Jesús, te has acercado a mí...
y me has pedido ser profeta, para gritar tu
verdad,
anunciar tu Buena Nueva, ser testigo ante el
mundo.
¡Pero Jesús! ¿Yo?... no sé si sabré hacerlo.
La tarea no es nada fácil, necesito arrojo y
valor.
Y yo sólo tengo una cosa: miedo.
Desde luego, ser profeta... es poner tus
palabras en nuestra boca,
tus obras, en nuestros hechos,
es ser como tú fuiste. ¡Y acabaste en la cruz!
Mira Jesús, que todo esto es demasiado... a mí
me gustaría,
¡pero es que... yo no tengo sangre de profeta!
Jesús, Tú escuchas con paciencia mis excusas,
y me miras con un inmenso cariño. Tienes
paciencia conmigo
y me ayudas a entender que sólo tiene vida el
que la arriesgar por amor,
que Tú siempre estarás a mi lado, que tu fuerza
será mi fuerza,
que tu sabiduría será la mía, que todo lo puedo
cuando voy contigo.