sábado, 7 de diciembre de 2024

Plegaria el comenzar el día

A Ti me acojo, Señor, al comenzar el día: protégeme.
En ti pongo mi confianza, como un niño en su madre: ayúdame.
A Ti abro mis proyectos y los planes de este día: acompáñame.
A Ti ofrezco lo que soy y lo que yo tengo: acógelo.
A Ti, que eres Dios de la vida, te pido fuerza: anímame.
Mi corazón te ama y, lleno de gozo, exulta en Ti.
Bendíceme, Señor, y guíame por el camino justo;
como un gran escudo, defiéndeme, sé mi fortaleza.
Que tus alas, Señor, me cobijen y me guarden
mientras yo voy viviendo el día que hoy me entregas.
Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

La vaca no da leche…

Un campesino acostumbraba a decirles a sus hijos cuando eran niños:
— Cuando tengáis 12 años os contaré el secreto de la vida.
Cuando el mayor cumplió los 12 años, preguntó ansiosamente a su padre cuál era el secreto de la vida.
El padre le respondió que se lo iba a decir, pero que no debía revelárselo a sus hermanos.
— El secreto de la vida es este: La vaca no da leche.
— ¿Qué dices?, preguntó incrédulo el muchacho.
— Como lo oyes, hijo: La vaca no da leche, hay que ordeñarla. Hay que levantarse a las 4 de la mañana, ir al campo, caminar por el corral lleno de excrementos, atar la cola a la pata de la vaca, sentarte en el banquito, colocar el cubo y hacer los movimientos adecuados. Ese es el secreto de la vida. La vaca, la cabra, no dan leche. Las ordeñas… o no tienes leche.
Hay una generación que piensa que las vacas dan leche. Que las cosas son automáticas y gratis: deseo, pido, y obtengo.
Hay quienes piensan que las vacas dan la leche. Que las cosas son automáticas y gratuitas. No. La vida no es cuestión de desear, pedir y obtener. Las cosas que uno recibe son el esfuerzo de lo que uno hace.

La felicidad es el resultado del esfuerzo. La ausencia de esfuerzo genera frustración.
Así que, comparte con tus hijos, desde pequeños, este secreto de la vida. Para que no crean que el gobierno, o sus padres, o su cara bonita va a conseguirles leche cual vaca lechera. No. Las vacas no dan leche. Hay que trabajar por ella.

viernes, 6 de diciembre de 2024

Himno de Adviento

De luz nueva se viste la tierra,
porque el Sol que del cielo ha venido
en el seno feliz de la Virgen
de su carne se ha revestido.
El amor hizo nuevas las cosas,
el Espíritu ha descendido
y la sombra del que todo puede
en la Virgen su luz ha encendido.
Ya la tierra reclama su fruto
y de bodas se anuncia alegría,
el Señor que en los cielos habita
se hizo carne en la Virgen María.
Gloria a Dios, el Señor poderoso,
a su Hijo y Espíritu Santo,
que en su gracia y su amor nos bendijo
y a su reino nos ha destinado. Amén

El duendecillo de la felicidad

            Pedro Pablo Sacristán

Hace tanto tiempo que ya nadie se acuerda de que hubo una época en la que cada niño vivía con un duendecillo de la felicidad que lo acompañaba desde el día de su nacimiento. Los duendecillos se alimentaban de la alegría de los niños, y por eso eran expertos inventores de juguetes y magníficos artistas capaces de provocar las mejores sonrisas.
Con el paso de los años, los duendes mejoraron sus inventos y espectáculos, pero la alegría que conseguían era cada vez más breve. Por más que hicieran, los niños se volvían gruñones y exigentes cada vez más temprano. Todo les parecía poco y siempre querían más. Y ante la escasez de felicidad, los duendes comenzaron a pasar hambre.
Pero cuando pensaban que todo estaba perdido, apareció la pequeña Elsa. Elsa había sido una niña muy triste, pero de pronto se convirtió en la más poderosa fuente de alegría. Ella sola bastaba para alimentar cientos de duendes. Pero cuando quisieron felicitar a su duende, el pequeño Flop, no lo encontraron por ningún sitio. Por más que buscaron no hubo suerte, y cuando lo dieron por muerto, decidieron sustituirlo por Pin, el mejor duende de todos.
Pin descubrió enseguida que Elsa era diferente. Ella no disfrutaba mucho con los regalos y maravillas de su duende. Regalaba a otros niños la mayoría de los juguetes que recibía de Pin, y nunca dejaba que su duende actuase solo para ella. Vamos, que parecía que su propia alegría le importaba mucho menos que la de los demás niños y a Pin le preocupaba que con esa actitud pudiera gastar toda su energía.
Una noche, mientras Pin descansaba en su cama de duende, sintió algo extraño bajo el colchón, y al levantarlo descubrió la ropa de Flop, cubierta de chocolate dorado. Como todos los duendes, Pin conocía las leyendas sobre el chocolate dorado, pero pensaba que eran mentira. Ahora, viendo que podían ser ciertas, Pin corrió hacia la cama en la que dormía Elsa y miró a través de sus ojos. ¡Allí estaba Flop, regordete de tanta felicidad! Pin sabía que desde dentro Flop no podía verle, pero volvió a su cama feliz por haber encontrado a su amigo, y por haber descubierto el secreto de la felicidad de Elsa: Flop la había convertido desde dentro en un duendecillo de la felicidad, y ahora que estaba tan ocupada haciendo felices a otros se había convertido en una niña verdaderamente feliz.
Los días siguientes Pin investigó cuanto pudo sobre el chocolate dorado para enseñar a los demás duendes cómo hacer el mismo viaje. Bastaba con elegir un niño triste, posarse en su mano mientras dormía, darle un fuerte abrazo, y desear ayudarlo con todas sus fuerzas.
Así fue como Pin se convirtió en un bombón dorado. Y a la mañana siguiente aquel niño triste se lo comió. Aunque sabía que no le dolería, pasó muchísimo miedo, al menos hasta que le tocó la lengua, porque a partir de ese momento sintió las cosquillas más salvajes y se echó a reír… hasta que estalló de risa. Y entonces apareció en el alma de aquel niño triste, dispuesto a convertirlo en un auténtico duendecillo de la felicidad ayudando a otros a ser más felices.
Los demás duendes no tardaron en imitar a Pin y a Flop, y pronto cada niño tuvo en su interior un duendecillo de la felicidad. El mismo que aún hoy nos habla todos los días para decirnos que para ser verdaderamente felices hay que olvidarse un poco de las propias diversiones y hacer algo más por los demás.

martes, 3 de diciembre de 2024

Nos faltan héroes

                  Antonio Ordóñez, SJ

Nos faltan héroes, Señor, nos faltan héroes…
Que te vean entre los pobres y nos griten y lo señalen…
¡ES EL SEÑOR!
Nos faltan héroes que te vean
en los que huyen, en los hambrientos,
y que nos griten que Dios está en los pequeños,
y en los perseguidos, y en los silenciosos…
Nos faltan héroes, Señor, nos faltan héroes…
que nos animen a salir a la calle
a gritarle al mundo que estás escondido
entre las mantas de una mujer abandonada…
Nos faltan héroes.
Hemos visto a un héroe, que rezaba de rodillas.
Hemos visto a un héroe
que animaba con la voz a los sin voz.
Hemos visto a un héroe, Señor,
hemos visto a Pedro de rodillas,
hemos visto a un héroe…
que se dejó la vida, y la oración, y el corazón
en los más pobres.

La profecía que iba a hacerme rico

           Pedro Pablo Sacristán

Hace muchísimos años Orimón, un pícaro y rico comerciante, descubrió extraños signos en el cielo. Uno de sus sirvientes le informó que seguramente se trataba de la profecía de los judíos, que anunciaba el nacimiento de su nuevo rey. Así que, pensando que el evento atraería a las personas más ricas e importantes, preparó una enorme caravana con todas sus mercancías y se dirigió al lugar señalado por la profecía.
Tal como esperaba, fue el primero en llegar, y reservó todas las habitaciones de la posada para él mismo y sus sirvientes. Luego instaló un magnífico mercado y esperó a los poderosos clientes que le harían aún más rico.
Pero por allí no apareció nadie en días. Solo una noche se acercó un hombre buscando sitio en la posada para él y su esposa; tenía un aspecto tan pobre que Orimón pensó que su presencia ahuyentaría a gente importante, así que se las arregló para que lo echaran del pueblo sobornando al posadero para que lo enviara a un establo abandonado que estaba bastante lejos.
La noche siguiente oyó cantar y vio luces a las afueras. Seguro de que sería alguien importante, preparó un carro con sus más ricos productos y fue a su encuentro. Pero llenó tanto el carro que, para cuando llegaron, ya solo quedaban unos pocos pastores; la fiesta debió ser magnífica, porque hasta los pastores hablaban de ángeles, de coros celestiales y de seguir celebrándolo cerca de allí… Aunque le insistieron para que fuese con ellos, él solo pensaba en vender sus mercancías, y marchó rápidamente para buscar al señor que había celebrado tan lujosa fiesta. Pero, tras pasar toda la noche buscando, regresó sin encontrarlo.
Días después, viendo que su plan había fracasado, decidió irse. Mientras recogía, reconoció a aquel pobre hombre al que había enviado al establo. Llegaba con su mujer y su hijo, y se acercó a la posada, pidiendo hablar con el rico comerciante que la ocupaba. Pero Orimón, avergonzado por lo que había hecho, mandó decir que no estaba y, tras insistir un rato, el hombre desapareció con su familia.
Y así volvió Orimón a su hogar, renegando de aquella estúpida profecía, sin saber que su obsesión por el dinero y la grandeza le había hecho rechazar con insistencia, nada menos que tres veces, la invitación a participar en aquella primera Navidad que cambió el mundo.
Como muchos seguimos haciendo cada año, tan preocupados por regalos y banquetes que somos incapaces de ver la verdadera Navidad que pasa constantemente a nuestro lado.

lunes, 2 de diciembre de 2024

Al comenzar el día

Al tocar la luz del día mis ojos, Señor,
mi corazón se levanta hacia Ti en busca de tu mirada.
Escucha las palabras de quien siente la vida de nuevo,
y estate atento, Señor; sé cercano a mi mano abierta.
Da respuesta a mi pregunta; ayúdame en mi inquietud,
Tú que eres mi Señor y mi Dios, en quien yo confío.
A Ti abro mi ser, mis ganas de vivir, mi despertar:
de mañana, en tus manos pongo mis miedos y mis ilusiones;
de mañana, ante tus ojos pongo la pureza y sinceridad de mi búsqueda;
de mañana, en tu camino quiero dirigir mis pasos.
Oye mi voz, Señor, Tú que eres bueno y compasivo
y alienta mi vida que busca en Ti luz y calor.

¿Has oído el canto de ese pájaro?

            Anthony de Mello

Los hindúes han creado una encantadora imagen para describir la relación entre Dios y su creación. Dios “danza” su Creación. Él es su bailarín; su Creación es la danza. La danza es diferente del bailarín; y en el momento en que el bailarín se detiene, la danza deja de existir.
En su búsqueda de Dios, el hombre piensa demasiado, reflexiona demasiado, habla demasiado. Incluso cuando contempla esta danza que llamamos Creación, está todo el tiempo pensando, hablando (consigo mismo o con los demás), reflexionando, analizando, filosofando. Palabras, palabras, palabras… Ruido, ruido, ruido…
Guarda silencio y mira la danza. Sencillamente, mira: una estrella, una flor, una hoja marchita, un pájaro, una piedra… Cualquier fragmento de la danza sirve. Mira. Escucha. Huele. Toca. Saborea. Y seguramente no tardarás en verle a Él, al bailarín en persona.

El discípulo se quejaba constantemente a su Maestro Zen:
– “No haces más que ocultarme el secreto último del Zen”.
Y se resistía a creer la consiguientes negativas del Maestro. Un día, el Maestro se lo llevó a pasear con él por el monte. Mientras paseaban, oyeron cantar a un pájaro.
– “¿Has oído el canto de ese pájaro”?, le preguntó el Maestro.
– “Sí”, respondió el discípulo.
– “Bien”; ahora ya sabes que no te he estado ocultando nada”.
– “Sí”, asintió el discípulo.
Si realmente has oído cantar a un pájaro, si realmente has visto un árbol; deberías saber (más allá de las palabras y los conceptos).
¿Qué dices? ¿Qué has oído cantar a docenas de pájaros y has visto centenares de árboles? Ya. Pero lo que has visto ¿era el árbol o su descripción? Cuando miras un árbol y ves un árbol, no has visto realmente el árbol. Cuando miras un árbol y ves un milagro, entonces, por fin, has visto un árbol. ¿Alguna vez tu corazón se ha llenado de muda admiración cuando has oído el canto de un pájaro?

domingo, 1 de diciembre de 2024

Si estoy sentado, levántame, Señor

Si dudo de tus promesas; levanta mi fe, Señor
Si aumentan mis pesares; alza mi ánimo, Señor
Si me acosan mil dificultades; haz inmensa mi fortaleza, Señor
Si mi interior se acobarda; reaviva mi espíritu, Señor
Si me ciegan los ídolos; dirige mi vista hacia Ti, Señor
Si me enloquece la apariencia; lleva mi corazón a Ti, Señor
Si mi cabeza se inclina; sostenla para poder verte
Si me encuentro esclavo; rompe mis cadenas para poder caminar
Si me encierro en mí mismo; reorienta mi alma hacia Ti, Señor
Si me conformo con lo que veo; recupera mi afán de buscarte
Si sufro por la ansiedad; alimenta en mí la conformidad
Si prefiero la comodidad; llámame y ponme en pie, Señor
Si duermo y no te espero; abre mis ojos y despiértame, Señor
Si me despisto y no te busco; espabílame y condúceme, Señor
Si me equivoco de dirección; recondúceme y reoriéntame, Señor
Si prefiero otros señores; háblame y hazme ver tu grandeza
Si no tengo miedo a nada; dame fe y dame tu santo temor
Si me creo único e invencible; acércate y dame humildad
Si pasa el tiempo y desespero; ayúdame y ven a mi encuentro en Navidad

El Malamén

Un día como tantos en la escuela, la profesora empezó la clase preguntando a los niños. El tema en la clase era el miedo, y la profesora empieza a preguntar a todos sus alumnos.
- Pedrito, ¿tú de quién tienes más miedo?
- Del 'Coco', profesora
- Pero Pedrito, “el Coco” no existe, es una leyenda, no debes tener miedo.
- Luisita, ¿de quién tienes más miedo?
- De los fantasmas, profesora.
- Pero Luisita, los fantasmas tampoco existen, son una leyenda, no debes tener miedo.
- ¿Y tú Juanito? ¿De quién tienes más miedo?
- Del “Malamén”, profesora
El silencio invadió la sala de clases hasta que la maestra dijo.
- ¿Malamén?; nunca oí hablar de ése, ¿quién es?
- Yo tampoco sé quién es, pero tiene que ser lo más terrible que pueda pisar la tierra, su maldad es implacable y su legado de terror se ha esparcido durante varias generaciones, ya que todas las noches mi mamá dice al final de las oraciones: ¡No nos dejes caer en la tentación y líbranos del ¡Malamén!