viernes, 28 de julio de 2017

Quédate con nosotros, Señor

Florentino Ulibarri

Quédate, Señor, que se hace ya tarde,
que el camino es largo y el cansancio grande.
Quédate a decirnos tus vivas palabras
que aquietan la mente y encienden el alma.
Mantén en ascuas nuestro corazón torpe,
disipa nuestras dudas y temores.
Míranos con tus ojos de luz y vida,
devuélvenos la ilusión perdida.
Lava las heridas de estos pies cansados;
despiértanos vida con gestos humanos.
Quédate y límpianos rostro y entrañas;
quema esta tristeza, danos esperanza.
Quédate, Señor, comparte nuestras viandas
y muéstranos, paciente, tus enseñanzas.
Pártenos el pan de tu compañía;
ábrenos los ojos de la fe dormida.
De tus palabras cuelga lo que buscamos,
lo hemos visto caminando a tu lado.
Quédate y renueva valores y sueños;
danos tu alegría y tu paz de nuevo.
Condúcenos siempre al mundo, a la vida,
para ver tu rostro en rostros cada día.
Quédate, Señor, que se hace ya tarde,
que el camino es largo y el cansancio grande.

Volar sobre el pantano

Si sientes que la vida no tiene sentido, que los problemas te están acabando, memoriza esta parábola:
Era un pájaro que vivía resignado en un árbol podrido en medio del pantano, se había acostumbrado a estar ahí, comía gusanos del fango y estaba siempre sucio por el pestilente lodo. Sus alas se habían quedado inutilizadas por el peso de la mugre. 
Hasta que cierto día un gran ventarrón destruyó su guarida. El árbol podrido fue tragado por el cieno y él se dio cuenta que iba a morir.
En un deseo desesperado de salvarse comenzó a aletear con fuerza para levantar el vuelo, le costó mucho trabajo porque había olvidado cómo volar, pero aguantó el dolor del entumecimiento hasta que logró levantarse y cruzar el ancho cielo, llegando finalmente a un bosque fértil y hermoso.

Los problemas son como el ventarrón que ha destruido tu guarida y te están obligando a elevar el vuelo… o a morir…
Nunca es tarde. No importa lo que se haya vivido, no importa los errores que se hayan cometido, no importa las oportunidades que se hayan dejado pasar, no importa la edad, siempre estamos a tiempo para decir basta, para oír la llamada a buscar la perfección, para sacudirnos el cieno y volar alto y muy lejos del pantano.

jueves, 27 de julio de 2017

Mi tesoro eres Tú, Señor

Hoy quiero anunciar a todos los vientos, 
que tengo la suerte de haberte encontrado, 
mejor dicho, que me he dejado encontrar por Ti, 
que tu vida y la mía están entrelazadas, 
que Tú impulsas, desde el fondo, mi sentir y mi amar. 
Me felicito a mí mismo, por la suerte que tengo, 
pues contigo me ha tocado la mejor lotería. 
Tú das sentido a mí vida, me llenas de ilusión, 
me invitas a cumplirme y a vivir en plenitud. 
Antes me conformaba con una vida mediocre. 
Las ofertas del mundo me tenían distraído, 
pero cuanto más entrelazo mi historia contigo, 
más claro tengo lo que quiero vivir. 
Ya no me vale aquello de ir tirando la vida, 
ya no quiero vivir para sólo tener, 
ahora yo he decidido gozar la vida a fondo 
y vivir comprometido en un mundo mejor. 
Para ello necesito aumentar mi contacto contigo, 
tener todos los días mi rato de oración, 
compartir con otros hermanos lo que yo estoy viviendo 
y juntos celebrar y rezar para mantener la ilusión. 
Soy muy afortunado: he encontrado la perla, 
ya estoy más feliz, vivo con sentido. 
Contigo, mi tesoro, no puedo estar mejor.

Dos cuentos

Trabajar unidos por la felicidad de todos
En cierta ocasión, un reportero le preguntó a un agricultor si podía descubrir el secreto de su maíz, el cual ganaba el concurso al mejor producto año tras año. El agricultor confesó que se debía a que compartía su semilla con sus vecinos.
- "¿Por qué comparte su mejor semilla de maíz con sus vecinos, si usted también entra en el mismo concurso año tras año?" preguntó el reportero.
- "Verá usted, señor," dijo el agricultor, el viento lleva el polen del maíz maduro, de un campo a otro. Si mis vecinos cultivaran un maíz de calidad inferior, la polinización cruzada degradaría constantemente la calidad del mío. Si voy a sembrar buen maíz, debo ayudar a que mi vecino también lo haga".

El Cuento de la Fresa Jorge Bucay
Un rey fue hasta su jardín y descubrió que sus árboles, arbustos y flores se estaban muriendo.
El Roble le dijo que se moría porque no podía ser tan alto como el Pino.
Volviéndose al Pino, lo halló caído porque no podía dar uvas como la Vid.
Y la Vid se moría porque no podía florecer como la Rosa.
 La Rosa lloraba porque no podía ser alta y sólida como el Roble.
Entonces encontró una planta, una Fresa, floreciendo y más fresca que nunca. El rey preguntó:
- ¿Cómo es que creces saludable en medio de este jardín mustio y sombrío?
- No lo sé. Quizás sea porque siempre supuse que cuando me plantaste, querías fresas. Si hubieras querido un Roble o una Rosa, los habrías plantado. En aquel momento me dije: "Intentaré ser Fresa de la mejor manera que pueda."

Ahora es tu turno. Estás aquí para contribuir con tu fragancia. Simplemente mírate a ti mismo. No hay posibilidad de que seas otra persona. Puedes disfrutarlo y florecer regado con tu propio amor por ti, o puedes marchitarte en tu propia condena...

martes, 25 de julio de 2017

Señor Santiago

 J. Leoz

Como tú, también yo de vez en cuando,
me encuentro arreglando las redes de mi vida
a las orillas de mi existencia.
¿Arreglando…o desarreglando? ¡No lo sé!
Sólo sé que, de cuando en vez,
siento una voz que me dice:
¿Qué haces? ¿Por qué te afanas tanto?
¿Cuánto has pescado hoy?
¿Qué has hecho hoy con tu vida?
Miro hacia arriba, y así como tú, viste algo
no siempre yo veo nada claro.
Me falta tu impetuosidad
y me sobra cobardía para mirar hacia delante,
y saber que hay un Señor que una y otra vez me dice:
¡Ven y sígueme! 
Pero ¿sabes? Siempre respondo lo mismo:
¿A dónde seguirte? ¿Para qué? ¿Por qué yo?
Y es que, Señor Santiago,
siempre pienso que eso de “ven y sígueme”
es para la gente cualificada, para las personas solitarias
para aquellos que son un poco especiales.
Y en el fondo, bien lo sabe Dios,
es miedo a mostrarme como lo que soy.
Digo ser cristiano, y me cuesta demostrarlo.
Presumo de ser bautizado, y a duras penas me mantengo.
Pretendo seguir a Cristo y, a cualquier distracción,
prefiero quedarme parado en cualquier esquina.
¡SI; SEÑOR SANTIAGO!
Hoy, permíteme que te dé las gracias por tu gran regalo.
Por poner, en nuestra tierra, la primer piedra
de ese gran edificio espiritual de Jesús de Nazaret.
Déjame darte las gracias por tu valentía
incluso por haber creído de tal manera en Cristo
que te permitiste el lujo de pedir un puesto privilegiado
al lado del Padre Dios
Déjame, en esta tu fiesta,
sonrojarme ante la grandeza de tu fe
en comparación con la débil mía:
tú fiel hasta dar la vida por Cristo,
yo fiel siempre y cuando no me exijan tanto.
Déjame, Señor Santiago,
darte las gracias por habernos dejado
tu encuentro con la Virgen María.
Ella, como hace tantos siglos, sigue estando presente 
y ayudando a todo aquel, a todos aquellos 
que se ponen en camino para llevar la Buena Noticia
por todos los rincones del mundo.
¡Gracias! ¡Gracias, Señor Santiago!

¿Cómo arreglar el mundo?

Un científico que vivía preocupado por los problemas del mundo, estaba decidido a encontrar las respuestas necesarias para solucionarlos. Por eso, pasaba día tras día en el estudio de su casa en busca de respuestas para sus dudas.
Una tarde, su hijo de cinco años entró en el estudio con la intención de ayudarle en su trabajo. El científico, nervioso por la interrupción, le pidió al niño que fuese a jugar a otro sitio. Pero después de comprobar que no le hacía ni caso, pensó en algo que pudiese entretenerlo. ¡Perfecto! Encontró una revista y vio que en una de sus páginas había un mapa del mundo... ¡justo lo que necesitaba! Arrancó la hoja, recortó el mapa en muchos trozos y, junto con un rollo de celo, se lo dio a su hijo diciendo:
- Mira hijo, como te gustan tanto los puzzles, te voy a dar el mundo en trocitos para que lo arregles sin ayuda de nadie.
Así, el padre quedó satisfecho y el niño también. El padre porque pensó que el niño tardaría más de una hora en hacerla. El niño porque creyó que estaba ayudando a su padre. Pero después de unos minutos el niño exclamó:
- ¡Papá, ya está!
El padre, en un primer momento, no dio crédito a las palabras del niño. Era imposible que, a su edad, hubiera conseguido recomponer un mapa que nunca había visto antes. Desconfiado, el científico levantó la vista del libro que leía, convencido de que vería el resultado desastroso propio de un niño de cinco años. Pero, para su sorpresa, comprobó que el mapa estaba perfectamente reconstruido: cada trocito había sido colocado y pegado en el lugar correspondiente. Sin salir de su asombro y mirando fijamente el mapa, le dijo al niño:
- Hijo, si tú no sabías cómo era el mundo, ¿cómo has podido hacerlo?
- Muy fácil papá, -contestó el niño-, cuando arrancaste la hoja de la revista, vi que por el otro lado había un hombre. Di la vuelta a los trocitos que me diste y me puse a hacer el puzzle del hombre, que sabía cómo era. Cuando conseguí arreglar el hombre di la vuelta a la hoja y vi que había arreglado el mundo...»

lunes, 24 de julio de 2017

Duele la tierra de hermosa

Jesús Mauleón

¡Qué bello creaste el mundo,
mesa de ricos sabores!
Mas son las cosas mejores
cuando me saben a Ti.
Te buscaré en cada piedra,
en cada ave, en cada rosa.
Duele la tierra de hermosa
por tanta huella de Ti.
Duele tu cara en la cara
de cada pobre que pasa
sin pan, sin amor, sin casa,
y duele el dolor de Ti.
Desde tu amor, cada día,
seguro a mi encuentro sales.
¡Oh qué asedio de señales!
Todas me llevan a Ti...

El poder del testimonio

Esta es una vivencia que nos contaron unas monjas misioneras:
Llegamos a nuestro destino y encontramos mucha pobreza y abandono, y decidimos ayudarles a aprender a subsistir por ellos mismos.
Nunca les llamábamos a rezar, rezábamos solas y trabajábamos con ellos, los cuidábamos, les enseñamos a guisar, a trabajar, y a llevarse bien y a compartir sus cosas.
Después de dos años nos dijeron:
- ¿Por qué hacéis esto por nosotros? ¿Quién es ese Dios vuestro a quien rezáis siempre?
Les dijimos, muy sencillamente, quién era Jesús, cómo nació, cómo vivió, su preocupación por los pobres, cómo murió por nosotros.
A partir de ese momento, quisieron conocerle mejor y empezaron a acompañarnos en nuestras oraciones.
Durante otros dos años tuvimos paciencia y seguimos sembrando amor. El Señor nos dio la dicha de empezar a ver los frutos de nuestro esfuerzo y de nuestros rezos.