sábado, 18 de enero de 2020

Oración de confianza en Dios

                      Charles de Foucault

Padre me pongo en Tus Manos, 
Haz de mí lo que quieras,
Sea lo que sea… te doy gracias.
Estoy dispuesto a todo, lo acepto todo,
con tal que Tu Voluntad se cumpla en mi…
y en todas tus criaturas.
No deseo nada más, Padre, te confío mi alma
te la doy con todo el amor del que soy capaz,
Porque te amo y necesito darme,
ponerme en tus manos, porque Tú eres mi Padre.

La verdadera política cristiana


Un amigo quería consolar a Abraham Lincoln, entonces presidente de los EE.UU. Eran momentos difíciles, cuando todo parecía irle mal.
-  “Espero que Dios esté de su lado” le dijo el amigo. Y Lincoln le contestó:
- “No me preocupa semejante cosa, porque bien sabemos que Dios está siempre con la justicia. Mi preocupación y mi plegaria es que esta nación y yo estemos siempre del lado de Dios.
- Padre, me rogaba una madre, le pido que ponga las manos sobre la cabeza de mi hijo para que Dios lo proteja siempre y no aleje sus manos de él.
- Voy a rezar, le respondí, para que este hijo suyo no deje de tener la cabeza bajo las manos de Dios.

miércoles, 15 de enero de 2020

Tu rostro en cada esquina

                        José Mª Rodríguez Olaizola, sj

Señor, que vea… que vea tu rostro en cada esquina.
Que vea reír al desheredado, con risa alegre y renacida.
Que vea encenderse la ilusión en los ojos apagados
de quien un día olvidó soñar y creer.
Que vea los brazos que, ocultos, pero infatigables,
construyen milagros de amor, de paz, de futuro.
Que vea oportunidad y llamada donde a veces sólo hay bruma.
Que vea cómo la dignidad recuperada cierra los infiernos del mundo.
Porque no quiero andar ciego, perdido de tu presencia,
distraído por la nada… equivocando mis pasos hacia lugares sin ti.
Señor, que vea… que vea tu rostro en cada esquina.

Fuerza e ingenio


Un hipopótamo dormía a la orilla de un gran río. De pronto se despertó a causa de un pequeño, pero constante, ruido. Se trataba de un castor que estaba construyendo su guarida. Para ello necesitaba transportar troncos de árboles.
Agotado por el esfuerzo el castor se puso a descansar junto al tronco que transportaba. El hipopótamo, que lo vio, reía a carcajadas:
- ¡Pobre castor! Mira que querer mover ese tronco, ¿no ves que no tienes fuerza?
Entonces el castor, ofendido por una parte y necesitado por otra, planeó una eficaz estrategia: retar a su vecino.
- "Tan fuerte como te crees, te apuesto a ver quien amontona más troncos en aquella orilla -dice el castor- si vences, te proclamaré ante todos como el gran campeón y el más fuerte de la selva. Pero si pierdes, me pedirás perdón ante el público por haberte reído de mí y haberme despreciado".
Otros muchos animales acudieron para presenciar la apuesta.
El hipopótamo ganó la prueba sin dificultad. El castor, entonces, proclamó a bombo y platillo:
 ¡El hipopótamo es el animal más fuerte jamás conocido!"
Un loro muy vistoso y amigo del castor, se acercó y le dijo:
- "El es el más fuerte, pero tú el más listo. A ti no te interesaba ganar, pero sí tener los troncos en la otra orilla. Y además, como el hipopótamo ha resultado campeón no sentirá agresividad hacia ti, hasta puede ser un gran vecino".
El hipopótamo se acercó después al castor y le dijo delante del loro:
- "No vayas a creer que soy pura fuerza y que solo tengo ganas de figurar como el más poderoso. Me he dado cuenta de tu estratagema para que te pasara los troncos. Tú has ganado y yo también. Los dos hemos vencido".
El loro creyó que podría aprovechar la ocasión para proponerles:
- ¿Por qué no os ponéis siempre de acuerdo  -fuerza e ingenio- para mejorar la vida de la selva? A lo mejor yo, que vuelo, puedo hacer algo.
Firmaron un acuerdo de cooperación. Y encima de un tronco se pusieron a cantar los tres. Luego a reírse de lo mal que lo hacían, sobre todo el hipopótamo.

martes, 14 de enero de 2020

Renacer a una vida nueva

Que también, en mí Señor, se inaugure como en Ti un nuevo tiempo de misión y de trabajo.
Que la presencia de Dios y del Espíritu y de toda tu persona, se haga presente en mí,
de tal manera que, viviendo con alegría mi ser cristiano,
sea semilla de aquella gran sementera que es tu Evangelio
Que también, yo Señor, renazca a una vida nueva.
Que no me sienta seguro de mí mismo
Que no crea que, con ser bueno, ya es bastante.
Que me fíe de tu Palabra, y con tu Palabra, me sienta querido por Dios
y empujado a proclamar su existencia en medio del mundo.
Tú, Señor, nos das una forma de entender la vida
Tú, Señor, nos das el secreto de la felicidad
Tú, Señor, con tu Bautismo cargas con todas nuestras flaquezas y miserias.
Dios, sobre tus hombros, pones el futuro de nuestra humanidad:
¡Redímela con tu testimonio y sacrificio!
¡Rescátala de las incertidumbres que la asolan!
¡Recupérala de aquellos falsos dioses ante los que se postra!
Tú, Jesús, que eres preferido, amado, tocado por el Espíritu
Haz que, también nosotros, sintamos el calor de la gloria del Padre
que no es otra que la comunión del Hijo con el Espíritu Santo. Amén.

La canción del niño concebido


En algunas tribus de África cuando una mujer está embarazada va al bosque con sus amigas y allí oran y meditan hasta que pueden oír la canción del niño concebido.
Saben que cada alma tiene sus propias vibraciones que expresan su finalidad y su destino.
Cuando las mujeres han aprendido la canción la cantan a coro y regresan a la tribu para enseñársela a todos.
Cuando el niño nace, la comunidad reunida, le canta al niño su canción, cuando el niño empieza su educación y cuando entra en la adolescencia y cuando se casa le cantan también su canción.
Finalmente cuando el alma está a punto de salir de este mundo, familia y amigos reunidos en torno a su cama le cantan por última vez su canción.
Y si a lo largo de su vida la persona ha cometido una fechoría o una acción antisocial, el individuo es llamado al centro del pueblo y formando un gran círculo a su alrededor le cantan su canción.
La corrección no es castigo, es amor y recuerdo de la propia identidad. La canción le recuerda quién es. Y cuando uno reconoce su canción ya no vuelve a hacer daño a nadie.

domingo, 12 de enero de 2020

Necesito ser bautizado

Bautízame, Juan, con el agua del Jordán.
Limpia el barro de mi alma, ablanda la dureza de mi corazón,
echa al río el peso de mis pecados.
Me sentiré más limpio y ligero, liberado de ataduras oprimentes.
Y despiértame con tu “Voz” poderosa,
levántame y enciende el anhelo y la esperanza,
recuérdame la caridad, la no-violencia, la justicia,
y haz de mí un precursor del Mesías, aunque no merezca llevar sus sandalias.
Bautízame, Jesús, con el agua y con tu luz.
Bautízame en el fuego que transforma, llama viva perenne del Espíritu.
Báñame en la piscina del Mesías, que cure mi ceguera y miopía.
Sáciame con el agua que conoces, que ofreciste a la mujer samaritana.
Pon en mis secas entrañas el surtidor de agua viva inagotable,
que hasta la vida eterna salta.
Bautízame en el océano del Espíritu,
la fuente de amor secreta que mana y corre, mana y corre. Amén.

La caja-regalo


En unas Navidades, una niña quiso regalar algo a su padre. Pero, como no tenía nada que regalarle. En la Nochebuena, la niña puso junto al arbolito de Navidad, una cajita bien presentada con papel regalo que decía: “Para mi papi”.
Cuando el papá abrió la caja vio que estaba vacía. Enfadado, creyendo que le habían tomado el pelo, llamó a la niña y le dijo de mal humor:
- Esto no se hace, me has querido engañar como si fuese el día de Inocentes.
La niña se echó a llorar. El padre reaccionó y trató de consolarla. La niña le dijo:
- Pero, papi, si la caja está llena de besos, era lo único que tenía para regalarte.
El pobre hombre se quedó pálido por la inocencia de la hija y trató de disimular diciendo:
- Ah, es verdad, está llena de besos, ahora los veo.
Desde entonces, el padre conservó aquella caja-regalo y cada vez que se sentía mal, la abría y pensaba en los besos de su hija.