sábado, 16 de septiembre de 2017

Alabarte y agradecerte, Dios nuestro

Padre nuestro, en este día queremos alabarte y a agradecerte 
porque eres Dios que se quiere comunicar y relacionar 
con cada persona y con toda la humanidad. 
Te damos gracias por tantas personas que abren el corazón a tu palabra, 
atentas a escuchar qué deseas de nosotros, 
cómo nos propones orientar nuestra vida. 
Te damos gracias porque vemos tu voluntad realizada plenamente
en la vida de Jesús y en cada uno de sus gestos y actitudes. 
Por eso te pedimos coraje para decidirnos a vivir cada día 
como discípulos y compañeros de vida y de camino de tu Hijo. 
Ayúdanos a no cargar a nadie fardos pesados; 
antes concédenos la capacidad de aliviar la carga pesada 
de cuantos sufren por no tener casa, o trabajo estable, 
o porque están enfermos o tienen conflictos familiares. 
Haznos colaboradores de cuantos trabajan por un mundo de paz, 
en el que sepamos desterrar las armas de guerra 
y unirnos en gestos de cooperación y ayuda, 
dirigiéndonos mutuamente palabras de paz. 
Haznos personas que sepamos hacer morir 
todo lo que es fruto del egoísmo destructor de la persona 
y sepamos abrir el corazón al Espíritu de Vida 

La vendedora de manoplas

Nos lo cuenta un señor: 
Estaba un día esperando el autobús en la parada que está delante de la iglesia. Estaba conmigo mi madre. Se me acercó una señora muy anciana, vestida con un pequeño abrigo negro, ya lustroso por el uso. Caminaba a pequeños pasos, con la típica rigidez senil de la espalda, de la cabeza y de las manos. Me preguntó si quería comprar una manopla de estambre, que sirven para coger ollas sin quemarse. De momento dije que no me interesaba. Entonces la viejecita se alejó sin insistir y sin dirigirse a nadie más. Me arrepentí de inmediato, porque comprendí que lo importante no era que yo tuviera necesidad de esa manopla, sino que ella tuviera necesidad de venderlas a fin de poder ganar algo.
Intercambié una mirada con mi madre, que la alcanzó enseguida y le preguntó a cuánto las vendía.
-  A 20 pesos la pieza, señora, respondió: Las he hecho yo misma a mano. Tengo noventa y dos años… 
- Le compro las cinco que lleva, le dijo mi madre. 
La viejecita miró a mi madre con una sonrisa cansada y apenas marcada, sin decir nada, se alejó con su andar tranquilo, un andar que dejaba inmóviles los brazos, los hombros y la cabeza.
Esta escena la he repensado y meditado dentro de mí muchas veces. La viejecita ya se había alejado: ¿Qué otra cosa, o quién nos convenció para comprar no una, sino todas las que vendía?

viernes, 15 de septiembre de 2017

A la Virgen de los Dolores

Himno de Laudes

La Madre piadosa estaba junto a la cruz y lloraba mientras el Hijo pendía;
cuya alma, triste y llorosa, traspasada y dolorosa, fiero cuchillo tenía.
¡Oh cuán triste y cuán aflicta se vio la Madre bendita, de tantos tormentos llena!
Cuando triste contemplaba y dolorosa miraba del Hijo amado la pena.
Y, ¿cuál hombre no llorara, si a la Madre contemplara de Cristo, en tanto dolor?
¿Y quién no se entristeciera, Madre piadosa, si os viera sujeta a tanto rigor?
Por los pecados del mundo, vio a Jesús en tan profundo tormento la dulce Madre.
Vio morir al Hijo amado, que rindió desamparado el espíritu a su Padre.
¡Oh dulce fuente de amor! hazme sentir tu dolor para que llore contigo.
Y que, por mi Cristo amado, mi corazón abrasado más viva en él que conmigo.
Y, porque a amarle me anime, en mi corazón imprime las llagas que tuvo en sí.
Y de tu Hijo, Señora, divide conmigo ahora las que padeció por mí.
Hazme contigo llorar y de veras lastimar de sus penas mientras vivo;
porque acompañar deseo en la cruz, donde le veo, tu corazón compasivo.
¡Virgen de vírgenes santas! Llore yo con ansias tantas que el llanto dulce me sea;
porque su pasión y muerte tenga en mi alma, de suerte que siempre sus penas vea.
Haz que su cruz me enamore y que en ella viva y more de mi fe y amor indicio;
porque me inflame y encienda, y contigo me defienda en el día del juicio.
Haz que me ampare la muerte de Cristo, cuando en tan fuerte trance vida y alma estén;
porque, cuando quede en calma el cuerpo, vaya mi alma  a su eterna gloria. Amén.

Dios envía a sus ovejas

- Mañana por la mañana abriré tu corazón -le explicaba el cirujano a un niño.
Y el niño interrumpió:
- ¿Usted encontrará a Jesús allí?
- Cortaré una pared de tu corazón para ver el daño completo.
- Pero cuando abra mi corazón, ¿encontrará a Jesús ahí?, volvió a interrumpir el niño.
- Cuando haya visto todo el daño allí, planearemos lo que sigue, ya con tu corazón abierto.
El cirujano no toleró más los insistentes comentarios y se fue. En tono triste se dijo: Muerte dentro del primer año: ¿Por qué? Preguntó en voz alta ¿Por qué le hiciste esto a él? Tú lo pusiste aquí, tú lo pusiste en este dolor y lo has sentenciado a una muerte temprana.
De pronto, Dios, nuestro Señor le contestó:
- El niño, mi oveja, ya no pertenecerá a tu rebaño porque él es parte del mío y conmigo estará toda la eternidad, ya no tendrá ningún dolor, será confortado y un día estará con sus padres. Hace unos años envié una oveja mía con dones de médico para que ayudara a sus hermanos, pero con tanta ciencia se olvidó de su Creador. Así que envié a mi otra oveja, un niño enfermo, no para perderlo sino para que trajera hasta mí aquella oveja perdida hace tanto tiempo.
El cirujano lloró y lloró inconsolablemente. Días después, después de la intervención, el doctor se sentó a un lado de la cama del niño; mientras que sus padres lo hicieron frente al médico. El niño despertó y murmurando rápidamente preguntó:
- ¿Abrió mi corazón?
- Si -dijo el cirujano.
- ¿Qué encontró? preguntó el niño.
- Tenías razón, ¡¡¡encontré allí a Jesús…!!!

miércoles, 13 de septiembre de 2017

Tu nombre, María

Pedro Casaldáliga

Decir tu nombre, María,
es decir que la Pobreza compra los ojos de Dios.
Decir tu nombre, María,
es decir que la Promesa sabe a leche de mujer.
Decir tu nombre, María,
es decir que nuestra carne viste el silencio del Verbo.
Decir tu nombre, María,
es decir que el Reino viene caminando con la Historia.
Decir tu nombre, María,
es decir junto a la Cruz y en las llamas del Espíritu.
Decir tu nombre, María,
es decir que todo nombre puede estar lleno de Gracia.
Decir tu nombre, María,
es decir que toda suerte puede ser también Su Pascua.
Decir tu nombre, María,
es decirte toda Suya, Causa de Nuestra Alegría.

Quiero matar a mi suegra

Hace mucho tiempo, una joven japonesa llamada Lili se casó y fue a vivir con su marido y su suegra. Después de algunos días, no se entendía con ella. Sus personalidades eran muy diferentes y Lili fue irritándose con los hábitos de la suegra, que frecuentemente la criticaba. Los meses pasaron y Lili y su suegra cada vez discutían y se peleaban más.
De acuerdo con una antigua tradición japonesa, la nuera tiene que cuidar a la suegra y obedecerla en todo. Lili, no soportando más vivir con la suegra decidió visitar a un Maestro budista, amigo de su padre, para que le ayudara a deshacerse de su suegra. Después de oírla, éste tomó un montón de hierbas y le dijo:
- Estas hierbas lentamente irán envenenando a tu suegra, pero no deberás usarlas de una sola vez para librarte de ella, porque ello causaría sospechas. Cada dos días, pondrás un poco de estas hierbas en su comida.
Y para que cuando ella muera nadie sospeche de ti, deberás tener mucho cuidado y actuar de manera muy amigable. No discutas con ella, mejor ayúdale a resolver sus problemas. Recuerda tienes que escucharme y seguir mis instrucciones.
- Sí Sr. Huang, haré todo lo que usted me indique, respondió Lili.
Lili se quedó muy contenta y agradecida con el Sr. Huang. Volvió deprisa a su casa para comenzar el proyecto de eliminar a su suegra.
Pasaron las semanas y cada dos días, Lili servía una comida especialmente preparada para su suegra. Siempre recordaba lo que el Sr. Huang le había recomendado de evitar sospechas, y así controló su temperamento, obedecía a su suegra y la trataba como si fuera su propia madre.
Después de seis meses, la situación en la casa había cambiado por completo. Lili había controlado su temperamento y ya casi no aborrecía a su suegra.
En estos meses no había tenido ni una sola discusión con su suegra, y ésta ahora parecía mucho más amable y más fácil de tratar. Las actitudes de la suegra también habían cambiado y ambas pasaron a tratarse como madre e hija.
Un día Lili fue nuevamente a casa del Sr. Huang, para pedirle ayuda y le dijo:
- Querido Sr. Huang, por favor ayúdeme a evitar que el veneno mate a mi suegra, ella se ha transformado en una mujer agradable y la quiero como si fuera mi madre. No deseo que ella muera a causa del veneno que le di.
El Sr. Huang. Sonrió y le dijo:
- Lili, no tienes por qué preocuparte. Tu suegra no ha cambiado, la que has cambiado eres tú. Las hierbas que te di, eran vitaminas para mejorar su salud. El veneno estaba en tu mente, en tu actitud, pero ha sido echado fuera y sustituido por el amor que pasaste a darle a ella.

Este cuento, nos habla de la actitud. Cuando usted mi querido amigo(a) cambia de actitud hacia las demás personas, éstas, imperceptiblemente, cambiaran la suya hacia usted. Para pelear se necesitan dos, y si uno del los dos no responde a las críticas y ofensas, pues nada pasara y esa persona cambiara su actitud. Yo no puedo cambiar a las personas pero si puedo cambiar mi actitud hacia ellas, mi respuesta emocional, mis reacciones, eso si esta en mis manos y por lo tanto sujetas a cambio cuando yo así lo desee.
Conviértete en el promotor número uno del perdón incondicional y de la sincera reconciliación. Tu paz y felicidad dependen de tu amor.

lunes, 11 de septiembre de 2017

Señor, lo importante no es ...

Que yo te busque, sino que Tú me busques en todos los caminos.
Que yo te llame por tu nombre, sino que Tú tienes el mío tatuado en tus manos.
Que yo te grite cuando no tengo palabras, sino que Tú gimes en mí con tu grito.
Que yo tenga proyectos para Ti, sino que tu me invitas a caminar contigo hacia el futuro.
Que yo te comprenda, sino que Tú me comprendas en tus secretos.
Que yo hable de ti con sabiduría. sino que Tú vives en mí y te expresas a tu manera
Que Yo te ame con todo mi corazón y con todas mis fuerzas, 
sino que Tú me amas con todo tu corazón y todas tus fuerzas.
Que yo trate de animarte, de planificar, sino que tu fuego arda dentro de mis huesos.
Porque, ¿cómo podría yo buscarte, llamarte, amarte...
si tu no me buscas, llamas, y amas primero?
El silencio agradecido, es mi última palabra, y mi mejor manera de encontrarte.
Gracias, Señor Jesús.

El verdadero significado de la amistad

Un día, cuando era estudiante de secundaria, vi a un compañero de mi clase caminando de regreso a su casa. Se llamaba Carlos. Iba cargando todos sus libros y pensé: "¿Por qué se estará llevando a su casa todos los libros el viernes? Yo ya tenía planes para todo el fin de semana: fiesta y un partido de futbol con mis amigos el sábado por la tarde, así que me encogí de hombros y seguí mi camino. 
Mientras caminaba, vi a varios chicos corriendo hacia él. 
Cuando lo alcanzaron le tiraron todos sus libros y le pusieron la zancadilla que lo tiró al suelo. Sus gafas volaron y cayeron al suelo como a tres metros de él. Mirando pude ver una tremenda tristeza en sus ojos. Mi corazón se estremeció, así que corrí hacia él mientras gateaba buscando sus gafas. Vi lágrimas en sus ojos. 
Le acerqué a sus manos sus gafas y le dije,
- Esos chicos son unos descarados, no deberían hacer esto. 
Me miró y me dijo: " gracias!". 
Había una gran sonrisa en su cara; una de esas sonrisas que mostraban verdadera gratitud. Lo ayudé con sus libros. Vivía cerca de mi casa. 
Le pregunté por qué no lo había visto antes y me contó que se acababa de cambiar de una escuela privada. 
Yo nunca había conocido a alguien que fuera a una escuela privada. 
Caminamos hasta casa. Lo ayudé con sus libros; parecía un buen chico. 
Le pregunté si quería jugar al futbol el sábado conmigo y mis amigos, y aceptó. Estuvimos juntos todo el fin de semana. Cuanto más conocía a Carlos, mejor nos caía, tanto a mí como a mis amigos. 
Llegó el lunes por la mañana y ahí estaba Carlos con aquella enorme pila de libros de nuevo. Me paré y le dije: 
- Hola, vas a hacer buenos músculos si cargas los libros todos los días". Se rió y me dio la mitad para que le ayudara. 
Durante los siguientes cuatro años nos convertimos en los mejores amigos. Cuando ya estábamos para terminar la secundaria, Carlos decidió ir a la Universidad de Georgetown y yo a la de Duke. Sabía que siempre seríamos amigos, que la distancia no sería un problema. El estudiaría medicina y yo administración, con una beca de fútbol. 
Llegó el gran día de la graduación. El preparó el discurso. Yo estaba feliz de no ser el que tenía que hablar. Carlos se veía realmente bien. Era una de esas personas que se había encontrado a sí mismo durante la secundaria, había mejorado en todos los aspectos, se le veía bien con sus gafas. Tenía más citas con chicas que yo y todas lo adoraban. ¡Algunas veces hasta me sentía celoso...! 
Hoy era uno de esos días. Pude ver que él estaba nervioso por el discurso, así que le di una palmadita en la espalda y le dije: 
- Vas a estar genial, amigo. Me miró con una de esas miradas (realmente de agradecimiento) y me sonrió: 
- Gracias, me dijo. Limpió su garganta y comenzó su discurso:
- La Graduación es un buen momento para dar gracias a todos aquellos que nos han ayudado a través de estos años difíciles como tus padres, tus maestros, tus hermanos, quizá algún entrenador... pero principalmente a tus amigos. Yo estoy aquí para decirles que ser amigo de alguien es el mejor regalo que podemos dar y recibir y, a este propósito, les voy a contar una historia. 
Yo miraba a mi amigo incrédulo cuando comenzó a contar la historia del primer día que nos conocimos. Aquel fin de semana él tenía planeado suicidarse. Habló de cómo limpió su armario y porqué llevaba todos sus libros con él: para que su madre no tuviera que ir después a recogerlos a la escuela. Me miraba fijamente y me sonreía.
- Afortunadamente fui salvado. Mi amigo me salvó de hacer algo irremediable. 
Yo escuchaba con asombro como este apuesto popular chico contaba a todos ese momento de debilidad. 
Sus padres también me miraban y me sonreían con esa misma sonrisa de gratitud. En ese momento me di cuenta de lo profundo de sus palabras: 
- Nunca subestimes el poder de tus acciones: con un pequeño gesto, puedes cambiar la vida de otra persona, para bien o para mal. Dios nos pone a cada uno frente a la vida de otros para impactarlos de alguna manera. 
Los amigos son una joya muy rara. Ellos hacen que uno sonría lo animan a que tenga éxito en lo que se desea. Ellos saben escucharte, comparten sus palabras de aprecio y siempre quieren abrir su corazón hacia nosotros.