sábado, 11 de agosto de 2018

Oración a Santa Clara de Asís

Gloriosa Santa Clara de Asís,
por aquella fe inquebrantable
que te hizo servirte de las cosas terrenas
buscando las del cielo,
por aquella esperanza firme
con que venciste todas las dificultades
que se oponían a tu santificación,
por aquella caridad pura y ardiente
que te movió en todos los momentos de la vida,
yo te suplico con humilde confianza
que intercedas ante Dios
y me obtengas su favor y su bendición
y esperanza firme y caridad ardiente
para con Dios y el prójimo.

Unir nuestras fuerzas

Un sábado, David y su padre estaban cavando en el jardín de su nuevo chalet, cuando el pequeño tropezó con una gran piedra. 
- “Tenemos que quitarla”, dijo su padre.
- “Yo lo haré”, respondió David, deseando ser útil. 
Empujó y jadeó hasta quedar sin aliento, y exclamó derrotado:
- “No puedo, papá”. 
- “Yo creo que puedes, si haces todo lo que está en tus manos”, le respondió el padre. 
Volvió a intentarlo y la piedra no se movió. Tras el nuevo fracaso, el padre le preguntó:
- “¿Ya has hecho todo lo que podías hacer?”. 
David asintió con un gesto y el padre, mientras negaba con la cabeza, le dijo:
- “Hay una cosa que podías haber hecho y no la has hecho”. 
- “¿Qué?”, preguntó el hijo un tanto molesto. 
- “Podías haberme pedido que te ayudara”. 
En efecto: cuando David y su padre juntaron sus fuerzas pudieron mover la piedra.

viernes, 10 de agosto de 2018

Tan sólo he venido, Señor

No he venido a pedirte como suelo Señor,
si antes de yo clamar a ti conoces mi petición.
Sólo quiero escucharte Señor,
caminar por el parque y dedicarte una canción.
Tan sólo he venido a estar contigo, a ser tu amigo,
a compartir con mi Dios, a adorarte y darte gracias,
siempre gracias por lo que has hecho, Señor, conmigo
Cuéntame tus obras ¿qué hay de nuevo, Señor?
Yo sólo quiero abrazarte bendecirte, mi Dios,
caminar por las calles y abrirte mi corazón.
Tan sólo he venido a estar contigo, a ser tu amigo,
a compartir con mi Dios, a adorarte
y darte gracias por siempre por lo que has hecho, Señor.
He venido a estar contigo, a ser tu amigo,
a compartir con mi Dios, a adorarte y darte gracias,
siempre gracias por lo que has hecho, Señor conmigo.

La Bella y la bestia

El cine y el teatro musical nos han hecho ver “La bestia y la Bella”. Su argumento es conocido: Un comerciante tenía una hija bella de rostro y de nombre. Y emprendió un viaje para mejorar sus negocios, que no le iban bien. Se perdió en el bosque y llegó a un palacio en el que no había nadie, pero sí una mesa servida, donde comió; una habitación preparada, en la que durmió; y un jardín bien cuidado, del cual cortó una hermosa rosa, para llevársela a su hija. Tan pronto como arrancó la flor, un monstruo se presentó y rugiendo le dijo:
- “Yo soy la bestia, dueño del palacio. No tolero que me robes una flor. Ahora mismo morirás”.
El comerciante pide que le deje despedirse de su hija y ésta al enterarse de lo sucedido se ofrece a quedarse con la Bestia en lugar del padre. Así ocurre. La Bestia llena de atenciones a la joven y le propone que se case con él. Superando su inicial repugnancia, la chica acepta y al darle el primer beso, la Bestia se transforma en un hermoso príncipe.
Este es el argumento, y la moraleja resulta fácil de sacar: el amor es capaz de transformar a una bestia en un príncipe. ¡Sólo el amor!

Señor Jesús: Ayúdanos a ser capaces de amar. Te pedimos por nuestras madres y abuelas, que tantas veces convierten la fiera que cada uno lleva dentro en un hermoso príncipe, por el amor que nos dan.

jueves, 9 de agosto de 2018

Mirar con Tus ojos...

                      Javier Albisu S.J.

Préstame tus ojos y veré más lejos…
veré que el mundo no acaba donde yo lo comienzo,
ni tampoco da vueltas alrededor de mi centro.
Veré que el tiempo supera la hartura del momento,
y aún así se salva todo en la guarda de lo eterno.
Veré que hay muchos otros, también, en tu proyecto,
y que nadie llega sólo a las puertas de tu Reino.
Veré que hiciste todo con mano de arquitecto,
y pensaste sabiamente hasta lo más pequeño.
Veré que voy muy lejos cuando en caprichos me interno,
y que en la Casa hay de todo, sólo que yo no lo encuentro.
Veré que lo que yo no comprendo y menos aún merezco,
es justamente tu amor por mí… tan verdadero.

El pez arco iris

                        Marcus Pfister

Lejos, muy lejos, en alta mar, vivía un pez. Pero no era un pez cualquiera. No. Era el pez más hermoso de todo el océano. Su traje de escamas relucía con todos los colores del arco iris. Los otros peces admiraban sus escamas irisadas. Lo llamaban “pez arco iris”.
- ¡Ven, pez arco iris! ¡Ven a jugar con nosotros!
Pero el pez arco iris se deslizaba entre ellos, callado y altivo, pasando de largo, haciendo brillar sus escamas. Un pececillo azul lo siguió, nadando detrás de él.
- ¡Pez arco iris! ¡Pez arco iris, espérame! ¿Por qué no me das una de tus brillantes escamas? ¡Son preciosas! ¡Y tú tienes tantas!
- ¿Pretendes que te regale una de mis escamas? ¿A ti? Pero, ¡qué te has creído! -le gritó el pez arco iris-. ¡Lárgate de aquí!
Asustado, el pececillo azul, se marchó nadando. Muy agitado, contó a sus amigos lo que le había pasado con el pez arco iris. A partir de entonces, ninguno de ellos quiso volver a relacionarse con él. Se alejaban en cuanto pasaba nadando cerca de ellos. ¿De qué le servían ahora al pez arco iris sus maravillosas escamas resplandecientes, si ya no provocaban la admiración de nadie? ¡Se había convertido en el pez más solitario de todo el océano! Un día le contó sus penas a la estrella de mar:
- ¿Por qué nadie me quiere? ¡Con lo bonito que soy!
- En una cueva que hay detrás del arrecife de coral vive Octopus, un pulpo muy sabio. Quizás él pueda ayudarte –le aconsejó la estrella de mar.
El pez arco iris encontró la cueva. ¡Qué oscuridad! Apenas podía ver nada. Pero de pronto aparecieron dos ojos relucientes que lo miraban.
-Te estaba esperando -le dijo Octopus con voz profunda-. Las olas me han contado tu historia. Escucha mi consejo: regala a cada pez una de tus resplandecientes escamas. Claro que entonces dejarás de ser el pez más hermoso del océano, pero volverás a ser feliz.
- Pero… -el pez arco iris quiso añadir algo, pero Octopus ya había desaparecido.
“¿Regalar mis escamas? ¿Mis hermosas escamas brillantes? -pensó horrorizado el pez arco iris-. ¡No! ¡Nunca! ¿Cómo podría ser feliz sin ellas?” De pronto sintió un ligero movimiento de aletas a su lado. ¡Allí estaba de nuevo el pececillo azul!
- Pez arco iris, no seas egoísta. Anda, regálame una de tus relucientes escamas, una pequeña.
El pez arco iris dudó. “Si le doy una escama pequeña, una muy pequeña -pensó- ni siquiera notaré que ya no la tengo.” Con mucho cuidado, el pez arco iris arrancó de su traje la más pequeña de sus relucientes escamas.
- ¡Toma, te la regalo! Pero ahora déjame en paz de una vez.
- ¡Muchísimas gracias! -burbujeó el pececillo azul, loco de contento- ¡Eres muy generoso, pez arco iris!
El pez arco iris tuvo una extraña sensación. Se quedó mirando durante mucho rato al pececillo azul, que se había puesto su escama brillante y se alejaba, zigzagueando feliz, por el agua. El pececillo azul, con su escama brillante, cruzaba el agua como una flecha. Y al poco tiempo, el pez arco iris estuvo rodeado de muchos otros peces. Todos querían que les diera una de sus brillantes escamas. Y ¡qué maravilla! El pez arco iris empezó a repartir sus escamas a derecha e izquierda. Y mientras lo hacía, se sentía cada vez más contento. Cuanto más resplandecía el agua a su alrededor, mejor se sentía entre los demás peces. Al final, el pez arco iris se quedó con una sola escama brillante. ¡Había regalado todas las demás! ¡Y se sentía feliz, más feliz que nunca!
- ¡Ven, pez arco iris! ¡Ven a jugar con nosotros! -lo llamaban todos los peces.
- ¡Voy enseguida! -contestó el pez arco iris, y, lleno de alegría, fue con sus nuevos amigos.

miércoles, 8 de agosto de 2018

Cada detalle cuenta

            René Trossero

Si cuidas una abeja, habrá más miel en el panal.
Si evitas una injusticia, habrá más justicia en el mundo.
Si cultivas un rosal, habrá más rosas en el jardín.
Si amas, Dios estará más presente en el mundo.
Si siembras un grano de trigo, habrá más pan sobre la tierra.
Si enciendes una vela, habrá más luz en la noche.
Si vives en la verdad, habrá menos mentira en el mundo.
Si cuidas un nido de golondrinas, habrá más golondrinas en primavera.
Si vives en libertad, habrá más libertad en el mundo.
Si enciendes un fuego, habrá menos frío en el invierno.
Si irradias tu alegría, habrá menos tristezas en el mundo.
Si esperas cambiar tú cuando haya cambiado el mundo,
morirás sin haber vivido;
Si comienzas cambiando tú, ya estás cambiando el mundo...

El camino hacia el éxito

Un hombre encuentra un gurú en el camino y le pregunta:
- ¿Cuál es la ruta hacia el éxito?
El sabio, de túnica y barba, no habla, sino que señala hacia un sitio en la distancia. El hombre, entusiasmado por la posibilidad de un éxito fácil y rápido, corre en la dirección indicada.
De pronto se oye un ruido sordo y fuerte... El hombre vuelve cojeando, herido y atónito, suponiendo que entendió mal el mensaje. Repite la misma pregunta y el gurú, sin hablar, vuelve a señalar la misma dirección. Obediente, el hombre emprende otra vez el camino.
En esta ocasión, el golpe es demoledor y, cuando el hombre se arrastra nuevamente hacia donde está el gurú, está ensangrentado, con lo huesos rotos, hecho un despojo… y enfurecido.
- “Te pregunté cuál era la ruta hacia el éxito”, le grita al gurú. “Seguí la dirección que indicaste, ¡y lo único que obtuve fueron golpes! ¡Basta de señalar! ¡Habla!”
Sólo entonces el gurú habla, y dice lo siguiente:
- “El éxito está en esa dirección, un poco después de los golpes”.
Muchas veces, al igual que este hombre, buscamos un camino rápido al éxito. Hacer dinero rápido, conseguir un esposo o esposa rápido, que nuestros hijos crezcan rápido… que las pruebas de la vida pasen rápido, que aprender a practicar la vida cristiana sea rápido. En el siglo XXI todo debe ser YA, con soluciones instantáneas…
Bueno, déjame decirte que eso no existe. Trabaja en el éxito, dedícale tiempo y esfuerzo.

martes, 7 de agosto de 2018

Adora y confía

                            Teilhard de Chardín

No te inquietes por las dificultades de la vida, por sus altibajos,
por sus decepciones, por su futuro más o menos sombrío.
Desea aquello que Dios desea.
Ofrécele en medio de inquietudes y dificultades
el sacrificio de tu alma sencilla que, a pesar de los pesares,
acepta los designios de su providencia.
Poco importa que te consideres un frustrado,
si Dios te considera plenamente realizado; como le place.
Fíate con confianza ciega en este Dios que te quiere para él.
Y que llegará hasta ti, pese a que no lo veas nunca.
Piensa que te encuentras en sus manos,
tanto más fuertemente cogido,
cuanto más decaído y triste te encuentres.
Vive feliz. Te lo suplico. Vive en paz. Que nada te turbe.
Que nada sea capaz de quitarte la paz.
Ni el cansancio psíquico. Ni tus equivocaciones morales.
Haz que brote, y conserva siempre sobre tu rostro,
una dulce sonrisa, reflejo de aquella que el Señor
continuamente te dirige.
Y en el fondo de tu alma coloca, antes que nada,
como fuente de energía y criterio de verdad,
todo aquello que te llene de la paz de Dios.
Recuerda: Todo aquello que te reprima e inquiete es falso.
Te lo aseguro en aras de las leyes de la vida y de las promesas de Dios.
Por esto, cuando te sientas afligido y triste, adora y confía.

Todos los problemas tienen más de una solución

Una noche estrellada, un avión cruzaba el océano Atlántico. Los pasajeros disfrutaban la cena mientras escuchaban una suave música. De pronto los sistemas de comunicación y dirección del aparato fallaron y el panel se quedó en blanco. El ingeniero de vuelo no pudo hacer nada y el piloto se sintió presa del pánico. Pidió a la azafata que preguntara si había algún experto en electrónica entre el pasaje. Un pasajero entró en la cabina.
- “¿Es usted experto en electrónica?”, preguntó el piloto
- “No señor, respondió el pasajero”
- “Entonces, salga de la cabina”, gritó el piloto fuera de sí. “No me sirve”.
El pasajero respondió serena y cortésmente:
- “Dígame, por favor, cuál es el problema, porque creo que puedo ayudarle”.
- “Nos encontramos perdidos sobre el océano”.
- “Entonces yo conozco la solución. Muéstreme su mapa de ruta y el punto de destino”.
Con los ojos clavados en el cielo, leyó las estrellas y dirigió el vuelo del piloto. El pasajero era astrónomo.

Señor Jesús: ¡Qué importante es no ponerse nervioso ante los problemas, no angustiarse ante las dificultades. Normalmente todos los problemas tienen más de una solución. Ayúdanos a ser amplios de mente y corazón, y a no negarnos a escuchar a nadie, porque todos pueden ayudar. Te ofrecemos el trabajo y la oración de hoy por esas personas que se dedican al estudio y ponen sus conocimientos al servicio de los demás.

lunes, 6 de agosto de 2018

Es bueno...

Es bueno saber que hay hombres de ciencia,
pero es mejor que seamos hombres y mujeres de conciencia.
Es bueno saber lo que tenemos que hacer,
pero es mejor hacer lo que debemos hacer.
Es bueno hacer planes y fijarse un propósito,
pero es mejor llevarlos a cabo.
Es bueno desear el éxito,
pero es mejor realizar las cosas necesarias para lograrlo.
Es bueno hacer promesas, pero es mejor cumplirlas.
Es bueno tener dignidad, pero es mejor no pisar la de otros.
Es bueno tenerlo todo,
pero es mejor compartir con el (la) que no tiene nada.
Es bueno saberse amado y comprendido, pero es mejor amar y comprender.
Es bueno procurar no fracasar, pero es mejor ayudar al fracasado(a).
Es bueno buscar la verdad, pero es mejor hablar siempre con ella.
Es bueno tener fe,
pero es mejor sembrarla en los que aún no conocen a Dios.
Pero ¡hazlo ya!... porque el tiempo pasa.
Cuántas cosas buenas nos proponemos y deseamos, pero desgraciadamente, muy pocas nos esforzamos en alcanzar.

El canasto de carbón

Se cuenta la historia de un anciano que vivía con su nieto en una hermosa granja en las montañas. Cada mañana, el abuelo se levantaba muy temprano y sentándose en la mesa de la cocina, comenzaba a leer su vieja y estropeada Biblia.
Su nieto quería ser igual que su abuelo y durante un tiempo trató de imitarlo, sentándose con él a leer la Biblia. Pero un día, el joven preguntó:
- “Abuelo, yo intento leer la Biblia, me gusta, pero no la entiendo, y cuando logro entender algo, se me olvida en cuanto cierro el libro. ¿Qué hay de bueno en leer la Biblia?”
El abuelo, calladamente, dejó de echar carbón en la estufa y entregándole el viejo canasto de carbón a su nieto, le dijo:
- “Baja con el canasto de carbón al río y tráeme el canasto lleno de agua.”
El muchacho hizo tal y como su abuelo le dijo, pero toda el agua se salió antes de que él pudiera volver a la casa. El abuelo se rió y le dijo:
- “Tendrás que moverte un poco más rápido la próxima vez”, y lo envió nuevamente al río con el canasto de carbón.
Esta vez, el muchacho corrió más rápidamente, pero de nuevo el canasto estaba vacío antes de que llegara de vuelta a la casa. Ya sin respiración, le dijo a su abuelo que era “imposible llevar agua en un canasto”, y fue a buscar un balde.
Pero el anciano le respondió:
- “Yo no quiero un balde lleno de agua… ¡yo quiero un canasto lleno de agua!… Tú puedes hacer esto, pero no estás intentando lo suficiente, así que ve de nuevo al río e inténtalo una vez más.”
A estas alturas el muchacho sabía que era imposible, pero quería mostrarle a su abuelo que aun cuando corriese tan rápido como podía, el agua se saldría del canasto antes que llegase a la casa.
Así que el muchacho sacó el agua del río y corrió tan rápido como pudo, pero cuando llegó donde su abuelo el canasto estaba de nuevo vacío. Ya sin poder respirar, dijo:
- “¡Mira abuelo, esto es inútil!”
- “¿Por qué piensas que es inútil?”, le dijo el anciano, “mira dentro del canasto.”
El muchacho miró y por primera vez comprendió que el canasto estaba diferente… en lugar de un sucio canasto carbonero, había un canasto limpio y resplandeciente.
- “Hijo”, dijo el abuelo, “esto es lo que pasa cuando tú lees la Biblia… tal vez no puedes entender o recordar todo lo que has leído, pero cuando la lees, te irá cambiando el interior. Esa es la obra de Dios en nuestras vidas. Él quiere cambiarnos desde dentro hacia fuera… y lentamente transformarnos en la imagen de su amado Hijo.”

domingo, 5 de agosto de 2018

Te necesitamos, Señor

Te necesitamos, Señor: para vivir una vida plena,
para sentir alegría interior, para superar los vacíos,
para salir del desencanto, para amar de verdad, sin pasar factura.
Te necesitamos, Señor: porque andamos preocupados,
porque no sabemos disfrutar del momento presente,
porque el otro, a ratos, nos es indiferente,
porque tenemos egoísmo familiar,
porque no sabemos mirar más allá de nuestro ombligo.
Te necesitamos, Señor: hasta que consigamos vivir más felices,
hasta que encontremos la vida en abundancia,
hasta que compartamos las cosas fraternalmente,
hasta que consigamos que nos duela el otro,
hasta que nos limpiemos de tanto egocentrismo,
hasta que logremos que todos vivan bien.
Porque urge que inventemos tu reino, te necesitamos, Señor:
para que cada persona encuentre su lugar en el mundo,
para que haya de todo para todos,
para que se nos llene el corazón de fiesta,
para que logremos tratarnos como hermanos,
para que nuestra vida se llene de armonía,
para que esperemos la muerte como tu gran abrazo.

La historia de Rodrigo

Rodrigo era un humilde trabajador que pasaba sus días cortando bloques de piedra al pie de una montaña. Un día vio pasar el cortejo todo engalanado de un príncipe. Rodrigo sintió gran envidia y deseó tener la riqueza de aquel príncipe. El Gran Espíritu escuchó su deseo y lo convirtió en un príncipe.
Rodrigo fue feliz con sus ropas de seda y su poder hasta que un día vio cómo el sol marchitaba las flores de su jardín. Deseó tener el poder del sol y su deseo fue satisfecho. Se convirtió en el sol con poder para secar los campos y humillar a las personas con una gran sed.
Rodrigo fue feliz siendo el sol hasta que un día una nube lo cubrió y su poderoso calor se eclipsó. Así que tuvo otro deseo y el Gran Espíritu se lo concedió. Convertido en nube, Rodrigo tuvo el poder de inundar la tierra con sus tormentas y riadas.
Rodrigo fue feliz hasta que observó cómo la montaña a pesar de las tormentas permanecía firme y segura. El Gran Espíritu obedeció. Rodrigo se convirtió en la montaña y fue más poderoso que el príncipe, el sol y la nube. Y fue feliz hasta que sintió el pico cavando a sus pies. Era un humilde cantero que estaba cortando bloques de piedra para ganarse el pan de cada día.
Rodrigo somos cada uno de nosotros, siempre buscando algo mejor, algo más agradable y placentero y, a pesar de todas nuestras búsquedas en los lugares más remotos, seguimos teniendo hambre y sed.