jueves, 1 de julio de 2021

Gracias por los amigos

                        Marcelo A. Murúa

Te doy gracias, Padre Bueno, Dios de la Vida,
por los amigos que me regalas en el camino de la vida.
Mis amigos me alientan, Señor. Saben encontrar lo mejor de mí mismo.
Me aceptan como soy y se alegran con lo bueno que tengo.
Me ayudan a caminar con nuevas fuerzas
y me estimulan a buscar nuevas metas.
Ellos me acompañan, me aconsejan, siempre están atentos
dispuestos a ayudarme y a escuchar mis palabras.
Me recuerdan tu Presencia, Padre Bueno, Dios de la Vida.
Tu presencia compañera, peregrina a mi lado, siempre a la espera.
En el crisol de la fidelidad.
Con mis amigos, Señor, comparto mis sueños, mis esperanzas,
mis locas utopías de un mundo nuevo.
Con ellos intentamos aportar nuestro granito de arena
para que los sueños se vuelvan realidad,
y las utopías se acerquen en la historia y en la vida cotidiana.
Me recuerdan tu Presencia, Padre Bueno, Dios de la Vida.
Tu presencia que señala el horizonte,
que enseña a mirar más allá, que ayuda a pensar en los otros,
que muestra el camino del compromiso.
Buscando la utopía del Reino. En el crisol de la Esperanza compartida.
Mis amigos me quieren, Señor, me acercan su sonrisa para alegrar mis días.
Comparten mis silencios, escuchan mis palabras.
Están conmigo en los buenos y en los malos días.
Me regalan su ternura, comparten su cariño,
me ofrecen sus brazos abiertos para el abrazo del encuentro.
Me recuerdan tu Presencia, Padre Bueno, Dios de la Vida.
Tu presencia siempre generosa, gratuita, fresca, llena de ternura maternal.
En el crisol del amor hecho gesto y palabra.
Mis amigos me corrigen, Señor, me ayudan a mejorar,
me muestran mis lados oscuros, me enseñan a cambiar.
Porque me quieren me comentan mis errores, me levantan de mis caídas,
me ayudan a superar conflictos y dificultades.
Con ellos cuento siempre y por eso te doy gracias.
Me recuerdan tu Presencia, Padre Bueno, Dios de la Vida.
Tu presencia llena de luz para mi vida,
que me revela mi propia identidad,
que me muestra nuevas posibilidades y caminos por recorrer.
Luz que me ayuda a discernir, a conocer mis flaquezas, y a buscar mejorar.
En el crisol de la confianza y la corrección fraterna.
Te doy gracias, Señor, por mis amigos.
En el crisol de la vida compartida, Padre Bueno, Dios de la Vida,
sus manos abiertas, cercanas, compañeras,
me transmiten tu Presencia hecha encuentro y comunión.
Por mis amigos y amigas ¡gracias a la vida, gracias a Dios!

El zapatero

La historia cuenta que había un zapatero que no podía cubrir sus gastos y los de su familia con lo que ganaba en su trabajo.
Un día llegó Jesús y le pidió que le arreglara sus sandalias, que estaban muy deterioradas. Jesús le dijo:
- Te puedo dar lo que quieras si me las arreglas.
El zapatero lo miró con desconfianza y le dijo:
- ¿Me puedes dar tú el millón de dólares que necesito para ser feliz?
Entonces Jesús le dijo:
- Te puedo dar 100 millones de dólares, pero a cambio tendrías que darme tus piernas.
El zapatero respondió:
- ¿De qué me sirven 100 millones si no tengo piernas?
Pero Jesús insistió:
- Te puedo dar 500 millones de dólares, si me das tus brazos.
- ¿Pero Señor qué puedo hacer con 500 millones y sin brazos?, ni siquiera podría comer solo.
El Señor le habló de nuevo y dijo:
- Te puedo dar 1.000 millones si me das tus ojos.
El zapatero, contestó:
- ¿Qué puedo hacer yo con tanto dinero si no podría ver a mis hijos, a mi esposa y las cosas bellas de este mundo?
Jesús con una dulce sonrisa le dijo:
- Tú dices que eres pobre, pero te he ofrecido ya 1.600 millones de dólares y los has rechazado. ¿No te das cuenta lo rico que eres?, que no cambiarías por todo el dinero del mundo las partes de tu cuerpo.

Es importante dejar de ver las riquezas que nos rodean y que no podemos obtener, y agradecer profundamente a Dios por nuestra salud y, sobre todo, por nuestra vida, que son las joyas más valiosas que podemos poseer.

miércoles, 30 de junio de 2021

En busca de Dios

¡Te necesito, Señor! porque sin Ti mi vida se seca.
Quiero encontrarte en la oración,
en tu presencia inconfundible durante esos momentos
en los que el silencio se sitúa de frente a mí, ante Ti.
¡Quiero buscarte!
Quiero encontrarte dando la vida a la naturaleza que Tú has creado;
en la transparencia del horizonte lejano desde un cerro,
y en la profundidad de un bosque que protege con sus hojas
los latidos escondidos de todos sus inquilinos.
¡Deseo sentirte alrededor!
Quiero encontrarte en tus sacramentos,
en el reencuentro con tu perdón, en la escucha de tu palabra,
en el misterio de tu cotidiana entrega radical.
Necesito sentirte dentro!
Quiero encontrarte en el rostro de la hombres y mujeres,
en la convivencia con mis hermanos;
en la necesidad del pobre y en el amor de mis amigos;
en la sonrisa de un niño y en el ruido de la muchedumbre.
¡Tengo que verte!
Quiero encontrarte en la pobreza de mi ser,
en las capacidades que me has dado,
en los deseos y sentimientos que fluyen en mi,
en mi trabajo y mi descanso y, un día, en la debilidad de mi vida,
cuando me acerque a las puertas del encuentro cara a cara contigo.

¿Por qué gritamos?

Un sabio hindú estaba visitando el río Ganges con sus discípulos cuando se encontró a dos personas en la orilla gritándose con rabia. Se volvió hacia sus discípulos sonriendo y les preguntó:
– ¿Por qué la gente se grita cuando están enojados?
Los discípulos pensaron unos momentos:
- Porque perdemos la calma – dijo uno– por eso gritamos.
– Pero ¿por qué gritar cuando la otra persona está a tu lado?, preguntó el sabio. ¿No es posible hablarle en voz baja? ¿Por qué gritas a una persona cuando estás enojado?
Los discípulos dieron otras respuestas, pero ninguna de ellas satisfacía a los demás. Finalmente el sabio explicó:
– Cuando dos personas están enojadas, sus corazones se alejan mucho. Para cubrir esa distancia deben gritar, para poder escucharse. Cuanto más enojados estén, más fuerte tendrán que gritar para escucharse uno a otro porque están muy lejos uno del otro.
Luego el sabio preguntó:
– ¿Qué sucede cuando dos personas se enamoran? Ellos no se gritan, sino que se hablan suavemente, ¿por qué? Sus corazones están muy cerca. La distancia entre ellos es muy pequeña.
El sabio continuó
– Cuando se enamoran más aún, ¿qué sucede? No hablan, sólo susurran y se vuelven aun más cerca en su amor. Finalmente, no necesitan ni siquiera susurrar, sólo se miran a los ojos y no hace falta nada más. Eso es lo cerca que están dos personas cuando se aman plenamente.
Luego el sabio les dio un consejo:
- Cuando discutáis, no dejéis que vuestros corazones se alejen ni digáis palabras que puedan distanciaros más de la otra persona o llegará un día que la distancia entre vosotros sea tan grande que no os sea posible encontrar el camino de regreso.

lunes, 28 de junio de 2021

Tú me llamas, Señor

Maestro, te seguiré adonde vayas;
Maestro, dedicaré un tiempo cada día a estar contigo;
Maestro, me gustaría comprometerme con una buena causa;
Maestro, voy a compartir una parte de mi dinero;
Maestro, quiero seguir el camino que Tú me señalas:
Maestro, lo que más quiero en esta vida es...
Pero, Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre;
déjame terminar primero la carrera o la oposición;
déjame criar primero a mis hijos;
déjame pagar primero la hipoteca;
déjame que antes resuelva todas mis dudas;
déjame...
Señor, Tú me llamas y yo pongo excusas;
y vuelves a decirme: "Tú, sígueme".
Acompáñame, Señor, en esta jornada,
para que sepa aprovechar cada momento,
para seguirte, escucharte y hablarte,
para comprometerme y compartir;
para disfrutar la vida y entregarla del todo. Amén.

La mariposa azul

Hace muchos años, un hombre enviudó y quedó a cargo de sus dos hijas.
Las dos niñas eran muy curiosas, inteligentes y con ansias de aprender. Constantemente acosaban a preguntas a su padre, para satisfacer su hambre de querer saber. A veces, su padre les respondía sabiamente, sin embargo, a muchas preguntas de sus hijas no podía darles una respuesta correcta o que convenciera a las pequeñas.
Viendo la inquietud de las dos niñas, decidió enviarlas de vacaciones a convivir y aprender con un sabio, que vivía en lo alto de una colina. El sabio era capaz de responder a todas las preguntas que las pequeñas le planteaban, sin ni siquiera dudar.
A los pocos días, una noche las dos hermanas decidieron prepararle una trampa al sabio, para medir su sabiduría: proponerle una pregunta que éste no fuera capaz de responder.
Entonces, una de ellas apareció con una linda mariposa azul para engañar al sabio.
- “¿Qué vas a hacer?” -preguntó la hermana, a lo que ella respondió:
- “Voy a esconder la mariposa en mi mano y preguntarle al sabio si está viva o muerta. “Si él dice que está muerta, abriré mi mano y la dejaré volar. Si dice que está viva la apretaré y la aplastaré. Y así, cualquiera que sea su respuesta, ¡será una respuesta equivocada!”
Las dos niñas fueron entonces al encuentro del sabio, que estaba meditando.
- “Tengo aquí una mariposa azul. Dígame, sabio ¿está viva o muerta?”
Muy calmadamente el sabio sonrió y respondió:
- “Depende de ti, de lo que quieras hacer con ella pues está en tus manos.”

domingo, 27 de junio de 2021

«Talitha qumi»

                    José Mª Rodríguez Olaizola sj

Ahora. Levántate.
No te dejes morir en muertes cotidianas
que acallan el verso, que secan el alma
y frenan el paso hasta dejarte inerte
No mueras en vida, sepultado por nostalgias,
rendido antes de tiempo, consumido por dentro.
No permitas que te envenene el odio, ni dejes
que la amargura –¿o es miedo a vivir?–
haga de tu corazón una losa.
Levántate. Sostenido por la memoria
de buenos amigos y buenos momentos,
confiado en un hoy grávido de oportunidades.
Movido por la esperanza en lo que ha de llegar.
Levántate, agradecido por tanto…
Ama, descubre los milagros ocultos, cree.
Y pelea, si hace falta, la batalla nuestra de cada día.
Que eso es ser humano.

Los tres príncipes de Serendipia

Erase una vez, tres príncipes de la isla persa de Serendipia. Los tres eran inteligentes y bien educados. Su padre les había encomendado viajar a la India cuando, de repente, se toparon con unas huellas.
El primer príncipe, tras observarlas, dijo:
- “Son las huellas de un camello tuerto del ojo derecho. Esto lo digo porque he visto que la hierba de la parte derecha del camino que da al arroyo estaba intacta, mientras que la de la parte izquierda que da a la colina estaba más seca y consumida”.
El segundo príncipe, añadió:
- “A este camello le falta un diente: lo sé porque la hierba que ha arrancado tiene por encima pequeñas cantidades masticadas.”
Por último, el tercer príncipe, observó:
- “Eso no es todo: el camello está cojo de una de las dos patas de atrás. Seguramente la izquierda, ya que las huellas son más débiles en ese lado.”
Entonces, el hermano mayor afirmó:
- “El camello llevaba una carga de miel y mantequilla. Lo puedo decir porque al borde del camino las hormigas comían en un lado, mientras que en el otro se concentraban abejas, avispas y moscas.”
Celoso, el segundo príncipe bajó de su camello e inspeccionó más de cerca la huella y afirmó que en él iba montada una mujer, al percatarse de pequeñas huellas sobre el barro en la ribera del río.
El tercer hermano, herido en su orgullo también aseguró que la mujer estaba embarazada, ya que al orinar se apoyó con las dos manos debido al peso de su cuerpo.
Los tres jóvenes prosiguieron su camino hasta la siguiente ciudad, donde se toparon con un mercader que estaba muy nervioso porque uno de sus camellos con su joven esposa había desaparecido con una carga de miel y mantequilla. Los tres príncipes, al escucharlo, se pararon y le preguntaron:
– ¿Era tuerto tu camello del ojo derecho? –preguntó el hermano mayor.
– Sí –le contestó el mercader intrigado.
– ¿Le faltaba algún diente? –preguntó el segundo hermano.
– Seguramente, porque era viejo y se había peleado con un camello joven –respondió el mercader.
– ¿Estaba cojo de la pata izquierda trasera? –espetó el tercer hermano.
– Sí ya que se había clavado la punta de una estaca. Además llevaba una carga de mantequilla y miel y una mujer muy descuidada, ¡mi esposa embarazada que se retrasaba todo el rato y yo la dejé atrás sin darme cuenta! ¿Los habéis visto? –preguntó angustiado el mercader.
Los príncipes rieron a carcajadas ante el asombro del mercader.
– No los hemos visto jamás.
Otros vecinos explicaron al mercader que habían visto tres salteadores tras su camello y su mujer, así que les denunció. Habían detallado tan bien al camello que nadie les creyó cuando afirmaron no haberlo visto, así que fueron detenidos y condenados a muerte… aunque finalmente apareció la mujer del mercader y fueron liberados.