viernes, 8 de junio de 2018

Corazón de Jesús, déjame fundirme en ti

              P. Javier Albisu, S.J.

Déjame fundir mi historia en tu Corazón
con toda su carga de debilidad,
y entregar a tu misericordia lo que tu amor dejó atrás.
Déjame fundir mis ojos en tu Corazón
hasta mirar reconciliado mi propia realidad.
Déjame fundir mis oídos en tu Corazón hasta escuchar
lo que jamás imaginaron que podías y querías pronunciar:
 “Yo te perdono; quédate en paz”.
Déjame fundir mi boca en tu Corazón
hasta aprender en el silencio a decir: “abbá”, Padre.
Déjame fundir mi rostro en tu Corazón,
hasta encontrar hecho niño el asombro,
con que un día me acercaba hasta tu altar.
Y si ves que a las puertas de fundirme en Ti, 
mi miedo me detiene y te dice: “¡Basta ya!”,
que tu mano en mi cabeza, me responda:
“Tan sólo, déjate amar”.

Mi mejor amigo

Hubo una vez dos mejores amigos. Eran inseparables, eran una sola alma. Por alguna razón sus caminos tomaron rumbos distintos y se separaron.
Yo nunca volví a saber de mi amigo hasta el día de ayer, después de 10 años, que caminando por la calle me encontré a su madre. La saludé y le pregunté por mi amigo. En ese momento sus ojos se llenaron de lágrimas y me miró a los ojos diciendo: murió ayer.... No supe qué decir, ella me seguía mirando y pregunté cómo había muerto.
Ella me invitó a su casa. Al llegar allí me ofreció sentarme en la sala vieja donde pasé gran parte de mi vida, siempre jugábamos ahí mi amigo y yo. Me senté y ella comenzó a contarme la triste historia. Hace 2 años le diagnosticaron una rara enfermedad, y su cura era recibir cada mes una transfusión de sangre durante 3 meses, pero ¿recuerdas que su sangre era muy rara?, sí, lo sé, igual que la tuya.... Estuvimos buscando donantes y al fin encontramos a un señor vagabundo.
Tu amigo, como te acordarás, era muy testarudo, no quiso recibir la sangre del vagabundo. Él decía que de la única persona que recibiría sangre sería de ti, pero no quiso que te buscáramos, él decía todas las noches: no lo busquéis, estoy seguro que mañana si vendrá....
Así pasaron los meses, y todas las noches se sentaba en esa misma silla donde estás tú sentado y rezaba para que te acordaras de él y vinieras a la mañana siguiente. Así acabó su vida y en la última noche de su vida, estaba muy mal, y sonriendo me dijo: madre mía, yo sé que pronto mi amigo vendrá, pregúntale por qué ha tardado tanto y dale esa nota que está en mi cajón. La señora se levantó, regresó y me entregó la nota que decía:
“Amigo mío, sabía que vendrías, has tardado un poco pero no importa, lo importante es que has venido. Ahora te estoy esperando en otro sitio, espero que tardes en llegar, pero mientras tanto quiero decirte que todas las noches rezaré por ti y desde el cielo te estaré cuidando mi querido mejor amigo. ¡Ah, por cierto, ¿te acuerdas por qué nos distanciamos? sí, fue porque no te quise prestar mi pelota nueva, jaja, qué tiempos.... éramos insoportables, bueno pues quiero decirte que te la regalo y espero que te guste mucho. Te quiere mucho: tu amigo por siempre.

"No dejes que tu orgullo pueda más que tú corazón... La amistad es como el mar, se ve el principio pero no el final"

miércoles, 6 de junio de 2018

Mis deseos, Padre

          José M. R. Olaizola

Todo esto deseo:
Que mi oído esté atento a tus susurros.
Que el ruido cotidiano no tape tu voz.
Que te encuentre, y te reconozca, y te siga.
Que en mi vida brille tu luz.
Que mis manos estén abiertas para dar y proteger.
Que mi corazón tiemble con cada hombre y mujer que padecen.
Que acierte para encontrar un lugar en tu mundo.
Que mi vida no sea estéril.
Que deje un recuerdo cálido en la gente que encuentre.
Que sepa hablar de paz, imaginar la paz, construir la paz.
Que ame, aunque a veces duela.
Que distinga en el horizonte las señales de tu obra.
Todo esto deseo, todo esto te pido, todo esto te ofrezco, Padre.

La luciérnaga

Cuenta la leyenda que una vez una serpiente empezó a perseguir a una luciérnaga. Aunque ésta trataba de alejarse de su perseguidora, no había manera de deshacerse de ella. Huyó durante dos días y la serpiente no dejaba de seguirla. Finalmente, al tercer día, ya sin fuerzas, la luciérnaga se detuvo y le dijo a la serpiente:
- ¿Puedo hacerte tres preguntas?
- No acostumbro a dar explicaciones a nadie pero como te voy a devorar, puedes preguntar lo que quieras, contestó la serpiente.
- ¿Pertenezco a tu cadena alimenticia? preguntó la luciérnaga.
- No, contestó la serpiente.
- ¿Alguna vez, te hice algún mal? preguntó la luciérnaga.
- No, volvió a responder la serpiente.
- Entonces, ¿por qué quieres acabar conmigo?
- ¡¡¡Porque no soporto verte brillar!!!

Nos hemos acostumbrado tanto a la oscuridad, que cuando vemos a alguien brillar, nos sentimos incómodos y molestos. Es como si brillaran en contra nuestro.

Jesús, dijo y continúa diciéndonos: “Yo Soy la Luz que alumbra a todos los que viven en este mundo. El que me sigue no caminará en la oscuridad, pues tendrá la Luz que le da la vida” Juan 8:12

martes, 5 de junio de 2018

Padre Nuestro de las flores

Padre Nuestro, que estás en las flores, en el canto de los pájaros, en el corazón latiendo;
que estás en: el amor, la compasión, la paciencia, y en el gesto del perdón.
Padre Nuestro, que estás en mí, en mi familia, en mis amigos,
que estás en ese que yo amo, en ese que me hiere, en aquel que busca la verdad...
Santificado sea tu Nombre adorado y glorificado,
por todo lo que es bello, bueno, justo, honesto, de buen nombre y misericordioso.
Venga a nosotros tu reino de paz y justicia, fe, luz, amor.
Sé el centro de mi vida, mi hogar, mi familia, de mi trabajo, de mi estudio....
Hágase tu voluntad, aunque mis ruegos
reproducen a veces más mi orgullo, mi ego, que mis necesidades reales.
Perdóname todas mis ofensas, mis errores, mis faltas. mis pecados y ofensas contra ti,
contra mi mismo y contra los que me rodean, Perdona cuando se vuelve frío mi corazón;
Perdóname, así como yo con tu ayuda, perdono a aquellos
que me ofenden, incluso cuando mi corazón está herido.
No me dejes caer en las tentaciones de los errores, de los vicios, de la crítica,
el juicio, el chisme, la envidia, la soberbia, la destrucción, el egoísmo....
Y líbrame de todo mal, de toda violencia, de todo infortunio, de toda enfermedad.
Líbrame de todo dolor, de toda tristeza, angustia y de toda desilusión.
Pero, aún si tales dificultades ves que son necesarias en mi vida,
que yo tenga la fuerza y el coraje de decir:
¡Gracias, Padre, por esta lección! ¡¡¡Que así sea!!! 

El eco

Un hijo y su padre estaban caminando en las montañas.
De repente, el hijo se lastima y grita: "Aaaahhhhhhh!!".
Para su sorpresa, escucha una voz que repite en algún lugar de la montaña: "Aaaahhhhhhh!!"
Con curiosidad el niño grita: "¿Quién está ahí?"
Recibe una respuesta: "¿Quién está ahí?"
Disgustado con la respuesta, el niño grita: "Cobarde".
Y recibe de respuesta: "Cobarde".
El niño mira a su padre y le pregunta: "¿Qué sucede?"
El padre, sonríe y le dice: "Hijo mío, presta atención".
Y entonces el padre grita a la montaña: "Te admiro".
Y la voz le responde: "Te admiro".
De nuevo, el hombre grita: "Eres un campeón".
Y la voz le responde: "Eres un campeón".
El niño estaba asombrado, pero no entendía. Entonces el padre le explica:
- La gente lo llama eco, pero en realidad es la vida. Te devuelve todo lo que dices o haces. Nuestra vida es simplemente un reflejo de nuestras acciones.
Si deseas más amor en el mundo, crea más amor a tu alrededor. Si deseas felicidad, da felicidad a los que te rodean. Si quieres una sonrisa en el alma, da una sonrisa al alma de los que conoces.
Esta relación se aplica a todos los aspectos de la vida.
La vida te devolverá, exactamente aquello que tú le has dado. Tu vida, no es una coincidencia, es un reflejo de ti.

Alguien dijo: "Si no te gusta lo que recibes de vuelta, revisa muy bien lo que estás dando".
Nadie es perfecto en la vida, pero siempre intentemos ser mejores cada día.

lunes, 4 de junio de 2018

Oración de solidaridad con los hambrientos

En medio de la oscuridad ha brillado la luz.
Una gran esperanza nos ha sacado de nuestro pecado
y nos ha hecho ir más lejos de donde hubiéramos querido.
La voz de los profetas denuncia la maldad.
Más que palabras hoy se nos piden hechos de solidaridad...
¡Qué lejos estamos todavía!
Tú, el Dios distinto, nos enfrentas a la realidad:
¡Cambiad vuestro comportamiento! ¡Dad de lo vuestro!
Hemos comenzado el camino con pasos sencillos.
Sentimos la atadura del tener, sentimos ganas de cerrar los ojos
para no ver el hambre de los otros.
Pero tú golpeas nuestro frío con el ejemplo
y el testimonio de hombres y mujeres que lo están dando todo,
que se están dando del todo.
Que no se embote nuestro corazón, Señor,
con las cosas que se acaban.
Que no se cierren nuestros ojos ante el hambre del hermano.
Que no se aparte nuestra mano de la mano
que nos pide pan y trabajo, cercanía o cariño...
Padre, envíanos el Espíritu para que nos abra el corazón
y sepamos repartir y compartir.
Padre, envíanos el Espíritu para que aprendamos a entregarnos
sin almacenar tesoros que empobrecen a los demás.
Padre, envíanos el Espíritu para ser levadura de un mundo nuevo,
donde todos tengan pan y trabajo, sonrisa y calor...
Un nuevo mundo de justicia, de amor y de fraternidad.

La parábola del padre perdido

                            Franz W. Niehl 

Un hombre tenía dos hijos. Tenía también negocios que le daban mucho trabajo. A menudo volvía tarde a casa; y lo que entonces buscaba era su tranquilidad.
Un día ya no volvió. Se quedó en la ciudad donde trabajaba. Y llegó a oídos de su mujer, que vivía allí con otra.
Después de algún tiempo, ésta llegó a saber que los negocios de aquel hombre habían ido al traste, y que por motivo de estafas le habían llevado a tribunales y había acabado en la cárcel.
Pasados los años, un buen día aquel hombre apareció a la puerta de casa. Pálido y delgado, no era capaz de pronunciar palabra alguna. La mujer le abrazó, le proporcionó ropa limpia y comenzó a preparar algo para comer.
Cuando el hijo menor volvió del colegio se sorprendió al ver a su madre sentada a la mesa, en compañía de su padre. Sin decir palabra se sentó callado a la mesa y el padre, avergonzado y entre balbuceos, les contó lo que había sido su vida en los últimos años.
Cuando terminaron de comer, el padre se quedó con su hijo en la mesa y dijo:
- "Realmente no os merezco, ni a vosotros, que sois mis hijos, ni, sobre todo, a vuestra madre".
Y le brotaron las lágrimas.
Después de un tiempo, el hijo respondió:
- "Padre, tú habías muerto para nosotros y yo te he odiado un montón por habernos abandonado. Pero ahora me alegro que estés otra vez con nosotros y que intentemos, de nuevo, vivir juntos".
A la noche vino el hijo mayor después de su trabajo y vio sorprendido a su madre, a su hermano y a su padre, sentados juntos y hablando entre ellos. Su padre se levantó y fue hacia él intentando abrazarle, pero el hijo mayor se apartó sin pronunciar palabra. Se encerró en su habitación y no quiso hablar más con ninguno de ellos.