sábado, 5 de agosto de 2017

Hacer oración

 San Ignacio de Loyola

Señor, de verdad deseo prepararme bien para este momento, 
deseo profundamente que todo mi ser 
esté atento y dispuesto para Ti.
Ayúdame a clarificar mis intenciones.
Tengo tantos deseos contradictorios...
Me preocupo por cosas 
que ni importan ni son duraderas.
Pero sé que si te entrego mi corazón
haga lo que haga seguiré a mi nuevo corazón.
En todo lo que hoy soy, en todo lo que intente hacer,
en mis encuentros, reflexiones, 
incluso en las frustraciones y fallos
y sobre todo en este rato de oración,
en todo ello, haz que ponga mi vida en tus manos.
Señor, soy todo tuyo. Haz de mí lo que Tú quieras. Amén.

La Flor De La Honestidad

Se cuenta que allá por el año 250 a. C., en la China antigua, un príncipe de la región norte del país iba a ser coronado emperador, pero de acuerdo con la ley, debía casarse.
Sabiendo esto, él decidió hacer una competición entre las muchachas de la corte para ver quién sería digna de su propuesta. Al día siguiente, el príncipe anunció que recibiría a todas las pretendientes y lanzaría un desafío.
Una anciana que servía en el palacio hacía muchos años, escuchó los comentarios sobre los preparativos. Sintió tristeza porque sabía que su joven hija tenía un sentimiento profundo de amor por el príncipe. Al llegar a casa y contar los hechos a la joven, se asombró al saber que ella quería ir a la recepción y sin poder creerlo le preguntó:
– “¿Hija mía, qué vas a hacer allá? Todas las muchachas más bellas y ricas de la corte estarán allí. Quítate esa idea insensata de la cabeza. Sé que debes estar sufriendo, pero no hagas que el sufrimiento se vuelva locura.”
Y la hija respondió:
– “No, querida madre, no estoy sufriendo y tampoco estoy loca. Yo sé que jamás seré escogida, pero es mi oportunidad de estar por lo menos por algunos momentos cerca del príncipe. Esto me hará feliz.”
Aquella noche la joven llegó al palacio. Allí estaban todas las muchachas más bellas, con las más elegantes ropas, con las más preciosas joyas y con las más determinadas intenciones. Entonces, finalmente, el príncipe anunció el desafío:
– “Daré a cada una de ustedes una semilla. Aquella que me traiga la flor más bella dentro de seis meses será escogida por mí, esposa y futura emperatriz de China.”
La propuesta del príncipe seguía las tradiciones de aquel pueblo, que valoraba mucho la especialidad de cultivar algo, sean costumbres, amistades, relaciones…
El tiempo pasó y la dulce joven, como no tenía mucha habilidad en el arte de la jardinería, cuidaba con mucha paciencia y ternura su semilla, pues sabía que si la belleza de la flor surgía como su amor, no tendría que preocuparse con el resultado. Pasaron tres meses y nada brotó. La joven intentó todos los métodos que conocía pero nada había nacido. Día tras día veía más lejos su sueño, pero su amor era cada vez más profundo.
Por fin, pasaron los seis meses y nada había brotado. Consciente de su esfuerzo y dedicación, la muchacha le comunicó a su madre que, sin importar las circunstancias, iba a volver al palacio en la fecha y hora acordadas sólo para estar cerca del príncipe por unos momentos.
En la hora señalada estaba allí, con su vaso vacío. Todas las otras pretendientes tenían una flor, cada una más bella que la otra, de las más variadas formas y colores. Ella estaba admirada. Nunca había visto una escena tan bella.
Finalmente llegó el momento esperado y el príncipe observó a cada una de las pretendientes con mucho cuidado y atención. Después de pasar por todas, una a una, anunció su resultado. Aquella bella joven sería su futura esposa.
Todos los presentes se extrañaron por la decisión del príncipe. Nadie entendía por qué él había escogido justamente a aquella que no había cultivado nada.
Entonces, con calma el príncipe explicó:
– “Esta ha sido la única que cultivó la flor que la hizo digna de convertirse en emperatriz: LA FLOR DE LA HONESTIDAD. Todas las semillas que entregué eran estériles y nada podía brotar de ellas.”

jueves, 3 de agosto de 2017

Oración para rezar en todo momento

  San Ignacio de Loyola

Ayúdame a clarificar mis intenciones, purifica mis sentimientos,
santifica mis pensamientos, y bendice mis esfuerzos,
para que todo en mi vida sea de acuerdo a tu voluntad.
Tengo tantos deseos contradictorios...
Me preocupo por cosas que ni importan ni son duraderas.
Pero sé que si te entrego mi corazón
haga lo que haga seguiré a mi nuevo corazón.
En todo lo que hoy soy,
en todo lo que intente hacer,
en mis encuentros, reflexiones,
incluso en las frustraciones y fallos,
y sobre todo en este rato de oración,
en todo ello, haz que ponga mi vida en tus manos.
Señor, soy todo tuyo.
Haz de mí lo que Tú quieras. Amén.

Los dos hermanos

«Dos hermanos, uno soltero y otro casado, poseían una finca cuyo fértil suelo producía abundante grano, que los dos hermanos se repartían a partes iguales.
Al principio todo iba perfectamente. Pero llegó un momento en el que el hermano casado empezó a despertarse sobresaltado por las noches, pensando:
- “No es justo. Mi hermano no está casado y se lleva la mitad de la cosecha. Yo tengo mujer y cinco hijos, de modo que, cuando sea anciano, tendré todo cuanto necesite. Sin embargo, ¿quién cuidará de mi pobre hermano cuando sea viejo? Necesita ahorrar para el futuro mucho más de lo que actualmente ahorra, porque su necesidad es mayor que la mía”.
Entonces se levantaba de la cama, e iba en secreto a donde vivía su hermano y vaciaba en el granero de éste un saco de grano.
También el hermano soltero comenzó a despertarse por las noches y a decirse a sí mismo:
- “Esto es una injusticia. Mi hermano tiene mujer y cinco hijos y se lleva la mitad de la cosecha. Yo no tengo que mantener a nadie más que a mí mismo. ¿Es justo acaso que mi hermano, cuya necesidad es mayor que la mía, reciba lo mismo que yo?
Entonces se levantaba de la cama y llevaba un saco de grano al granero de su hermano.
Un día, se levantaron de la cama al mismo tiempo y tropezaron uno con otro, cada cual con un saco de grano a la espalda.
Muchos años más tarde, cuando ya habían muerto los dos, el hecho se fue conociendo por toda la comarca. Y cuando los ciudadanos decidieron levantar un templo, escogieron para ello el lugar en el que ambos hermanos se habían encontrado, porque no creían que hubiera en toda la ciudad un lugar más santo que aquél».

martes, 1 de agosto de 2017

Señor, Tú me conoces

 (San Ignacio de Loyola)

Señor, Tú me conoces mejor de lo que yo me conozco a mí mismo.
Tu Espíritu empapa todos los momentos de mi vida.
Gracias por tu gracia y por tu amor que derramas sobre mí.
Gracias por tu constante y suave invitación 
a que te deje entrar en mi vida.
Perdóname por las veces que he rehusado tu invitación,
y me he encerrado lejos de tu amor.
Ayúdame a que en este día reconozca tu presencia en mi vida,
para que me abra a Ti.
Para que Tú obres en mí, para tu mayor gloria. Amén.

El Cristo de los favores

El viejo Haakon cuidaba la Ermita. En ella se veneraba un crucifijo de mucha devoción. Este crucifijo recibía el nombre, bien significativo, de "Cristo de los Favores". Todos acudían allí para pedirle al Santo Cristo. Un día el ermitaño Haakon quiso pedirle un favor. Lo impulsaba un sentimiento generoso. Se arrodilló ante la imagen y le dijo:
— "Señor, quiero padecer por ti. Déjame ocupar tu puesto. Quiero reemplazarte en La Cruz." 
Y se quedó fijo con la mirada puesta en la Sagrada Imagen, esperando la respuesta. El Crucificado abrió sus labios y habló. Sus palabras cayeron de lo alto, susurrantes y amonestadoras:
— "Siervo mío, accedo a tu deseo, pero ha de ser con una condición."
— "¿Cuál, Señor?", preguntó con acento suplicante Haakon.
— "Es una condición difícil", dijo el Señor.
— "Estoy dispuesto a cumplirla con tu ayuda, Señor", respondió el viejo ermitaño.
— "Escucha: suceda lo que suceda y veas lo que veas, has de guardar siempre silencio".
— "Os lo prometo, Señor", contestó Haakon
Y se efectuó el cambio. Nadie advirtió el trueque. Nadie reconoció al ermitaño colgado de cuatro clavos en la Cruz.
El Señor ocupaba el puesto de Haakon. Y éste durante largo tiempo cumplió el compromiso. A nadie dijo nada. Los devotos seguían desfilando pidiendo favores. Pero un día llegó un rico, después de haber orado dejó allí olvidada su cartera. Haakon lo vio y calló. Tampoco dijo nada cuando un pobre, que vino dos horas después, se apropió de la cartera del rico. Ni tampoco dijo nada cuando un muchacho se postró ante él poco después para pedirle su gracia antes de emprender un largo viaje. Pero en ese momento volvió a entrar el rico en busca de la cartera. Al no hallarla pensó que el muchacho se la había apropiado. El rico se volvió al joven y le dijo iracundo:
— "¡Dame la cartera que me has robado!". El joven sorprendido, replicó:
— "No he robado ninguna cartera".
— "No mientas, ¡devuélvemela enseguida!
— "Le repito que no he cogido ninguna bolsa", afirmó el muchacho.
El rico arremetió, furioso contra él. Sonó entonces una voz fuerte:
— "¡Detente!" El rico miró hacia arriba y vio que la imagen le hablaba. 
Haakon, que no pudo permanecer en silencio, gritó, defendió al joven, increpó al rico por la falsa acusación. Éste quedó anonadado, y salió de la Ermita. El joven salió también porque tenía prisa para emprender su viaje. Cuando la Ermita quedó a solas, Cristo se dirigió a su siervo y le dijo:
— "Baja de la Cruz. No sirves para ocupar mi puesto. No has sabido guardar silencio".
— "Señor", dijo Haakon, "¿cómo iba a permitir esa injusticia?" 
Se cambiaron los oficios. Jesús ocupó la Cruz de nuevo y el ermitaño se quedó ante el Crucifijo. El Señor, clavado, siguió hablando:
— "Tú no sabías que al rico le convenía perder la cartera pues llevaba en ella el precio de la virginidad de una joven mujer. El pobre, por el contrario, tenía necesidad de ese dinero e hizo bien en llevárselo; en cuanto al muchacho que iba a ser golpeado, sus heridas le hubiesen impedido realizar el viaje que para él resultaría fatal. Ahora, hace unos minutos acaba de zozobrar el barco y él ha perdido la vida. Tú no sabías nada. Yo sí sé. Por eso callo."
Y la sagrada imagen del crucificado guardó silencio.

¡Cuántas veces pretendemos dirigir nuestro destino creyendo que es lo mejor para nosotros! Sólo Dios sabe lo que es mejor para nosotros. Hay que aprender a aceptar su Santa Voluntad, aunque a veces no la comprendamos.

lunes, 31 de julio de 2017

Dos oraciones de san Ignacio de Loyola

Oración de entrega (San Ignacio de Loyola)
(Especialmente recomendada para la oración matinal y para la acción de gracias tras comulgar.)
Tomad, Señor, y recibid toda mi libertad,
mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad;
todo mi haber y mi poseer.
Vos me lo disteis, a Vos, Señor, lo torno.
Todo es Vuestro:
disponed de ello según Vuestra Voluntad.
Dadme Vuestro Amor y Gracia,
que éstas me bastan. Amén.

Alma de Cristo
(Especialmente recomendada para la oración matinal y para la acción de gracias tras comulgar.)
Alma de Cristo, santifícame.
Cuerpo de Cristo, sálvame.
Sangre de Cristo, embriágame.
Agua del costado de Cristo, lávame.
Pasión de Cristo, confórtame.
¡Oh, buen Jesús!, óyeme.
Dentro de tus llagas, escóndeme.
No permitas que me aparte de Ti.
Del maligno enemigo, defiéndeme.
En la hora de mi muerte, llámame.
Y mándame ir a Ti.
Para que con tus santos te alabe.
Por los siglos de los siglos. Amén.

Dos semillas

Dos semillas descansan una al lado de la otra en el suelo fértil de la primavera.
La primera semilla dice: ¡Yo quiero crecer! Quiero enviar mis raíces a las profundidades del suelo y hacer que mis brotes rasguen la superficie de la tierra…. Quiero abrir mis botones como banderas anunciando la llegada de la primavera… ¡Quiero sentir el calor del sol en mi rostro y la bendición del rocío de la mañana en mis pétalos! Y así creció ella.
La segunda semilla dice: Tengo miedo. Si yo enviara mis raíces a las profundidades, no sé lo que encontraré en la oscuridad. Si rasgo la superficie dura, puedo dañar mis brotes… ¿Y si yo dejo que mis botones se abran y un caracol intenta comerlos? ¿Y si abro mis flores y un niño me las arranca del todo? ¿No, es mucho mejor esperar hasta que yo me sienta segura? Y así ella esperó. Una gallina curioseando en la primavera reciente, buscando la comida, la encontró y rápidamente se comió la semilla que esperaba la seguridad.
Los que no quieren correr riesgos y crecer, son engullidos por la vida.

domingo, 30 de julio de 2017

Cambiar el mundo

Jesús queremos cambiar nuestro mundo, 
queremos que haya palabras que nadie entienda, 
y que sólo sea la palabra viva del Evangelio la que resuene en nuestro mundo.
¿Cuándo preguntarán los niños de la India qué es el hambre?
¿Cuándo, Jesús, preguntarán los niños de África qué es la injusticia y la explotación?
¿Cuándo, Jesús, preguntarán los niños del Tercer mundo, qué es la miseria, la desesperanza?
¿Cuándo preguntarán todos los niños del mundo, qué es la guerra, el terrorismo, la violencia o la droga?
Y es que esa será la señal de que hemos cambiado, 
cuando esas palabras queden viejas, y ya nadie las use, 
se queden sin contenido y desaparezcan de nuestro vocabulario, 
será que hemos resucitado el Evangelio.
Jesús, te pedimos que sepamos ser agradecidos contigo,
Darte siempre un si por respuesta.
Ofrecerte nuestro esfuerzo,
Ofrecerte nuestra vida,
Que sepamos dar frutos de bondad,
Amor y verdad,
No olvidarnos de los pobres, de nuestros hermanos.
No descansaremos hasta lograr descanso para los demás.

El tesoro del Rey

Se cuenta que en una ocasión, un gran rey cruzaba el desierto con sus ministros. De pronto, uno de los camellos se desplomó agotado por el peso y se rompió un baúl que cargaba. Una lluvia de joyas, perlas preciosas y diamantes se desparramó sobre la ardiente arena del desierto. 
El rey, entonces, dijo a sus ministros:
- “Señores, yo sigo adelante. Ustedes, si quieren, pueden quedarse aquí. Todo lo que recojan, será suyo.”
El rey continuó su viaje pensando que ya nadie le seguiría. Al poco rato, el rey, volviendo su mirada atrás, se dio cuenta de que le seguía uno de sus ministros. El rey entonces le dijo:
- “¿Es que no te importan las perlas y los diamantes de tu rey? Habrías podido ser rico durante toda tu vida.”
Y el ministro le respondió:
- “Me importa más mi rey que todas las perlas de mi rey. Mi rey es mi gran tesoro.”

Quien ha descubierto a Cristo y su Mensaje y lo ha llevado a su vida, se ha dado cuenta de que ha descubierto el mayor de los tesoros que enriquecen su vida.