sábado, 1 de febrero de 2020

Bienaventuranzas de la paz

Haznos, Señor, servidores de la paz,
que acojamos la paz como fruto de nuestro esfuerzo y como don tuyo.
Bienaventuradas las personas que no adoran el poder.
Bienaventuradas las que tienen el amor como único poder.
Bienaventuradas las personas que no imponen la razón por la fuerza.
Bienaventuradas las que actúan con una ternura firme.
Bienaventuradas las personas que no matan para vivir.
Bienaventuradas las que están dispuestas a morir para generar vida.
Bienaventuradas las personas que no buscan la justicia para su interés.
Bienaventuradas las que tienen el interés en la justicia.
Bienaventuradas las personas que no imponen la paz por la fuerza.
Bienaventuradas las que ofrecen la fuerza de la paz.
Bienaventuradas las personas que no usan la venganza.
Bienaventuradas las que ambientan la humanidad con el perdón.
Bienaventuradas las personas constructoras de paz
que viviendo en paz todo lo alegran con la paz.

El camino de la felicidad


Es la historia de un hombre que estaba harto de llorar. Miró a su alrededor y vio que tenía delante de sus ojos la felicidad. Estiró la mano para intentar cogerla.
La felicidad era una flor. La cogió. Y nada más tenerla en su mano, la flor ya se había marchitado.
La felicidad era un rayo de sol. Levantó sus ojos para calentar su cara y enseguida una nube lo cubrió.
La felicidad era una guitarra. La acarició con sus dedos, las cuerdas desafinaron.
Cuando al atardecer volvía a casa, el hombre seguía llorando.
A la mañana siguiente siguió buscando la felicidad. A la vera del camino había un niño que lloriqueaba. Para tranquilizarlo cogió una flor y se la dio. La fragancia de la flor perfumó a los dos.
Una pobre mujer temblaba de frío, cubierta con sus harapos. La llevó hasta el sol y también él se calentó.
Un grupo de niños cantaba. Él les acompañó con su guitarra. También él se deleitó con aquella melodía.
Al volver a casa de noche, el buen hombre sonreía de verdad. Había encontrado la felicidad.

jueves, 30 de enero de 2020

Oración para el Día de la Paz

Señor Jesús, hoy el mundo entero celebra
el Día escolar de la no violencia y la paz.
Amigo Jesús, hoy vengo a pedirte
que me ayudes a sembrar semillas de paz alrededor…
una sonrisa, una mano tendida, un acto generoso.
Que en vez de enfadarme cuando no consigo lo que quiero,
valore lo que ya tengo.
Que en vez de querer las cosas para mí,
disfrute compartiéndolas con otros.
Que en lugar de lamentarme por las cosas que están mal,
me ponga en marcha e intente cambiarlas.
Que cuando alguien se enfade por mi culpa,
sea capaz de pedir perdón.
Que cuando me encuentre con alguien que no esté tranquilo,
eleve una oración por él…

Los nudos del viento


               Leyenda alemana

En Sisevy vivía una mujer que era bruja, y tenía poder sobre los vientos. Los pescadores de arenque la visitaban a menudo para pedirle que hiciera reinar en sus expediciones vientos favorables. Un día, un grupo de estos pescadores, que quería volver al Caladero para pescar, observó que reinaba viento del oeste, que les era desfavorable. Visitaron a la bruja y le dijeron:
– Queremos volver a nuestro pueblo; pero reinan vientos contrarios. Pídenos lo que quieras por darnos buenos vientos.
Ella les exigió gran cantidad de pescado, y, cuando lo tuvo en su poder, les dio un pañuelo con tres nudos.
– Os doy este pañuelo con tres nudos. Con él tendréis buenos vientos soltando dos de estos nudos. Pero el tercero no lo soltéis hasta después de haber atracado, pues de lo contrario correréis grandes peligros.
Los pescadores se dirigieron al muelle; embarcaron y desplegaron las velas, aunque aún reinaba el viento del oeste. El capitán cogió el pañuelo y soltó uno de los nudos. Inmediatamente el viento cambió y empezó a soplar suavemente del este. Levaron anclas, soltaron las amarras y salieron de la boca del puerto.
Cuando habían navegado un trecho, quisieron ir más de prisa y soltaron el segundo, y vino un vendaval que los llevó con la mayor rapidez hacia el puerto al que se dirigían.
Ya estaban cerca de este puerto cuando, llenos de curiosidad, y olvidando los consejos de la bruja, abrieron el tercer nudo.
¡Ojalá nunca lo hubieran hecho!, pues estalló una gran tormenta que los puso en trance de perecer, teniéndose que arrojar al agua todos para poder llegar a la orilla y no pudiendo salvar los barcos.

miércoles, 29 de enero de 2020

La simplicidad del amor

 Thomas Merton  “Semillas de contemplación”

 “Desata mis manos y libra mi corazón de la pereza.
Líbrame del ocio que se disfraza de actividad cuando la actividad no se me exige,
y de la cobardía que hace lo que no se le pide para escapar al sacrificio.
Pero dame la fuerza que te espera en el silencio y la paz.
Dame la humildad, sola residencia del descanso,
y líbrame del orgullo, que es la más pesada de las cargas.
Y llena mi corazón entero y mi alma de la simplicidad del amor.
Ocupa mi vida entera con el solo pensamiento y el solo deseo del amor,
 para que pueda amar, no por el mérito o la perfección,
no por la virtud o la santidad, sino por Dios solo”.

El elefante y los ciegos


Cuenta una popular leyenda india que, hace mucho tiempo, un sabio se desplazaba a lomos de un enorme y majestuoso elefante por la selva. Pero el día estaba a punto de terminar y no quería adentrarse en la selva de noche. Paró al lado de una vivienda que tenía un granero enorme. Dejó en el granero al elefante y llamó a la puerta de la vivienda, con el deseo de poder pasar allí la noche y seguir su camino con al amanecer.
Salieron seis jóvenes, que eran hermanos:
– ¿Qué desea, buen hombre? -preguntó uno de ellos.
– Oh, jóvenes, ruego vuestra hospitalidad, necesito un lugar en donde pasar la noche con mi elefante. Le dejé en el granero. Me iré al amanecer.
– No hay problema –contestó otro de los hermanos–. Pero… ¿qué es un elefante? –preguntó con mucha curiosidad.
– ¿Nunca habéis visto uno? –preguntó el sabio–. Pues entonces, os va a fascinar. Es un animal extraordinario, maravilloso… Mañana, si queréis, os lo muestro, porque ya es de noche, no hay luna, y no podríais admirar su belleza.
– Por eso no hay problema –dijo entonces otro de los seis hermanos–. Nosotros somos ciegos. Siempre es de noche, así que podemos ir ahora mismo si no le importa.
– Oh, entonces iremos, claro –contestó algo sorprendido el sabio.
Los hermanos le ofrecieron al sabio una lámpara de aceite que guardaban para los invitados, y fueron hasta el granero para comprobar cómo era ese tal «elefante».
El primero en acercarse al animal fue el hermano pequeño. Tocó las patas, y dijo:
– Vaya… ese tal elefante es como unos pilares de piedra.
Entonces se acercó a tocar el segundo hermano. Y tocó la cola del elefante:
– Pero ¿qué dices, hermano? ¡Si es como una soga muy dura pero flexible!
Intrigado, el tercer hermano se levantó y tocó la trompa:
– ¿Una soga? No tienes ni idea, hermano, este animal es como una liana de esas que cuelgan de los árboles más altos.
El cuarto hermano tocó una de las orejas del elefante:
– Todos estáis equivocados –dijo entonces–. El elefante es como una especie de delantal de cuero.
El quinto hermano se acercó al animal y tocó uno de sus colmillos:
– ¡De eso nada! No es como un delantal, qué va… es como un tubo de metal… pero algo curvado.
Así que el sexto hermano, el más mayor, se acercó para ver por qué todos decían cosas diferentes, y al tocar su barriga, dijo:
– No tenéis ni idea ninguno. En verdad os digo que este animal es como una pared.
Los hermanos, totalmente desconcertados, comenzaron a discutir entre sí, seguros cada uno de ellos de tener la razón, y no conseguían ponerse de acuerdo. Uno gritaba más que el otro intentando llevar la razón. Y el sabio, por su parte, les observaba y escuchaba muy atento algo apartado.
Al final, el sabio decidió intervenir en la pelea para calmar la situación. Se acercó y les dijo:
– ¡Haya paz! Todos estáis en lo cierto y ninguno lo estáis a la vez.
– ¿Qué quieres decir? –preguntaron absortos los hermanos.
– Ninguno tiene la verdad absoluta, pero sí una parte de ella. Todos habéis tocado una parte del elefante. Si en lugar de discutir os escucharais, entre todos podríais formaros la imagen exacta del elefante.
Los hermanos agacharon la cabeza asumiendo que no habían obrado de forma correcta. El hermano mayor respondió al sabio:
– No podemos ver, cierto, pero somos capaces de reconocer a un sabio y de escuchar y atender a sus palabras.

lunes, 27 de enero de 2020

Llenarnos de tu presencia

Necesitamos vivir contigo, llenos de tu presencia,
y conscientes de que todos nuestros desasosiegos,
búsquedas y anhelos, prisas y aventuras, no son otra cosa
que ansia de Ti, de tu Amor, de tu presencia y de tu abrazo.
Nos hiciste, Señor, para Ti, para encontrarnos contigo,
para disfrutarte, incluirte en nuestra vida y sabernos habitados por Ti.
Nos diste mil capacidades para ser felices,
para vivir una vida interesante y para construir ese mundo de gente
que tiene una vida armónica y plena,
pero te olvidamos, lo hacemos todo solos, no te incluimos en nuestra agenda.
¡Vivimos como huérfanos, teniéndote de Padre!
Olvidamos buscarte para que nos confortes.
No recordamos que al final del camino nos esperas en esa mesa camilla
en la que nos tienes preparada una silla para cada uno,
donde la muerte no será el final
sino el principio de lo mejor, de lo grande… de tu AMOR.

Tres o cuatro castañas


                Zhuang Zi

Un amaestrador de monos, en el reino de Song, era muy aficionado a estos animales y mantenía un gran número de ellos. Era capaz de entenderles, y los monos a él. Por supuesto, tenía que apartar una porción de la comida de su familia para dársela a ellos. Pero llegó un día en que no sobraba comida en casa y él quiso disminuir la ración de los monos. Temía, sin embargo, que no estuviesen de acuerdo con esto, y decidió engañarlos.
– Les daré tres castañas cada mañana y cuatro cada tarde –les dijo–. ¿Será suficiente?
Todos los monos se alzaron en señal de protesta.
– Bueno, ¿qué les parece entonces: cuatro en la mañana y tres en la tarde?
Los monos, esta vez, volvieron a ponerse en cuclillas, bastante satisfechos con la propuesta.