sábado, 16 de mayo de 2020

María, Madre nuestra

María es la Madre de Jesús, la Madre de Dios.
Fue madre dándole a luz en Belén.
Fue madre también cuidando de sus pasos de niño, y educándole con cariño.
Fue madre aceptando que se hiciera mayor,
y que marchara de casa a cumplir la voluntad de Dios
enseñando a la gente por ciudades y aldeas.
Fue madre sufriendo al pie de la cruz,
y gozando con su Resurrección en la mañana de Pascua.
María: Hoy te queremos invocar con el nombre más bonito;
queremos llamarte MADRE.
Queremos pedirte que estés cerca de nosotros.
Que nos cuides como cuidaste a Jesús.
Queremos acordarnos de ti y sentirte cerca en nuestros momentos difíciles;
y también, en los momentos fáciles y gozosos.
Ojalá sepamos quererte como te quería Jesús.
Ojalá sepamos imitarte en decirle sí a Dios.
Ojalá elijamos en todo momento lo que es bueno y sincero, como elegiste tú.
¡Santa María Madre de Jesús y Madre Nuestra,
ruega por nosotros ahora y siempre!

Otra puerta para entrar en el cielo


Un día San Pedro estaba de muy mal humor en el Cielo. Se presentó ante Jesús y le dijo:
-Maestro, sabes que se van a cumplir dos mil años desde que me hiciste "portero" del Cielo al darme las llaves del Reino... Desde entonces no ha entrado aquí nada que no esté más limpio que el sol... En esto soy puntilloso, bien lo sabes...
-Sí, Pedro, lo sé y te estoy muy agradecido por tu celo en el cuidado del Reino de los Cielos...
-Pues me temo -dijo Pedro- que algo está pasando. Desde mi observatorio de la portería vigilo y he observado que en las avenidas celestes hay caras desconocidas... ¡y lo que es peor, poco limpias! Hasta los vestidos de algunos bienaventurados dejan mucho que desear...
-Bien Pedro... ¿y qué sugieres?
-Una investigación de las murallas, porque.... por la portería no han pasado. Tiene que haber "otra puerta" distinta de la mía, Señor.
Aquella tarde, a la hora de la siesta, Jesús y Pedro se dieron una vuelta de inspección por las murallas de la Gloria... hasta que por fin Pedro, triunfante, gritó:
-¡¡Ahí está, Señor, ahí está!! ¡¡Ya lo sabía...!! ¡¡Mira!!
Señalaba, tras un rosal florecido, un hueco del que pendía un rosario que llegaba hasta la Tierra.
Y dijo el Señor:
-Déjalo Pedro, esas... son cosas de mi Madre.

jueves, 14 de mayo de 2020

A la Virgen de Fátima

¡Oh santísima Virgen María, Madre nuestra dulcísima!,
que escogiste a los pastorcitos de Fátima
para mostrar al mundo las ternuras de vuestro Corazón misericordioso,
y les propusiste la devoción al mismo como el medio
con el cual Dios quiere dar la paz al mundo,
como el camino para llevar las almas a Dios,
y como una prenda suprema de salvación.
Haced, ¡oh Corazón Inmaculado de María!,
que sepamos comprender vuestro mensaje de amor y de misericordia,
que lo abracemos con filial adhesión y que lo practiquemos siempre con fervor;
y así sea vuestro Corazón nuestro refugio, nuestro consuelo
y el camino que nos conduzca al amor y a la unión con vuestro Hijo Jesús.

Tres Avemarías


(En la fiesta de ayer, 13 de mayo, Fiesta de la Virgen de Fátima)

El rezo de las tres “avemarías” antes de dormir es una tradición muy cristiana. Nuestras madres y abuelas nos enseñaron a rezarlas de pequeñitos. Conozco a muchos adultos que lo siguen haciendo noche tras noche. A medida que nos hacemos mayores podemos pensar que eso es una infantilidad y las abandonamos. Escucha un caso sucedido en un hospital.
Cuentan que una niña estaba a punto de ser operada. Uno de los médicos le dice:
- Cierra los ojos, que vas a dormir un rato. La niña contesta que ella no duerme nunca de día.
El médico le repetía lo mismo para que la niña no viera la aguja con que la iban a pinchar. Ella volvió a decir que sólo dormía de noche y que no quería cerrar los ojos.
- Sin embargo, hoy tienes que dormir para curarte, dijo el doctor.
- Bueno, dijo ella al fin. Yo antes de dormir siempre rezo las tres avemarías, ¿puedo?
Y con toda sencillez la niña juntó las manos y empezó su oración. Al terminar se tendió en la mesa de operaciones y cerró los ojos.
Uno de los cirujanos, después de ver aquello, se sintió conmovido, y en cuanto pudo se retiró a su despacho. Allí se arrodilló y empezó a rezar. Llevaba muchos años sin rezar y alejado de Dios. Salió de allí decidido a encontrarse de nuevo con Dios, y a recuperar lo mejor de su vida.

Tal vez nosotros hayamos perdido esa costumbre o tal vez no la hayamos adquirido. Hagamos un esfuerzo por recuperarla, al mismo tiempo es un momento de reflexión de la jornada que acabamos de vivir.
Piensa en adquirir el hábito o la costumbre de no pasar un día sin haber tenido un momento de hablar, pensar o relacionarte con Dios. Es algo que te ayudará en tu vida.

domingo, 10 de mayo de 2020

Oración por los sacerdotes

(Hoy, fiesta de san Juan de Ávila, patrono de los sacerdotes diocesanos)

Gracias, Señor, por aquellos a los que llamas a servirte como sacerdotes,
encomendándoles el cuidado de su comunidad
y la evangelización de quienes no te conocen.
Gracias por hacerles ministros tuyos, atentos a las necesidades de todos,
con afán de servir y compromiso misionero.
Gracias por quienes, movidos por tu Espíritu,
viven con radicalidad el Evangelio como religiosos.
Gracias por los que, con su oración comunitaria,
interceden sin cesar por toda la humanidad,
y por los que hacen de la actividad caritativa
un testimonio de tu amor y tu misericordia.
Gracias, Señor, por todas las vocaciones, que, aquí y en los territorios de misión,
son signo de la vitalidad de tu Iglesia.
Que la libertad y entrega de sus vidas
siga mostrándonos que es bueno caminar contigo
para anunciar el Evangelio por toda la tierra. Amén.

Más que un anillo de compromiso


(En muchos países de Latinoamérica hoy es el día de la madre)

Un muchacho entró con paso firme a la joyería y pidió que le mostraran el mejor anillo de compromiso que tuviera.
El joyero le presentó uno. La hermosa piedra solitaria brillaba como un diminuto sol resplandeciente... El muchacho contempló el anillo y con una sonrisa lo aprobó. Preguntó cuál era el precio y se dispuso a pagarlo.
- ¿Se va usted a casar pronto? -le preguntó el joyero.
- ¡No! -respondió el muchacho sonriendo- ni siquiera tengo novia.
La muda sorpresa del joyero divirtió al comprador.
- Es para mi mamá -dijo el muchacho-. Cuando yo iba a nacer estuvo sola; alguien le aconsejó que se deshiciera de mí antes de que naciera y así se evitaría problemas. Pero ella se negó y me dio el don de la vida. Yo nací y a partir de ahí, ella tuvo muchos problemas... ¡¡Muchos!! Fue padre y madre para mí, y fue amiga y hermana, y fue mi maestra. Ella me hizo ser lo que soy. Ahora que puedo le compro este anillo de compromiso ya que al elegirme a mí, Ella nunca tuvo uno. Yo se lo doy como promesa de que si ella hizo todo por mí, ahora yo haré todo por ella. Quizás después entregue otro anillo de compromiso. Pero será el segundo.
El joyero no le dijo nada. Solamente ordenó a su cajera que hiciera al muchacho el descuento que se hacía nada más a los clientes importantes.