sábado, 18 de marzo de 2017

¡Tú eres mi Señor!

¡Tú eres mi Señor!
Si nadie me ama, tu alegría es amarme.
Si lloro, tu deseo es consolarme.
Si soy débil, Tú eres mi fuerza y mi energía.
Si nadie me necesita, Tú me buscas.
Si estoy vacío, tu plenitud me colmará.
Si quiero caminar, Tú vienes conmigo.
Si te llamo, Tú siempre vienes.
Si me pierdo, Tú me buscas sin cesar.
Si estoy cansado, tú eres mi descanso.
Si peco, tú eres mi perdón.
Si te pido, Tú eres don para mí.
Si te necesito, me dices: Aquí estoy dentro de ti.
Si estoy a oscuras, Tú eres luz para mis pasos.
Si tengo hambre, Tú eres pan de vida para mí.
Si soy infiel, Tú eres fiel.
Si quiero conversar, Tú me escuchas siempre.
Si te miro, veo la verdad de mi corazón.
Si todos me olvidan, tus entrañas se estremecen recordándome.
Si no tengo a nadie, te tengo a Ti
Si soy silencio, Tu palabra habitará en mi corazón.

Esconder la divinidad del hombre



Un viejo relato indio cuenta que hubo un tiempo en que todos los hombres eran dioses. Pero abusaron tanto de su divinidad que Brahma, el señor de los dioses, decidió quitarles el poder divino y ocultarlo en un lugar donde les fuera imposible encontrarlo.
El problema era, por tanto, dar con el escondite apropiado. Cuando los dioses menores fueron convocados a consejo para resolver este problema, propusieron:
- Enterremos la divinidad del hombre bajo la tierra.
- No; eso no basta, porque el hombre cavará en la tierra y la encontrará, respondió Brahma.
Así que los dioses replicaron:
- Entonces, arrojemos la divinidad del hombre a lo más profundo de los océanos.
- No, porque antes o después los hombres explorarán las profundidades de todos los océanos, y estoy seguro de que algún día la encontrarán y la sacarán a la superficie, dijo Brahma.
En vista de lo cual, los dioses concluyeron:
- No sabemos dónde esconderla, pues no parece que exista en la tierra ni en el mar lugar alguno que el hombre no pueda alcanzar algún día.
- He aquí lo que haremos con la divinidad del hombre: La esconderemos en lo más profundo de él mismo, porque es el único lugar en el que jamás se le ocurrirá buscar, dijo Brahma.
Desde entonces, concluye la leyenda, el hombre ha dado la vuelta al mundo, ha explorado, escalado, excavado, se ha sumergido en los mares buscando lo que se encuentra dentro de él mismo…
¡Búscalo en ti mismo, ahí empieza la conversión!

miércoles, 15 de marzo de 2017

Señor, que vea...

José M. R. Olaizola

Señor, que vea… que vea tu rostro en cada esquina.
Que vea reír al desheredado, con risa alegre y renacida
Que vea encenderse la ilusión en los ojos apagados
de quien un día olvidó soñar y creer.
Que vea los brazos que, ocultos, pero infatigables,
construyen milagros de amor, de paz, de futuro.
Que vea oportunidad y llamada, donde a veces sólo hay bruma.
Que vea cómo la dignidad recuperada, cierra los infiernos del mundo.
Que en otro vea a mi hermano, en el espejo, un apóstol
y en mi interior te vislumbre.
Porque no quiero andar ciego, perdido de tu presencia,
distraído por la nada… equivocando mis pasos
hacia lugares sin Ti.
Señor, que vea… que vea tu rostro en cada esquina. Amén.

El vaso de leche



Un día, un muchacho pobre que vendía mercancías de puerta en puerta para pagar sus estudios universitarios se dio cuenta que sólo le quedaba una simple moneda de diez centavos, y tenía hambre. Decidió pedir comida en la próxima casa. Sin embargo, sus nervios lo traicionaron cuando una encantadora mujer joven le abrió la puerta. En lugar de comida pidió un vaso de agua. Ella se dio cuenta que el joven parecía hambriento, así que le trajo un gran vaso de leche. Él lo bebió despacio, y entonces le preguntó:
- ¿Cuánto le debo?
- No me debes nada, contestó ella. Mi madre siempre nos ha enseñado a nunca aceptar pago por una caridad.
- Entonces, ¡se lo agradezco de todo corazón! le dijo el muchacho
Cuando Howard Kelly se fue de la casa, no sólo se sintió más fuerte, sino que también su fe en Dios y en las personas era más fuerte. Había estado a punto de rendirse y dejar todo.
Años después esa mujer enfermó gravemente. Los doctores locales estaban confundidos. Finalmente le enviaron a la gran ciudad. Llamaron al Dr. Howard Kelly para consultarle. Cuando este oyó el nombre del pueblo de donde venía la paciente, una extraña luz llenó sus ojos. Inmediatamente el Dr Kelly subió del vestíbulo del hospital a la habitación para ver a la enferma. La reconoció enseguida. Regresó al cuarto de observación decidido a hacer todo lo posible para salvar su vida poniendo toda su atención a este caso.
Después de una larga lucha, ella ganó la batalla, ¡Estaba totalmente recuperada!
Como ya la paciente estaba sana y salva el Dr Kelly pidió a la oficina de administración del hospital que le enviaran la factura de los gastos para aprobarla.
Él la revisó y firmó. Además escribió algo en el borde de la factura y la envió a la habitación de la paciente. La cuenta llegó a la paciente, pero ella temía abrirla, porque sabía que le costaría el resto de su vida pagar todos los gastos.
Finalmente la abrió, y algo llamó su atención: En el borde de la factura leyó estas palabras...
"Pagado por completo hace muchos años con un vaso de leche"
(Firmado) Dr. Howard Nelly

martes, 14 de marzo de 2017

¡Qué bien se está contigo!

A tus amigos, Señor, les ocurrió lo mismo
que nos sucede a nosotros cuando oramos.
Siempre que pasamos un rato contigo
comentamos lo bien que nos dejas,
cuánto nos sanas por dentro, cómo nos energizas la vida…
Después viene el trajín de cada día y no volvemos a acordarnos,
te olvidamos enseguida,
te traspapelamos en los agobios, en el trabajo,
mientras seguimos recordando nostálgicos,
¡qué bien se estaba contigo!
Nos organizamos la vida dejando para ti las sobras del reloj.
Vivimos agitados, nos ocupan mil cosas
y para un rato que tenemos de descanso…
la tele te gana la partida; una película nos distrae,
un libro nos reclama, tenemos pendiente una llamada.
Y sentarnos a tu lado, hablar un poco contigo lo vamos dejando,
aunque estamos convencidos del bien que nos hace,
de lo que nos descansas, nos animas, nos dinamizas y nos habitas.
Subiste con tus amigos a una montaña alta y apartada,
nosotros tenemos que proponernos buscar el lugar y el momento adecuado.
Cuando estamos contigo a solas,
cuando hacemos silencio, cuando nos ponemos a tu escucha
nos ocurre lo mismo que a Pedro, a Santiago y a Juan,
que nos cambias del todo,
sentimos que nuestra vida se transfigura
porque tú nos pones en contacto con lo mejor de nosotros mismos,
tú nos descansas del trajín cotidiano,
nos impulsas a perdonar, nos reconcilias con nosotros mismos,
nos haces los protagonistas de nuestra historia y nos llenas de tu amor.
Así, de esa manera, podemos con todo y la vida contigo se vuelve una fiesta.

¿Quién es el más rico?



Érase una vez un hombre muy rico que vivía en una mansión que dominaba un fértil valle. Pero había un gran vacío en su vida. No tenía fe y vivía solo con sus muchas riquezas.
Juan, el vaquero del hombre más rico del valle, vivía con su familia en una casa muy humilde. Juan era creyente, oraba en familia y todos juntos iban a la iglesia.
Una mañana, el hombre más rico del valle contemplaba sus tierras y se decía: Todo esto es mío.
En ese momento llegó su vaquero y le dijo:
- Anoche tuve un sueño y el Señor me dijo que el hombre más rico del valle iba a morir a medianoche. Tenía que decírselo, espero no se enfade.
- No te preocupes, no creo en los sueños, vuelve a tu trabajo y olvídalo.
El hombre más rico empezó a inquietarse y se fue a su médico para hacerse un chequeo. Éste le dijo que estaba como un roble y que le quedaban muchos años de vida.
Aliviado pero roído por la duda invitó al médico a cenar y le invitó a quedarse hasta medianoche.
Pasada la medianoche despidió al médico y se dijo: este estúpido de Juan ha arruinado mi día, él y sus malditos sueños.
Acababa de acostarse cuando sonó el timbre de la casa. Eran las 12:30. Bajó y encontró a la hija de Juan en la puerta.
- Señor, le dijo llorando, mi mamá me envía a decirle que papá ha muerto a medianoche.
El hombre rico se quedó helado y comprendió súbitamente que el hombre más rico del valle no era él sino su vaquero.

¿Quién es el hombre más rico y más feliz entre nosotros? Dios no ve las cosas como nosotros. Dios no juzga a las personas como nosotros.