sábado, 29 de septiembre de 2018

Himno a los Arcángeles

En la hora en que Cristo resucita,
clama Miguel, el poderoso príncipe:
«¿Quién como tú, mi Dios, Jesús humilde?
Al pecado de los hombres descendiste
y hoy el Padre te signa y te bendice.»
En la hora en que Cristo resucita,
Dice Gabriel, el que anunció a María:
«¡Exulta, Iglesia, virgen afligida,
el santo vencedor es tu Mesías!
Nadie podrá dar muerte a tu alegría.»
En la hora en que Cristo resucita,
Proclama Rafael, el peregrino:
«¡Glorificad conmigo a aquel que dijo:
Yo soy la luz del mundo y el camino!
¡Bendecidle, que el viaje está cumplido!»
En la hora en que Cristo resucita,
se ha tendido la escala misteriosa
y el coro de los ángeles le adora:
«¡Somos, Señor, los siervos de tu gloria,
cielo y tierra cantemos tu victoria!» Amén.

El nombre más hermoso

             Miguel Segura

Un guerrero miró a su hija recién nacida. Tan hermosa le parecía que no encontraba un nombre apropiado para ella. Todos le sabían a poco. Al fin decidió buscar lo más valioso del mundo y tomarlo como nombre para su primogénita.
Salió muy temprano, cuando aún estaba oscuro y pensó “Podría llamarla: Silencio, pues es hermosísimo”… pero comenzó el amanecer y el guerrero detuvo sus pasos y dijo: “No, la llamaré: Aurora”.
Decidió seguir caminando más y el día avanzaba mientras a lo largo de su camino el guerrero pensaba en llamar a su hija: “Luz, Nieve, Flor, Cielo…”
Y así recorrió grandes distancias y consultó a muchos hombres instruidos, hasta que finalmente encontró al más sabio de los hombres, que le dijo:
- Tras esta montaña encontrarás a un pastor muy sencillo. Acércate a su casa, espera allí y verás lo más valioso del mundo…
Apostado junto a unas rocas el guerrero esperó el momento fijando su mirada en la entrada de la casa. Al cabo de unos momentos se abrió la puerta y apareció una niña. El guerrero sintió un escalofrío. La pequeña estaba cubierta de lepra.
En unos instantes, tras la curva del camino, se escuchó la voz del pastor llamando a su hija. El guerrero vio cómo padre e hija se abrazaban y cubrían de besos. Y así, volviendo a su casa con lágrimas en los ojos, se dijo:
- La llamaré Heoma-nae-sàn (“amor en el dolor”).

jueves, 27 de septiembre de 2018

Enséñanos a orar en la vida

Señor, enséñanos a orar sin olvidar el trabajo,
a dar sin mirar a quién,
a servir sin preguntar hasta cuando,
a sufrir sin perder la fe,
a progresar sin perder la simplicidad,
a hacer el bien sin pensar en resultados,
a disculpar sin condiciones,
a marchar de frente sin contar los obstáculos,
a creer sin malicias, a escuchar sin herir,
a comprender al próximo, sin exigir entendimientos,
a respetar los semejantes sin reclamar consideraciones,
a dar lo mejor de nosotros.
Enséñanos también la ejecución del propio deber,
sin buscar reconocimiento...
Enséñame, Señor, a caminar en las sombras,
que yo sabré proporcionar luz. ¡Amén!

Las cuatro estaciones…

Había una vez un hombre que tenía cuatro hijos.
El hombre buscaba que ellos aprendieran a no juzgar deprisa; por eso los envió a cada uno por turnos a visitar un peral que estaba a una gran distancia.
El primer hijo fue en el invierno, el segundo en la primavera, el tercero en el verano y el hijo más joven en el otoño.
Cuando todos ellos habían ido y regresado; su padre los llamó, y juntos les pidió que describieran lo que habían visto.
El primer hijo mencionó que el árbol era horrible, doblado y retorcido.
El segundo dijo que no, que estaba cubierto con brotes verdes y lleno de promesas.
El tercer hijo no estuvo de acuerdo, dijo que estaba cargado de flores, que tenía un aroma muy dulce y se veía muy hermoso, era la cosa más llena de gracia que jamás había visto.
El último de los hijos no estuvo de acuerdo con ninguno de ellos, y dijo que el peral estaba maduro y marchitándose de tanto fruto, lleno de vida y satisfacción.
Entonces el hombre explicó a sus hijos que todos tenían razón, porque ellos solo habían visto una de las estaciones de la vida del árbol.
Les dijo a todos que no deben de juzgar a un árbol, o a una persona, solo por ver una de sus temporadas, y que la esencia de lo que son, el placer, regocijo y amor que viene con la vida puede ser solo medida al final, cuando todas las estaciones ya han pasado.

Si tú te das por vencido en el invierno, habrás perdido la promesa de la primavera, la belleza del verano, y la satisfacción del otoño.
No dejes que el dolor de una estación destruya la dicha del resto.
No juzgues la vida solo por una estación difícil.
Aguanta con valor las dificultades y las malas rachas, porque luego disfrutarás de los buenos tiempos.
Sólo el que persevera encuentra un mañana mejor.

lunes, 24 de septiembre de 2018

Nuestra Señora de la Merced

Hoy imploramos tu misericordia para con nosotros.
Tú que eres madre de los privados de libertad,
enséñanos a recuperar y mantener la libertad interior de los hijos de Dios.
Haz que nadie nos impida amar y ser amado, perdonar y ser perdonado
y creer en la fuerza del bien en nosotros y en nuestros hermanos.
Danos fuerza, por la cruz de tu Hijo, para que no nos dejemos vencer
por las circunstancias adversas.
Aliéntanos para que no nos cansemos en la lucha por la justicia.
Ayúdanos a mirar a todos con ojos misericordiosos,
Sé tú nuestro consuelo en las horas de tristeza y aflicción
e infúndenos ánimo para seguir adelante.
María, lleva nuestra oración a Jesús para que llegue por él al Padre
que nos ama como sus hijos, hoy y siempre. Amén

El tren de la vida…

La vida es como un viaje en tren...
Cuando nacemos y subimos al tren, encontramos dos personas queridas, que nos harán conocer el viaje hasta el fin: “nuestros padres”. Lamentablemente, ellos en alguna estación se bajarán para no volver a subir más… Quedaremos huérfanos de su cariño, protección y afecto.
Pero a pesar de esto, nuestro viaje deberá continuar…
Conoceremos otras interesantes personas durante la larga travesía, entre ellos nuestros hermanos, hijos, amigos y amores. Muchos de ellos solo realizarán un corto paseo, otros estarán siempre a nuestro lado, compartiendo alegrías y tristezas.
En el tren, también viajarán personas que andarán de vagón en vagón para ayudar a quien lo necesite.
Es curioso ver como algunos pasajeros a los que queremos deciden sentarse alejados de nosotros, en otros vagones.
Muchos se bajarán y dejarán recuerdos imborrables, para ellos el viaje “terminó”.
Otros, en cambio, viajarán ocupando asientos, sin que nadie perciba que están allí sentados. Eso nos lleva a realizar el viaje estando distantes. Pero eso no nos impedirá, aunque tal vez con alguna dificultad, acercarnos a ellos.
Sabemos que este tren solo realiza un viaje, el de ida… Este viaje es así, lleno de atropellos, sueños, fantasías, esperas, llegadas y partidas.
Tratemos entonces de viajar lo mejor posible, intentando tener una buena relación con todos los pasajeros, procurando lo mejor para cada uno de ellos, recordando siempre que en algún momento del viaje, alguien puede perder sus fuerzas y deberemos entender eso. A nosotros también nos ocurrirá lo mismo y seguramente alguien nos entenderá y nos ayudará.
El gran misterio de este viaje es que no sabemos en cual estación nos tocará descender.
Pienso: cuando tenga que bajarme del tren ¿sentiré nostalgias?
Seguro que sí:  dejar a mis hijos viajando solos será muy triste… Separarme de los amores de mi vida, será doloroso.
Pero tengo la esperanza de que en algún momento nos volveremos a encontrar en la estación principal, y tendré la emoción de verlos llegar con mucha más experiencia de la que tenían al iniciar el viaje. Seré feliz al pensar que en algo pude colaborar para que ellos hayan crecido como buenas personas.
Ahora, en este momento, el tren disminuye la velocidad para que suban y bajen personas. Mi emoción aumenta a medida que el tren va parando… ¿Quién subirá?... ¿Quién será?...
Estoy feliz de ver como algunas personas, como nosotros, tienen la capacidad de reconstruir para volver a empezar… Eso es señal de lucha y coraje. Saber vivir es poder ofrecer lo mejor a todos los pasajeros…
Agradezco a Dios porque estamos compartiendo este viaje, y a pesar de que, a veces, nuestros asientos no estén juntos, con seguridad el vagón en el que vamos y el maquinista son los mismos.
A ti, que compartes estos minutos, GRACIAS… Que tengas un “Buen Viaje”…

domingo, 23 de septiembre de 2018

¿Tendrás tiempo… para Dios?

Cuando te levantabas esta mañana, te observaba y esperaba que me hablaras, aunque fuera unas cuantas palabras, preguntando mi opinión o agradeciéndome por algo bueno que te haya sucedido ayer. Pero noté que estabas muy ocupado buscando la ropa adecuada para ponerte e ir al trabajo.
Seguí esperando de nuevo, mientras corrías por la casa arreglándote, supe que habría unos cuantos minutos para que te detuvieras y me dijeras ¡Hola!, pero estabas demasiado ocupado.
Te observé mientras ibas rumbo al trabajo y esperé pacientemente todo el día. Con todas tus actividades supongo que estabas demasiado ocupado para decirme algo. Pero… está bien, aún queda mucho tiempo.
Durante el trabajo estabas tan preocupado por tus problemas; si tan sólo quisieras compartirlos conmigo… pero no, decides tratarlos solo y yo espero.
Después encendiste el televisor; esperé pacientemente, mientras veías televisión y cenabas, pero nuevamente te olvidaste de hablar conmigo y nada.
A la hora de dormir, creo que ya estabas muy cansado. Después de decirle buenas noches a tu familia, caíste en tu cama y casi de inmediato te dormiste; no hay problema, porque quizás no te das cuenta de que siempre estoy ahí para ti.
Tengo más paciencia de la que te imaginas. También quisiera enseñarte cómo tener paciencia para con los otros.
Te amo tanto que espero todos los días por una oración, un pensamiento o un poco de gratitud de tu corazón.
Bueno, te estás levantando de nuevo, y otra vez a esperar sin nada más que mi amor por ti; tal vez el día de hoy me dediques un poco de tiempo.
¡Que tengas un buen día!.
Tu amigo, Dios

Bordados de la vida…

Cuando era niño, mi madre trabajaba mucho cosiendo. Yo me sentaba en el suelo, miraba y le preguntaba qué es lo que estaba haciendo. Ella me contestaba que estaba bordando.
Todos los días yo hacía la misma pregunta y ella me contestaba lo mismo.
Yo observaba su trabajo desde una posición debajo de donde ella se encontraba sentada, y repetía:
- “¿Mamá, que es lo que estás haciendo?”.
Le decía que desde donde yo la miraba, lo que estaba haciendo me parecía muy extraño y confuso.
Era un montón de nudos e hilos de diferentes colores, largos, cortos, unos gruesos y otros finos… yo no entendía nada.
Ella sonreía, me miraba y de manera amable me decía,
- “Hijo, sal un poco a jugar, y en cuanto termine mi trabajo te llamaré, te tomaré en mis brazos y dejaré que veas el trabajo desde mí posición”.
Pero yo seguía preguntándome desde abajo: ¿Por qué ella usaba algunos hilos de colores oscuros y otros claros?, ¿por qué me parecían tan desordenados y enmarañados?; ¿por qué estaban tan llenos de nudos y puntos?; ¿por qué había tantos nudos e hilos enredados entre si?; ¿por qué no tenían aún una forma definida?; ¿por qué tardaba tanto para hacerlo?
Un día, cuando yo estaba afuera jugando, ella me llamó.
- “Hijo, ven aquí, déjame tomarte en mis brazos”.
Me sentó en su regazo y me sorprendí al ver el bordado desde su posición.
No lo podía creer, ¡desde abajo me parecía tan confuso! Pero desde arriba pude ver un paisaje ¡maravilloso!
Entonces ella me dijo:
- “Hijo, desde abajo mi bordado te parecía confuso y desordenado porque no veías que en la parte de arriba había un bello diseño… pero ahora, mirando el bordado desde mí punto de vista, ya puedes ver qué es lo que yo he estado haciendo”.
Muchas veces, a lo largo de los años, he mirado hacia al cielo y he dicho: “¿Padre, qué es lo que estás haciendo?”.
Él parece responder: “Estoy bordando tu vida, hijo”.
Y yo sigo preguntando: “¿Pero por qué lo veo todo tan confuso? Padre, todo está desordenado; hay muchos nudos, situaciones difíciles que no terminan y cosas buenas que pasan rápido. Los hilos son tan oscuros… ¿por qué no son más brillantes?”.
Él parece decir: “Hijo mío, ocúpate de tu trabajo, relájate… confía en mí. Yo haré mí trabajo. Un día te llevaré a ti en mis brazos, y entonces verás el plan de tu vida desde mi punto de vista”.

A veces no entendemos qué está ocurriendo en nuestras vidas, las cosas son confusas, no encajan y parece que nada nos sale bien.
Es que estamos mirando el reverso de la vida; del otro lado, Dios está bordando…