viernes, 23 de noviembre de 2018

Todo lo puedo contigo

Jesús, te has acercado a mí...
y me has pedido ser profeta, para gritar tu verdad,
anunciar tu Buena Nueva, ser testigo ante el mundo.
¡Pero Jesús! ¿Yo?... no sé si sabré hacerlo.
La tarea no es nada fácil, necesito arrojo y valor.
Y yo sólo tengo una cosa: miedo.
Desde luego, ser profeta... es poner tus palabras en nuestra boca,
tus obras, en nuestros hechos,
es ser como tú fuiste. ¡Y acabaste en la cruz!
Mira Jesús, que todo esto es demasiado... a mí me gustaría,
¡pero es que... yo no tengo sangre de profeta!
Jesús, Tú escuchas con paciencia mis excusas,
y me miras con un inmenso cariño. Tienes paciencia conmigo
y me ayudas a entender que sólo tiene vida el que la arriesgar por amor,
que Tú siempre estarás a mi lado, que tu fuerza será mi fuerza,
que tu sabiduría será la mía, que todo lo puedo cuando voy contigo.

La taza vacía

Un importante catedrático universitario se encontraba muy bajo de ánimo: se sentía ansioso, infeliz y si bien creía ciegamente en la superioridad que su saber le proporcionaba, no estaba en paz consigo mismo ni con los demás. Su infelicidad era tan profunda como grande era su vanidad. En un momento de humildad había sido capaz de escuchar a alguien que le sugería aprender a meditar como remedio a su angustia.
En su región vivía un excelente maestro espiritual y el profesor decidió visitarle para pedirle que le aceptara como discípulo. Una vez llegado a la morada del maestro, el profesor se sentó en la humilde sala de espera y miró alrededor con una clara -aunque para él imperceptible- actitud de superioridad. La habitación estaba casi vacía y los pocos adornos enviaban mensajes de armonía y paz. El lujo y toda ostentación estaban ausentes.
Cuando el maestro pudo recibirle y tras las presentaciones debidas, el maestro le dijo:
- Permítame invitarle a una taza de té antes de empezar a conversar.
El catedrático asintió disconforme. En unos minutos el té estaba listo.
Sosegadamente, el maestro sacó las tazas y las colocó en la mesa y sirvió el té en la taza del huésped. La taza se llenó, pero el maestro sin perder su amable y cortés actitud, siguió vertiendo el té. El líquido rebosó derramándose por la mesa y el profesor, que ya había sobrepasado el límite de su paciencia, estalló airadamente tronando así:
- ¡Necio! ¿Acaso no ves que la taza está llena y que no cabe nada más en ella?.
Sin perder su serenidad, el maestro contestó:
- Por supuesto que lo veo, de la misma manera veo que no puedo enseñarte a meditar. Tu mente ya está también llena.

miércoles, 21 de noviembre de 2018

Porque al final de todo...

                 Javi Montes, sj

Porque nuestros proyectos se desmoronan y fracasan
y el éxito no nos llena como ansiamos.
Porque el amor más grande deja huecos de soledad,
porque nuestras miradas no rompen barreras,
porque queriendo amar nos herimos,
porque chocamos continuamente con nuestra fragilidad,
porque nuestras utopías son de cartón
y nuestros sueños se evaporan al despertar.
Porque nuestra salud descubre mentiras de omnipotencia
y la muerte es una pregunta que no sabemos responder.
Porque el dolor es un amargo compañero
y la tristeza una sombra en la oscuridad.
Porque esta sed no encuentra fuente y nos engañamos con tragos de sal...
Al fin, en la raíz, en lo hondo, sólo quedas Tú.
Sólo tu Sueño me deja abrir los ojos, sólo tu Mirada acaricia mi ser,
sólo tu Amor me deja sereno,
sólo en Ti mi debilidad descansa y sólo ante Ti la muerte se rinde.
Sólo Tú, mi roca y mi descanso.

Cambiar yo para que cambie el mundo


           Tony de Mello

De joven yo era un revolucionario y mi oración consistía en decir a Dios: 'Señor, dame fuerzas para cambiar el mundo'.
A medida que fui haciéndome adulto y caí en la cuenta de que me había pasado media vida sin haber logrado cambiar a una sola alma, transformé mi oración y comencé a decir: 'Señor, dame la gracia de transformar a cuantos entran en contacto conmigo. Aunque sólo sea a mi familia y a mis amigos. Con eso me doy por satisfecho'.
Ahora, que soy un viejo y tengo los días contados, he empezado a comprender lo estúpido que he sido. Mi única oración es la siguiente: 'Señor, dame la gracia de cambiarme a mi mismo'.
Si yo hubiera orado de este modo desde el principio, no habría malgastado mi vida.

martes, 20 de noviembre de 2018

Parecernos a ti, Señor

Tú no eres Señor, un Dios impasible, no eres distante y duro con los hombres.
Tú conoces nuestra debilidad, nuestras tendencias orgullosas, violentas y egoístas.
Conoces bien todas nuestras miserias.
Tú eres misericordioso y compasivo Tú padeces y com-padeces,
Tú eres compasión. Compadécete de nosotros.
Ven, Señor, a socorrernos, y danos un corazón nuevo,
un corazón limpio y sincero, un corazón lleno de compasión,
Qué sintamos la impotencia del caído y le ayudemos a levantarse.
Qué compartamos el dolor del enfermo y le cuidemos.
Qué miremos con misericordia al que se equivoca y le enseñemos el Camino.
Qué suframos el miedo del cobarde y le animemos.
Qué padezcamos la decepción del engañado y le mostremos la Verdad.
Qué comprendamos el vacío del violento y le ayudemos a buscar la paz.
Qué soportemos el pesimismo del desilusionado y sembremos esperanza.
Qué probemos la necesidad del hambriento y le ofrezcamos pan y cariño.
Qué hagamos nuestra la rabia del golpeado y lo tratemos con dignidad.
Que nos compadezcamos del egoísta y le amemos.
Quédate con nosotros, para ser cada día más parecidos a ti. Amén.

Cambiar el mundo


 Llegó una vez un profeta a una ciudad y comenzó a gritar en la plaza mayor que era necesario un cambio en la marcha del país.
El profeta gritaba y gritaba, y una multitud considerable acudió a escuchar sus palabras, aunque más por curiosidad que por interés. Y el profeta ponía toda su alma en la voz, exigiendo el cambio de las costumbres.
Pero, según iban pasando los días, eran cada vez menos los curiosos que rodeaban al profeta, y ni una sola persona parecía dispuesta a cambiar de vida. Pero el profeta no se desalentaba y seguía gritando.
Hasta que un día ya nadie se detuvo a escucharle. Mas el profeta seguía gritando en la soledad de la gran plaza.
Y pasaban los días; y el profeta seguía gritando; y nadie le escuchaba.
Al fin, alguien se acercó y le preguntó:
- ¿Por qué sigues gritando? ¿No ves que nadie está dispuesto a cambiar?
- Sigo gritando –dijo el profeta– porque si me callara, ellos me habrían cambiado a mí.

Muchos sueñan con hacer del mundo un lugar mejor. ¿Por dónde puedo comenzar yo en esta tarea y cómo puedo contagiar a uno más?

domingo, 18 de noviembre de 2018

Tú estás cada vez más cerca

            Mari Patxi Ayerra

Déjanos encontrarte, vivir con tu esperanza,
disfrutar tu presencia y sentir tu alegría.
Tú estás cerca, muy cerca, y nos cuesta verte,
porque andamos distraídos y despistados.
Estás a la puerta llamando,
aunque muchos no te conozcan, al abrir;
aunque otros te disfracen de poderío y lejanía
Tú nos sales al encuentro para traernos abundancia de vida.
Nuestros miedos, a veces, nos impiden oírte,
nuestra necesidad de seguridades se despeja de Ti,
nuestro correr diario nos roba el tiempo de la amistad contigo,
pero Tú, no nos dejes vivir sin tu relación liberadora.
Porque Tú nos sacas de la mediocridad,
Tú nos liberas de miedos y traumas,
Tú nos invitas a vivir cada momento
y a juntar nuestras manos para construir otra vida.
Contigo ya no hay temores, contigo sólo hay Vida,
contigo la esperanza nos envuelve,
contigo es posible inventar otro mundo,
donde todos los seres nos demos las manos
he impulsemos la historia hacia la libertad.

El viaje más largo

Érase una vez un rey que estaba a punto de morir y mandó llamar a uno de los bufones de la corte para que le divirtiera con sus chistes y su humor. Pero ni sus mejores chistes le arrancaban una sonrisa.
- "¿Por qué está tan triste, Majestad?"
- "Porque voy a hacer un largo viaje".
- "¿Pero si va a hacer un largo viaje, cómo es que no está preparado? No veo maletas, ni ropas, ni caballos".
- "Ese es el problema. He estado tan ocupado con otras cosas que ahora tengo que enfrentarme solo".
- "Tenga mi gorro y mis campanillas porque ahora comprendo que usted es más tonto que yo. Va a hacer el viaje más largo de su vida y lo único que se le ocurre es llamarme para divertirle".

Vivimos muy preocupados por tantas cosas, tantos negocios, tantas luchas, y tan perdidos en este laberinto de amores y desamores, que la vida se nos pasa y no preparamos el viaje a la nueva vida.