sábado, 17 de septiembre de 2022

Dejarlo todo por ti, Señor

              Benjamín González Buelta, sj

Hay que dejarlo todo en el seguimiento a Jesús.
Primero se dejan las cosas: lo que se recibe heredado
y viene grapado al apellido, lo que es fruto del trabajo
y lleva nuestra huella.
También hay que dejarse a sí mismo: los propios miedos,
con su parálisis y los propios saberes,
con sus rutas ya trazadas.
Después hay que entregar las llaves del futuro,
acoger lo que nos ofrece el Señor de la historia
y avanzar en diálogo de libertades encontradas
mutuamente para siempre,
que se unifican en un único paso
en la nueva puntada de tejido.

Nelson Mandela

Cuando Nelson Mandela compartió mesa con el que se orinó en su cabeza...

Después de convertirme en Presidente, invité a mi acompañante a almorzar a un restaurante. Nos sentamos y cada uno preguntó qué quería.
En la mesa de enfrente, había un hombre esperando a que lo sirvieran. Cuando le sirvieron, le dije a uno de mis soldados que fuera a pedirle a ese señor que se uniera a nosotros. El soldado fue y le dio mi invitación. El hombre se levantó, cogió su plato y se sentó a mi lado.
Mientras comía, sus manos temblaban constantemente y no levantaba la cabeza de la comida. Cuando terminamos me saludó sin mirarme, le estreché la mano y se alejó. El soldado me dijo:
- Madiba ese hombre debe haber estado muy enfermo ya que sus manos no dejaban de temblar mientras comía.
- ¡No, no, en absoluto! La razón de su temblor es otra. así que le dije: Ese señor era el alcaide de la prisión en la que yo estaba. Después de que me torturó, grité y lloré pidiendo un poco de agua él vino y me humilló, se rio de mí y en lugar de darme agua, se orinó en mi cabeza. No está enfermo, tenía miedo de que yo, ahora presidente de Sudáfrica, lo mandara a la cárcel y le hiciera lo que me hizo a mí. Pero yo no soy así, este comportamiento no es parte de mi carácter, ni de mi ética. Las mentes que buscan venganza destruyen estados, mientras que las mentes que buscan reconciliación construyen naciones. Al salir por la puerta de mi libertad, supe que si no hubiera dejado atrás toda la ira, el odio y el resentimiento, todavía sería un prisionero.

Cuestión de esencia no de apariencia. Somos lo que hacemos no lo que decimos que vamos a hacer.

jueves, 15 de septiembre de 2022

Espadas


 En la fiesta de la Virgen de los Dolores

             José Mª Rodríguez Olaizola sj

La incertidumbre del «Hágase» sin reservas.
No los «hágase» a medio gas,
los que vienen con peros, los que traen condiciones.
La intemperie de un pesebre, pobre cuna de paja para un niño.
La inocencia perseguida por el odio de quien,
en su hambre de poder, elige el dolor ajeno.
La añoranza del hogar en tierra extraña.
Las palabras difíciles en el hijo reencontrado.
La murmuración de quienes, en el muchacho hecho hombre
solo quieren ver un fraude.
La condena al inocente.
El dolor de un amor crucificado.
El cuerpo inerte,
al que te aferras en último abrazo.
La losa que ciega una tumba habitada por la muerte.
¿Siete espadas? Muchas más,
que no han de tener, en tu vida, la victoria.

Leyenda Lazos de amor


Cuenta la historia; que muchos, muchos años atrás; en la época de castillos y caballeros.
Cuando la primavera comenzaba a asomarse, la princesa Oralis; hija del rey Ian de Carvun y la reina Klarion; caminaba por los jardines del palacio.
Se encontró, con Philip, el hijo menor del jardinero. Inmediatamente, simpatizaron y comenzaron una buena amistad. Los paseos de la princesa, al jardín y al bosque y sus encuentros, con Philip, se hicieron cada vez más frecuentes, hasta que se dieron cuenta de que se habían enamorado perdidamente.
El joven Philip se armó de coraje y a pesar de los consejos de sus padres para que se alejara de la princesa, fue a hablar con el rey Ian, para pedirle la mano de su hija Oralis.
El rey enfureció ya que no entendía como un joven tan humilde hubiera tenido la insolencia de pedir la mano de su hija en matrimonio. Ordenó a sus guardias que encarcelaran al muchacho en la torre del castillo hasta que su hija se olvidara de él y se casara con un príncipe, digno de su estirpe.
Llena de tristeza la princesa Oralis, lejos de olvidarse de Philip, siguió visitando los jardines del palacio y el bosque, a diario.
Una mañana; en una vasija que pudo sacar de la cocina; colocó tierra del bosque donde había pasado, junto a su enamorado, los más dulces y hermosos momentos que ella pudiera recordar. Plantó una semilla de una planta silvestre, que a los dos les gustaba y cerrando los ojos, pidió a los dioses que la unieran nuevamente a su amado.
Esa noche, cuando todos dormían, subió a la torre y con lágrimas en los ojos, le pidió al guardia que le diera esa planta a Philip cuando él despertara la mañana siguiente.
El guardia, conmovido por el sincero y profundo amor que reflejaba el rostro de Oralis, accedió a entregar la planta.
Cuando Philip recibió el regalo, supo que era de Oralis y ayudado por el guardia, cuidó de la planta y la puso en el borde de un ventanuco, para que recibiera sol.
Dicen que la planta, alimentada por el amor de los jóvenes, extendió sus hojas y crecieron fuertes guías hasta casi tocar la tierra, como intentando unir esos corazones.
Una madrugada, ayudado por el guardia, Philip escapó de torre descolgándose por la planta, que parecía haberse vuelto más fuerte para ayudar a unirse a los jóvenes.
Esperó a Oralis cerca del lago donde solían encontrarse y juntos, huyeron a un lugar lejano y fueron inmensamente felices.
El guardia, conservó la planta de Philip y Oralis, a la que llamó "lazo de amor", y dice la leyenda que desde ese entonces, cuando haya un corazón herido por amor, éste, se sanará plantando y cuidando una semilla de "lazo de amor."

miércoles, 14 de septiembre de 2022

Fuente de todo amor

           Salomé Arricibita                 

En lo alto del monte desnudo hay una cruz vestida,
hay una cruz una cruz vestida con el cuerpo,
con el cuerpo desnudo, de Jesús
con el cuerpo desnudo… desnudo de Jesús.
Y el mismo Dios guarda silencio
ante quien abre los brazos en un abrazo extremo y eterno
y el mismo Dios guarda silencio ante el amor
de quien es fuente de todo amor, por su costado abierto.
En lo alto del monte desnudo hay una cruz vestida,
hay una cruz una cruz vestida con el cuerpo desnudo, del Amor,
que desnudo vino al mundo.



La Paciencia

       Michael Ende

Beppo, el barrendero, parecía ser la persona más feliz del barrio. Siempre estaba contento y de buen humor, dispuesto a ayudar a los demás, a pesar de la dureza y la monotonía de su trabajo. Cada vez más, sus vecinos acudían a él para pedirle consejo y para solicitar ayuda en sus problemas. Cuando la gente le preguntaba por el secreto de su felicidad, siempre les respondía lo mismo:
- A veces se tiene ante sí una calle larguísima. Se cree uno que es tan terriblemente larga, que nunca podrá acabar de barrerla.
Y entonces se empieza uno a dar prisa. Y cada vez se da más prisa. Cada vez que levanta la vista, se ve que la calle no se hace más corta. Y se esfuerza más todavía, se empieza a tener miedo, y al final se está sin aliento, y la calle sigue estando sin barrer delante de ti. Así no se debe hacer.
Nunca se ha de pensar en toda la calle de una vez. Sólo hay que pensar en el paso siguiente, en la inspiración siguiente. Nunca nada más que en el siguiente. Entonces es divertido. Eso es importante, porque entonces se hace la tarea, y de repente se da uno cuenta de que, paso a paso, se ha barrido toda la calle. Uno no se da cuenta de cómo ha sido, y no se está sin aliento.