sábado, 2 de diciembre de 2017

Nos quieres en vela, Señor

Señor, nos quieres en vela,
despiertos, atentos, sin perdernos una,
con los ojos fijos en ti y en el mundo en el que vivimos,
en las personas que gozan y sufren a nuestro lado;
porque Tú estás presente en todo lo que sucede
y nos hablas desde cada acontecimiento.
Señor, nos quieres en vela, siempre en camino,
siempre en pie, siempre superando etapas
y afrontando nuevas rutas,
siempre discriminando lo que más conviene,
siempre preparados para lo que haga falta.
Señor, líbranos del vicio y la bebida,
de la preocupación del dinero,
del activismo, los agobios y prisas,
de las obsesiones, la comodidad y la pereza,
de todo lo que nos anestesia
de todo lo que nos impide verte.
Señor, danos la fe necesaria para que, desde la caridad,
nos encuentres siempre en vela para verte,
y con el corazón abierto, para acogerte;
para disfrutar de la paz y la alegría
que sólo Tú nos puedes dar. Así sea.

El gato del maestro zen

Un gran maestro zen, responsable de un gran monasterio, tenía un gato que era su verdadera pasión. Tanto era así que durante las lecciones de meditación lo mantenía a su lado.
Cierta mañana, el maestro, muy mayor ya, apareció muerto. El discípulo más aventajado ocupó su lugar. 
- ¿Qué vamos a hacer con el gato? –preguntaron los monjes.
En homenaje al recuerdo de su antiguo guía, el nuevo maestro decidió permitir que el gato continuase en las clases de meditación. Algunos discípulos de monasterios vecinos descubrieron lo del gato en las meditaciones.
Transcurrieron muchos años. El gato murió, pero los alumnos del monasterio estaban tan acostumbrados a su presencia, que se hicieron con otro gato. Mientras tanto, otros templos empezaron a introducir gatos en sus sesiones de meditación: pensaban que el gato era el verdadero responsable de la fama y de la calidad de la enseñanza del gran maestro zen, y se olvidaban de que el antiguo maestro había sido un excelente instructor.
Pasó una generación, y empezaron a surgir tratados técnicos sobre la importancia del gato. Un profesor universitario desarrolló una tesis –aceptada por la comunidad académica- defendiendo que tenía la capacidad de aumentar la concentración humana, y eliminaba las energías negativas.
Y de esta manera, durante todo un siglo, se consideró al gato como parte esencial en el estudio del budismo zen en esa región.
Hasta que apareció un maestro que tenía alergia al pelo de los animales domésticos y decidió prescindir del gato en sus prácticas diarias con los alumnos.
Se produjo una gran reacción en contra, pero el maestro se mantuvo firme en su decisión. Como este era un excelente instructor, los alumnos continuaban con el mismo buen rendimiento en sus estudios, a pesar de la ausencia del gato.
Poco a poco, los monasterios –siempre en busca de nuevas ideas, y ya cansados de tener que alimentar a tantos gatos– fueron apartándolos de las clases. Al cabo de veinte años empezaron a aparecer nuevas tesis revolucionarias –con títulos bien convincentes como La importancia de la meditación sin gato, o Equilibrando el universo zen apenas con el poder de la mente, sin ayuda de animales.
Transcurrió otro siglo, y el gato salió por completo del ritual de meditación zen de esa región. Pero hicieron falta 200 años para que todo volviese a lo normal –ya que a nadie se había preguntado por qué el gato estaba allí.

jueves, 30 de noviembre de 2017

Buscador incansable de la verdad

Señor, hazme buscador incansable de la verdad,
que no me conforme con mis verdades,
que me abra a las verdades de los hermanos
y a la Verdad con mayúscula que Tú me ofreces;
que cada día descubra quién eres Tú,
quién soy yo para ti y para el mundo.
Que no me deje engañar por la propaganda interesada,
al servicio de los más poderosos.
Que abra los ojos a la realidad del mundo,
con sus luces, sus sombras y sus esperanzas.
Señor, hazme servidor y testigo de la verdad;
que hable con sinceridad, pero sin dogmatismos,
que hable con convicción, pero sin vanidad.
que hable con sencillez, pero sin demagogia,
que hable sin tratar de imponer mi verdad.
Que nunca utilice la verdad para atacar a los demás
y sepa defenderla para el bien de los pobres.

Dos cuentos sobre la humildad

Tony de Mello

Es importante darnos cuenta de lo poco que somos humanamente y de lo frágil que es la vida para que no seamos soberbios y podamos vivir humildemente agradecidos a Dios por cada momento de nuestra existencia, sin tratar de acumular tesoros en este mundo.
Un día un turista fue a visitar a un maestro espiritual y quedó estupefacto al ver que su casa sólo tenía una estancia llena de libros con una mesita y un banco, que eran sus únicos muebles. Y le preguntó:
– Maestro, ¿dónde tienes tus muebles?
– Y los tuyos, ¿dónde están?, replicó el maestro.
– ¿Los míos? Yo sólo estoy de paso.
– Yo también, respondió el maestro.
Por eso, no hay que pensar tanto en tener y tener cosas materiales. No hay que alardear de lo que somos o tenemos. Hay que vivir para la eternidad y ser humildes.
* * *
“Un día”, dice un autor, “caminaba con mi padre, cuando él se detuvo en una curva; y, después de un pequeño silencio, me preguntó”:
– Además del cantar de los pájaros, ¿escuchas algo más?
– El ruido de una carreta.
– Sí, es una carreta vacía.
– ¿Cómo sabes, papá, que es una carreta vacía, si no la vemos?
– Es muy fácil saber si una carreta esta vacía por el ruido. Cuanto más vacía va, mayor es el ruido que hace.

A lo largo de mi vida, pensando en la carreta vacía, he comprendido que hay muchas personas que van por la vida hablando demasiado, interrumpiendo la conversación de los otros, presumiendo de lo que tienen, menospreciando a la gente. Entonces, pienso en la carreta. Hay demasiada gente que está vacía por dentro y necesita hablar y estar en medio del ruido para acallar su conciencia, porque están vacíos. No tienen tiempo para pensar, ni para leer y no pueden soportar el silencio para reflexionar y hablar con Dios. Por eso, la humildad es la virtud que consiste en callar las propias virtudes y permitirles a los demás descubrirlas.

miércoles, 29 de noviembre de 2017

Contigo, Señor, contigo

José Mª Rodríguez Olaizola, sj

Señor del amor verdadero,
pon tu luz en nuestras sombras,
pon tu paz en nuestras luchas,
pon tu voz en nuestros ruidos.
Pon armonía en nuestras diferencias,
pon sentido en nuestras preguntas,
pon ternura en nuestros juicios
y limpieza en cada proyecto.
Pon dignidad en nuestra mirada,
y libertad en nuestras certidumbres,
pon tu aliento en el bregar cotidiano,
y tu amistad en nuestros contrastes.
Pon, Señor, tu verdad en nuestras dudas.
Ponnos, Señor, contigo,
cuando buscamos tu evangelio para este mundo.
Tú que eres el camino, la verdad, y la vida.

Amor en una lata de leche

Dos hermanos, sucios y harapientos, provenientes del arrabal, uno de cinco años y el otro de diez, iban pidiendo un poco de comida por las casas de la calle que rodea la colina.
Estaban hambrientos. “Marchaos a trabajar y no molestéis”, se oía detrás de una puerta.
“Aquí no hay nada, ¡pordioseros!”, decía otro. 
Las múltiples tentativas frustradas entristecían a los niños.
Por fin, una señora muy atenta les dijo: 
- “Voy a ver si tengo algo para vosotros… ¡pobrecitos!”, y volvió con una lata de leche.
¡Que fiesta! Ambos se sentaron en la acera, y el más pequeño le dijo al de diez años:
- “Tú eres el mayor, así que toma primero”. 
Y lo miraba con sus dientes blancos, con la boca medio abierta, relamiéndose.
Yo contemplaba la escena como un tonto. ¡Si vieran al mayor mirando de reojo al pequeñito! Se llevaba la lata a la boca y, haciendo como que bebía, apretaba los labios fuertemente para que no le entrara nada de leche en la boca. Después, extendiéndole la lata, le decía a su hermanito:
- “Ahora es tu turno… ¡sólo un poquito!”
Y el hermanito, dando un trago exclamaba:
 “¡Está sabrosa!”…
- “Ahora yo”, le decía el mayor, y de nuevo, llevándose la lata a la boca, fingía que bebía, pero no tomaba nada.
“Ahora tú”… “Ahora yo”… “Ahora tú”… “Ahora yo”… y después de cuatro o cinco tragos, el menorcito, de cabello ondulado, barrigudito, con la camisa afuera, se acababa toda la leche… ¡él solito!
Esos “ahora tú” y “ahora yo” me llenaron los ojos de lágrimas… y entonces, sucedió algo que me pareció extraordinario. El mayor comenzó a cantar y a jugar fútbol con la lata vacía de leche. Estaba radiante, con el estómago vacío, pero con el corazón rebosante de alegría.
Brincaba con la naturalidad de quien no hace nada extraordinario. O mejor aún, con la naturalidad de quien está habituado a hacer cosas extraordinarias sin darles la mayor importancia. ¡Qué maravilloso sería el mundo si fuéramos un poco más como aquel niño!

lunes, 27 de noviembre de 2017

Oración de consagración a la Virgen de la Medalla Milagrosa

Oh Virgen, Madre de Dios, Inmaculada María, 
nos ofrecemos y consagramos a ti,
 bajo el título de Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa. 
Que esta Medalla sea para cada uno de nosotros, 
prenda del amor que nos tienes, 
y nos recuerde nuestros deberes para contigo. 
Que siempre que la llevemos nos bendiga tu amorosa protección, 
y nos conserve en la gracia de tu Hijo. 
Oh Virgen poderosa, consérvanos siempre a tu lado 
en todos los instantes de nuestra vida. 
Concede a estos hijos, la gracia de una buena muerte, 
para que en unión contigo podamos gozar para siempre de la eterna felicidad. Amén.

La Parábola de la Educación

Un joven maestro de escuela tuvo un sueño en el que se le apareció un ángel y le dijo: "Tendrás un niño que crecerá para llegar a ser un líder mundial  ¿Cómo lo preparará a él para que se dé cuenta de su inteligencia, crezca con seguridad en sí mismo, sea de mente abierta y, sin embargo, fuerte de carácter? En conclusión: ¿qué clase de educación le dará para que él llegue a ser uno de los verdaderos grandes líderes mundiales?"
El joven maestro se despertó con un sudor frío.  Nunca se le ocurrió a él antes —que cualquiera de sus actuales o futuros estudiantes pudiera ser la persona descrita en su sueño.  ¿Estaba él preparándolos para elevarse a cualquier posición en la que pudieran aspirar?  Pensó, '¿Cómo podría cambiar mi forma de enseñar si yo supiera que uno de mis estudiantes fuera esta persona?'  Gradualmente empezó a formular un plan en su mente:
Este estudiante 
•Necesitará experiencia así como instrucción.
•Necesitará saber cómo resolver problemas de varias clases.
•Necesitará crecer en carácter y también en conocimiento.
•Necesitará seguridad propia así como la habilidad para escuchar bien y trabajar con otros.
•Necesitará entender y apreciar el pasado y, también, ser optimista acerca del futuro.
•Necesitará crecer en el entendimiento de otros y llegar a ser un estudiante del espíritu.
•Necesitará conocer el valor del aprendizaje durante toda la vida para mantener una mente curiosa y activa.
•Necesitará fijar altas metas para él y aprender auto disciplina y, también, necesitará amor y aliento, para que pueda ser llenado con amor y bondad.
Sus enseñanzas cambiaron. Cada joven persona que caminaba por su aula de clase se convertía, para él, en un futuro líder del mundo. Vio en cada uno, no como eran, sino como podían ser. Esperaba lo mejor de sus estudiantes, sin embargo lo atemperaba con compasión. Le enseñaba a cada uno como si el futuro del mundo dependiera de su instrucción. 
Después de muchos años, una mujer que él conocía se elevó a una posición de prominencia mundial.  Se dio cuenta que ella con seguridad debe haber sido la niña descrita en su sueño.  Solamente que ella no era uno de sus estudiantes, sino en lugar de esto, era su hija. De todos los varios maestros en su vida, su padre era el mejor. He escuchado decir que "Los niños son los mensajes vivientes que enviamos a un tiempo y lugar que nosotros nunca veremos."  Pero ésta no es simplemente una parábola acerca de un maestro de escuela no nombrado. Es una parábola acerca de Ud. y yo -ya sea que seamos padres o aún profesores. Y la historia, NUESTRA historia, realmente empieza así:
"A usted se le dará (se le ha dado) un/a hijo/a que crecerá para llegar a ser...." (termine la frase). Si no llega a ser un líder mundial, entonces ¿un padre magnífico? ¿Un excelente maestro? ¿Un experto curandero? ¿Un innovador solucionador de problemas? ¿Un artista inspirado? ¿Un filántropo generoso? En dónde y cómo encontrarás a este/a niño/a es un misterio. Pero crea que el futuro de un/a niño/a puede depender de la influencia que sólo usted puede trasmitir, y algo maravilloso sucederá. Porque ninguna persona joven será nunca ordinaria para usted de nuevo. Y usted nunca será el/la mismo/a.

domingo, 26 de noviembre de 2017

Estar al lado...

 Florentino Ulibarri

Estar al lado... del hermano que no tiene fuerzas,
del que avanza triste y cargado, del que se queda caído en la orilla,
del que no puede curar sus heridas, del que no sabe hacia dónde camina.
Estar al lado... de la situación que nos abruma,
de la emergencia que surge cada día, de lo inesperado que nos desborda,
de lo que todos dejan pasar de largo, de lo que se esconde para que no se vea.
Estar al lado... de este mundo que es el nuestro,
de esta realidad que es la nuestra, de este momento que es el nuestro,
de esta Iglesia que es la nuestra, de este proyecto que nos hace hermanos.
Estar al lado... de lo que Tú sabes y conoces,
de lo que Tú quieres tiernamente, de lo que Tú buscas a cualquier hora,
de lo que Tú nos propones, de lo que Tú estás siempre.
Estar al lado... humildemente, como me enseñaste,
sin arrogarme privilegios, con el corazón tierno y atento,
siendo servidor de todos, como el último de tus amigos,
sintiéndome tu elegido.
Estar al lado... como hermano solidario,
como anónimo creyente, como hijo querido,
como aprendiz de discípulo, como compañero de camino.
Estar al lado, aunque no lo sepamos.
¡Y que venga lo que tiene que venir!

Yo elijo al Rey

Érase una vez un rey que quiso compartir sus bienes con todos sus súbditos.
Proclamó un bando invitándoles a reunirse en el patio de armas; allí, en el día asignado, cada uno podría coger lo que quisiera.
Llegó el día y en el gran patio estaban expuestas todas las riquezas del rey: Joyas, relojes, alfombras, muebles, coches…
En medio del patio, un gran trono desde el cual el rey examinaba a sus súbditos. En los ojos de todos brillaba la avaricia mientras admiraban aquel enorme mercadillo gratis del jueves real.
Una anciana se acercó al trono del rey y le preguntó:
- ¿Es verdad, majestad, que puedo elegir lo que quiera de lo que aquí veo?
- "Sí, puede elegir lo que usted quiera", le contestó el rey.
- "Entonces, yo elijo al rey", dijo la anciana.
- "Por haber elegido al rey, todo lo mío es también suyo".
La ancianita, sabia y nada avariciosa, eligió lo mejor, el rey, el dueño de las cosas, el señor del reino. Y entró a formar parte de la familia del Rey.