Padre Ángel
- Ya despierta, mi amor, hoy tenemos que llevar a los niños a la escuela.
- No, mi viejito, no quiero levantarme hoy.
- ¿Cómo que no, mi linda nena? Hoy es un día especial, nuestros nietos nos necesitan...
- No, mi viejito, será como los últimos días, levantándonos temprano, preparándoles el desayuno, llevándolos a la escuela y esperando a que nuestros hijos lleguen tarde del trabajo.
- No te preocupes, mi amor. Siempre fuimos dos, tú y yo. Nuestros hijos están construyendo su futuro. Ya les dimos todo el amor que pudimos, ahora es momento de apoyarles.
- Lo sé, mi viejito, pero no deja de doler verlos tan ocupados, este vacío que nos dejan en el alma, este dolor de verlos tan lejos aunque estén cerca.
- Ya no llores, mi viejita. Piénsalo: cuando nuestros hijos eran pequeños, también corríamos de un lado a otro. Les dimos lo que pudimos. Ahora ellos son mayores y tienen sus propias responsabilidades. Debemos estar felices por ellos y por tener la oportunidad de estar con nuestros nietos, aunque no tengamos mucho tiempo para nosotros.
- Pobres de nuestros hijos, tan ocupados con su trabajo, un día más sin poder estar todos juntos. Olvidaron lo que es el tiempo en familia.
- Levántate, mi amor. Vamos a dar gracias a Dios por los años bonitos que vivimos con nuestros hijos y por poder estar presentes en la vida de nuestros nietos. No debemos estar tristes ni llorar por lo que no podemos cambiar. Levántate, mi viejita. Hoy es día de cuidar y amar.
- Sí, mi viejito, me voy a levantar, porque no te quiero dejar solito.
Reflexión: "Ni todo el éxito del mundo puede igualar el amor y el tiempo dedicado a la familia. Disfruta cada momento con ellos, porque el día que ya no estén, esos recuerdos serán tu mayor tesoro."