sábado, 1 de abril de 2023

Himno de vísperas a la Virgen de los Dolores

¡Ay dolor, dolor, dolor, por mi hijo y mi Señor!
Yo soy aquella María del linaje de David:
¡Oíd, hermano, oíd la gran desventura mía!
A mí me dijo Gabriel que el Señor era conmigo,
y me dejó sin abrigo más amarga que la hiel.
Díjome que era bendita entre todas las nacidas,
y soy de las doloridas la más triste y afligida.
Decid, hombres que corréis por la vía mundanal,
decidme si visto habéis
Y vosotras que tenéis padres, hijos y maridos,
ayudadme con mis gemidos, si es que mejor no podéis.
Llore conmigo la gente, alegres y atribulados,
por lavar los pecados mataron a un Inocente.
¡Mataron a mi Señor, mi redentor verdadero!
¡Cuitada!, ¿cómo no muero con tan extremo dolor?
Señora, santa María, déjame llorar contigo,
pues muere mi Dios y mi amigo,
y muerta esta mi alegría.

Cuatro riñones

En la facultad de Medicina, el profesor se dirige a un alumno y le pregunta:
— “¿Cuántos riñones tenemos?”
— “¡Cuatro!”, responde el alumno.
— “ ¿Cuatro?”, replica el profesor, arrogante, de esos que sienten placer en pisotear los errores de los alumnos.
— “Traiga un fardo de hierba, pues tenemos un asno en la sala”, le ordena el profesor a su auxiliar.
— “¡Y para mí un cafecito!”, replicó el alumno al auxiliar del maestro.
El profesor se enojó y expulsó al alumno de la sala.
El alumno era, por cierto, el humorista Aparicio Torelly Aporelly (1895-1971), más conocido como el “Barón de Itararé”. Al salir de la sala, todavía el alumno tuvo la audacia de corregir al furioso maestro:
— “Usted me preguntó cuántos riñones ‘tenemos’. ‘Tenemos’ cuatro: dos míos y dos suyos. ‘Tenemos’ es una expresión usada para el plural. Que tenga un buen provecho y disfrute de la hierba”.

La vida exige mucha más comprensión que conocimiento. A veces, las personas, por tener un poco más de conocimiento o ‘creer’ que lo tienen, se sienten con derecho de subestimar a los demás.

viernes, 31 de marzo de 2023

Plegaria a la Virgen de los Dolores

Dame tu mano, María, la de las tocas moradas;
clávame tus siete espadas en esta carne baldía.
Quiero ir contigo en la impía tarde negra y amarilla.
Aquí, en mi torpe mejilla, quiero ver si se retrata
esa lividez de plata, esa lágrima que brilla.
¿Dónde está ya el mediodía luminoso en que Gabriel,
desde el marco del dintel, te saludó: "Ave, María"?
Virgen ya de la agonía, tu Hijo es el que cruza ahí.
Déjame hacer junto a ti este augusto itinerario.
Para ir al monte Calvario cítame en Getsemaní.
A ti doncella graciosa, hoy maestra de dolores,
playa de los pecadores, nido en que el alma reposa,
a ti te ofrezco, pulcra rosa, las jornadas de esta vía.
A ti, Madre, a quién quería cumplir mi humilde promesa.
A ti, celestial princesa, Virgen sagrada María. Amén.

Los tres árboles

Había una vez tres árboles en una colina de un bosque. Hablaban acerca de sus sueños y planes de futuro.
– “Algún día seré cofre de tesoros. Estaré lleno de oro, plata y piedras preciosas. Todos verán mi belleza”. –dijo el primer árbol.
El segundo árbol dijo: - “Algún día seré un gran barco donde viajen los más grandes reyes y reinas a través de los océanos. Todos se sentirán seguros por mi fortaleza y mi poderoso casco”.
Finalmente el tercer árbol dijo:
- “Yo quiero crecer para ser el más alto de todos los árboles en el bosque. Así estaré cerca de Dios. Seré el árbol más grande de todos los tiempos y la gente siempre me recordará”.
Durante años, los tres árboles oraban a Dios para que sus sueños se convirtieran en realidad.
Un día, un leñador los taló y los vendió a unos carpinteros. Con el primer árbol hicieron un cajón de comida para animales, y fue puesto en un pesebre y llenado con paja. Se sintió muy mal pues eso no era lo que él había pedido tanto.
El segundo árbol fue cortado y convertido en una pequeña barquita de pesca, y fue a parar a un lago. Sus sueños de ser una gran embarcación habían llegado a su fin.
El tercer árbol fue cortado en largas y pesadas tablas y lo abandonaron en la oscuridad de un almacén.
Al verse así, los tres árboles sintieron que sus planes habían fracasado.
Sin embargo, una noche, José y María llegaron al establo y pusieron al Niño Jesús en el pesebre. Entonces el primer árbol descubrió que había contenido el mayor tesoro de la humanidad.
Años más tarde, Jesús y algunos discípulos subieron a la pequeña barca para cruzar el lago de Galilea. Durante la travesía, una gran tormenta se desató y el árbol pensó que no sería lo suficientemente fuerte para salvarlos. Pero Jesús se levantó y calmó la tempestad. Y el segundo árbol descubrió que llevaba al Rey de todos los reyes y Señor de señores.
Finalmente, alguien cogió dos de las tablas que estaban en el almacén y sobre ellas crucificaron a Jesús.
Cuando llegó el domingo, Jesús resucitó y el tercer árbol sintió que había estado más cerca de Dios de lo que nunca pudo imaginar.
Moraleja: Cuando parece que las cosas no van de acuerdo a tus planes, debes saber que siempre Dios tiene el mejor plan para ti. No siempre sabemos lo que Dios planea para nosotros, sí sabemos que sus planes siempre son los mejores y solamente Él los conoce.

lunes, 27 de marzo de 2023

Una sonrisa

Una sonrisa cuesta poco y produce mucho.
No empobrece a quien la da y enriquece a quien la recibe.
Dura sólo un instante y perdura en el recuerdo eternamente.
Es la señal externa de la amistad profunda.
Nadie hay tan rico que pueda vivir sin ella,
y nadie tan pobre que no la merezca.
Una sonrisa alivia el cansancio,
renueva las fuerzas y es consuelo en la tristeza.
Una sonrisa tiene valor desde el comienzo en que de da.
Si crees que a ti la sonrisa no te aporta nada,
sé generoso y da la tuya,
porque nadie tiene tanta necesidad de la sonrisa
como quién no sabe sonreír.

Pero fue demasiado tarde

Cuando los nazis vinieron a buscar a los comunistas, guardé silencio, porque yo no era comunista,
Cuando encarcelaron a los socialdemócratas, guardé silencio, porque yo no era socialdemócrata
Cuando vinieron a buscar a los sindicalistas, no protesté, porque yo no era sindicalista,
Cuando se llevaron a los obreros, como yo no era obrero, tampoco me importó.
Cuando se llevaron a los intelectuales, como yo no era intelectual, tampoco me importó.
Cuando vinieron a buscar a los judíos, no pronuncié palabra, porque yo no era judío,
Después siguieron con los curas, pero como yo no era religioso, tampoco me importó.
Cuando finalmente vinieron a buscarme a mí, no había nadie más que pudiera protestar.


domingo, 26 de marzo de 2023

Estás a nuestro lado, Señor

Señor, tú también lloras la muerte de un amigo,
también te duelen las dificultades de la vida.
Tú sabes mucho de malos momentos
y de la fuerza del cariño para suavizarlos.
Y sabes también cómo nos venimos abajo
ante las contrariedades y ante las situaciones que no entendemos.
Necesitamos tener el control sobre las cosas, los acontecimientos y las personas,
y el sentirnos tan vulnerables nos desasosiega, nos desespera.
Señor, tú eres bálsamo para nuestras heridas,
resurrección para nuestras muertes,
salud para nuestras enfermedades, consuelo para nuestros desamores,
aceptación para nuestros fracasos.
Tú nos enseñas a ser amigos, compañeros, a humanizar y consolar.
Pon palabras en nuestra boca para compartir alegrías y penas,
para expresar el amor contigo y como Tú.

Confesar a un moribundo

En cierta ocasión a San José María Rubio, S.J. (fallecido en 1929), una mujer mayor le dijo:
— Venga esta tarde a confesar a un moribundo, y le dio la dirección.
Cuando el P. Rubio llamó a la dirección indicada abrió un joven, que no tenía aspecto de estar enfermo. Pensando que podría haber otra persona, dio el nombre del indicado por la señora como moribundo.
— Soy yo, respondió.
— Perdone, me habían dicho que había un moribundo.
El hombre se echó a reír. Al ver el aspecto cansado del sacerdote lo invitó a pasar y sentarse. Allí pudo ver la foto de la misma señora que aquella mañana le había dado la dirección del “enfermo”.
— Es mi madre, respondió el joven; pero hace mucho que falleció.
— Sí, pero esa es la mujer que me ha dado su nombre y dirección, y que me ha dicho que viniera a confesar a un moribundo a esta casa.
— Espere un poco –dijo el hombre impresionado– y confiéseme.
A la mañana siguiente el joven fue encontrado muerto en la cama…