jueves, 5 de julio de 2018

Necesitamos...

Un borrador, para borrar de nuestra historia
todo lo que nos haga daño.
Un detergente, para quitar las manchas
de las máscaras que usamos a diario.
Unas tijeras, para cortar todo aquello que nos impide crecer.
Un pájaro, para que nos enseñe a volar alto y cantar con libertad.
Un frasco transparente, para conservar las sonrisas
y sin tapa para escuchar su alegre sonido.
Unos lentes, correctores de la visión de la vida,
que nos permitan observar con amor al prójimo y a la naturaleza.
Una ardilla, que nos enseñe a trepar por las ramas del árbol de la sabiduría.
Unas agujas grandes, para tejer sueños e ilusiones.
Un cofre, para guardar todos los recuerdos
que construyen y dan vida.
Una llave que permita abrir la mente
cuando se desee encontrar respuestas,
otra para cerrar nuestra boca cuando sea necesario,
y otra para abrir nuestro corazón.
Un rebobinador de películas,
para recordar los momentos más felices en nuestras vidas.
Un reloj, para darle todo el tiempo al amor y al amar.
Los zapatos de la ética y la moral,
para pisar firme y seguro por donde quiera que vamos.
Un espejo, para admirar una de las obras más perfectas de DIOS... ¡Tú!

Ahuyentar los fantasmas

            Paulo Coelho

Durante años Hitoshi intentó, inútilmente, despertar el amor de aquella a quien consideraba ser la mujer de su vida. Pero el destino es irónico: el mismo día que ella lo aceptó como futuro marido, también descubrió que tenía una enfermedad incurable y le quedaba poco tiempo de vida.
Seis meses después, ya a punto de morir, ella le pidió:
- Quiero que me prometas una cosa: que jamás te volverás a enamorar. Si lo haces, volveré todas las noches para espantarte.
Y cerró los ojos para siempre. Durante muchos meses Hitoshi evitó aproximarse a otras mujeres, pero el destino continuó irónico, y descubrió un nuevo amor. Cuando se preparaba para casarse, el fantasma de su ex amada cumplió su promesa y apareció.
- Me estás traicionando, le dijo.
- Durante años te entregué mi corazón y tú no me correspondías, respondió Hitoshi, ¿No crees que merezco una segunda oportunidad de ser feliz?
Pero el fantasma de la ex amada no quiso saber de disculpas, y todas las noches venía para asustarlo. Contaba con todo detalle lo que había sucedido durante el día, las palabras de amor que él había dicho a su novia, los besos y abrazos que se habían intercambiado.
Hitoshi ya no podía dormir, así que fue a buscar al maestro zen Bashó.
- Es un fantasma muy listo, comentó Bashó.
- ¡Ella sabe todo, hasta los menores detalles! Y está acabando con mi noviazgo, porque no consigo dormir y en los momentos de intimidad con mi amada me siento muy inhibido.
- Vamos a alejar este fantasma, garantizó Bashó.
Y le dio las directivas. Aquella noche cuando el fantasma retornó, Hitoshi lo abordó antes de que dijera la primera frase.
- Eres un fantasma tan sabio, que haremos un trato. Como me vigilas todo el tiempo, te voy a preguntar algo que hice hoy: si aciertas abandono a mi novia y nunca más tendré mujer. Si te equivocas, has de prometer que no volverás a aparecer, so pena de ser condenado por los dioses a vagar para siempre en la oscuridad.
- De acuerdo, respondió el fantasma, confiada.
- Esta tarde estaba en el almacén y en un determinado momento cogí un puñado de granos de trigo de dentro de un saco.
- Sí, lo vi, dijo el fantasma.
- La pregunta es la siguiente: ¿cuántos granos de trigo tenía en mi mano?
El fantasma en ese instante comprendió que no conseguiría jamás responder la pregunta. Y para evitar ser perseguido por los dioses en la oscuridad eterna, decidió desaparecer para siempre.
Dos días después Hitoshi fue hasta la casa del maestro zen.
- Vengo a darle las gracias.
- Aprovecha para aprender las lecciones que te ofrece esta experiencia, respondió Bashó. En primer lugar, aquel espíritu volvía siempre porque tenías miedo. Si quieres alejar una maldición, no le des la menor importancia. Segundo: el fantasma sacaba provecho de tu sensación de culpa: cuando nos sentimos culpables, siempre deseamos, inconscientemente, el castigo. Y, finalmente: nadie que realmente te ame te obligaría a hacer ese tipo de promesa. Si quieres entender el amor, aprende la libertad.

miércoles, 4 de julio de 2018

Quédate conmigo, Señor

Señor, quédate conmigo durante este día.
y guía mis pensamientos y deseos
mis acciones y mis proyectos.
Guía mis pasos, para que caminen ligeros
al encuentro de los cansados y desanimados.
Guía mis manos,
para que acompañen a aquellos
que se perdieron en el camino.
Abre mis brazos,
para que pueda abrazar
a los que se sienten solos y sin esperanza.
Ilumina mis ojos,
y vuelve atentos mis oídos
al clamor de mis hermanos.
Dame un corazón tiernos,
capaz de amar sin distinción.
Padre nuestro,
pongo bajo tu protección mi descanso
y el de todos mis amigos y seres queridos.
Coloco en tus manos nuestra tierra,
nuestro mundo tan azotado por la violencia,
por las catástrofes, 
por las guerras y por las injusticias.
Ilumina, Señor, la mente y el corazón
de los poderosos de la tierra.
Que siempre pueda, por tu gracia,
abrir las manos para compartir
lo que soy y lo que tengo
y, con tu ayuda, pueda ver aparecer
la aurora de un mundo nuevo.
¡Gracias, Señor! Amén.

Dalai Lama y el teólogo Boff

 En el intervalo de una mesa redonda sobre religión y paz entre los pueblos, en la cual participaba el Dalai Lama y Leonardo Boff, maliciosamente, pero también con interés teológico, le pregunté en mi inglés defectuoso:
- “Santidad, cuál es la mejor religión?”
Esperaba que dijera: El budismo tibetano o las religiones orientales, mucho más antiguas que el cristianismo... El Dalai Lama hizo una pequeña pausa, sonrió, me miró fijamente a los ojos lo cual me desconcertó un poco porque yo sabía la malicia contenida en la pregunta. Y afirmó:
- La mejor religión es la que te aproxima más a Dios, al Infinito. Es aquella que te hace mejor.
Para salir de la perplejidad delante de tan sabia respuesta, pregunté:
- “¿Qué es lo que me hace mejor?”
El respondió:
- Aquello que te hace más compasivo, más sensible, más desapegado, más amoroso, más humanitario, más responsable, más ético... La religión que consiga hacer eso de ti es la mejor religión.