sábado, 13 de enero de 2018

¡Confía en mí!

¿Por qué te agitas y confundes por los problemas que te trae la vida?
¿Por qué te centras en los pensamientos que te angustian 
al querer comprender las cosas que te pasan?
En lugar de hacer eso, cierra los ojos de tu alma y dime con calma:
"JESÚS, YO CONFÍO EN TÍ". 
Déjame controlar todas tus cosas y estas irán tornándose mejores.
Entrégate a mí con absoluta confianza y deja tu futuro en mis manos.
Si te entregas totalmente a mí, todas las cosas 
serán resueltas con tranquilidad, de acuerdo a mis planes.
No arruines mis planes tratando de imponer tus ideas,
déjame ser tu DIOS y actuar libremente en tu vida.
Solo dime frecuentemente: "JESÚS, YO CONFÍO EN TÍ"
Yo te amo, pero necesito mis manos libres 
para poder manifestarte mis bendiciones.
No ates mis manos con tus absurdas preocupaciones.
Si ves que las cosas se vuelven peores o más complicadas,
aún cuando estas orando; mantén tú confianza en mi,
cierra los ojos de tu alma, y continua diciendo:
"JESÚS, YO CONFÍO EN TÍ".
Confía en mí, descansa en mí, entrégate a mí.
Yo hago milagros en la medida que tú te abandonas a mí 
y de acuerdo a la fe que me tienes.
Así que no te preocupes, dame todas tus frustraciones y duerme en paz,
y siempre dime: "JESÚS, YO CONFÍO EN TÍ", y verás grandes milagros.
Tu amigo y Señor. JESÚS

Retrato de sí mismo

Después de años de trabajar en Roma, en esculturas de tamaño natural, Miguel Ángel (Michelangelo) fue a Florencia donde un gran bloque de mármol de Carrara de un blanco espléndido, había sido obtenido para tallar una estatua colosal. En pocos días firmó un acuerdo para completar su interpretación de David para la catedral. Con el contrato en mano, comenzó de inmediato, trabajando con tal energía que a menudo dormía con su ropa puesta. Examinó el bloque de mármol para asegurarse que no tenía faltas y lo midió con precisión para ver qué pose podría acomodar. Hizo bosquejos de posibles actitudes y con cuidado, trazó dibujos detallados de modelos. Probó sus ideas a pequeña escala con cera. Cuando al fin quedó satisfecho con su diseño, agarró su cincel y mazo para tallar a David.
Miguel Ángel planeó pintar el techo de la Capilla Sextina con la misma intensidad. Apenas le costó un mes desarrollar el tema, luego se lanzó con decisión hacia el diseño final, construyendo andamios y contratando ayudantes. Acostándose en ángulos incómodos sobre duras tablas, respirando el sofocante aire que estaba justo debajo de la cripta, el polvo del yeso con los ojos y la piel irritados, pasó la mayoría de los siguientes cuatro años respirando en angustia física mientras trabajaba.
La obra de cualquier hombre ya sea literatura, música, pintura, arquitectura o cualquier cosa, siempre es un retrato de si mismo.
¡Qué tu puedas hacer tu trabajo con el mismo entusiasmo apasionado!

viernes, 12 de enero de 2018

Te llamé a vivir

Te llamé a vivir. Te comuniqué mi vida.
Te hice hermoso con mis propias manos.
Deposité en ti mi propio amor con abundancia.
Te hice ver el paisaje y el color.
Te di el oído para que escucharas
el canto de los pájaros y la voz de los hombres.
Te di la palabra para decir: "padre", "madre", "amigo", "hermano".
Te di mi amor más profundo.
No sólo te di vida. Te estoy sosteniendo en ella.
Te conozco cuando respiras y te cuido cuando duermes.
No lo dudes.
Mis ojos están puestos en tus ojos.
Mi mano la tengo colocada sobre tu cabeza.
Te amo, aunque me olvides o me rechaces.
Te amo aunque no me ames. Ya lo sabes.
Podrás ir donde quieras, hasta allá te seguirá mi amor.
¿O es que crees que yo como Padre
puedo olvidar a mi hijo? ¡Ni lo sueñes!
Desde que te hice ya no te puedo dejar solo.
Camino y sonrío contigo, vivo en ti.
Te lo escribo de mil maneras y te digo al oído y en silencio:
Eres mi hijo. ¡Te amo, Tu Padre Dios!

¡Qué pequeño es el mundo!

 Marcelo Ross

Esta historia sucedió en Inglaterra, al inicio del siglo XX.
Un hombre muy rico vivía en su mansión, cercada de un jardín florido, y un gran lago que se podía avistar dentro de la casa. Una mañana, apreciando el paisaje desde su cuarto vio a su hijo atravesando el puente sobre el lago y al momento su hijo, aun pequeño, caía al lago. El padre desesperado corrió dando gritos, un jardinero ya se había tirado al lago y sacado al niño y lo estaba reanimando, que comenzó a llorar muy asustado. El padre al ver a su hijo a salvo le dijo:
- " Amigo mio, lo que usted ha hecho no tiene precio, lo que me pida se lo daré, aunque sea la mitad de mi fortuna si lo desea”.
El jardinero, viendo la alegría del padre le dijo:
- "Señor, yo no hice nada que otra persona no haría, solo estaba cerca y estoy seguro que si hubiese sido mi hijo usted haría lo mismo".
El hombre rico insistió:
- "Por favor, pida alguna cosa, yo quiero agradecer su acto heroico, usted ha salvado la vida de mi único hijo".
Tanto insistió que, el jardinero, un poco avergonzado, dijo:
- "El señor sabe que tengo un hijo que le gusta mucho estudiar y no tengo medios para pagarle sus estudios, si es posible ayude a mi hijo en sus estudios".
Feliz por saber que podría agradecer de alguna forma, buscó las mejores escuelas para el hijo del jardinero.
Muchos años después, el hombre aquel padeció una enfermedad incurable, siendo muy rico ofreció su fortuna a aquella persona que lo pudiese curar.
Muchos médicos, entre ellos, grandes especialistas se presentaron, pero nadie consiguió curarlo de la cercana muerte que se avecinaba. Un famoso profesor le habló de un científico joven que estaba especializado en esa enfermedad y había realizado investigaciones sobre su cura. El joven científico fue localizado y se le presentó al hombre enfermo, que le insistía con el mismo ofrecimiento que le había hecho a otros, la mitad de sus bienes por la cura; el joven le respondió.
- "Estuve en la guerra investigando esta enfermedad y descubrí que podríamos llegar a su cura, pero me faltan realizar algunas pruebas para asegurar el tratamiento.
El hombre en total desesperación, sabiendo que su fin estaba cerca asumió todos los riesgos. El joven comenzó entonces el tratamiento y un mes después estaba completamente curado.
Lleno de salud, el hombre rico dio una fiesta para conmemorar su restablecimiento, pidió un minuto de atención, tomó la palabra y dijo:
- "Hoy, es un día muy importante para mi. Este joven científico, descubrió la cura a mi enfermedad, el premio que voy a darle no es nada para las personas que serán salvadas".
- "El señor no me debe nada. Yo ya tengo todo lo que quiero. No hice esto por dinero, pero si por la humanidad", respondió el joven.
- "¡Pero yo insisto que acepte esta fortuna, que te mereces!
En ese momento, el joven científico lo miró a los ojos y le pregunta:
- "¿El señor no me ha reconocido? Yo soy Alexander, el hijo de su jardinero. Fue a mí a quien el señor pagó los estudios. El gran premio por su cura señor... usted me lo dio hace muchos años".

miércoles, 10 de enero de 2018

No te olvides de mí

Si me das fortuna, no me quites la felicidad.
Si me das fuerza, no me quites la razón.
Si me das éxito, no me quites la humildad.
Si me das humildad, no me quites la dignidad.
Ayúdame siempre a ver el otro lado de la medalla.
No me dejes inculpar de traición a los demás por no pensar como yo.
Enséñame a querer a la gente como a mi mismo y a juzgarme como a los demás.
No me dejes caer en el orgullo si triunfo, ni en la desesperación si fracaso.
Mas bien recuérdame que el fracaso es la experiencia que precede al triunfo.
Enséñame que perdonar es lo más grande del fuerte
y que la venganza es la señal primitiva del débil.
Si me quitas la fortuna, déjame la esperanza.
Si me quitas el éxito, déjame la fuerza para triunfar del fracaso.
Si yo fallara a la gente, dame valor para disculparme.
Si la gente fallara conmigo, dame valor para perdonar.
Señor, si yo me olvido de ti, por favor… ¡no te olvides de mí!

La fe se vive en comunidad

Un hombre, que regularmente asistía a las celebraciones y actividades de su parroquia, sin ningún aviso dejó de participar en ellas.
Después de algunas semanas, el párroco decidió visitarlo. Era una noche muy fría.
El sacerdote encontró al hombre en casa, solo, sentado delante de la chimenea, donde ardía un fuego brillante y acogedor. Adivinando la razón de la visita, el hombre dio la bienvenida al sacerdote, le ofreció una silla, cerca de la chimenea y allí se quedó...
Esperaba que el párroco comenzara a hablar.
Pero se hizo un profundo silencio. Los dos hombres sólo contemplaban la danza de las llamas en torno a los troncos de leña que ardían.
Al cabo de algunos minutos, el párroco examinó las brasas que se formaron y cuidadosamente seleccionó una de ellas, la más incandescente de todas, empujándola hacia un lado.
Volvió entonces a sentarse, permaneciendo silencioso y estático.
El anfitrión prestaba atención a todo, fascinado y encandilado. Al poco rato, la llama de la brasa solitaria disminuyó, hasta que sólo hubo un brillo momentáneo y su fuego se apagó de una vez. En poco tiempo, lo que antes era una fiesta de calor y luz, ahora no pasaba de ser un negro, frío y muerto pedazo de carbón recubierto de una espesa capa de ceniza grisácea.
Ninguna palabra se había dicho desde el saludo inicial entre los dos amigos. El párroco, antes de prepararse para salir, removió nuevamente el carbón frío e inútil, colocándolo de nuevo en el medio del fuego. Casi de inmediato se volvió a encender, alimentado por la luz y el calor de los carbones ardientes en torno de él.
Cuando el sacerdote alcanzó la puerta para salir, su anfitrión le dijo:
- Gracias, padre, por la visita, y por sus palabras. ¡Que Dios lo bendiga. Regresaré... ¡Nos veremos en la Parroquia!

domingo, 7 de enero de 2018

Gracias, Dios y Padre nuestro

Gracias, Dios y Padre, porque te has dignado manifestarte
y hemos oído tu voz en las palabras de tu Hijo Amado.
Queramos o no, conscientes o no,
estás presente en nosotros y nos das la vida.
Tú eres la vida que vivimos, el amor que sentimos
y el bien que hacemos.
Tu espíritu nos enriquece y nos abre horizontes,
ilumina nuestra conciencia
y nos mueve a solidarizarnos con los demás.
Gracias por ser nuestra fuente de inspiración.
Gracias también, Padre, por tantos testigos y profetas
que nos han abierto los ojos y nos han ayudado
a descubrir el sentido de nuestro propio bautismo.
Gracias por tanta buena gente
que nos ha enseñado el camino que lleva a Ti.

El elixir de la felicidad

A un pueblo perdido entre las montañas llegó un caminante que regalaba unos frascos que contenían, según él, el elixir de la felicidad. Como todos estaban muy necesitados de ella, acabaron con todos los frascos que llevaba. Pero aquel elixir no podía tomarse de cualquier manera.
Antes de marcharse les dijo que, para que funcionara, tenían que beberlo después de cenar en casa de unos vecinos y esperar con ellos media hora para notar sus efectos. Y así lo hicieron esa misma noche. Todos prepararon sus casas para acoger a sus vecinos y hacer que la espera fuera lo más agradable posible.
Los efectos fueron tan extraordinarios que al día siguiente no se hablaba de otra cosa en el pueblo. Por la noche volvieron a hacer lo mismo, pero esta vez con diferentes vecinos. Y, asombrosamente, funcionó igual de bien. A la mañana siguiente todos iban radiantes de felicidad comentando las maravillas de aquel elixir. Noche tras noche se fue repitiendo la misma historia hasta que los frascos quedaron vacíos. Entonces la tristeza se apoderó nuevamente de todos.
Pasaron unos días hasta que otra vez volvió a pasar por allí el caminante. Al verlo, se abalanzaron sobre él pidiéndole más frascos de aquel elixir. El caminante, muy extrañado, les dijo.
- Pero si ya no me quedan más frascos. Creía que ya os habríais dado cuenta dónde estaba el secreto del elixir. Cada vez que os sintáis infelices, no tenéis más que llenar vuestros frascos de agua azucarada con limón e ir a casa de vuestros vecinos a compartir la vida.