viernes, 7 de febrero de 2025

Dios de lo escondido

               Jacobo Espinos

Dios que te escondes, en el silencio,
para hacer ruido en mi interior.
Dios que te haces carne en el corazón de una niña,
para empezar una revolución.
Dios que decides hacerte eco en una aldea perdida,
para mostrar tu grandeza.
Dios que estás presente en un trozo de pan,
para confundir a los sabios.
Dios que te escondes, pero que deseas ser encontrado.
Oh Dios de lo escondido, ¿dónde vives?

La promesa bajo el roble

        Parroquia San Pedro Apóstol, El Sauzal

En el corazón de un bosque tranquilo, junto al pueblo de Santa Esperanza, había un gran roble al que los vecinos llamaban “El árbol de los votos”. Se decía que los enamorados solían reunirse bajo sus ramas para prometerse amor eterno. Allí, entre la sombra y la brisa suave, un joven llamado Mateo y una muchacha llamada Lucía solían encontrarse. Llevaban juntos tres años y se amaban profundamente.
Una tarde, mientras el sol pintaba de dorado las hojas del roble, Mateo tomó las manos de Lucía y le dijo:
— Lucía, quiero que vivamos juntos. Podemos construir una vida llena de amor y felicidad sin necesidad de ceremonias complicadas.
Lucía sonrió, pero sus ojos mostraban un destello de duda.
— Mateo, yo también quiero compartir mi vida contigo -dijo suavemente-, pero siento que algo faltaría si no recibimos la bendición de Dios en nuestro amor.
Mateo frunció el ceño.
— ¿No es suficiente que nos amemos y estemos juntos? -preguntó-. ¿Por qué necesitamos casarnos por la Iglesia?
Lucía reflexionó un momento antes de responder.
— Mateo, el matrimonio por la Iglesia no es solo una ceremonia bonita o una tradición antigua. Es un sacramento, un regalo de Dios. Nos unimos ante Él y recibimos su gracia para fortalecer nuestro amor y ayudarnos en los momentos difíciles. Es como construir nuestra casa sobre roca firme en lugar de arena.
Mateo miró a Lucía con atención.
— Pero nosotros nos amamos, y eso debería bastar.
Lucía sonrió y le acarició la mejilla.
— Sí, nos amamos, pero nuestro amor necesita la luz de Dios para crecer y ser pleno. Cuando nos casemos por la Iglesia, estaremos invitándolo a ser parte de nuestra unión, a guiarnos y protegernos. Es como plantar un árbol y asegurarnos de que tenga agua y sol para que crezca fuerte.
Mateo guardó silencio, pensando las palabras de Lucía. Esa noche, soñó que estaban nuevamente bajo el gran roble, pero esta vez una luz celestial iluminaba sus manos entrelazadas y una voz suave le susurraba: “Mi amor perfecciona el tuyo”.
Al día siguiente, Mateo buscó al padre Tomás, el sacerdote del pueblo. Quería entender más sobre el sacramento del matrimonio. El padre lo recibió con una sonrisa y le explicó:
— Mateo, el matrimonio es una alianza sagrada. Cuando dos personas se casan por la Iglesia, su amor es un signo del amor de Cristo por su Iglesia. Es una promesa de fidelidad, entrega y apertura a la vida. Dios les da su bendición para que puedan enfrentar juntos los retos de la vida y crecer en santidad.
Mateo sintió que una paz profunda llenaba su corazón.
Días después, Mateo llevó a Lucía bajo el gran roble. Se arrodilló ante ella con un anillo en la mano y, con la voz temblorosa de emoción, le dijo:
— Lucía, ahora entiendo qué significa casarse por la Iglesia. Quiero que nuestro amor esté lleno de la gracia de Dios. ¿Aceptas casarte conmigo y hacer de nuestro amor un signo de su amor eterno?
Lucía, con lágrimas en los ojos, respondió:
— Sí, Mateo. Quiero caminar junto a ti hacia el cielo.
El día de la boda, la pequeña iglesia de Santa Esperanza se llenó de luces y flores. Cuando Mateo y Lucía pronunciaron el Sí ante Dios y la comunidad, una alegría inmensa llenó el corazón de todos los presentes. Bajo el gran roble, la promesa de amor eterno había encontrado su bendición y su plenitud.

jueves, 6 de febrero de 2025

La última oración de Gandhi

Oración de Gandhi en la mañana del día en que fue asesinado (30 de Enero de 1948)

Ya te sientas fatigado o no ¡oh hombre!, no descanses.
No ceses en tu lucha solitaria, sigue adelante y no descanses.
Caminarás por senderos confusos y enmarañados
y solo salvarás unas cuantas vidas tristes.
¡Oh hombre!, no pierdas la fe, no descanses.
Tu propia vida se agotará y anulará,
y habrá crecientes peligros en la jornada.
¡Oh hombre! que soportas todas esas cargas, no descanses.
Salta sobre tus dificultades aunque sean más altas que montañas,
aunque más allá sólo haya campos secos y desnudos.
¡Oh hombre!, no descanses hasta llegar a esos campos.
El mundo se oscurecerá y tú verterás luz sobre él
y disiparás las tinieblas.
¡Oh hombre!, aunque la vida se aleje de ti, no descanses.
¡Oh hombre!, no descanses; procura descanso a los demás.

El viejo roble

            José Luis Vaquero

El viejo roble se erguía imponente en el centro del bosque. Sus raíces, hondas y fuertes, se extendían como tentáculos bajo la tierra, aferrándose a la vida.
Cada otoño, con la llegada del frío, se despojaba de su frondoso manto verde, dejando al descubierto sus ramas desnudas y retorcidas.
Un día, mientras la nieve caía suavemente sobre el bosque, un niño se acercó al roble. Con ojos llenos de asombro, contempló el árbol desnudo y le preguntó:
— ¿Por qué pierdes todas tus hojas, viejo roble? ¿No tienes frío?
El roble, con una voz suave como el susurro del viento, respondió:
— Le dije al tiempo: No importa las hojas que pierda este invierno, en primavera luciré como una reina.
El niño no entendió del todo, pero la respuesta del árbol lo dejó pensando. Durante todo el invierno, visitó al roble, conversando con él y admirando su resistencia. Con cada nevada, el árbol parecía más frágil, pero al mismo tiempo, más fuerte.
Cuando la primavera llegó, el bosque se transformó. Los árboles, antes desnudos, se cubrieron de brotes verdes y flores. El roble, sin embargo, parecía tardar más en despertar. El niño comenzó a preocuparse, pensando que quizás el roble no cumpliría su promesa.
Pero un día, al amanecer, el niño se encontró con una sorpresa. El roble estaba cubierto de hojas nuevas, de un verde brillante que deslumbraba. Sus ramas se extendían hacia el cielo, formando una copa majestuosa. El roble lucía más hermoso que nunca, como una verdadera reina.
El niño comprendió entonces el mensaje del roble. La pérdida y el dolor son parte de la vida, pero no definen quiénes somos. Al igual que el árbol, podemos perder muchas cosas en el camino, pero siempre tenemos la capacidad de renacer y florecer nuevamente.
Le dijo el árbol al tiempo... No importa las hojas que pierda este invierno, en primavera luciré como una reina....

domingo, 2 de febrero de 2025

Presentación de las niñas y niños a la Virgen

En la fiesta de la Presentación del Niño Jesús en el Templo

María, Madre de Jesús, te presentamos a nuestros hijos e hijas:
son también hermanos de Jesús e hijos de Dios.
Te ofrecemos sus ojos:
que tengan una vista de lince para ver las señales
de la presencia y el paso de Dios por este mundo.
Te ofrecemos sus manos:
que sean hábiles para abrirse, dar y acariciar;
y muy torpes para cerrarse, golpear y poseer
Te ofrecemos sus corazones:
que no sean insensibles al sufrimiento de los otros,
y sean siempre misericordiosos.
Te ofrecemos todo lo que son y serán:
que cuando tengan capacidad para elegir…
elijan a Jesús y dejen atrás la mentira, la violencia, la injusticia…
¡María, aquí tienes a nuestros hijos!
Tu fe nos ayuda a ponerlos en las manos de Dios.
Míralos con cariño. Amén

La Estrella que Quería Volver al Cielo

Había una vez una pequeña estrella llamada Estelita que, por un accidente del universo, cayó del cielo y aterrizó en un bosque oscuro y frío. Aunque las estrellas siempre brillan, Estelita se veía opaca, apagada, como si algo le faltara.
Los animales del bosque se acercaron a ella, maravillados por su tenue resplandor. La ardilla le ofreció nueces, el búho le contó historias para animarla, y hasta el río trató de reflejar su luz para que se sintiera mejor. Pero Estelita seguía triste.
— Gracias por intentar ayudarme -decía con voz melancólica-, pero mi corazón pertenece al cielo. Aquí no puedo ser lo que realmente soy.
El tiempo pasó, y aunque los animales la querían mucho, ellos no entendían su nostalgia. Cada noche, Estelita miraba hacia el cielo, suspirando al ver a sus hermanas estrellas brillar juntas.
Una noche, el viento, que había escuchado su tristeza, decidió ayudarla.
— Pequeña estrella -dijo con voz profunda-, puedo llevarte de vuelta al cielo, pero tendrás que sacrificar algo muy importante.
— ¿Qué tendría que sacrificar? -preguntó Estelita, esperanzada.
— Tu brillo. Para regresar al cielo, deberás apagar tu luz y convertirte en una estrella fugaz. Serás solo un destello, pero ese instante será tan hermoso que todos lo recordarán.
Estelita lo pensó mucho. Sabía que los animales del bosque la extrañarían, pero también sabía que, para ser realmente feliz, debía volver al lugar al que pertenecía.
— Acepto, viento -respondió finalmente.
Esa misma noche, el viento levantó a Estelita y la llevó alto, muy alto. Los animales del bosque miraban sorprendidos cómo su amiga ascendía, dejando tras de sí una estela brillante que iluminó la oscuridad.
En el cielo, Estelita se apagó, pero, por un instante, fue la estrella más brillante y hermosa que nadie había visto jamás. Los animales, aunque tristes, sonrieron al recordar que ella había encontrado su hogar.
Desde entonces, cada vez que una estrella fugaz cruza el cielo, se dice que es una estrella que, como Estelita, encontró su camino de vuelta al lugar donde pertenece.

Moraleja: A veces, para ser felices, debemos dejar atrás cosas importantes, pero esos sacrificios pueden traer paz y devolvernos a quienes realmente somos