sábado, 13 de enero de 2024

Dios te ampara

En ese miedo, Dios te ampara.
En ese dolor, Dios te consuela.
En ese anhelo, Dios te anima.
En ese cansancio, Dios te fortalece.
En ese extravío, Dios te orienta.
En ese error, Dios te perdona.
En ese proceso, Dios te acompaña.
En ese volver, Dios te recibe.
En esa tristeza, Dios te alegra.
En esa herida, Dios te sana.
En esa preocupación, Dios te escucha.
En esa ansiedad, Dios te contiene.
En esa inseguridad, Dios te abraza.
En esa debilidad, Dios te sostiene.
En esa caída, Dios te levanta.
En esa esperanza, Dios te alienta.
En ti, Dios. En Dios, tú. Siempre. Amén.

El contrabandista

Todos sabían que era indiscutiblemente un contrabandista. Era incluso célebre por ello. Pero nadie había logrado jamás descubrirlo y mucho menos demostrarlo. Con frecuencia, cruzaba de la India a Pakistán a lomos de su burro, y los guardias, aun sospechando que hacía contrabando, no lograban obtener ninguna prueba de ello.
Transcurrieron los años y el contrabandista, ya entrado en edad, se retiró a vivir apaciblemente a un pueblo de la India. Un día, uno de los guardias que acertó a pasar por allí se lo encontró y le dijo:
-- Yo he dejado de ser guardia y tú de ser contrabandista. Quiero pedirte un favor. Dime, amigo, con qué hacías contrabando.
Y el hombre repuso:
-- Burros.

viernes, 12 de enero de 2024

Cree en Él y lo verás

           San Agustín

Nada tiene de grande
ver a Cristo con los ojos físicos:
lo grandioso es creer en Cristo
con los ojos del corazón.
Si se nos presentase ahora Cristo,
se parase ante nosotros, callado,
¿cómo sabríamos quién es?
Y, además, en caso de permanecer callado,
¿de qué nos aprovecharía?
¿No es mejor que, ausente, hable en el Evangelio
antes que, presente, esté callado?
Y, sin embargo, no está ausente
si se le aferra con el corazón.
Cree en Él y lo verás.
No está ausente a tus ojos y posee tu corazón.
Si estuviera ausente de nosotros,
sería mentira lo que acabamos de oír:
“He aquí que estoy con vosotros
hasta el fin de los tiempos”.

¿Rosa o Cactus?

En una sociedad muy influenciada por el confort, el bienestar y la ley del menor esfuerzo, un hombre preguntó a un venerable anciano, después de quejarse mucho de su mujer y de alabar ampliamente a su ‘querida’, si debía quedarse con su esposa o con su amante...
El sabio reflexionó un momento y, en silencio, fue hasta su jardín y volvió trayendo en sus manos dos macetas: una contenía una rosa, y la otra un cactus...
El anciano preguntó entonces:
-- Si yo te ofreciera estas dos macetas, ¿Cuál escogerías?
El hombre, sonriendo, respondió: --Sin dudarlo, me quedaría con la rosa.
El sabio, asintiendo, contestó:
-- A veces, los hombres nos dejarnos llevar sólo por la belleza externa, por lo superficial, y elegimos lo que más brilla y seduce..., pero no es en los placeres donde suele encontrarse al amor. Piensa conmigo: La rosa es, en efecto, una flor muy bella, pero después de extasiarnos unos breves momentos se marchita y muere. El cactus, en cambio, sin importar el tiempo o el clima que haga, seguirá igual... verde y con sus espinas, encerrando en su interior cantidad de agua.
Tu mujer, amigo, conoce todos tus defectos, tus debilidades, tus errores... ha soportado tus gritos, tus malos ratos, tus infidelidades... y sigue allí... contigo.
Por otro lado, está tu amante, que sabe de tu dinero, tus lujos y despilfarros, tus espacios de felicidad y tus sonrisas eventuales... y es sólo por eso por lo que está contigo.
Ahora... dime: ¿Con quién te vas a quedar?"

* * * * * * * * * *
Los valores de la fidelidad, la honestidad y el compromiso de los esposos de "amarse y respetarse durante toda la vida" siguen vigentes...

martes, 9 de enero de 2024

Himno al comenzar el día

En esta luz del nuevo día que me concedes, oh Señor,
dame mi parte de alegría y haz que consiga ser mejor.
Dichoso yo, si al fin del día un odio menos llevo en mí,
si una luz más mis pasos guía y si un error más yo extinguí.
Que cada tumbo en el sendero me vaya haciendo conocer
cada pedrusco traicionero que mi ojo ruin no supo ver.
Que ame a los seres este día, que a todo trance ame la luz,
que ame mi gozo y mi agonía, que ame el amor y ame la cruz. Amén

La nariz…

Mi hijo Paco no entendió que, de repente, me echase a llorar como una loca. Bajo un sol limpio de primavera descubrí una plantita mínima y no pude evitarlo. Asomaba tímida en el rincón en el que había jugado con mis hijos durante el invierno. Os cuento la historia desde el principio:
Ese año habíamos hecho un muñeco de nieve gigante. Le colocamos el chaleco de mi marido, la bufanda vieja de María y un sombrero de paja que rondaba por el trastero.
Mi hijo le puso de nombre «Pepón» y cada día le saludaba cuando se iba al colegio. Había sido él quien le había hecho una sonrisa con un palo.
Cuando empezó el deshielo… y Pepón se moría, mi hijo se ponía muy serio al cruzar el jardín. Se le llenaban los ojos de lágrimas. Nunca me dijo nada. Yo a él tampoco. Ante una situación triste, cuando es inevitable, basta con ser una buena compañía, es mucho mejor bálsamo que cualquier intento de consuelo. Yo le agarraba de la manita y caminaba despacito también.
Pasaron las semanas, el muñeco de nieve era solo un recuerdo. Y claro, yo no contaba con los milagros de mayo.
Estaba deseando volver a casa, decirle a Miguel que Pepón estaba vivo y que en el jardín había una plantita que salía de la zanahoria que pusimos en la nariz.
¡Pero cómo se lo podía explicar a Paco!

lunes, 8 de enero de 2024

La alegría del corazón

                J. Ant Pagola Adaptación al texto de Howard Thurman

Cuando la canción de los ángeles ha callado.
Cuando la estrella en el cielo se ha ido.
Cuando los reyes y los magos ya están en casa.
Cuando los pastores han regresado con su rebaño,
el trabajo de la Navidad apenas comienza:
Encontrando a los perdidos.
Curando a los que estaban rotos.
Alimentando a los hambrientos.
Liberando al que estaba esclavizado.
Reconstruyendo las naciones.
Dando Paz a todas y a todos.
Trayendo música y alegría al corazón.

El regalo de las hadas

Cuando nace una niña, o un niño, en el País de las Hadas se fabrica sin descanso polvo de hadas.
Durante todo el día y toda la noche las hadas mezclan sus distintos poderes para fabricar la poción milagrosa que proteja al niño recién nacido. Cuando está lista… la meten en un botecito de cristal que cierran con un corcho y lo preparan para hacerlo llegar al mundo real.
Las personas mayores no pueden ver a las hadas, sólo los niños son capaces de percibir el regalo que les hacen al nacer. Y volando, después de dejar un besito en sus mejillas, se esconden bajo sus cunas hasta que, poco a poco, todas las personas de la familia se acercan a conocer al recién nacido. Ellas esperan bien escondidas para descubrir a cuál de todas las personas que van a ver al pequeño le hace más ilusión tomarlo entre sus brazos.
Cuando contemplan la sonrisa de la verdadera ilusión en una de las caras, vuelan por encima de la cabeza de esa persona y derraman el polvo de hadas para convertirlas en hadas madrinas… o padrinos, guardianes de la felicidad de esos niños.
Así fue cuando nació Arlet. Las hadas eligieron a su tía Merche para que compartiera todas las cosas que iban a ser especiales en la vida de la niña y para que la cuidara como un tesoro.
A las dos les encanta pasar tiempo juntas, elegir ropa preciosa, hablar de princesas, leer cuentos… o estar con Joan y jugar.
Cuando nacieron Miriam, Noelia y Ainhoa… las hadas derramaron su polvo mágico de un color tan brillante y amarillo como el del sol sobre 
sus tías Patricia y Ana; y cuando nació Ceci… repartieron el polvo de hadas rojo de los corazones, sobre su tía Isabel.
Y allí donde nace un niño o una niña… las hadas preparan una visita y eligen un representante suyo en la tierra. Pero no se lo digáis a nadie.
Sólo hay una persona mayor que conoce el secreto de las hadas. Se llama Esperanza y es un “Hada madrina”.
Pero ese es otro cuento… Otro día… os lo cuento.