miércoles, 9 de agosto de 2023

Himno El hombre está roto

No es lo que está roto, no, el agua que el vaso tiene
lo que está roto es el vaso, y el agua al suelo se vierte.
No es lo que está roto, no, la luz que sujeta el día;
lo que está roto es su tiempo, y en la sombra se desliza.
No es lo que está roto, no, la caja del pensamiento;
lo que está roto es la idea que la lleva a lo soberbio.
No es lo que está roto Dios ni el campo que él ha creado;
lo que está roto es el hombre que no ve a Dios en su campo.

Matrimonio por un caramelo

- Tu abuelo me propuso matrimonio con un caramelo. No teníamos nada, se arrodilló y me dijo: No tengo nada ahora, solo un caramelo, pero si quieres podemos construirlo todo juntos.
- ¿Y tú qué hiciste?
- Abrí el caramelo, lo partí en dos y nos lo comimos. Desde ese momento dividimos y compartimos todo. Nos caímos, nos levantamos y construimos.
Todo juntos. Hemos vivido momentos difíciles, de cansancio, pero siempre hemos estado el uno para el otro. Hasta el último
- Es que eran otros tiempos, abuela
- El tiempo no cambia la forma de amar. Lo que ha cambiado es que ya no tienes ejemplos bonitos a seguir. Ahora tienen miedo a todo. No se casan por miedo a no poder construir. En cuanto pelean se separan porque luego creen que van a encontrar uno o una mejor. Siempre buscan la perfección, como si existiera en alguien.
Extrañáis la felicidad de las pequeñas cosas. Hacéis una gran demostración, compráis anillos de miles de euros, grabáis un video exagerado para las propuestas de matrimonio y luego os perdéis el momento. Esa intimidad que guardas solo para los dos toda la vida.
Esto es lo que os falta. El coraje de vivir la vida y el amor por lo que sois y no por como lo imagináis. Querida nieta, os falta un caramelo y 71 años juntos.

domingo, 6 de agosto de 2023

Transfigúrame, Señor

Transfigúrame, Señor, transfigúrame.
Quiero ser tu vidriera,
tu alta vidriera azul, morada y amarilla.
Quiero ser mi figura, sí, mi historia,
pero de ti en tu gloria traspasado.
Transfigúrame, Señor, transfigúrame.
Mas no a mí solo, purifica también
a todos los hijos de tu Padre
que te rezan conmigo o te rezaron,
o que acaso ni una madre tuvieron
que les guiara a balbucir el Padrenuestro.
Transfigúranos, Señor, transfigúranos.
Si acaso no te saben, o te dudan
o te blasfeman, límpiales el rostro
como a ti la Verónica;
descórreles las densas cataratas de sus ojos,
que te vean, Señor, como te veo.
Transfigúralos, Señor, transfigúralos.
Que todos puedan, en la misma nube
que a ti te envuelve,
despojarse del mal y revestirse
de su figura vieja y en ti transfigurada.
Y a mí, con todos ellos, transfigúrame.
Transfigúranos, Señor, transfigúranos.

Cierta vez un ángel...

             Carlos Durán

Cierta vez un ángel, que esperaba sentado en el banco de suplentes, oyó la voz de Dios que lo llamaba.
- Ildemar, ángel mío… ¿Me oís?
El ángel pegó un salto, se acomodó las alas, y se presentó ante el Padre del cielo.
Entonces Dios dijo:
-Ven aquí, te tengo preparada una misión: Resulta que allá abajo hay tres viejecitos que son amigos. Cada noche se reúnen en la capilla del pueblo, y después de jugar a la escoba rezan que es una delicia.
- ¿Y qué quieres que haga, mi señor? -preguntó el ángel Ildemar.
- Quiero que les lleves estas virtudes de regalo. A cada uno le darás las tres principales, porque quiero saber qué harán con ellas. Para ello, harás como te voy a indicar: Bss… bsss… bsss…
(Dios le explicó al oído el resto de su plan porque, como todos saben, pero pocos recuerdan, los planes de Dios siempre son un misterio: parecen una cosa y resultan otra).
Al final, Tata Dios bendijo a su mensajero, y de una palmada en las alas lo mando a la Tierra. Ildemar cargó en su bolsa las virtudes de la fe, la esperanza y la caridad, y vestido de vagabundo bajó hasta el lugar donde los tres viejitos jugaban a la escoba y llamó a la puerta.
- Quién será a esta hora… -protestó uno de ellos- justo ahora, que estaba por levantar el siete de oros ¡Qué mala suerte! ¡Ya va…!
Y al abrir, encontró la cara sonriente de un vagabundo.
- Güenas y santas… -dijo el vagabundo.
- Santas y güenas… -contestó el viejecito-. ¿Qué te trae por acá, a estas horas? Mira que ésta no es casa de ricos. Esta es la capilla del pueblo…
Como lo tenía previsto, Ildemar explicó que sólo pretendía pasar la noche bajo techo y, a ser posible, con el estómago lleno.
Enseguida los viejos encendieron un brasero, calentaron agua, y prepararon una buena sopa.
Mientras Ildemar comía, los viejos empezaron a preguntar:
- Y si se puede saber, ¿de dónde vienes?
- De donde el diablo perdió el poncho -contestó el peregrino-, sin faltar a la verdad.
- ¿Y es lindo el lugar de donde vienes? -volvieron a preguntarle.
Ildemar contestó:
- Es… otro mundo… -con lo cual, tampoco faltó a la verdad.
Esa noche, el ángel y los viejecitos conversaron hasta que cantaron los gallos. Antes de irse, Ildemar anunció:
- Bueno… todo ha estado estupendo, pero yo tengo que seguir…
- ¿Y adónde vas ahora?
- Adonde Dios quiera… -dijo el ángel, sin mentir ni un chiquito. Y metió la mano en su bolsa:
- Quiero dejarles algo de recuerdo por esta noche, como señal de mi agradecimiento.
Entonces Ildemar dio a cada uno tres virtudes. Saludó y se fue.
Apenas se presentó en el cielo, Tata Dios lo mandó a llamar.
- Cuéntame cómo te fue…
- El primero de los viejos recibió las virtudes, y al verlas consideró que eran monedas de oro. Dijo: «Ahora mismo las llevaré al banco para hacer un buen negocio…».
Entonces Dios dijo:
- Ese es un materialista, un hombre práctico.
- El segundo recibió las virtudes y, al verlas, consideró que eran palabras hermosas. Dijo: «Con ellas voy a escribir hermosos discursos, libros y hasta sermones…».
Entonces Dios dijo:
- Ese es un idealista… pura espuma,… ¿y el tercero? Ese me pareció el más loco de los tres.
- Apenas recibió las virtudes, consideró que eran granos de trigo. Me dijo: «Esta mañana mismo los sembraré y esperaré hasta la cosecha…».
Entonces Dios consideró:
- Ese es el santo.