viernes, 12 de abril de 2024

Yo me atengo a lo dicho

     Pedro Casaldáliga

Yo me atengo a lo dicho: la justicia,
a pesar de la ley y la costumbre,
a pesar del dinero y la limosna.
La humildad, para ser yo, verdadero.
La libertad, para ser hombre.
Y la pobreza, para ser libre.
La fe, cristiana, para andar de noche,
y, sobre todo, para andar de día.
Y, en todo caso, hermanos,
Yo me atengo a lo dicho: ¡la esperanza!

Una fortuna por una hora de vida

Un avaro había acumulado quinientos mil dinares y se las prometía muy felices pensando en el estupendo año que iba a pasar haciendo cábalas sobre el mejor modo de invertir su dinero. Pero, inesperadamente, se presentó el Ángel de la Muerte para llevárselo consigo.
El hombre se puso a pedir y a suplicar, apelando a mil argumentos para que le fuera permitido vivir un poco más, pero el Ángel se mostró inflexible.
- "¡Concédeme tres días de vida, y te daré la mitad de mi fortuna!", le suplicó el hombre.
Pero el Ángel no quiso ni oír hablar de ello y comenzó a tirar de él.
- "¡Concédeme al menos un día, te lo ruego, y podrás tener todo lo que he ahorrado con tanto sudor y esfuerzo!"
Pero el Ángel seguía impávido.
Lo único que consiguió obtener del Ángel fueron unos breves instantes para escribir apresuradamente la siguiente nota: "A quien encuentre esta nota, quienquiera que sea: si tienes lo suficiente para vivir, no malgastes tu vida acumulando fortunas. ¡Vive! ¡Mis quinientos mil dinares no me han servido para comprar ni una sola hora de vida!"
Cuando muere un millonario y la gente pregunta: "¿Cuánto habrá dejado?", la respuesta, naturalmente, es "Todo".
Aunque la respuesta también puede ser: "No ha dejado nada. Le ha sido arrebatado".

miércoles, 10 de abril de 2024

Himno de Pascua

Nuestra Pascua inmolada, aleluya,
es Cristo el Señor, aleluya, aleluya.
Pascua sagrada, ¡oh fiesta universal!,
el mundo renovado canta un himno a su Señor.
Pascua sagrada, ¡victoria de la cruz!
La muerte, derrotada, ha perdido su aguijón.
Pascua sagrada, ¡oh noche bautismal!
Del seno de las aguas renacemos al Señor.
Pascua sagrada, ¡eterna novedad!
Dejad al hombre viejo, revestíos del Señor.
Pascua sagrada. La sala del festín
se llena de invitados que celebran al Señor.
Pascua sagrada, ¡Cantemos al Señor!
Vivamos la alegría dada a luz en el dolor.

El tesoro de la cueva

He aquí una historia que un Maestro contaba a sus discípulos para mostrarles lo dañino que un simple e insignificante apego puede resultar para quienes han llegado a ser ricos en dones espirituales.

En cierta ocasión, un aldeano, montado en su asno, pasaba por delante de una cueva que había en la montaña, en el preciso momento en que la cueva, por arte de magia, y como ocurría muy raras veces, se abría para que entrara en ella quien quisiera enriquecerse con sus tesoros. El hombre se introdujo en la cueva y se encontró ante montañas de joyas y piedras preciosas con las que se apresuró a llenar las alforjas de su asno, porque sabía que, según la leyenda, la cueva sólo permanecería abierta durante unos breves instantes, de modo que había que darse prisa para hacerse con el tesoro.
Una vez cargado el asno, el hombre salió de allí felicitándose por su buena suerte, pero, de pronto, recordó que se había dejado el bastón en la cueva. Entonces volvió sobre sus pasos y se introdujo otra vez en la cueva. Pero había llegado el momento en que la cueva debía cerrarse de nuevo, con lo que el hombre desapareció en su interior y nunca más se supo de él.
Después de esperar su regreso durante casi dos años, los habitantes de la aldea vendieron el tesoro que habían encontrado a lomos del asno, convirtiéndose en los auténticos beneficiarios de la buena suerte del infortunado aldeano.

Cuando el gorrión hace su nido en el bosque, no ocupa más que una rama.
Cuando el ciervo apaga su sed en el río, bebe más que lo que le cabe en la panza.
Nosotros acumulamos cosas porque tenemos el corazón vacío.
En realidad, nunca posees cosas. Tan solo las retienes durante un tiempo. Si eres incapaz de desprenderte de ellas, serás agarrado por ellas. Todo cuanto atesores debes tenerlo en el hueco de tu mano como si fuera agua. Trata de apresarla y desaparecerá. Intenta apropiártela y te manchará. Déjala en libertad y será tuya para siempre.

martes, 9 de abril de 2024

Himno de Pascua

La aurora tiñe de purpura el cielo,
resuena en los aires el eco de las alabanzas,
el mundo triunfante se alegra,
tenebroso el infierno brama.
Mientras el rey, Cristo, libra a todos
de la cárcel tenebrosa que es la muerte
y nos conduce a la vida.
Una piedra sellaba su sepulcro,
muchos guardias lo custodiaban,
pero Él triunfa glorioso
y de la muerte se levanta.
No más lutos, ni llantos ni pesares,
Resucitó, resucitó.

El anillo del elfo

Un día, una hermosa niña llamada Marlechen, caminaba por un camino de arena mientras regresaba a su casa. El camino era muy transitado y a ella le encantaba observar el ir y venir de carros y personas.
De pronto, a un lado del camino se encontró un ramo de flores recién cortadas. Su color y su brillo llamaban mucho la atención. Al acercarse más, le dio mucha pena pensar que se secarían pronto allí bajo el sol. Así que decidió llevarlas hasta la orilla del río de un bosque cercano.
Y justo en el momento en el que la niña colocó el ramo de flores en el agua, un pequeño elfo salió de entre sus pétalos.
– ¡Muy buenos días, Marlechen! -dijo muy contento el elfo.
La pequeña se quedó muy sorprendida, ya que nunca antes había visto un elfo. Era tan pequeño como un botón y tenía las orejas de punta.
– Muchas gracias por haber traído las flores hasta aquí -continuó hablando el elfo- Sin duda, tienes un gran corazón. Espera, creo que mereces un regalo…
Y diciendo esto, el elfo se quitó la corona de luz que llevaba en la cabeza y la transformó en un delgado anillo de luz, tan fino, tan fino, que casi ni se podía ver. Se lo entregó a la niña y ella se lo puso muy contenta en uno de sus dedos.
– Marlechen, este es un anillo mágico. Cada vez que lo mires, tus ojos desprenderán mucha luz y todas las personas que estén junto a ti, se sentirán de pronto muy dichosas.
A Marlechen le pareció un regalo fantástico y se despidió agradecida del elfo.
Cuando la niña llegó a su casa, escuchó unos terribles gritos. Su madre y su hermana mayor discutían. Entonces, la niña recordó lo que le había dicho el elfo, y miró el anillo. Al instante sus ojos comenzaron a brillar y su madre y su hermana al mirarla, sintieron de pronto una intensa paz. Dejaron de discutir y Marlechen entendió que el elfo no le había engañado.
Esa misma noche llegó su padre de trabajar. Estaba muy cansado y algo malhumorado. Al mirarle, percibió una gran tristeza en él, así que miró su anillo y casi de inmediato su padre se sintió muy, pero que muy feliz.
De esta forma, Marlechen comenzó a usar su anillo con todas las personas con las que se encontraba. Su fama era tal que comenzaron a llamarla ‘niña sol’, ya que brillaba y hacía sonreír a todos.

domingo, 7 de abril de 2024

Paz con vosotros

        Mari Patxi Ayerra

Estaban reunidos tus amigos, asustados y llenos de miedo,
hasta que sintieron tu presencia y te oyeron decir:
PAZ CON VOSOTROS.
Recuperaron la calma y recordaron que estaban reunidos en tu nombre.
Sintieron tu fuerza y tu apoyo y perdieron el miedo.
Se les habían escapado los sueños, habían olvidado tus signos.
Y, al reunirse en tu nombre, se revitalizaron,
como nos pasa siempre al vivir la fe en grupo.
Y así estamos hoy aquí, como aquellos discípulos tuyos,
con miedos a la vida, a los cambios, a tantas cosas…
pero en cuanto nos ponemos en tu presencia
te oímos decirnos: PAZ CON VOSOTROS.
Te necesitamos, Señor,
porque Tú nos serenas por dentro,
nos llenas de tu Espíritu,
nos envías a liberar a la gente de sus culpas,
a disfrutar de tu perdón misericordioso
y a vivir libres.
Gracias, Jesús,
una vez más vienes a traernos tu paz,
vienes a traernos tarea
y a llenar nuestra vida de sentido.
Quieres que llenemos el mundo de tu PAZ.

El palacio del apóstol Tomás

Cuenta una hermosa leyenda que el apóstol Tomás fue a predicar el evangelio a la India. Un rey le dio dinero para que le edificara un palacio. Pero Tomás distribuía el dinero entre los pobres y les anunciaba la muerte y resurrección de Jesús. Y muchos se hicieron cristianos.
"¿Cómo va mi palacio?", le preguntaba el rey. "Va muy bien" y el rey le daba más dinero. 
Al cabo de un tiempo, la ciudad toda era ya cristiana.
Un día el rey le dijo a Tomás: "¿Cuándo podré ver mi palacio?" 
- "Majestad, pronto lo verá terminado", le contestó.
- "¿Por qué no puedo verlo hoy? Llévame a verlo ahora mismo", le dijo el rey.
Tomás paseó al rey por la ciudad, le iba señalando a la gente y le explicaba cómo sus vidas habían cambiado para bien.
- ¿Dónde está mi palacio?, preguntaba el rey.
- "Está a su alrededor y es un hermoso palacio. Qué pena que no pueda verlo. Espero pueda verlo un día", le decía Tomás.
- "¿Qué has hecho con mi dinero, ladrón?"
- "Majestad, tu palacio está hecho de personas, tu palacio es tu gente. Ahora creen en Jesús. Tu gente son las torres de tu palacio. Dios vive en ellos. Tu palacio es un magnífico palacio."
Tomás fue encarcelado. Pero el rey vio poco a poco el cambio de la gente y cómo por el poder de la resurrección de Jesús, éste vivía en el corazón de las gentes. El último en convertirse fue el rey y éste liberó a Tomás. Y su palacio no fue una obra de piedras sino de corazones vivos y creyentes.