sábado, 15 de agosto de 2020

Himno a la Asunción de María

¿A dónde va, cuando se va, la llama?
¿A dónde va, cuando se va, la rosa? 
¿Qué regazo, qué esfera deleitosa, 
qué amor de Padre la alza y reclama? 
Esta vez como aquella, aunque distinto; 
el Hijo ascendió al Padre en pura flecha. 
Hoy va la Madre al Hijo, va derecha 
al Uno y Trino, al Trono en su recinto. 
Por eso el aire, el cielo, rasga, horada, 
profundiza en columna que no cesa, 
se nos va, se nos pierde, pincelada 
de espuma azul en el azul sorpresa. 
No se nos pierde, no; se va y se queda. 
Coronada de cielos, tierra añora 
y baja en descensión de Mediadora, 
rampa de amor, dulcísima vereda. 
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu, 
por los siglos de los siglos. Amén.

Solo Dios sabe cuánto pesa una Oración

Una mujer humildemente vestida, con un rostro que reflejaba sufrimiento y derrota, entró a una tienda. Se acercó al dueño y avergonzada, le preguntó si podía llevarse algunas cosas fiadas. Con voz suave le explicó que su esposo estaba muy enfermo y que no podía trabajar; tenían siete niños y necesitaban comida.
El dueño, inflexible, le pidió que abandonara su tienda. Pero la mujer pensando en su familia continuó rogándole
- ¡Por favor señor! Se lo pagaré tan pronto como pueda. El dueño se excusó diciendo que no podía darle crédito ya que no tenía una cuenta de crédito en su tienda.
En la tienda había un cliente que escuchó la conversación entre el dueño de la tienda y la mujer.
El cliente se acercó y le dijo al dueño de la tienda que él se haría cargo de lo que la mujer necesitara para su familia, pero éste no le hizo caso.
Tanto insistió la mujer que el carnicero se dirigió a ella y le preguntó:
- ¿Tiene usted una lista de compra?
- Si señor, respondió ella.
- Está bien, ponga su lista en la balanza y lo que pese su lista, se lo daré yo en comestibles.
La mujer titubeó por un momento y cabizbaja, buscó en su cartera un pedazo de papel y escribió en él. Luego temerosa, puso el pedazo de papel en la balanza.
Al hacerlo la balanza bajó de golpe, como si hubiera puesto sobre ella una roca o un pedazo de hierro. Los ojos del dueño y cliente se llenaron de asombro. Tal como había dicho, el dueño comenzó a poner comestibles al otro lado de la balanza, pero ésta no se movía, así que continuó poniendo más y más comestibles, pero como la balanza nunca se igualaba, no aguantó más y agarró el pedazo de papel para ver si había algún truco.
El dueño miró el papel y lo leyó asombrado. No era una lista de compra, era una oración que decía:
"Querido Señor, tú conoces mis necesidades, dejo esta situación en tus manos".
El dueño de la tienda le dio a la mujer todos los comestibles que había reunido y se quedó en silencio, mientras la mujer abandonaba la tienda.

martes, 11 de agosto de 2020

Venga a nosotros tu reino

                   Matu Hardoy, sj 

Que venga tu reino, Señor, porque lo necesitamos. 
Es que cada vez parece más lejano. 
La violencia, el mal y la injusticia parecen reinar en nuestro mundo y no tu Reino. 
¡Que venga, Señor! 
Lo repito cada día pero hoy me vienen al corazón aquellas palabras tuyas: 
«El Reino de Dios está entre vosotros» (Lc 17, 21)… 
Y me quedo en silencio, descolocado. 
Y comienzo a recordar que ya me habías regalado verlo… 
Es el Reino que ya está aquí, viniendo en cada detalle y en cada momento. 
Pequeño y escondido, que se hace palabra de aliento, caricia de consuelo, 
mirada de perdón, pasos que acompañan, silencio de oración, manos que trabajan. 
El Reino de esas mesas donde se comparte lo que se tiene 
y siempre hay lugar para alguien más. 
Eso pido cuando digo «venga tu Reino»: 
poder ver, como tú lo haces, este Reino que nunca deja de llegar. 
Poder verte, de eso se trata: que venga tu Reino. 
Verte como entrar en presencia y respirar la vida 
verte como entrar en luz y llorar la alegría 
verte como entrar en silencio y tocar la palabra 
verte como entrar en amistad y comer tú y yo 
verte como entrar en fiesta y celebrar la libertad 
verte abrazarte y luego hay que partir 
amar a todos como verte. (monje, mártir y poeta Christophe Lebreton)

En la facultad de Medicina...

En la facultad de Medicina, el profesor se dirige a un alumno y le pregunta:
- ¿Cuántos riñones tenemos?
- ¡Cuatro!, responde el alumno.
- ¿Cuatro?, replica el profesor, arrogante, sonriéndose del error del alumno.
- Traiga un fardo de alfalfa, pues tenemos un asno en la sala, le ordena el profesor a su auxiliar.
- ¡Y para mí un cafecito!, replicó el alumno al auxiliar del maestro.
El profesor se enojó y expulsó al alumno de la sala. El alumno era, por cierto, el humorista Aparicio Torelly Aporelly (1895-1971).
Al salir de la sala, todavía el alumno tuvo la audacia de corregir al furioso maestro:
- Usted me preguntó cuántos riñones ‘tenemos’. ‘Tenemos’ cuatro: dos míos y dos suyos. ‘Tenemos’ es una expresión usada para el plural. Que tenga un buen provecho y disfrute de la alfalfa”.

La vida exige mucho más comprensión que conocimiento. A veces, las personas, por tener un poco más de conocimiento o ‘creer’ que lo tienen, se sienten con derecho de subestimar a los demás.

domingo, 9 de agosto de 2020

Gracias, Señor.

Gracias, Señor, por estar siempre a nuestro lado.
Ahora estás tan cerca que te llevamos en el corazón.
Señor, como Pedro, somos frágiles. Tú nos conoces bien.
Ante cualquier adversidad tenemos muchas dudas,
nos tambaleamos.
Te buscamos con frecuencia, pero no te reconocemos.
Te esperamos en acontecimientos importantes
y te muestras en el silencio... Nos desconciertas.
Y también como Pedro te gritamos: “¡Señor, sálvame!”
Desde nuestra pequeñez,
queremos seguir remando en la barca de tu Iglesia,
con la confianza de que Tú nunca nos abandonas.

El valor de la Paciencia

Se decía que en una aldea en Etiopía, un hombre y una mujer, viudos, aunque jóvenes, decidieron formar juntos una nueva familia. Pero había un problema: el hombre tiene un hijo de corta edad, que no ha superado aún la muerte de su madre.
La mujer le prepara los platos especiales, le confecciona bonitas prendas y se comporta, siempre amablemente con él, pero el niño, ni siquiera le dirige la palabra.
La mujer decide acudir al hechicero:
- ¿Qué puedo hacer para que mi hijo me acepte como madre?
- Me has de traer tres pelos del bigote de un león -le dice el sabio a la mujer.
La mujer se va preocupada, preguntándose cómo le podía sacar tres pelos a un león sin ser devorada, pero decide intentarlo por el bien de su familia.
Cuando al fin encuentra al león, guarda una distancia prudencial, temerosa de acercarse. Permanece largo rato observándolo de lejos.
La espera se hace interminable hasta que la mujer decide ofrecerle comida. Después de acercarse un poco más le deja un pedazo de carne y se aleja. Y cada día hace lo mismo.
Poco a poco, el león se acostumbra a la presencia de la mujer, hasta que ésta pasa a formar parte de su vida. Un día, cuando el león está dormido le arranca tres pelos del bigote sin problemas.
Pero antes de llevarle los pelos al hechicero comprende que su problema está resuelto:
Ha encontrado el valor de la paciencia… Como con el león, debe acercarse al niño poco a poco, esperando fielmente, respetando su actitud y su territorio... hasta conquistar su corazón con su paciencia…