sábado, 16 de enero de 2021

A ti, Señor, presento mi ilusión y mi esfuerzo

A ti, Señor, presento mi ilusión y mi esfuerzo;
en ti, mi Dios, confío, confío porque sé que me amas.
Que en la prueba no ceda al cansancio, que tu gracia triunfe siempre en mí.
Yo espero siempre en ti. Yo sé que tú nunca defraudas al que en ti confía.
Indícame tus caminos, Señor, enséñame tus sendas.
Que en mi vida se abran caminos de paz y bien, caminos de justicia y libertad.
Que en mi vida se abran sendas de esperanza, sendas de igualdad y servicio.
Encamíname fielmente, Señor.
Enséñame tú que eres mi Dios y Salvador.
Recuerda, Señor, que tu ternura y tu lealtad
nunca se acaba; no te acuerdes de mis pecados.
Acuérdate de mí con tu lealtad, por tu gran bondad, Señor.
Tú eres bueno y recto y enseñas el camino a los desorientados.
Encamina a los humildes por la rectitud, enseña a los humildes su camino.
Tus sendas son la lealtad y la fidelidad
para los que guardan tu alianza y tus mandatos.
Porque eres bueno, perdona mi culpa.
Cuando te soy fiel, Señor, tú me enseñas un camino cierto;
así viviré feliz y enriquecerás mi vida con tus dones.
Tú, Señor, te fías de mí y me esperas siempre.
Tú, Señor, quieres que sea de verdad tu amigo.
Tengo los ojos puestos en ti que me libras de mis amarras y ataduras.
Vuélvete hacia mí y ten piedad, pues estoy sólo y afligido.
Ensancha mi corazón encogido y sácame de mis angustias.
Mira mis trabajos y mis penas y perdona todos mis pecados.
Señor, guarda mi vida y líbrame de mí mismo.
Señor, que salga de mi caparazón y vaya hacia ti
y que no quede defraudado de haberme confiado a ti.
Indícame tus caminos, Señor, tú que eres el Camino.
Hazme andar por el sendero de la verdad, tú que eres la Verdad del hombre.
Despierta en mí el manantial de mi vida, tú que eres la Vida de cuanto existe.

La Aguja perdida

                            Osho

Una gran mística sufí, Adawia. Una noche la gente la encontró sentada en la carretera buscando algo. Era una mujer mayor y los vecinos vinieron a ayudarla.
— ¿Qué buscas? ¿cómo podemos ayudarte?, le preguntaron.
— Estoy buscando mi aguja, he perdido mi aguja, dijo Adawia.
Ellos empezaron a ayudarla, pero enseguida se dieron cuenta de que el camino era inmensamente ancho y la aguja era una cosa muy pequeña. Por eso, preguntaron a Adawia:
— Por favor, dinos dónde la has perdido, el lugar exacto y preciso. Si no es muy difícil. El camino es muy grande y podríamos estar buscando eternamente. ¿Dónde la perdiste?
— ¿Y qué tiene eso que ver con mi búsqueda?
Se detuvieron y dijeron:
— ¡Ahora estamos seguros de que te has vuelto loca!
— De acuerdo, -dijo Adawia- os diré que la he perdido en mi casa.
— ¿Entonces por qué estás buscándola aquí? -le preguntaron.
Y se comenta que Adawia contestó:
— Porque aquí hay luz y adentro no. El sol se estaba ocultando y aún quedaba algo de luz en el camino.

Esto es muy significativo. ¿Te has preguntado alguna vez qué estás buscando? ¿Dónde lo estás buscando?

viernes, 15 de enero de 2021

Padre nuestro de mi vida

Padre Nuestro, que estás en las flores, en el canto de los pájaros,
en el corazón latiendo; que estás en el amor,
la compasión, la paciencia, y en el gesto del perdón.
Padre Nuestro, que estás en mí, en mi familia, en mis amig@s,
que estás en ese que yo amo, en ese que me hiere,
en aquel que busca la verdad...
Santificado sea tu Nombre adorado y glorificado, por:
todo lo que es bello, bueno, justo, honesto, de buen nombre y misericordioso.
Venga a nosotros tu reino de paz y justicia, fe, luz, amor.
Se el centro de mi vida, mi hogar, mi familia, de mi trabajo, de mi estudio....
Hágase tu voluntad, aunque mis ruegos
reproducen a veces más mi orgullo, mi ego, que mis necesidades reales.
Perdóname todas mis ofensas, mis errores,
mis faltas, mis pecados y ofensas contra ti, contra mi mismo
y contra los que me rodean, Perdona cuando se vuelve frío mi corazón;
Perdóname, así como yo con tu ayuda, perdono a aquellos
que me ofenden, incluso cuando mi corazón está herido.
No me dejes caer en las tentaciones de los errores,
de los vicios, de la crítica, el juicio, el chisme, la envidia,
la soberbia, la destrucción, el egoísmo...
Y líbrame de todo mal, de toda violencia,
de todo infortunio, de toda enfermedad. Líbrame de todo dolor,
de toda tristeza, angustia y de toda desilusión.
Pero, aún si tales dificultades ves que son necesarias en mi vida,
que yo tenga la fuerza y el coraje de decir:
¡Gracias, Padre, Señor y Rey del Universo por esta lección!
¡¡¡Que así sea!!!

El Mesías disfrazado

- “Que deseas”, le preguntó el sabio, con fama de santo.
El abad le contó la triste historia, que en otro tiempo, su monasterio había sido famoso en todo el mundo occidental, sus celdas estaban llenas de jóvenes novicios, y en su iglesia resonaba el armonioso canto de sus monjes. Pero habían llegado malos tiempos, la gente ya no acudía al monasterio a alimentar su espíritu, la avalancha de jóvenes candidatos habían cesado y la iglesia se hallaba silenciosa. Solo quedaban unos pocos monjes que cumplían triste y rutinariamente sus obligaciones. Lo que el abad quería saber era lo siguiente:
- “¿Hemos cometido algún pecado para que el monasterio se vea en esta situación?”.
- “Si”, respondió el sabio. “Un pecado de ignorancia”. “Uno de los monjes es el Mesías disfrazado, y los demás no lo saben”. Dicho esto, el sabio cerró sus ojos y volvió a su meditación.
Durante el viaje de regreso a su monasterio, el abad sentía como su corazón se desbocaba al pensar que el Mesías, ¡el mismísimo Mesías!, había vuelto a la tierra y había ido a parar justamente a su monasterio. ¿Cómo no había sido capaz de reconocerlo? ¿Y, quién podría ser? ¿Acaso el hermano cocinero? ¿El hermano sacristán? ¿El hermano administrador? ¿O sería él, el hermano superior? ¡No, él no! Por desgracia él tenía demasiados defectos… Pero resulta que el sabio había hablado de un Mesías disfrazado… ¿No serían esos defectos parte de su disfraz? Bien mirado, todos en el monasterio tenían defectos… ¡Y uno de ellos tenía que ser el Mesías!
Cuando llegó al monasterio, reunió a los monjes y les contó lo que había averiguado. Los monjes se miraban incrédulos unos a otros:
- “¿El Mesías Aquí?” “¡Increíble!”. Claro que, si estaba disfrazado… entonces, tal vez… ¿Podría ser Fulano…? ¿O Mengano? ¿O a lo mejor…?
Una cosa era cierta; si el Mesías estaba allí disfrazado, no era probable que pudieran reconocerlo. De modo que empezaron todos a tratarse con respeto y consideración. “Nunca se sabe”, pensaban cada cual para sí mismo cuando trataban con otro monje, “Tal vez sea éste…”.
El resultado fue que el monasterio recobró su antiguo ambiente de gozo y de espiritualidad desbordantes. Pronto volvieron a acudir docenas de candidatos pidiendo ser admitidos en la Orden, y en la iglesia volvió a escucharse el jubiloso canto de los monjes radiantes del espíritu de Amor. ¿y el Mesías? Permaneció entre ellos por siempre. 

miércoles, 13 de enero de 2021

Abre mi corazón a tu Palabra

Padre nuestro, las palabras de Jesús invitan a alabarte
y a agradecerte porque eres un Dios que se quiere comunicar
y relacionar con cada persona y con toda la humanidad.
Te damos gracias por tantas personas que abren el corazón a tu palabra,
atentas a escuchar qué deseas de nosotros,
cómo nos propones orientar nuestra vida.
Te damos gracias porque vemos tu voluntad realizada plenamente
en la vida de Jesús y en cada uno de sus gestos y actitudes.
Por eso te pedimos coraje para decidirnos a vivir cada día
como discípulos y compañeros de vida y de camino de tu Hijo.
Ayúdanos a no cargar a nadie fardos pesados;
antes concédenos la capacidad de aliviar la carga pesada
de cuantos sufren por no tener casa, o trabajo estable,
o porque están enfermos o tienen conflictos familiares.
Como enseña el Profeta, haznos colaboradores
de cuantos trabajan por un mundo de paz,
en que sepamos desterrar las armas de guerra
y unirnos en gestos de cooperación y ayuda,
dirigiéndonos mutuamente palabras de paz.
Haznos personas que sepamos hacer morir
todo lo que es fruto del egoísmo y destructor de la persona
y sepamos abrir el corazón al Espíritu de Vida

La parábola de la Educación

Un joven maestro de escuela tuvo un sueño en el que se le apareció un ángel y le dijo:
- "Tendrás una niña que crecerá para llegar a ser una líder mundial ¿Cómo la prepararás para que se dé cuenta de su inteligencia, crezca con seguridad en sí misma, desarrolle tanto lo afirmativo de ella como su sensibilidad, sea de mente abierta, y fuerte de carácter? En breve, ¿qué clase de educación le ofrecerás para que ella llegue a ser uno de los verdaderos grandes líderes mundiales?"
El joven maestro se despertó con un sudor frío. Nunca se le había ocurrido que cualquiera de sus actuales o futuros estudiantes pudiera ser la persona descrita en su sueño. ¿Estaba él preparándolos para elevarse a cualquier posición en la que pudieran aspirar?
Pensó, '¿Cómo podrían mis enseñanzas cambiar si yo supiera que uno de mis estudiantes fuera esta persona?' Poco a poco empezó a formular un plan en su mente:
Este estudiante
Necesitaría experiencia también como instrucción.
Necesitaría saber cómo resolver problemas de varias clases.
Necesitaría crecer en carácter también como en conocimiento.
Necesitaría seguridad propia también como la habilidad para escuchar bien y trabajar con otros.
Necesitaría entender y apreciar el pasado y ser optimista acerca del futuro.
Necesitaría crecer en el entendimiento de otros y llegar a ser un estudiante del espíritu.
Necesitaría conocer el valor del aprendizaje durante toda la vida para mantener una mente curiosa y activa.
Necesitaría fijar altos objetivos y aprender auto disciplina; pero también necesitaría amor y ánimo, para llenarse de amor y bondad.
Sus enseñanzas cambiaron. Cada joven persona que caminaba por su aula de clase se convertía, para él, en un futuro líder del mundo. Vio en cada uno, no como eran, sino como podían ser. Esperaba lo mejor de sus estudiantes, sin embargo lo suavizaba con compasión. Le enseñaba a cada uno como si el futuro del mundo dependiera de su instrucción.
Pero ésta no es simplemente una parábola acerca de un maestro de escuela. Es una parábola acerca de Ud. y yo -ya seamos padres o profesores. Y la historia, nuestra historia, realmente empieza así:
"A usted se le dará un niñ@ quien crecerá para llegar a ser..." (termine usted la frase). Si no un líder mundial, ¿entonces un padre magnífico? ¿Un excelente maestro? ¿Un buen médico? ¿Un innovador solucionador de problemas? ¿Un artista inspirado? ¿Un filántropo generoso?
Dónde y cómo encontrará usted a este niño es un misterio. Pero crea que el futuro de un niño puede depender de la influencia que sólo usted puede darle, y algo maravilloso sucederá. Porque ninguna persona joven será ordinaria para usted. Y usted nunca será el (la) mismo(a).

domingo, 10 de enero de 2021

La voz del Espíritu

                     Cardenal Carlo Mª Martini

Te alabamos y te damos gracias, glorioso Señor Jesucristo,
porque estás presente en medio de nosotros y en nosotros
porque en nosotros alabas al Padre
con la voz del Espíritu que nos has dado.
Te pedimos que esta voz del Espíritu se suscite en nosotros
por la escucha de la Palabra de la Escritura,
de manera digna, justa, conveniente al significado del texto
proporcionada a las cosas que se nos manifiestan
y pronta a reconocer en nosotros la afinidad
con la enseñanza y con el ejemplo que se nos propone. Amén

Volver a la comunidad

Un hombre, que regularmente asistía a su parroquia, sin más dejó de participar en las actividades. Pasadas unas semanas, el párroco decidió visitarlo. Era una noche muy fría. El sacerdote encontró al hombre en casa, solo, sentado delante de la chimenea, donde ardía un fuego brillante y acogedor. Adivinando la razón de la visita, el hombre dio la bienvenida al sacerdote, le ofreció una silla, cerca de la chimenea y allí se quedó...
Esperaba que el párroco comenzara a hablar.
Pero se hizo un largo silencio. Los dos hombres sólo contemplaban la danza de las llamas en torno a los troncos de leña que ardían.
Al cabo de algunos minutos, el párroco removió las brasas que se formaron y seleccionó una de ellas, la más incandescente de todas, empujándola hacia un lado.
Volvió entonces a sentarse, permaneciendo silencioso e inmóvil.
El anfitrión prestaba atención a todo, sorprendido y quieto. Al poco rato, la llama de la brasa solitaria disminuyó, hasta que sólo hubo un brillo momentáneo y su fuego se apagó de una vez. En poco tiempo, lo que antes era una fiesta de calor y luz, ahora no pasaba de ser un negro y frío tronco de madera quemado recubierto de una espesa capa de ceniza grisácea.
Ninguna palabra se había dicho desde el saludo inicial entre los dos amigos. El párroco, antes de prepararse para salir, removió nuevamente el tronco frío e inútil, colocándolo de nuevo en medio del fuego. Al instante se volvió a encender, alimentado por la luz y el calor de los carbones ardientes en torno de él.
Cuando el sacerdote alcanzó la puerta para partir, su anfitrión le dijo:
- Gracias Padre por la visita, y por sus palabras. ¡Que Dios lo bendiga! Regresaré... ¡Nos veremos por la Parroquia el domingo en la Misa!