viernes, 29 de mayo de 2020

Envíanos, Señor, tu Espíritu

Envíanos, Señor, tu Espíritu. El Espíritu del Amor,
Espíritu de color rojo como la Pasión y el martirio,
Espíritu de manos entrelazadas entre Padre e Hijo.
Envíanos tu Espíritu, Paloma de Paz que regala al mundo tu amistad.
Envíanos tu Espíritu, para que no se nos olvide lo que es amar,
para que no echemos en saco roto la Palabra de la Verdad.
Envíanos tu Espíritu, fuego valiente en la oscuridad.
Envíanos tu Espíritu, a los que se van a confirmar,
a los que lo hicieron ya, a la Iglesia, hogar de fraternidad.
Envíanos tu Espíritu, para que no olvidemos a los pobres y humildes,
a aquellos que llevan en su corazón el sello del amor.

El tonto del pueblo


Se cuenta que en un pequeño pueblo, un grupo de personas se divertían con el tonto del lugar, un pobre infeliz de poca inteligencia, que vivía de limosnas y de hacer pequeños recados.
Diariamente algunos hombres lo llamaban al bar donde se reunían y le ofrecían escoger entre dos monedas: una de tamaño grande de 40 reales y otra de menor tamaño, pero de 200 reales. Él siempre cogía la más grande y menos valiosa, lo que era motivo de risas para todos.
Un día, alguien que observaba al grupo divertirse con el inocente hombre, le llamó aparte y le preguntó si todavía no se había dado cuenta que la moneda de mayor tamaño valía menos y este le respondió:
- Lo sé, no soy tan tonto, vale cinco veces menos, pero el día que escoja la otra, el jueguito acaba y no voy a ganar más mi moneda.
Esta historia podría acabar aquí, como un simple chiste, pero se pueden sacar varias moralejas:
La primera: Quien parece tonto, no siempre lo es.
La segunda: ¿Cuáles eran los verdaderos tontos de la historia?
La tercera: Una ambición desmedida puede acabar cortando tu fuente de ingresos.
Pero la conclusión más interesante es: Podemos estar bien, aun cuando los otros no tengan una buena opinión sobre nosotros mismos. Por lo tanto, lo que importa no es lo que piensan de nosotros, sino lo que uno piensa de sí mismo.
El verdadero hombre inteligente es el que aparenta ser tonto, delante de un tonto que aparenta ser inteligente.

jueves, 28 de mayo de 2020

Ven, Espíritu Santo

                Luis Alfredo

Ven, Espíritu Santo y envía desde el cielo un rayo de tu luz,
ven Padre de los pobres, ven dador de las gracias,
ven lumbre de los corazones
Consolador buenísimo,
dulce huésped del alma, dulce refrigerio,
descanso en el trabajo, en el ardor tranquilidad,
consuelo en el llanto. Ven, Espíritu Santo...
¡Oh! luz santísima,
llena lo más íntimo de los corazones de tus fieles,
sin tu ayuda, nada hay en el hombre nada que sea inocente.
Lava lo que está manchado, riega lo que es árido,
cura lo que está enfermo, doblega lo que es rígido,
calienta lo que es frío, dirige lo que esta extraviado.
Ven, Espíritu Santo...
Concede a tus fieles que en ti confían
tus siete sagrados dones, dales el mérito de la virtud.
Dales el precio de la salvación, dales el eterno gozo

El pino y el roble


Érase una montaña muy alta, en ella vivían dos árboles; un roble duro y serio y, un pino blando y tierno.
Un día sopló un viento muy fuerte.
- Yo soy muy fuerte y no me asusta, dijo el roble.
El pino más sencillo dijo:
- Ese viento es peligroso.
Pero el roble comenzó a doblarse y el pino le dijo,
- Si no te doblas te partirás.
- Soy muy fuerte y aguantaré –contestó el orgulloso roble.
El pino no se partió ni una sola rama, pero el viento sopló más fuerte y el roble empezó a partirse por la mitad.
El pino viendo que el roble se doblaba decidió ayudarle, soportando el peso de su amigo y así evitar que se partiera. El pino sentía un gran cansancio.
Paró el viento y entonces dijo el roble:
- Amigo pino, ¡qué gran amigo eres tú! Te has sacrificado por mí, incluso te despreciaba por tu debilidad. Me has demostrado que la debilidad en algunos momentos de la vida, es lo que más fuerza nos da. Hay que ser flexible y eso te permite tolerar los vientos más fuertes. Me has enseñado que la fuerza está en la amistad y en la tolerancia.

miércoles, 27 de mayo de 2020

María de la esperanza

María de Nazaret, madre de nuestro Señor,
compañera de nuestras marchas,
ven a visitarnos, quédate con nosotros.
Te necesitamos, madre buena, vivimos tiempos difíciles,
atravesamos bajones, tenemos caídas, nos agarra la pereza,
nos inmoviliza la apatía, nos da rabia la solidez de la injusticia.
María, virgen de la Esperanza, contágianos tu fuerza,
acércanos el Espíritu que llena tu vida.
Ayúdanos a vivir con alegría, a pesar de las pruebas
y las cruces que encontramos en el seguimiento de tu Hijo.
Que no nos desaliente la lentitud de los cambios;
que las espinas de la vida no ahoguen la semilla del Evangelio.
Que no perdamos la utopía, madre buena,
de creer que es posible otro mundo y otra sociedad.
Que no bajemos los brazos en la lucha por la justicia
y en la práctica de la solidaridad.
Que no se enturbie nuestra mirada,
al punto que no veamos la luz del Señor
que nos acompaña siempre, que camina a nuestro lado,
y nos sostiene en los momentos duros.
María, Tú creíste y te jugaste la vida y no te fue fácil.
También pasaste tiempos de incertidumbre,
de no entender las cosas que pasaban, de sufrimiento y soledad.
Y saliste adelante, con buen ánimo y entrega.
Nos enseñaste con tu ejemplo que para dar vida hay que entregar la vida,
todos los días, en las buenas, y en las malas, y en las más o menos.
Siendo una muchacha, estando comprometida,
corriste el riesgo de decir sí al plan de Dios.
Confiaste en El y el sueño de Dios se hizo realidad.

Los tres deseos de Alejandro Magno


Encontrándose al borde de la muerte, Alejandro el Grande, convocó a sus generales y les comunicó sus tres últimos deseos:
1. Que su ataúd fuese llevado a hombros y transportado por los mejores médicos de la época…
2. Que los tesoros que había conquistado «plata, oro, piedras preciosas», fueran esparcidos por el camino hasta llegar a su tumba...
3. Que sus manos quedaran balanceándose en el aire, fuera del ataúd, a la vista de todos.
Uno de sus generales, asombrado por tan insólitos deseos, le preguntó a Alejandro cuáles eran sus razones…
Alejandro Le explicó:
1. Quiero que los más eminentes médicos carguen mi ataúd para así mostrar que ellos no tienen el poder de curar ante la muerte.
2. Quiero que el suelo sea cubierto por mis tesoros para que todos puedan ver que los bienes materiales aquí conquistados, aquí se quedan.
3. Quiero que mis manos se balanceen al viento, para que las personas puedan ver que vinimos con las manos vacías, y con las manos vacías nos marchamos, cuando se nos termina el más valioso tesoro que es el tiempo.

El tiempo es el tesoro más valioso que tenemos porque es limitado. Podemos producir más dinero, pero no más tiempo. Cuando le dedicamos tiempo a una persona, le estamos entregando una porción de nuestra vida, porque nuestro tiempo es nuestra vida.
«El mejor regalo que le podemos dar a una persona, es nuestro tiempo»

lunes, 25 de mayo de 2020

A la Bienaventurada Virgen María

Bienaventurada María,
con renovada gratitud por tu presencia materna
unimos nuestra voz a la de todas las generaciones
que te llaman bienaventurada.
Celebramos en ti las grandes obras de Dios,
que nunca se cansa de inclinarse con misericordia
sobre la humanidad afligida por el mal
y herida por el pecado, para sanarla y salvarla.
Acoge con benevolencia de madre a los que, con confianza,
nos ponemos hoy bajo tu protección.
Estamos seguros que cada uno de nosotros es precioso a tus ojos
y que nada te es ajeno de todo lo que habita en nuestros corazones.
Nos dejamos alcanzar por tu dulcísima mirada
y recibimos la caricia consoladora de tu sonrisa.
Protege nuestra vida entre tus brazos:
bendice y refuerza cada deseo de bien; reaviva y alimenta la fe;
sostén e ilumina la esperanza; suscita y anima la caridad;
guíanos a todos nosotros en el camino de la santidad.
Enséñanos tu mismo amor de predilección hacia los pequeños y los pobres,
hacia los excluidos y los que sufren,
por los pecadores y por los que tienen el corazón perdido:
reúne a todos bajo tu protección,
y a todos entrégales a tu Hijo, el Señor Nuestro, Jesús. Amén

Yo estoy aquí por ti, y tú por mi


Nasrudín, caminaba tranquilamente por el campo un día soleado. Mientras miraba el paisaje observó que delante de él otra persona también caminaba en la misma dirección. En cierto momento este miró hacia atrás y vio a Nasrudín a cierta distancia. Entonces pensó: seguramente es un atracador y está esperando la oportunidad para quitármelo todo. En ese momento empezó a correr despavorido.
Nasrudín que lo observaba desde atrás con atención, al verlo correr de esa forma, pensó: seguramente le ha pasado algo y necesita ayuda, y entonces él también empezó a correr a toda velocidad. De esta forma los dos corrían por el campo uno tras otro.
El primer hombre ya no podía más y en su debilidad tropezó con una piedra, rodó por el suelo y quedó medio atrapado entre unos matorrales; se quedó allí quieto y agazapado con la esperanza de que Nasrudín no le viera cuando pasara. Pero Nasrudín tropezó justo en la misma piedra, rodó igualmente y fue a parar justo encima del hombre. Éste gritaba:
- Por favor no me hagas nada.
Nasrudín quedó sorprendido, se quedó mirando a la otra persona y dijo:
- Sabes qué, creo que tú estás aquí por mí y yo estoy aquí por ti.

MORALEJA: Por las formas de pensar de cada persona, creamos una controversia pero ideas distintas como la de cada uno hace que se cree una sola. En este caso cada quien pensó distinto sin saber que seria su objetivo un solo propósito.

domingo, 24 de mayo de 2020

A María, Auxilio de los cristianos

María, gracias por tu auxilio, por interceder por la humanidad
y llevar las súplicas de tus hijos a Dios.
Sé auxilio de tantas personas que en estos días
están sufriendo en lo material o espiritual.
Gracias, María Auxiliadora, hoy queremos agradecerte
por ser Auxiliadora de la humanidad,
por sentirnos en casa cuando estamos contigo,
porque, como una madre, no escatimas nada
para salir al paso de nuestras necesidades, las que te decimos
y las que permanecen ocultas en nuestro corazón.
María, mujer de fe, aviva en nuestro interior
la llama de la fe, para que se mantenga siempre encendida
aunque fuertes vientos intenten apagarla.
María, maestra de la fe, guíanos hacia Jesús.
María eres Virgen de la alegría porque tu corazón está en el amor a Dios
y eso te hace dar gracias e irradiar alegría.
Ayúdanos, María, a centrar nuestro corazón en el amor, a buscar a Dios.
Ayúdanos a ser personas alegres que contagien esperanza.
María, Virgen de la escucha, que atiendes nuestras súplicas
acogiendo en tu corazón cada palabra con la que nos dirigimos a ti.
Ayúdanos a ser personas de escucha y a abrir nuestro corazón
a la Palabra de Dios que nos habla.
Ayúdanos, María, a ser personas que disciernan a la luz de Dios.

Media onza de azúcar


Una viuda llegó hasta la corte del Mulá Nasrudín y exclamó:
- Soy muy pobre, mi hijo come muchísima azúcar; en realidad se ha vuelto adicto a ella. A causa de esto, el dinero no me alcanza. ¿Querría la corte prohibirle comer azúcar, pues yo no puedo lograrlo?
- Señora -dijo el Mulá-, este problema no es tan sencillo como parece. Vuelva dentro de una semana y se le comunicará la decisión después de que se haya examinado el caso con profundidad.
Al cabo de una semana, el nombre de la señora estaba nuevamente en la lista de los casos.
- Lo lamento -dijo Nasrudín cuando le llegó el turno a la mujer-, este caso es complicado y será pospuesto otra semana más.
Sucedió lo mismo en las dos semanas siguientes. Por fin Nasrudín anunció:
- La corte dará ahora su veredicto. Llamen al joven. Muchacho -tronó el magistrado-, tienes prohibido comer más de media onza de azúcar al día.
La mujer expresó su agradecimiento al Mulá y pidió permiso para hacer una pregunta.
- Diga usted -indicó Nasrudín.
- Estoy intrigada por saber la razón por la cual vuestra señoría no prohibió al muchacho comer azúcar en alguna de las audiencias anteriores.
- Pues bien -dijo Nasrudín-, tenía que deshabituarme yo primero, ¿no es así? ¿Cómo podía saber que me llevaría tanto tiempo? No es tan fácil como parece.

MORALEJA: Las personas no estamos en condición de juzgar a otros por sus acciones sin saber el grado de dificultad que le supone, es decir, si queremos juzgar a alguien debemos experimentarlo primero antes de hablar.