sábado, 9 de octubre de 2021

Pedir, buscar, llamar

              José Mª R. Olaizola  

Sí, Señor, yo te pido el pan de cada día,
la paz en mis fronteras, la luz de tu palabra.
Pido que no me falte sencillez en los gestos,
cordura en el afecto, limpieza en la mirada.
Busco tu voz discreta que ni grita ni abruma,
tu presencia callada que todo lo transforma.
Voy buscando en mi entorno de tu paso las huellas,
de tu cruz las secuelas, de tu amor los reflejos.
Y llamo, sí, te llamo en los días felices
y en las noches oscuras.
Es tu nombre un tesoro que comparto, en voz baja,
sintiendo que al llamarte la bruma se disipa
y enciendes la esperanza.

Las Cajas de Dios

Cuenta la historia que un hombre pasaba por un mal momento. El estrés del trabajo y las responsabilidades no le dejaban dormir bien.
Una noche, antes de ir a dormir, pidió a Dios por ayuda. Antes de que pudiera terminar su oración, escuchó una voz que le decía:
- Hola hijo, he escuchado tus oraciones, he venido para ayudarte.
El hombre se volvió para ver quien le hablaba. Era Jesús, quien mostrándole un par de cajas, una negra y otra dorada, le dijo:
- He traído algo para ayudarte, toma estas cajas.
El hombre tomó las cajas y preguntó:
- Señor, ¿qué debo hacer con esto?
Jesús le respondió:
- En la caja negra meterás todas tus tristezas y en la caja dorada meterás todas tus alegrías, ¿sencillo, no es cierto?
- Si, señor –respondió el hombre– haré lo que me pides.
Pasó el tiempo y el hombre fue metiendo sus tristezas y sus alegrías en sus respectivas cajas. El hombre notaba que la caja dorada pesaba cada día más. Mientras que la caja negra no aumentaba su peso, a pesar de haber metido varias tristezas en ella.
Un día, la curiosidad le ganó y decidió mirar el interior de la caja negra, para descubrir por qué era tan ligera. Para su sorpresa no había ninguna tristeza adentro, en el fondo había un agujero por el cual las tristezas se habían escapado.
Intrigado, decidió preguntar a Jesús el porqué de aquel agujero.
- Señor, ¿qué es este agujero? ¿En dónde están mis tristezas?
Jesús, con una sonrisa le dijo:
- Hijo mío, todas ellas están aquí conmigo.
El hombre continúo preguntando:
- ¿Y porque me has dado las cajas? ¿Para qué la dorada? ¿Y para qué la caja negra con el agujero?
Jesús nuevamente con una sonrisa le respondió:
- Hijo mío, la dorada es para que tomes en cuenta tus bendiciones y la negra es para que puedas olvidar tus penas.
Muchas veces no notamos las bendiciones en nuestras vidas, le damos más importancia a las tristezas. Debemos aprender a valorar lo bueno y dejar ir lo malo.

 


martes, 5 de octubre de 2021

Oración de la familia

Señor, haz de nuestro hogar un sitio de tu amor;
que no haya injuria porque Tú nos das comprensión;
que no haya amargura, porque Tú nos bendices;
que no haya egoísmo porque Tú nos alientas;
que no haya rencor porque Tú nos das el perdón;
que no haya abandono porque Tú estás con nosotros:
que sepamos marchar hacia Ti en nuestro diario vivir.
Que cada mañana amanezca un día más de entrega y amor.
Que cada noche nos encuentres más unidos como esposos.
Haz, Señor, de nuestras vidas una página llena de Ti.
Haz de nuestros hijos, lo que Tú anhelas; ayúdanos a educarlos.
Haz que nos esforcemos en el consuelo mutuo;
que hagamos del amor un motivo para amarte más
y que demos lo mejor de nosotros, para ser felices en el hogar.

El hombre y la mujer perfectos

Nasrudin se encontró un día con un amigo y éste le dijo:
- Estoy a punto de casarme. Soy muy feliz. ¿Y tú has pensado en casarte?
- Cuando era joven solía pensarlo y lo deseaba ardientemente, pero decidí esperar hasta encontrar la mujer perfecta. Así que viajé a Damasco y allí encontré una mujer muy hermosa, amable y espiritual, pero estaba desconectada de las cosas del mundo. 
Viajé a Alejandría y encontré una joven que era espiritual y conocedora de los asuntos del mundo, pero no logramos comunicarnos bien. 
Finalmente fui a El Cairo y allí encontré la mujer perfecta.
- ¿Y te casaste?, le preguntó el amigo.
- Desgraciadamente no. Ella también buscaba al hombre perfecto.