frío, dame alguien que necesite calor.
Cuando sufra, dame alguien que necesita consuelo;
Cuando mi cruz parezca pesada, déjame compartir la cruz del otro;
Cuando me vea pobre, pon a mi lado algún necesitado.
Cuando no tenga tiempo, dame alguien que precise de mis minutos.
Cuando sufra humillación, dame ocasión para elogiar a alguien.
Cuando esté desanimado, dame alguien para darle nuevos ánimos.
Cuando quiera que los otros me comprendan, dame alguien que necesite de mi comprensión;
Cuando sienta necesidad de que cuiden de mí, dame alguien a quien pueda atender;
Cuando piense en mí mismo, vuelve mi atención hacia otra persona.
Haznos dignos, Señor, de servir a nuestros hermanos;
Dales, a través de nuestras manos, no sólo el pan de cada día,
también nuestro amor misericordioso, imagen del tuyo.

El Cristo de los zapatos rotos

Estaba un zapatero en su oración matinal, cuando oyó una voz que le anunciaba que, aquel día, Cristo vendría a visitarle. El zapatero se llenó de alegría y se dispuso a hacer su trabajo lo más deprisa que pudiera, para que cuando Cristo viniera pudiese dedicarse enteramente a atenderle.
Apenas abrió su tienda llegó una mujer de la vida para que el zapatero arreglase sus zapatos. El hombre la atendió con cariño e incluso soportó con paciencia que la mujer charlase y charlase, contándole todas sus penas, aunque con tanta charla fue retrasando su trabajo.
Cuando se fue, vino a visitarle otra mujer, una madre de un niño enfermo y que también pedía la reparación de unos zapatos. El zapatero la atendió, aunque su corazón estaba en otro sitio: en su deseo de terminar cuanto antes, no fuera a llegar Cristo y él aún no hubiese terminado.
Por la tarde llegó un borracho con un par de zapatos para reparar. Y mientras el tambaleante borracho hablaba y hablaba sin parar, apenas dejaba al zapatero rematar su tarea.
Llegó la noche sin que el zapatero hubiese tenido un minuto de descanso, pero aún así se preparó para recibir la venida de Cristo. Pasaban las horas y se hizo noche cerrada. Y el zapatero empezó a temer que Cristo ya no vendría. Quizás había pasado de largo al verlo ocupado atendiendo los zapatos de sus clientes. Y el zapatero dudaba si acostarse o no.
Sólo entonces escuchó una voz que le decía:
- ¿Por qué me esperas? He venido a verte tres veces a lo largo del día a reparar mis zapatos, y de paso a charlar contigo.

jueves, 24 de junio de 2021

Himno a san Juan Bautista

                 (Liturgia de las Horas – Laudes)

Niño que, antes de nacer,
reconoce a su Señor y da saltos de placer
bien puede llegar a ser su profeta y precursor.
Su nombre será san Juan, su morada, los desiertos;
langostas serán su pan;
sobre el agua del Jordán, verá los cielos abiertos.
Otros le vieron lejano y le anunciaron primero;
Juan le ve ya tan cercano
que va extendiendo su mano y señalando al Cordero.
Está llegando la hora,
ocaso de un Testamento, pero del nuevo la aurora,
con la gracia triunfadora de Juan en el nacimiento.
La ley vieja en él fenece, la de gracia en él apunta;
de dónde claro parece que en este niño amanece
libertad y gracia junta.
Claro espejo en el Jordán, después que los dos se han visto
y abrazos de paz se dan:
resplandece Cristo en Juan, y Juan reverbera en Cristo.
Juan a Jesús bautizaba,
el cielo entero se abría, la voz del Padre sonaba,
la Paloma se posaba en gloriosa teofanía.
Nunca se podrá acallar la voz que habló en el desierto,
aunque le hayan de cortar la cabeza;
estará muerto, mas no dejará de hablar.
Gloria al Padre muy amado,
gloria al Hijo Salvador, que nos libra del pecado,
y gloria al que él ha enviado, al Espíritu de Amor. Amén.

La isla de los sentimientos

Érase una vez una isla donde habitaban todos los sentimientos: la Alegría, la Tristeza y muchos más, incluyendo el Amor.
Un día, se les fue avisando a los moradores, que la isla se iba a hundir.
Todos los sentimientos se apresuraron a salir de la isla, se metieron en sus barcas y se preparaban a partir, pero el Amor se quedó, porque se quería quedar un rato más con la isla que tanto amaba antes de que se hundiese.
Cuando por fin, estaba ya casi ahogado, el Amor comenzó a pedir ayuda.
En eso venía la Riqueza y el amor dijo:
- ¡Riqueza, llévame contigo!
- No puedo, hay mucho oro y plata en mi barco, no tengo espacio para ti, dijo la riqueza.
El Amor le pidió ayuda a la Vanidad, que también venía pasando:
- ¡Vanidad, por favor ayúdame!
- No te puedo ayudar, Amor, estás mojado y vas a arruinar mi barco nuevo.
Entonces, el Amor le pidió ayuda a la Tristeza:
- Tristeza, ¿me dejas ir contigo?
- Ay Amor, estoy tan triste que prefiero ir sola.
También pasó la Alegría, pero estaba tan alegre que ni oyó al Amor llamar.
Desesperado, el Amor comenzó a llorar, ahí fue cuando una voz le llamó:
- Ven, Amor, yo te llevo.
Era un viejito, y el Amor estaba tan feliz que ni le preguntó su nombre. Al llegar a tierra firme, preguntó a la Sabiduría:
- Sabiduría, ¿quién es el viejito que me trajo aquí?
La Sabiduría respondió:
- Es el Tiempo.
- ¿El Tiempo? pero, ¿por qué sólo el Tiempo me quiso traer?
La Sabiduría respondió:
- Porque sólo el Tiempo es capaz de ayudar y entender un gran Amor.

miércoles, 23 de junio de 2021

Un signo

            José Mª Rodríguez Olaizola

¿Qué más signo, Señor, nos hace falta?
Los pobres, en su hambre, señalan el amor como camino.
Los niños, en sus juegos, eligen lo sencillo como escuela.
Los profetas, gritando, reclaman tu verdad y tu justicia.
Las víctimas de guerras aspiran a la paz como horizonte.
Los presos de un espejo envuelven en sonrisas la tristeza.
Los ídolos de barro sepultan bajo fango la belleza.
Los que se hacen preguntas intuyen tu palabra en el silencio.
Los muertos, en su sueño, piden la eternidad como respuesta.
¿Qué más signo, Señor, necesitamos,
para volver el tiempo sementera, para apostar la vida al evangelio,
para buscar la tierra prometida, para elegir tu senda?

Actitud...

Una mujer muy sabia se despertó una mañana, se miró al espejo, y notó que tenía solamente tres cabellos en su cabeza.
Mmm, -pensó- creo que hoy me voy a hacer una trenza.
Así lo hizo y pasó un día maravilloso.
Al día siguiente, se despertó, se miró al espejo, y vio que tenía solamente dos cabellos en su cabeza.
Mmm, -dijo- creo que hoy me peinaré con la raya en medio.
Así lo hizo y pasó un día grandioso.
El siguiente día cuando despertó, se miró al espejo, y notó que solamente le quedaba un cabello en su cabeza.
Bueno, -ella dijo- ahora me voy a hacer una cola de caballo.
Así lo hizo y tuvo un día muy, pero muy divertido.
A la mañana siguiente cuando despertó, corrió al espejo y enseguida notó que no le quedaba un solo cabello en la cabeza.
¡Que Bien!, exclamó. ¡Hoy no voy a tener que peinarme!.

La actitud es todo. Nuestra clase de vida no está determinada por qué nos sucede, sino por nuestra reacción a lo que nos sucede. La vida no es esperar a que la tormenta pase Es aprender a ¡bailar bajo la lluvia!...


domingo, 20 de junio de 2021

Tú, Señor, acompañas mi vida

Tú, Señor, acompañas nuestro vivir,
cuando las aguas están calmadas
y todo va sucediendo en armonía,
sin que suceda nada fuera de lo normal.
Tú, Señor, estás aún más cerca de nosotros
cuando de pronto surge una enfermedad,
un problema de trabajo, un conflicto de relación,
un desencanto, una muerte o cualquier dificultad.
Tú estás cuando los huracanes de la vida
nos hacen sentir miedo, porque se mueve la barca,
creemos que no vamos a poder superar ese momento
y entonces dudamos de tu presencia y de tu amor.
Tú, que conoces nuestras tempestades vitales,
nos tienes siempre envueltos en tu amor,
estás esperando que nos pongamos confiados en tus brazos
para desarrollar todos nuestros recursos y capacidades.
Tú, que crees en nosotros mucho más que nosotros mismos,
que nos has regalado a cada uno un potencial infinito
de equilibrio, salud mental, amnesia del dolor y alegría,
nos haces salir airosos de todas las dificultades.
Tú sólo esperas que tengamos fe en ti,
que creamos, de verdad, que acompañas siempre nuestra vida,
y que en ti nuestro valor aumenta y nos llenas de fuerza,
para poder con todo lo que la vida nos depare,
siempre que sepamos que vives dentro de nosotros,
que somos personas habitadas, impulsadas desde dentro a ser.

¿Dónde estás, Dios?

Resulta que hay unas inundaciones y un hombre se queda en lo alto de un campanario totalmente aislado. Pasa toda la mañana y por la tarde llega una barca:
- ¡Oiga! suba que le llevamos.
- No gracias, tengo fe en Dios y estoy seguro que él me salvará.
- ¿Está seguro?
- Sí, sigan que Dios me salvará.
Pasa toda la noche y al día siguiente pasa a su lado una lancha:
- ¡Eh, oiga! suba que le llevamos.
- No, no hace falta. Soy muy devoto y Dios me salvará.
Y los de la lancha deciden no insistir. Sigue pasando el tiempo y por la tarde llega un helicóptero de la Guardia Civil, otra vez la misma conversación:
- ¡Ehhhhh! ¡El del campanario! ¿Necesita ayuda?
- No, gracias. Confío en Dios y él me salvará.
La Guardia Civil se va después de haber intentado razonar con él y esa noche vuelve a subir el nivel de las aguas y el hombre se ahoga. Cuando va al cielo se encuentra con Dios y le dice:
- ¡Señor, Dios mío! ¿Por qué no me has ayudado?
- ¡¿Qué no te he ayudado?!… te mandé una barca, una lancha, un helicóptero…