sábado, 8 de julio de 2017

Plan para el verano

OCD de Reinosa

  1. Cuando te despiertes por la mañana respira hondo, sonríe, y da un aplauso a Dios. Se lo merece.
  2. Ríete un poco de todo lo que no funciona a tu alrededor. No merece la pena que te enfades, y además con los enfados no se arregla nada. Cambia el entrecejo por la sonrisa.
  3. Conecta con Dios cuando estés en contacto con la naturaleza, cuando estés con los amigos o en familia, también cuando estés a solas. Él siempre está a la escucha. No trabajes sólo por Él, aprende a gozar estando con Él.
  4. Cuando te encuentres con alguien, ten siempre en la mochila una historia de salvación y de bienaventuranza para contar. Como María, ¿recuerdas?
  5. Crea en torno a ti un espacio ecológico donde se respeten especies tan raras como la reconciliación, la tolerancia, el respeto, la sensibilidad, el cariño.
  6. Dedica tiempos para estar contigo y para descansar. Te lo mereces. No cruces deprisa el camino del corazón y haz fiesta.
  7. Abre tus manos para compartir la vida. Siempre queda algo de fragancia en la mano del que ofrece rosas.
  8. Apúntate cada día al Evangelio. Procura dedicar al menos un minuto a leer una frase del Evangelio. Míralo como un hermoso proyecto para la humanidad del siglo XXI.
  9. Entra cada día en la presencia de María y en ella contempla un principio de gozo y plenitud, de belleza y esperanza.
  10. Sé la expresión viva de la amabilidad de Dios. Regala siempre una sonrisa a quien encuentres en tu camino.
  11. No comiences la jornada sin tomar conciencia de que Dios está contigo. Y cuando llegue la noche, abandónate en sus brazos.

Ver a Dios

Cuenta Leonardo Boff: 
Mi madre era una mujer analfabeta que jamás quiso aprender a  leer. En cierta ocasión, le llevé un cuaderno y un lapicero que habían sido bendecidos por el Papa Pablo VI, para ver si se animaba a aprender. Pero ella me dio largas diciendo: 
- ¿Para qué quiero yo aprender a leer y a escribir, si tengo once hijos que han ido a la universidad y son casi todos ellos doctores? ¿Para qué? Ellos ya saben por mí. Yo no necesito estudiar ni saber. 
Pero era una mujer de una gran sabiduría existencial y profundamente piadosa. Yo le solía grabar las cosas que escribía, para que pudiera escucharlas. Y ella, después de escucharlas, me decía: 
- ¿Dónde has aprendido todo eso? ¡Yo nunca te enseñé tantas cosas! 
Al escuchar una de las grabaciones, en la que yo hablaba de la experiencia de Dios, ella me miró fijamente y me preguntó: 
- ¿Tú ya has visto a Dios? 
Yo le respondí de inmediato: 
- Madre, la gente no ve a Dios. Dios es espíritu, es invisible... 
Ella suspiró, puso una de sus manos sobre su pecho, me miró con una tristeza infinita y me dijo: 
- Tú eres sacerdote hace tantos años ¿y nunca has visto a Dios? 
Yo insistí: 
-¡Madre, la gente no ve a Dios! 
Y ella repuso: 
- Tú no ves a Dios, pues yo lo veo todos los días. Cuando el sol se pone tras el horizonte, Dios pasa cubierto con un lindo y fantástico manto. Tiene un aspecto imponente, y tu padre, que en paz descanse, que viene detrás, me mira, me sonríe y sigue su camino detrás de Dios. Yo lo veo todos los días. 
Yo me quedé atónito, preguntándome: «¿Quién es aquí el teólogo: la analfabeta o el doctor en teología?»

miércoles, 5 de julio de 2017

¡Gracias por visitarme!

En siete meses hemos alcanzado las 10.000 visitas.
GRACIAS  a todos los que os asomáis a este humilde blog.

Tu proyecto de Amor

De una plegaria del siglo VIII

Señor, en este amanecer,
yo acepto tu proyecto de amor sobre el hombre y sobre el universo.
Yo acepto vivir sobre esta tierra, sin rendirme,
realizando mi proyecto de vida
de un modo consciente y responsable.
Yo sé que cada día me lleva más allá
en el camino de mi educación y mi crecimiento.
Yo sé que cada paso me lleva más allá,
venciendo los límites de mi ignorancia,
mi pobreza o mi egoísmo.
Ayúdame a creer en la felicidad, que surge del esfuerzo
por lograr estimular la vida en mí y en los demás.

El río y el desierto

Un río, durante su tranquilo correr hacia el mar, se encontró con un desierto y se detuvo. Ante él ahora tenía sólo rocas desparramadas por doquier y cavernas escondidas, inmensas dunas de arena que se perdían en el horizonte. Al río le invadió un gran temor. Es mi fin. No lograré atravesar este desierto. La arena absorberá mi agua y yo desapareceré. 
Lentamente las aguas comenzaron a hundirse, el río se estaba convirtiendo en un pantano y estaba muriendo. Pero el viento había escuchado sus lamentos y decidió salvarle la vida. Le sugirió:
- Déjate calentar por el sol, subirás al cielo en forma de vapor de agua. Lo demás, déjamelo a mí. 
El río lleno de miedo le contestó:
- Yo estoy hecho para correr entre dos partes de tierra, líquido, pacífico y majestuoso. No estoy hecho para volar por los aires. 
- No tengas miedo. Cuando asciendas al cielo en forma de vapor de agua, te convertirás en una nube. Yo te transportaré más allá del desierto y tú podrás caer otra vez sobre la tierra firme, volverás a ser un río y llegarás hasta el mar, respondió el viento. 
Pero el río tenía mucho miedo y fue devorado por el desierto…

Muchas personas han olvidado que sólo hay un modo para superar los imprevistos desiertos de los sentimientos y las arideces feroces que nos invaden muchas veces en el tranquilo fluir de nuestra existencia. Es la vida espiritual. Es dejarse transformar por el Sol que es Dios y dejarse transportar por el Viento del Espíritu. Pero es un riesgo que pocos aceptan correr. ¿Te animas?

martes, 4 de julio de 2017

Me entrego a ti, Señor

¡Señor, te entrego mi pequeño corazón para que lo purifiques 
de cualquier sentimiento que no sea Tu Amor por mí y en mí! 
¡Te entrego también mi alma para que la santifiques! 
¡Te hago entrega de mi libertad para que hagas conmigo lo que tu voluntad anhele! 
¡Te entrego mi memoria para que sea capaz de recordar lo que Tú deseas que recuerde! 
¡Te entrego mi entendimiento para ser capaz de contemplar las cosas como Tú las ves! 
¡Te entrego mi voluntad frágil y tan humana para que sea una con la Tuya! 
¡Y como decía aquel santo quiero lo que quieres, 
quiero porque quieres, quiero como lo quieres, quiero hasta que quieras! 
¡Señor, que mi cuerpo, mis sentidos y mi mente 
sean dóciles a mi voluntad para recogerse siempre en Ti!

Buscando la felicidad

Una vez un hombre oyó decir que la felicidad era un tesoro. A partir de aquel instante comenzó a buscarla. Primero se aventuró por el placer y por todo lo sensual, luego por el poder y la riqueza, después por la fama y la gloria, y así fue recorriendo el mundo del orgullo, del saber, de los viajes, del trabajo, del ocio y de todo cuanto estaba al alcance de su mano. 
En un recodo del camino vio un letrero que decía: "Le quedan dos meses de vida" Aquel hombre, cansado y desgastado por los sinsabores de la vida se dijo:
"Estos dos meses los dedicaré a compartir todo lo que tengo de experiencia, de saber y de vida con las personas que me rodean."
Y comenzó a hacerlo con todas las personas que se encontraba en su camino. Entonces descubrió que ese ‘compartir’ llenaba de admiración y alegría a quienes lo escuchaban. Y en él producía una satisfacción y felicidad, ¡sí, he dicho felicidad! que nunca hasta ese momento había gustado y conocido, a pesar de todo lo que había vivido a lo largo de sus días.
Y aquel buscador infatigable de la felicidad, sólo al final de sus días, encontró que en su interior, en lo que podía compartir, en el tiempo que le dedicaba a los demás, en la renuncia que hacía de sí mismo por servir, estaba el tesoro que tanto había deseado y buscado.
Comprendió que para ser feliz se necesita amar; aceptar la vida como viene; disfrutar de lo pequeño y de lo grande; conocerse a sí mismo y aceptarse así como se es; sentirse querido y valorado, pero también querer y valorar; tener razones para vivir y esperar y también razones para morir y descansar. 
Entendió que la felicidad brota en el corazón, con el rocío del cariño, la ternura y la comprensión. Que son instantes y momentos de plenitud y bienestar; que está unida y ligada a la forma de ver a la gente y de relacionarse con ella; que siempre está de salida y que para tenerla hay que gozar de paz interior. Finalmente descubrió que cada edad tiene su propia medida de felicidad y que sólo Dios es la fuente suprema de la alegría, por ser Él: amor, bondad, reconciliación, perdón y donación total. 
Y en su mente recordó aquella sentencia que dice: "Cuánto gozamos con lo poco que tenemos y cuánto sufrimos por lo mucho que anhelamos."
Ser Feliz, es una actitud.

domingo, 2 de julio de 2017

Venid y veréis

Quiero que mi camino sea tu camino;
que mis pasos, aunque vacilen y duden, sigan tus huellas;
que mis opciones sean las que me ayuden a seguir tu paso en esta vida.
Querría ser un caminante sin otro horizonte que tu Reino,
sin otra meta que tu justicia, sin otra palabra que tu Evangelio,
sin otro canto que tus anuncios.
Cuando haya tormentas, y cuando haya paz.
En senderos suaves y en caminos abruptos.
Ayúdame, Señor, a seguirte, a caminar tras tus huellas.
Quiero vivir como tú, amando en mis gestos y mis decisiones.
Quiero enjugar alguna lágrima que no sea mía.
Cargar con alguna cruz de otros para hacer más digno su camino (y de paso el mío).
Quiero que quien me encuentre se sienta acogido, no juzgado.
Que quien está cansado sepa que quiero ser su descanso.
Que quien está herido sepa que en mi mano tiene ayuda,
y quien está solo tiene aquí un puente.
Quiero vivir, vivir a fondo...

El anillo del rey

Hubo una vez un rey que dijo a los sabios de la corte:
- Me estoy fabricando un precioso anillo. He conseguido uno de los mejores diamantes posibles. Quiero guardar oculto dentro del anillo algún mensaje que pueda ayudarme en momentos de desesperación total, y que ayude a mis herederos, y a los herederos de mis herederos, para siempre. Tiene que ser un mensaje pequeño, de manera que quepa debajo del diamante del anillo.
Todos quienes escucharon eran sabios y grandes eruditos. Podrían haber escrito grandes tratados, pero darle un mensaje de no más de dos o tres palabras que le pudieran ayudar en momentos de desesperación total...
Pensaron, buscaron en sus libros, pero no podían encontrar nada.
El rey tenía un anciano sirviente que también había sido sirviente de su padre. La madre del rey murió pronto y este sirviente cuidó de él, por tanto, lo trataba como si fuera de la familia. El rey sentía un inmenso respeto por el anciano, de modo que también lo consultó.
Y éste le dijo:
- No soy un sabio, ni un erudito, ni un académico, pero conozco el mensaje. Durante mi larga vida en palacio, me he encontrado con todo tipo de gente, y en una ocasión me encontré con un Sacerdote. Era invitado de tu padre y yo estuve a su servicio. Cuando se iba, como gesto de agradecimiento, me dio este mensaje -el anciano lo escribió en un diminuto papel, lo dobló y se lo dio al rey, diciendo-:
"Pero no lo leas le dijo, manda que lo graben en el anillo. Ábrelo sólo cuando todo lo demás haya fracasado, cuando no encuentres salida a la situación."
Ese momento no tardó en llegar. El país fue invadido y el rey perdió el reino. Estaba huyendo en su caballo para salvar la vida y sus enemigos lo perseguían. Estaba solo y los perseguidores eran numerosos. Llegó a un lugar donde el camino se acababa, no había salida. Enfrente había un precipicio y un profundo valle; caer por él sería el fin. Y no podía volver porque el enemigo le cerraba el camino. Ya podía escuchar el trotar de los caballos.
No podía seguir hacia adelante y no había ningún otro camino...
De repente, se acordó del anillo. Se quitó el anillo y en su interior encontró un pequeño mensaje tremendamente valioso. Simplemente decía... "ESTO TAMBIÉN PASARÁ".
Mientras leía "esto también pasará" sintió que se cernía sobre él un gran silencio. Los enemigos que le perseguían debían haberse perdido en el bosque, o debían haberse equivocado de camino, pero lo cierto es que poco a poco dejó de escuchar el trote de los caballos. El rey se sentía profundamente agradecido al sirviente y al místico desconocido. Aquellas palabras habían resultado milagrosas.
Volvió a ponerse el anillo, reunió a sus ejércitos y reconquistó el reino. El día que entraba de nuevo victorioso en la capital hubo una gran celebración con música, bailes... y él se sentía muy orgulloso de sí mismo.
El anciano estaba a su lado en el carro y le dijo:
- Este momento también es adecuado: vuelve a mirar el mensaje.
- ¿Qué quieres decir? preguntó el rey. Ahora estoy victorioso, la gente celebra mi vuelta, no estoy desesperado, no me encuentro en una situación sin salida.
- Escucha, dijo el anciano: este mensaje no es sólo para situaciones desesperadas; también es para situaciones placenteras. No es sólo para cuando estás derrotado; también es para cuando te sientes victorioso. No es sólo para cuando eres el último; también es para cuando eres el primero.
El rey se sacó el anillo y leyó el mensaje:
"ESTO TAMBIÉN PASARÁ", y nuevamente sintió la misma paz, el mismo silencio, en medio de la muchedumbre que celebraba y bailaba, pero el orgullo, el ego, había desaparecido. El rey pudo terminar de comprender el mensaje. Se había iluminado. Entonces el anciano le dijo:
- RECUERDA QUE TODO PASA. Ninguna cosa, ni ninguna emoción son permanentes. Como el día y la noche, hay momentos de alegría y momentos de tristeza. Acéptalos como parte de la dualidad de la naturaleza porque son la naturaleza misma de las cosas. GRÁBATELO BIEN EN TU CABEZA Y EN TU CORAZÓN.