sábado, 23 de mayo de 2020

Salmo desde el sí de María

María, Madre del sí,
tu ejemplo me admira.
Me admira porque arriesgaste tu vida;
me admira porque no miraste a tus intereses
sino a los del resto del mundo;
me admira y me das ejemplo de entrega a Dios.
Yo quisiera, Madre, tomar tu ejemplo,
y entregarme a la voluntad de Dios como tú.
Yo quisiera, Madre, seguir tus pasos,
y a través de ellos acercarme a tu Hijo.
Yo quisiera, Madre, tener tu generosidad y entrega
para no decir nunca «no» a Dios.
Yo quisiera, Madre tener tu amor
para ser siempre fiel a tu Hijo.
Madre del sí,
pide a tu Hijo por mí, para que me dé tu valentía.
Pide a tu Hijo por mí, para que me conceda
un corazón enamorado de él.
Pide a tu Hijo por mí, para que me dé
la gracia necesaria para entregarme y no fallarle nunca.

Historias sufíes del mulá Nasrudín


Las apariencias
Cuenta el sufí Mulá Nasrudín que cierta vez asistió a una casa de baños pobremente vestido, y lo trataron de regular a mal y ya para salir dejó una moneda de oro de propina.
A la semana siguiente fue ricamente vestido y se desvivieron para atenderlo...y dejó una moneda de cobre, diciendo:
- Esta es la propina por el trato de la semana pasada y la de la semana pasada, por el trato de hoy.

Los dos enemigos
Dos hombres que se odiaban entre sí navegaban en la misma nave, uno sentado en la proa y otro en la popa. Surgió una tempestad, y hallándose el barco a punto de hundirse, el hombre que estaba en la popa preguntó al piloto cuál era la parte de la nave que se hundiría primero.
- La proa -dijo el piloto.
- Entonces -repuso este hombre- no espero la muerte con tristeza, porque veré a mi enemigo morir antes que yo.
MORALEJA: Muy mezquina actitud es preferir ver sufrir a los enemigos que inquietarse por el daño que irremediablemente se está a punto de recibir.

jueves, 21 de mayo de 2020

Concédeme tus dones

Señor,
dame luz para ver con claridad lo que me conviene hacer,
dame sabiduría para distinguir lo efímero y lo necesario,
dame ternura para que todo me resulte agradable,
dame vigor para afrontar las dificultades y las dudas,
dame constancia para poner en orden mis sentimientos,
dame sensibilidad para detectar el bien en los demás,
dame un corazón agradecido para poder vivir con alegría,
dame serenidad para acoger todos con gozo,
dame capacidad de escucha y atención para aceptar comprender,
dame voluntad de dar cariño y manifestar satisfacción al recibirlo,
dame entusiasmo para vivir con un corazón abierto,
dame la gracia de sembrar ánimo en el encuentro con otros,
dame, Señor, tu Espíritu con esas semillas de tu vida.

Tener paciencia a la hora de juzgar


Había un hombre que tenía cuatro hijos. Intentaba enseñarles que no juzgaran las cosas rápidamente; para ello los envió a cada uno por turnos a ver un peral que estaba a gran distancia. El primer hijo fue en el invierno, el segundo en la primavera, el tercero en el verano y el hijo más joven en el otoño.

Cuando todos ellos habían ido y regresado, él los llamo y, juntos, les pidió que describieran lo que habían visto.
El primer hijo menciono que el árbol era horrible, doblado y retorcido.
El segundo dijo que no, que estaba cubierto con brotes verdes y lleno de promesas.
El tercer hijo no estuvo de acuerdo, dijo que estaba cargado de flores, que tenía un aroma muy dulce y se veía hermoso. Erala cosa más hermosa que jamás había visto.
El último de los hijos no estuvo de acuerdo con ninguno de ellos, dijo que estaba maduro y marchitándose de tanto fruto que tenía, lleno de vida y gozo.
Entonces el hombre les explicó a sus hijos que todos tenían razón, porque ellos solo habían visto una de las estaciones de la vida del árbol.
Él les dijo que no se debe juzgar a un árbol, o a una persona, sólo por ver una de sus temporadas, y que la esencia de lo que son, el placer, regocijo y amor que viene con la vida puede ser sólo medida al final, cuando todas las estaciones han pasado.

Si tú te das por vencido en el invierno, habrás perdido la promesa de la primavera, la belleza del verano y la satisfacción del otoño. No dejes que el dolor de alguna estación destruya la dicha del resto. No juzgues la vida sólo por una estación difícil. Persevera a través de las dificultades y malas rachas… mejores tiempos seguramente vienen por delante.
¿No será que nos quedamos con una idea prefijada de una determinada estación de una persona, a partir de la cual la juzgamos el resto del tiempo?
¿No deberíamos entender a las personas como cambiantes y no como inalterables?

domingo, 17 de mayo de 2020

Abre nuestro corazón

Abre nuestro corazón, Jesús, a tu Espíritu.
Donde está el Espíritu, no hay soledad ni aburrimiento.
Donde está el Espíritu, la vida y la alegría se ensanchan.
Donde está el Espíritu, la valentía y la humildad se alían.
Donde está el Espíritu, crecen la justicia y la paz.
Donde está el Espíritu, sentimos tu presencia amorosa.
Donde está el Espíritu, la fe mueve montañas.
Donde está el Espíritu, la esperanza vence a la muerte.
Donde está el Espíritu, el amor es capaz de dar la vida.
Abre nuestro corazón, Jesús, a tu Espíritu.

El árbol que renace


Érase una vez un árbol que vivía de puntillas sobre el suelo.
Este árbol ponía una sonrisa en primavera, cuando brotaban sus tallos, alegría en verano cuando maduraban sus frutos y nostalgia en otoño cuando se iba quedando desnudo.
Un invierno vinieron unos hombres con hachas, lo cortaron y se lo llevaron.
El árbol vio como lo arrancaban de aquel trozo de tierra.
Era un árbol fuerte y valiente, que resistió hasta en su misma muerte, y es que sabía lo que es aguantar el azote de la arena que arrastraba el viento y el soplo helado de la noche que congela hasta la savia.
No dejó escapar ni una sola queja cuando lo cortaron. Tan sólo cayó de él una pequeña lágrima que fue a caer en el hueco que dejó en la tierra. Nadie se dio cuenta, pero con el paso del tiempo, de aquella lágrima creció otro árbol que también era fuerte.
Un día, los hombres que cortaban los árboles, se dieron cuenta de que el árbol nuevo que había crecido, tenía forma de ave. Y quedaron asombrados, porque nunca habían visto cosa igual.
Tanto les llamó la atención, que se acercaron a él para cortarlo.
Pero antes de que pudieran dar el primer hachazo, el árbol levantó el vuelo y sus hojas temblaron como plumas al viento.
Los hombres que cortaban árboles avisaron a un cazador. Disparó y cayó muerto el árbol al vuelo, empapando la tierra con las gotas de sangre que manaban de su herida.
Al año siguiente una arboleda grande crecía en aquel lugar. Cada gota de sangre había llegado a ser un árbol que se levantaba hacia el cielo con las raíces clavadas en la tierra.
Cuando el niño terminó de hablar, el caminante le preguntó:
- "¿Quién te ha enseñado ese cuento?"
- "Mi abuelo es el árbol en forma de ave, al que mataron de un disparo. Yo he nacido de su sangre... "
Cuando el niño se marchó moviendo los brazos en forma de alas, el caminante quedó sorprendido y pensando en otra historia que él tenía olvidada...