sábado, 7 de septiembre de 2019

Concédenos la Paz

                       Papa Francisco 

Concédenos la paz que ROMPA nuestro silencio en medio de la violencia
y resonarán las voces proféticas
Concédenos la paz que nos DERRIBE de la torre de nuestro orgullo
y aprenderemos a lavar los pies del prójimo
Concédenos la paz que nos VACÍE del odio y la intolerancia
y convertiremos los fusiles en guitarras, y cantaremos
Concédenos la paz que CIERRE nuestras bocas cuando hablemos demasiado
y aprenderemos a escuchar y comprender a los demás
Concédenos la paz que PERTURBE nuestra apatía
y bailaremos juntos bajo el sol
Concédenos la paz que INFLAME nuestros corazones aletargados
y seremos llama permanente que haga brillar el amor y la justicia

El viaje del rey


Había una vez un rey que estaba a punto de morir y mandó llamar a uno de los bufones de la corte para que le divirtiera con sus chistes y su humor. Pero ni sus mejores chistes le arrancaban una sonrisa.
- ¿Por qué está tan triste, Majestad?
- Porque voy a hacer un largo viaje.
- ¿Pero si va a hacer un largo viaje, cómo es que no está preparado? No veo maletas, ni ropas, ni caballos.
- Ese es el problema. He estado tan ocupado con otras cosas que ahora tengo que enfrentarme solo.
- Tenga mi gorro y mis campanillas porque ahora comprendo que usted es más tonto que yo. Va a hacer el viaje más largo de su vida y lo único que se le ocurre es llamarme para divertirle…

Todos nacemos con el billete de regreso a Dios ya en la mano. Es el único billete que se nos da gratis. Pero como en el cuento del rey vivimos tan preocupados por tantas cosas, tantos negocios,  y tan perdidos en este laberinto, que la vida se nos pasa y no preparamos el viaje a la nueva vida.

viernes, 6 de septiembre de 2019

Oración por la humildad

                  P. Ignacio Larrañaga

Señor Jesús, manso y humilde.
Dame la gracia de la humildad, mi Señor manso y humilde de corazón.
No puedo perdonar, el rencor me quema, las críticas me lastiman, 
los fracasos me hunden, las rivalidades me asustan.
No sé de donde me vienen estos locos deseos de imponer mi voluntad, 
no ceder, sentirme más que los otros... Hago lo que no quiero. 
Ten piedad, Señor, y dame la gracia de la humildad.
Dame la gracia de perdonar de corazón. 
La gracia de aceptar la crítica y aceptar cuando me corrijan.
Ayúdame Señor, a pensar menos en mí y a abrir espacios en mi corazón 
para que los puedas ocupar Tú y mis hermanos.
Mi Señor Jesucristo, dame la gracia de ir adquiriendo poco a poco 
un corazón manso, humilde, paciente y bueno.
Cristo Jesús, manso y humilde de corazón,  haz mi corazón semejante al tuyo.

El idioma de los elefantes


Bozo era un elefante enorme, hermoso y amable. Pero un día, nadie sabe por qué, cambió. Casi mata al hombre que limpiaba su jaula. Se enfadaba con los niños en el circo. Su dueño pensó que había llegado la hora de deshacerse del elefante. Para comprar un nuevo elefante, el dueño organizó una gran exhibición en la cual se ejecutaría a Bozo.
Antes de que dispararán, un hombre se acercó y le dijo:
- Señor, esto no es necesario. No es un mal elefante.
- Sí, le contestó, y tenemos que matarle antes de que mate a alguien.
- Señor, concédame estar con él en su jaula y le demostraré que está equivocado.
Después de una larga conversación le permitieron entrar en la jaula del elefante que resoplaba y trompeteaba con fuerza. Antes de que el elefante le embistiera, el hombre comenzó a hablarle. Bozo se calmó inmediatamente. El extraño se acercó a Bozo y acarició su trompa. El gran elefante lo envolvió suavemente con su trompa, lo levantó y le dio unas vueltas alrededor de la jaula antes de dejarlo cuidadosamente junto a la puerta. Todos aplaudieron. Cuando salió de la jaula le dijo a su guardián:
- Como ves es un buen elefante. Su problema es que es de la India y sólo entiende un idioma. Necesita a alguien que hable su idioma”.

martes, 3 de septiembre de 2019

Cambia mi vida, Señor

Señor, quiero cambiar mi vida.
Quiero fuerza interior para cambiar el mundo.
Ayúdame, Señor, a descubrirme por dentro con sinceridad,
a aceptarme como en realidad soy.
Ayúdame a aguantar mis miedos, mis inseguridades,
a superar mis fracasos y salir de mis desilusiones.
Ayúdame a valorar mis capacidades y mis valores,
a tener fe en la fuerza que has puesto en mi corazón.
Ayúdame a comenzar cada día apoyado en Ti y en mis hermanos.
A pesar de mi debilidad y mis contradicciones,
quiero empeñarme, comprometerme en el mundo de los que sufren;
dejar de decir sólo palabras y mojarme en hechos.
Quiero vivir en mi carne el dolor de las personas rotas;
sobrevivir con los que apenas sobreviven;
saber lo que es vivir con poco o con nada.
Aquí estoy, Señor Jesús, con las manos abiertas a la ayuda;
con el corazón cercano al que sufre.
Aquí estoy, Señor, para aprender que sólo el amor cambia la vida;
para denunciar sin odios las injusticias;
para llevar esperanza a las personas pisoteadas.
Señor Jesús, sé que tu vida se complicó demasiado,
por seguir este camino de verdad, compasión y justicia;
que te acorralaron y te condenaron;
que te clavaron en un madero como un maldito;
que te mataron para que las cosas siguiesen igual.
Pero yo sé que tú diste la vida con amor;
que tu vida, tu estilo de vida, no podía quedar en el sepulcro;
que tu Padre, Señor de la Historia, te levantó, te puso en pie.
Yo sé que resucitaste. Y contigo resucitó tu obra. Lo sé.
Y creo en ti, Señor Resucitado y, con tu ayuda, seguiré tus pasos.

La brisa y el abrigo


En cierta ocasión hicieron una apuesta el agua, el viento y la brisa. El juego consistía en comprobar quién era el más hábil para que, un señor que caminaba todos los días por una calle, se quitara su valioso abrigo.
El viento, impetuoso, contestó: ¡yo seré quien lo consiga! Cogió fuerza y sopló sobre aquel señor que se paseaba con su flamante abrigo. Éste, al sentir el aire, agarró fuertemente con sus manos el abrigo para que no se lo llevara aquella corriente traicionera.
Al día siguiente le tocó el turno al agua. Pensó; si descargo con furia sobre este señor, no le quedará otro remedio que desprenderse del abrigo si no quiere estropearlo. Y así fue. Comenzó a llover con intensidad. Pero, el señor del abrigo, sacó un paraguas de un bolsillo y además logró cobijarse en unos porches a tiempo.
No muchos días después, entre sonrisas y burlas, le tocó el turno a la brisa. Ésta era humilde, constante en aquello que se proponía y no solía maltratar a nadie. Cuando se dio cuenta de que, aquel señor, pasaba por la calle… comenzó a ser lo que siempre quiso ser: suave brisa con un poco de calor. El señor al sentir la presencia de una brisa tan agradable se dijo: “qué bien se va por esta calle”. Y se quitó el valioso abrigo.

Así es la oración que quiere Jesús. Confiada y suave. Constante y persistente. El Señor, que no se deja ganar en generosidad, nos da todo aquello que le pedimos con una condición: que lo hagamos con delicadeza, a tiempo y destiempo, pero con amor. 

lunes, 2 de septiembre de 2019

Ayúdame a ser coherente, Señor

                 Mahatma Gandhi

Señor... ayúdame a decir la verdad delante de los fuertes
y a no decir mentiras para ganarme el aplauso de los débiles.
Si me das fortuna, no me quietes la razón.
Si me das éxito, no me quites la humildad.
Si me das humildad, no me quites la dignidad.
Ayúdame siempre a ver la otra cara de la medalla,
no me dejes inculpar de traición a los demás por no pensar igual que yo.
Enséñame a querer a la gente como a mí mismo.
No me dejes caer en el orgullo si triunfo, ni en la desesperación si fracaso.
Más bien recuérdame que el fracaso es la experiencia que precede al triunfo.
Enséñame que perdonar es un signo de grandeza y la venganza una señal de bajeza.
Si me quitas el éxito, déjame fuerzas para aprender del fracaso.
Si yo ofendiera a la gente, dame valor para disculparme
y si la gente me ofende, dame valor para perdonar.
¡Señor... si yo me olvido de ti, nunca te olvides tú de mi!

Manos maravillosas


No fue sino hasta el cuarto día de haber nacido cuando sus padres y Tomás, el médico, se dieron cuenta de que Benjamín era ciego.
- “Es que es normal que no vea en los primeros días, decía Tomás a sus padres tratando de animarles. Ya verán como enseguida comenzará a ver”.
Pero ese día nunca llegó. Quizás el único consuelo de esos días fue lo que les dijo aquel señor extranjero de cabeza rapada y largas vestimentas que insinuó algo así como “que los ojos de su hijo estaban en sus manos”. En un principio no entendieron qué les quiso decir, pero cuando Benjamín empezó a desarrollar unas extraordinarias aptitudes aprendiendo rápidamente cuando tocaba algo, recordaron las palabras de aquel extranjero y empezaron a creer en ellas.
Y es que al sentido normal del tacto que todos tenemos, Benjamín añadía otro tipo de sensibilidades capaces de hacerle identificar colores u olores con solo tocar con sus manos. Cuando conocía a alguien y lo saludaba estrechándole la mano, Benjamín llegaba a conocer el carácter de esa persona, sus inquietudes, sus defectos y virtudes, pero sobre todo sabía si era alguien de fiar o no.
Era cierto que no podía leer, pero cuando tenía un libro en sus manos, era capaz de saber de qué se trataba o quién era su autor o incluso los colores de la portada con solo tocarlo. Decía que era por la vibración del propio libro, pero nadie, excepto sus propios padres, creían en él.
También era un superdotado para la música y cuando tocaba el piano, su instrumento favorito, sentía toda la sonoridad, calidez y belleza de cada nota. Benjamín no sólo tocaba el piano sino que sentía el instrumento en toda su dimensión.
Sus manos eran suaves y cuidadas y lo que más odiaba era el calor o cuando se ponía nervioso, pues el sudor lo dejaba literalmente ciego. Nunca había podido ver el dibujo de un ángel, pero supo cómo eran cuando aquel día tocó por casualidad la mano de su compañera de piano María. Ese mismo día se enamoró de ella y ese mismo día fue la primera vez que dejó de ver con sus manos para empezar a ver con su corazón.

domingo, 1 de septiembre de 2019

Dame un nuevo corazón capaz de dar vuelta a las cosas

Hay un profundo anhelo dentro de mi corazón, mi buen Jesús:
quiero ser luz en este mundo, quiero mostrar tu paz y amor.
Mas entiendo bien que necesito que cambies tanto en mi interior.
Traigo mi vida a tu presencia y a ti me rindo en oración.
Mi Dios, dame un nuevo corazón enamorado de ti,
que solo viva para ti,
una manera distinta de hablar y pensar,
que tu palabra sea vida en mi vida al andar.
Dale la vuelta a las cosas
Los más pequeños (…son los más grandes)
Los más bajitos (…son los más altos)
Los más feos (… son los más guapos)
Los más pobres (… son los más ricos)
Los más débiles (… son los más fuertes)
Los más lentos (… son los más rápidos)

Un asiento de primera


En un vuelo de British Airways, una señora blanca y rica se encontró sentada junto a un hombre negro. Ésta llamó a la azafata para exponerle sus quejas y su disgusto.
- “Me han sentado junto a este negro y no puedo viajar así. Búsqueme otro asiento”.
- “Cálmese señora, le dijo la azafata, el avión está lleno, pero miraré a ver si queda algún asiento libre”.
Minutos más tarde, la azafata, sonriente, volvió con la buena noticia.
- “Señora, sólo queda un asiento en primera clase. Hacer un cambio de asiento es algo extraordinario, pero dadas las circunstancias, el capitán ha concluido que sería una grave desconsideración hacia el pasajero tener que volar junto a una persona tan desagradable”.
Y dirigiéndose hacia el hombre negro le dijo:
- “Señor, recoja sus cosas y sígame, tengo un asiento preparado para usted en primera clase”.
El resto de los pasajeros respondió con una fuerte ovación.