sábado, 6 de noviembre de 2021

He aprendido a vivir

                         Florentino Ulibarri

Ahora que he aprendido a vivir
sin acaparar, sin fantasear, sin quejarme,
sin apropiarme, sin erudición, sin claridades,
sin imágenes, sin mochilas, sin miedos, sin pesos...
Ahora que no estoy enganchado a nada:
ni a emociones, ni al trabajo, ni al dinero,
ni a la casa, ni a las ideas, ni a la información,
ni al consumo, ni al descanso, ni a la familia, ni a la iglesia...
Ahora que no deseo nada:
ni ganar, ni adquirir, ni poseer,
ni dominar, ni captar, ni tener,
ni lograr, ni obtener, ni alcanzar, ni triunfar...
Ahora que mi equipaje es ligero
para las noches oscuras, para los días largos,
para los lunes pesados, para los martes monótonos,
para los miércoles de siempre, para los jueves de confidencias,
para los viernes amargos, para los sábados de soledades,
Ahora, quizá sea caminante, peregrino, romero
aventurero, receptor, sabedor, creyente
y testigo de tu Pascua y resurrección.

¿Estás usando todas tus fuerzas?

Un niño estaba tratando de levantar una piedra, pero no podía ni siquiera moverla de su lugar, gruñía y forcejeaba. Mientras el niño luchaba con la piedra su padre lo observaba atento, esperando que su hijo le pidiera ayuda, pero eso no sucedía. Noto que su hijo se comenzaba a rendir y entonces el hombre se acercó y le dijo:
- ¿Estás usando todas tus fuerzas?
El niño le respondió agotado, pero intentando todavía mover la piedra:
- Sí, papá, estoy usando todas mis fuerzas, pero no logro moverla.
Su padre le dijo:
- Eso es porque no estás usando todas tus fuerzas.
El niño insistió enojado:
- ¡Sí estoy usando todas mis fuerzas, mira!
Entonces su padre le sonrió y le dijo:
- Hijo, no lo estás haciendo, si usaras todas tus fuerzas me pedirías ayuda. Yo soy tu padre, yo soy tu fuerza y puedes pedirme ayuda siempre que necesites.
Muchas veces nos pasa igual, nos creemos autosuficientes y nos cuesta reconocer que necesitamos ayuda, no pedimos ayuda e intentamos resolver todo solos.

Dios está esperando que pidamos su ayuda, como Padre amoroso que es.

jueves, 4 de noviembre de 2021

Gracias, Señor (Himno de Laudes)

Gracias, Señor, por el día,
por tu mensaje de amor que nos das en cada flor;
por esta luz de alegría, te doy las gracias, Señor.
Gracias, Señor, por la espina que encontraré en el sendero,
donde marcho pregonero de tu esperanza divina;
gracias, por ser compañero.
Gracias, Señor, porque dejas que abrase tu amor mi ser,
porque haces aparecer tus flores a mis abejas,
tan sedientas de beber.
Gracias por este camino, donde caigo y me levanto,
donde te entrego mi canto mientras marcho peregrino,
Señor, a tu monte santo.
Gracias, Señor, por la luz que ilumina mi existir;
por este dulce dormir que me devuelve a tu cruz.
¡Gracias, Señor, por vivir! Amén.

El labriego y sus hijos

                    Fábula de La Fontaine

Un rico labrador, que veía próxima su muerte, llamó a sus hijos aparte para hablarles sin testigos.
- ¡Guardaos muy bien -les dice- de vender vuestra heredad, legada por nuestros abuelos! Un tesoro oculta en su entraña, aunque ignoro su sitio. Más, con un poco de esfuerzo, conseguiréis encontrarlo. Pasada la cosecha, removed vuestro campo, cavadlo de arriba abajo, sin dejar un palmo que no muevan vuestras palas.
Murió el padre, y los hijos cavaron el campo de abajo arriba, y con tal ahínco que, al año siguiente, la cosecha fue más grande. Dinero no encontraron porque no lo había. Pero su padre fue un sabio, enseñándoles antes de morir que el trabajo es un tesoro.

martes, 2 de noviembre de 2021

¿Qué me dirás, Dios mío?

                               Patxi Loidi, paráfrasis

Me acerco a tu presencia
y, con una cierta inquietud interior, me pregunto:
- ¿Qué me dirás, Dios mío, al encontrarme frente a Ti?
- Bienvenido, hijo mío, ánimo, lo has hecho bien.
Yo me quedaré mudo,
porque llevaba preparadas mil explicaciones.
Tú me tomarás de la mano
y me enseñarás tu casa con todo detalle.
Solamente, como de pasada, me dirás:
- Ya teníamos ganas de verte aquí, con nosotros.
Yo te miraré al rostro asombrado veré que te brillan los ojos
y que luchas para que no te caiga ninguna lágrima.
Y todas mis explicaciones e historias se me irán de la cabeza.
Y mis fallos quedan sepultados para siempre
en el inmenso baúl de tu perdón y tu cariño.
Y empezaré a entender que eres gratuito como el agua y el sol.
¡Empezaré a entender, por fin, la parábola del hijo pródigo!
Y se me quedará clavada en el corazón una palabra eterna,
que la estás diciendo desde siempre,
aunque yo la escucharé de una manera nueva:
- Hijo, te quiero.
Y sentiré, ¡por primera vez!, una alegría plena, no pasajera.

La vela del niño

Esta es la historia de un hombre que había sufrido lo peor que le puede pasar a un padre: había perdido a su hijo. Desde ese día no dormía bien y se pasaba el día llorando.
Una noche, mientras dormía, un ángel apareció en sus sueños y le dijo:
- Debes dejar de llorar ya.
- Es que no soporto la idea de no verlo más, -respondió el hombre con pesar.
Entonces el ángel preguntó:
- ¿Te gustaría verlo?
El hombre respondió de inmediato afirmativamente, ¿cómo no iba a querer verlo si lo único que hace desde que lo perdió es soñar con volverlo a ver?
El ángel tomó de la mano al hombre y juntos aparecieron en el cielo, el ángel le dijo con una sonrisa que pronto vería a su hijo.
Aparecieron varios niños caminando, vestidos como angelitos, con alas y cada uno sostenía una vela encendida en sus manos. El hombre le preguntó con curiosidad al ángel:
- ¿Quiénes son?
- Estos son los niños que han partido este año, todos los días hacen este paseo con nosotros porque son puros.
- ¿Mi hijo está entre ellos?, preguntó el hombre esperanzado
- Sí, ya lo vas a ver.
Los niños seguían caminando, entonces el ángel señaló a uno de los niños y dijo:
- ¡Míralo, ahí viene!
El hombre sintió un nudo en su garganta, ahí venia su hijo, tal cual como lo recordaba, estaba radiante. Pero algo le llama la atención, de todos los niños es el único que lleva la vela apagada, el padre al ver esto sintió una enorme pena por su hijo.
Cuando el chico vio a su padre fue corriendo a su encuentro y se abrazó a él. El hombre no pudo aguantar su curiosidad y le preguntó a su hijo:
- Hijo, ¿por qué tu vela no está encendida? ¿es que acaso no la encienden como a la de los demás?
- Cada mañana encienden la mía, papá. Pero luego tus lagrimas apagan mi vela.
El hombre despertó en su habitación y comprendió la lección que le dio el ángel. Debía intentar ser feliz por su hijo, llorar no lo traería de vuelta y podía demostrarle su amor recordándolo todos los días y no permitiendo que la tristeza se apodere de su vida.

lunes, 1 de noviembre de 2021

Santos a nuestro lado

                  José María R. Olaizola, sj

El camino es compartido.
Un río de rostros, una corriente de nombres,
una sucesión de tiempos y lugares
donde amamos, creemos, erramos.
Generación tras generación nos pasamos el relevo.
Somos peregrinos en esta larga marcha de la historia.
En cada vida se presentan encrucijadas
donde hay que elegir la senda y el equipaje,
donde toca buscar compañeros
y encaminar los pasos por el fluir de los días.
Vamos dejando detrás huellas de trigo o cizaña,
de reino o tierra quemada, de memoria o de olvido.
Avanzamos -sin pausa- hacia la meta penúltima
donde todos convergeremos.
En esta marcha caminan, en medio de nosotros,
inadvertidos, discretos, sin alardes ni estridencias
sal de la tierra y luz del mundo,
quienes hacen del amor, a tu modo, su motivo y su destino.

Consumirse por Cristo

Érase una vez una pequeña vela que vivió feliz su infancia, hasta que cierto día le entró curiosidad en saber para qué servía ese hilito blanco que sobresalía de su cabeza. Una vela vieja le dijo que ese era su “mecha” y que servía para ser “encendida”.— Ser “encendida” ¿qué significará eso? -dijo la vela.
La vela vieja también le dijo que era mejor que nunca lo supiese, porque era algo muy doloroso.
Nuestra pequeña vela, aunque no entendía de qué se trataba, y aun cuando le habían advertido que era algo doloroso, comenzó a soñar con ser encendida. Pronto, este sueño se convirtió en una obsesión. Hasta que por fin un día se dejó encender. Y nuestra vela se sintió feliz por ser luz que alumbra la oscuridad y da calor a los corazones de los hombres.
Muy pronto se dio cuenta de que dar luz constituía no solo una alegría, sino también una fuerte exigencia… Sí. Tomó conciencia de que para que la luz perdurara en ella, tenía que alimentarla desde el interior, a través de un permanente consumirse… Entonces su alegría cobró una dimensión más profunda, pues entendió que su misión era consumirse al servicio de la luz y aceptó su nueva vocación.
A veces pensaba que habría sido más cómodo no haber recibido la luz, pues en vez de un diario derretirse, su vida hubiera sido un “estar ahí”, tranquilamente. Hasta tuvo la tentación de no alimentar más la llama, de dejar morir la luz para no sentirse tan molesta.
A la exigencia que había aceptado de alimentar la luz desde el interior, se unió la llamada fuerte a defender la luz. Más aún: su luz le permitió mirar a su alrededor y darse cuenta de que existían muchas velas apagadas; unas porque nunca habían tenido la oportunidad de recibir la luz, otras, por miedo a derretirse y otras porque fueron apagadas por las corrientes de aire. Y se preguntó muy preocupada:
— ¿Podré yo encender otras velas?
Y, pensando, descubrió también su vocación de apóstol de la luz. Entonces se dedicó a encender velas, para que hubiera mucha luz en el mundo.
Cada día crecía su alegría y su esperanza, porque en su diario consumirse, encontraba velas por todas partes. Velas viejas, velas hombres, velas mujeres, velas jóvenes, velas recién nacidas…. Y a todas les transmitía su luz.
Pasó el tiempo y, cuando presintió que se acercaba el final, porque se había consumido totalmente, dijo con voz muy fuerte y con satisfacción en su rostro:
-- ¡Gracias a Cristo yo también he sido luz para este mundo”
Y poco después terminó de consumirse.

domingo, 31 de octubre de 2021

Tu mensaje es sencillo y claro

                        Mari Patxi Ayerra

Que nos amemos a nosotros mismos,
amando profundamente a los demás,
esa es la forma mejor de amarte
y la propuesta de vida que nos haces.
Nosotros complicamos nuestra fe,
con obligaciones y normas, o la volvemos rutinaria,
en vez de disfrutar y vivir el Amor.
Todos sentimos que estamos hechos para el encuentro,
que cuando amamos nuestra vida se vuelve armónica,
que querernos a nosotros mismos nos potencia,
y el saber que Tú nos amas nos sosiega y dinamiza.
Tu vida entera fue una lección de cómo hemos de vivir,
tu mensaje nos enseña a servir, siendo el último,
la misión que nos dejas es que construyamos tu Reino,
y que no descansemos hasta conseguir justicia e igualdad.
¡Qué suerte tenemos, Señor, de ser tu Iglesia!
¡Qué gozada es seguirte y vivir como Tú!
Márcanos siempre el camino a seguir.
Enséñanos a contar a los otros,
lo que Tú vas haciendo dentro de cada uno,
para que vivan la vida contigo a su derecha
disfrutando de tu Amor, tu impulso y tu sosiego.
Señor, ¡cuántas veces hablamos mal de Ti!...
con nuestro vivir triste, nuestro gesto cansado
y nuestros miedos y desconfianzas, de persona sin fe.
Envuélvenos a todos en tu abrazo paterno,
creyentes, ateos y de todos los grupos,
contágianos a todos tu respeto y tu Amor
para que no viva nadie sin fe en esta tierra,
pues cuando uno cree, vive mucho mejor.

Mi amor por ti es eterno

Esta es la historia de una pareja de esposos, estuvieron casados por 46 años y en cada uno de sus aniversarios, él le enviaba el ramo más hermoso a su esposa con una nota que decía siempre las mismas palabras: Mi amor por ti crece.
Fueron muchos momentos vividos, muchas sonrisas y lágrimas. Después de cuarenta y seis años juntos él murió, dejando a la mujer y a cuatro hijos. Dejó cuarenta y seis ramos de flores como muestra de su amor por su esposa.
Ya se acercaba el primer aniversario sin él y la mujer esperaba la llegada de ese día con nerviosismo y tristeza, pues sería la primera vez que no recibiría su hermoso ramo y sabía que no haría más que recordarlo.
Pero para su sorpresa, el día del aniversario recibió su acostumbrado ramo de flores, hermoso como siempre. Pensó que era un error, pero no, estaba dirigido a ella y se enfadó al comprobar que era de parte de su esposo.
La mujer llamó a la floristería, con el corazón roto y enojada para quejarse por lo sucedido, tenía que ser alguna broma cruel, su esposo había muerto.
Trató de mantener la calma y le dijo a la persona que atendió su llamada:
- Llamo porque acaban de cometer un error, me enviaron un ramo de flores de parte de mi esposo, pero eso es imposible, pues mi esposo murió hace un año.
La persona de la floristería supo enseguida de quien se trataba y respondió:
- No es un error, su marido, antes de morir, dejó pagados muchos ramos de flores, para que usted siga recibiendo un ramo en cada aniversario.
La mujer colgó el teléfono con un nudo en la garganta, se acercó al ramo y reviso la tarjeta, que decía: Mi amor por ti es eterno.
No importa cuantos años pasen, demuéstrale a la persona que amas con pequeños detalles lo que sientes por ella.