viernes, 6 de agosto de 2021

Transfigúrame, Señor

Transfigúrame, Señor, transfigúrame.

Quiero ser tu vidriera,
tu alta vidriera azul, morada y amarilla.
Quiero ser mi figura, sí, mi historia,
pero de ti en tu gloria traspasado.
Transfigúrame, Señor, transfigúrame.
Mas no a mí solo, purifica también
a todos los hijos de tu Padre
que te rezan conmigo o te rezaron,
o que acaso ni una madre tuvieron
que les guiara a balbucir el Padrenuestro.
Transfigúrame, Señor, transfigúrame.
Si acaso no te saben, o te dudan, o te blasfeman,
límpiales el rostro como a ti la Verónica;
descórreles las densas cataratas de sus ojos,
que te vean, Señor, como te veo.
Transfigúrame, Señor, transfigúrame.
Que todos puedan, en la misma nube
que a ti te envuelve, despojarse del mal
y revestirse de su figura vieja y en ti transfigurada.
Y a mí, con todos ellos, transfigúrame.
Transfigúrame, Señor, transfigúrame.

Historia de los dos hermanos

Existió un hombre que era un alcohólico, drogadicto y ladrón. Durante un robo a una tienda, disparó al dependiente. Fue detenido e ingresado en prisión acusado de asesinato. Este hombre tenía dos hijos antes de entrar en prisión.
30 años más tarde, un conocido periodista fue a entrevistar a los dos hijos de este hombre convertidos ya en hombres.
Uno de ellos había seguido el camino en la vida de su padre. Se hizo alcohólico, drogadicto y acabó robando para poder pagar sus adicciones. Acabó también en la cárcel.
El otro se había casado y tenía una estupenda familia. Además, se había convertido en un empresario de éxito.
El periodista les hizo la misma pregunta a ambos hijos. La pregunta fue:
- ¿Cómo habéis conseguido acabar así?
Y lo curioso es que ambos dieron exactamente la misma respuesta:
- Con el padre que he tenido, ¿qué esperabas?
Es decir, el que acabó siguiendo los pasos de su padre, usó su pasado para convertirse en una víctima de sus circunstancias. ¿Cómo esperabas que acabase con el padre que he tenido?
Mientras tanto, el otro hijo, al decir “¿cómo esperabas que acabase con el padre que he tenido?” miró el pasado de su padre para convertirlo en algo a lo que no quería parecerse. Ante todo, él sabía que el pasado no lo podía cambiar. Pero sabía que podía ser el dueño de sus elecciones.

Moraleja: Nunca está de más recordar que no podemos cambiar nuestro pasado, pero todos podemos comenzar a tomar el control de nuestra vida, simplemente despertándote un día y comenzando a hacer las cosas de forma diferente a como las estabas haciendo.
Si te conviertes en el dueño de tus elecciones, te conviertes en el dueño de tu vida.

jueves, 5 de agosto de 2021

¿Quién eres, Jesús?

 Tú eres, Jesús, la brújula más precisa para encontrar la felicidad.
Tú eres, Jesús, el camino más recto para construir un mundo de hermanos.
Tú eres, Jesús, el amigo más fiel y el esposo más amoroso.
Tú eres, Jesús, el que viene cuando todos se van y el que se queda cuando todos se marchan.
Tú eres, Jesús, el que se enciende cuando todo se apaga, el único que nunca falla.
Tú eres, Jesús, el sol de mis días claros y la estrella de mis días oscuros.
Tú eres, Jesús, el Salvador de mis miedos, de mis pecados, de mis dudas.
Tú eres, Jesús, el cimiento sobre el que construyo mi vida y la meta a la que me dirijo.
Tú eres, Jesús, la razón de mi alegría y el fundamento de mi esperanza.
Tú eres, Jesús, mi amor, mi paz, mi Dios, mi Señor.
Contigo iré, Jesús, si Tú me ayudas.
Contigo tomaré la cruz que nos conduce a la Vida más grande.

El miedo del gran león

En una vasta sabana africana, un león vagaba perdido. Llevaba más de veinte días deambulando alejado de su manada, por lo que el hambre y la sed estaban acabando con su vida. Por suerte, encontró un lago de agua fresca y cristalina. Emocionado, el león corrió hacia él para beber y calmar su sed, y poder continuar buscando a su familia.
Pero al acercarse, vio el rostro de un león en las aguas y pensó:
- ¡Qué lástima! Este lago le pertenece a otro león.
Atemorizado, huyó del lugar sin beber una gota de agua. Pero la sed cada vez era mayor y el león sabía que si no bebía agua moriría. Al día siguiente, se armó de valor y volvió al lago. Igual que el día anterior, volvió a ver el rostro en el agua y, víctima de su pánico, se fue corriendo sin beber.
Y así pasaron los días. El león volvía al lago y huía cuando veía al otro león. Pero un día, cansado de escapar, se armó de valor y finalmente comprendió que moriría pronto si no se enfrentaba a su rival. Tomó la decisión de beber agua sin importar lo que pasara. Se acercó al lago con determinación, pero cuando metió su cabeza para beber, su rival desapareció. ¡Era su reflejo en el agua lo que había estado observando todo este tiempo!

Moraleja: La mayoría de nuestros miedos y temores son imaginarios. Pero cuando nos atrevemos a enfrentarlos, estos desaparecen. No permitas que tus pensamientos te dominen y te impidan avanzar para vivir plenamente.

lunes, 2 de agosto de 2021

En tu nombre

                J. M. Rodríguez Olaizola

En tu nombre recorreré caminos, afrontaré tristezas,
desvelaré misterios, veré luz en la niebla,
abrazaré motivos, renunciaré a la guerra
Pondré a rendir talentos, trabajaré la tierra
donde han de echar raíces tu cruz y tu promesa.
En tu nombre me opondré a la injusticia, perdonaré las deudas,
palabras de ternura escribiré en la arena
daré la espalda al odio,
cinco panes, dos peces llevaré como ofrenda.
En tu nombre daré un salto al vacío, amaré sin reservas
saldré de laberintos, descubriré tu senda,
reiré como un niño sin miedo a la tormenta,
viviré el evangelio, me sentaré a tu mesa.

La otra muñeca de sal

De todos es conocido el cuento "la muñeca de sal" de Tony de Mello:
"Una muñeca de sal en busca de su propia identidad recorrió miles de kilómetros de tierra firme, hasta que, por fin, llegó al mar. Quedó fascinada por aquella móvil y extraña masa, totalmente distinta de cuanto había visto hasta entonces.
- ¿Quién eres tú? Le preguntó al mar la muñeca de sal.
- ¡Entra y compruébalo tú misma! Le respondió el mar con una sonrisa.
Y la muñeca se metió en el mar. Pero, a medida que se adentraba en él, iba disolviéndose, hasta que apenas quedó nada de ella. Antes de que se disolviera el último pedazo, la muñeca exclamó asombrada:
- ¡Ahora ya sé quién soy!
Otra muñeca buscadora -con la que soñé- también recorrió muchos kilómetros. Cuando ya estaba llegando al mar se encontró con algunos maestros, doctores y eruditos jefes religiosos... Es decir, con muchos "sabios y entendidos" de los que habla el Evangelio. Les rogó que la ayudaran a descubrir quién era ella, de qué estaba hecha y cuál era su destino.
La cogieron de la mano amablemente y la llevaron a una enorme salina cercana. Le enseñaron las cuadriculadas charcas de evaporación. Le hicieron ver el orden, la extensión, las mínimas y seguras profundidades de aquellas parcelas de mar estancado, bien protegidas y controladas.
Le contaron el benéfico influjo del sol, cuyo radiante calor hacia nacer la blanca sal en aquella enorme superficie. Finalmente le mostraron unos montones de sal, bien alineados, dispuestos para abastecer a los consumidores. Todo era tan racional, tan lógico, tan extenso, tan bien organizado, que la muñeca quedó fascinada.
- De aquí saliste, le dijeron. Eres de aquí. Sin este complejo tú no existirías.
- ¿Y cuál es mi destino? -preguntó muy interesada la muñeca-.
- Solo tienes que aprovechar esta sal tan blanca, que conseguimos y guardamos con sumo celo. La apelmazas bien en estos moldes y haces nuevas muñecas semejantes a ti. Así seréis muchas, blanquísimas y brillantes. Ellas serán tus hermanas, tu fraternidad. Con ellas podrás convivir y nunca te encontrarás sola. ¡Ya verás! ¡Vais a poblar toda la tierra! Pero no dejes de usar el molde y presionar bien para que las nuevas muñecas queden bien compactadas y no se disgreguen. Han de ser todas igualitas y perfectas.
A la muñeca viajera le pareció todo tan fácil, tan repetitivo, tan seguro, que creyó haber encontrado su patria y su misión.
Tiempo después me encontré con aquella muñeca de mi sueño y le pregunté:
- ¿Eres feliz? ¿Encontraste lo que buscabas?
- Ya ves -me respondió- estoy en mi cuna, en mi casa, rodeada de todas mis hermanas. Si me rompo por algún lado, enseguida me reparan y me dejan como nueva. ¿Qué más puedo pedir? Aquí me siento segura. Ya no necesito seguir buscando.
Miré su blanca rigidez, aprecié su afanosa tarea. Incluso admiré sus múltiples fabricaciones. Y esbocé una benévola sonrisa.
Cuando ya me alejaba buscando los encajes de espuma de una playa cercana, sentí un extraño escalofrío, me volví y la grité:
- ¡Muñequita! ¡Muñequita! ¡Escapa de la rutina y sigue buscando! ¡Tu verdadera cuna es el mar! Y el eco repitió mi grito: el mar, el mar, el mar…
Llegué a la orilla, metí los pies en el baile del agua y me sentí feliz. Una ola recrecida y juguetona me abrazó y me empapó. Dentro de mí sentí un gozo nuevo y antiguo, un gozo de juventud y eternidad. Y oí claramente la dulce voz de antaño como alegre trompeta nueva: "¡Boga mar adentro!" (Lc 5,4). No pude resistirme y me adentré en el mar.
Desde entonces sueño siempre con agua. Y ya no sé si vivo yo o es el Mar quien vive en mí.

domingo, 1 de agosto de 2021

Señor, tenemos hambre y sed...

Señor, tenemos hambre y sed...
de amor, de esperanza, de alegría, de entrega...
y Tú nos dices: Yo soy el pan de Vida, tomad y comed gratis.
La oración en un banquete, la Eucaristía es una fiesta;
servir a los pobres y trabajar en tu viña, un regalo increíble.
Pero ponemos excusas:
somos demasiado jóvenes o demasiado viejos,
tenemos mucho que estudiar o mucho que divertirnos,
el trabajo ocupa todo nuestro tiempo,
hoy no puedo, tengo prisa, quizá mañana.
¿Qué nos pasa, Señor?
Tenemos sed y no bebemos el agua más fresca.
Tenemos hambre y no comemos el pan más tierno.
Tenemos frío y no nos acercamos al fuego que no se apaga.
Nos sentimos solos y no nos dejamos acompañar por Ti.
Señor, te pido que, al menos hoy, no te ponga excusas
y me acerque a Ti, sin miedos, sin reservas, sin prisas.
Que al menos hoy acepte el pan de tu amor y el vino de tu alegría.
Que al menos hoy sepa servir a quien me necesite.
Que al menos hoy sepa compartir la alegría de ser tu hijo.

Valora lo que tienes

Rodrigo era un humilde trabajador que pasaba sus días cortando bloques de piedra al pie de una montaña. Un día vio pasar el cortejo todo engalanado de un príncipe. Rodrigo sintió envidia y deseó tener la riqueza de aquel príncipe. El Gran Espíritu escuchó su deseo y lo convirtió en un príncipe.
Rodrigo fue feliz con sus ropas de seda y su poder hasta que un día vio cómo el sol marchitaba las flores de su jardín. Deseó tener el poder del sol y su deseo fue satisfecho. Se convirtió en el sol con poder para secar los campos y humillar a las personas con una gran sed.
Rodrigo fue feliz siendo el sol hasta que un día una nube lo cubrió y su poderoso calor se eclipsó. Así que tuvo otro deseo y el Gran Espíritu se lo concedió. Convertido en nube, Rodrigo tuvo el poder de inundar la tierra con sus tormentas y riadas.
Rodrigo fue feliz hasta que observó cómo la montaña a pesar de las tormentas permanecía firme y segura. El Gran Espíritu obedeció. Rodrigo se convirtió en la montaña y fue más poderoso que el príncipe, el sol y la nube. Y fue feliz hasta que sintió el pico cavando a sus pies. Era un humilde cantero que estaba cortando bloques de piedra para ganarse el pan de cada día.

Rodrigo somos cada uno de nosotros, siempre buscando algo mejor, algo más agradable y placentero y, a pesar de todas nuestras búsquedas en los lugares más remotos, seguimos teniendo hambre y sed.