sábado, 6 de febrero de 2021

Que tu gracia inspire mis obras, Señor

Señor, Tú sabes que es verdad:
Nada quiero que Tú no quieras, ni nada deseo hacer que Tú no hagas conmigo.
Cuando obro sin ti, obro frecuentemente contra mí.
No es obrar verdadero el que en ti no echa raíces.
Tú eres la buena tierra en que mi vida se convierte en cosecha de frutos apetecibles.
Tu voluntad de amor acoge mi entrega en el trabajo de cada día
para hacerla vida compartida, alegría del bien común.
No te extrañe, pues, Señor, que insistentemente te pida:
“Que tu gracia inspire mis obras”;
lo que significa, en primer lugar, que nunca haga yo lo contrario a tu voluntad.
Pero, Señor, ¿no es ésta una súplica muy atrevida?
¿Le es siempre al hombre peregrino obrar de acuerdo con tu voluntad eterna?
Me inclino a pensar que no. El humano es demasiado frágil,
demasiado incompleto para que sus obras puedan ser perfectas.
¿Acaso no nos dio testimonio tu apóstol, cuando reconocía en sí mismo
que el bien que quiero no lo hago, y el mal que no quiero sí lo hago?
Pero, Señor, ¿tu poder no es más grande que nuestra flaqueza?
¿Por qué, pues, me dejas hacer el mal que no quiero?
¿No queda afeado mi testimonio sobre ti a causa de mis pecados?
Señor, lo que importa es que, aun constatando mí pecado,
siga deseando realizar, con todo mi corazón,
lo mejor posible a mi alcance, tu voluntad de bien.
Sí, Señor: Tú me pides más la pureza de intención que la perfección de mis obras.
Y bien parece, Señor, que la obra más perfecta a tus ojos
es la de confiar en tu infinita misericordia,
reconociendo que sin ti no podemos hacer nada.
Con todo, Señor, te sigo pidiendo: Inspira Tú todas mis acciones.
Que no las inspire el orgullo de la razón ni la ambición de la carne…

Mi vida de madre

Cada año los papás de Martín lo llevaban con su abuela para pasar las vacaciones de verano, y ellos regresaban a su casa en el mismo tren al día siguiente.
Un día el niño les dijo a sus papás:
- "Ya estoy grande ¿puedo irme solo a casa de la abuela?"
Después de una breve discusión los papás aceptaron.
Están parados esperando la salida del tren, se despiden de su hijo dándole algunos consejos por la ventana, mientras Martín les repetía:
- "¡Lo sé! Me lo han dicho más de mil veces".
El tren está a punto de salir y su papá le murmuró a los oídos:
- "Hijo, si te sientes mal o inseguro, ¡eso es para ti!".
Y le puso algo en su bolsillo.
Ahora Martín está solo, sentado en el tren tal como quería, sin sus papás por primera vez. Admira el paisaje por la ventana, a su alrededor unos desconocidos se empujan, hacen mucho ruido, entran y salen del vagón.
El supervisor le hace algunos comentarios sobre el hecho de estar solo. Una persona lo miró con ojos de tristeza.
Martín ahora se siente mal cada minuto que pasa. Y ahora tiene miedo.
Agacha su cabeza... se siente arrinconado y solo, con lágrimas en los ojos.
Entonces recuerda que su papá le puso algo en su bolsillo, temblando, busca lo que le puso su padre.
Al encontrar el pedazo de papel lee lo que está escrito: "¡Hijo, estoy en el último vagón!".

Así es la vida, debemos dejar ir a nuestros hijos, debemos confiar en ellos. Pero siempre tenemos que estar en el último vagón, vigilando, por si tienen miedo o por si encuentran obstáculos y no saben qué hacer.
Tenemos que estar cerca de ellos mientras sigamos vivos, el hijo siempre necesitará a sus papás
.

viernes, 5 de febrero de 2021

Confesiones de Dios

Cada vez que nace un niño sigo confiando en vosotros,

porque entregaros un hijo es delegar mucho de mí en vosotros:
es haceros continuadores de mi obra, portadores de mi Espíritu,
padres y madres de mi evangelio vivo
y cuna del mundo al que tanto quiero.
Todo niño viene a través vuestro,
y toda buena noticia se encarna en vuestro seno.
Pero la fuente de la vida, que encontró cauce en vosotros,
tiene su origen en mis entrañas
y en el amor desbordado que a veces os alcanza.
Acostumbraos, pues, a verme en ellos;
en su frágil transparencia son mi presencia que os ilusiona,
mi navidad más humana, mi palabra encarnada,
verdaderos sacramentos en la historia.
En ellos abrazáis mi ternura hecha carne vuestra;
en ellos os solidarizáis con mi debilidad e impotencia,
y también con mis sueños y esperanzas más íntimas.
Deteneos de vez en cuando ante ellos, contempladlos despacio:
estáis ante el misterio de la vida, ante el milagro del amor,
ante la mejor buena noticia, gratuita.
Permanezco junto a vosotros, día y noche,
empeñado en cuidarlos, y cuidaros con mimo para que crezcan
y continúen mi obra, -la vuestra, la nuestra, entendámonos-.
Contad siempre conmigo.
Yo me alegro de poder contar con vosotros.

Los Tres Consejos

Érase una vez una pareja de recién casados, que muy pobremente vivían de la caridad de sus vecinos en un pequeño pueblo.
Una mañana, el marido decidió hacer una propuesta a su esposa.
“Amor mío: me marcharé de nuestra casa por un tiempo. Buscaré un empleo, y trabajaré duro hasta que haya ganado el suficiente dinero como para regresar y poder ofrecerte una vida más cómoda y digna.
No sé cuánto tiempo estaré lejos de ti. Lo único que te pido es que me esperes y me guardes fidelidad. Por mi parte, yo prometo serte fiel”.
Se despidieron y el joven partió con tristeza en busca de una nueva vida de luchas, esfuerzos y esperanza.
Después de varios días de viaje a pie, encontró un hacendado que lo aceptó como ayudante para realizar tareas rurales en su estancia.
Antes de comenzar, el muchacho explicó sus planes al nuevo patrón:
- Por favor, permítame trabajar durante un tiempo, y deposite mi salario en una cuenta de ahorros hasta el momento de partir. Llegada la hora, usted me liberará de mis obligaciones y me entregará el pago completo por la labor. Así podré reunir el dinero suficiente para regresar junto a mi esposa y comenzar una nueva vida.
El hacendado estuvo de acuerdo y ese fue el pacto.
Cumpliendo con su deber, aquel joven trabajó durante veinte años, sin vacaciones ni descanso.
Transcurrido este tiempo y en una tarde de primavera, el hombre habló a su patrón para ponerlo al tanto de la decisión:
- Señor, ya es momento de regresar a mi hogar. Necesito que me entregue mis ahorros. Saldré mañana muy temprano.
El jefe dio su consentimiento para que el ayudante se retirase, pero antes de cumplir con su parte del trato, le hizo la siguiente propuesta:
-Te daré la oportunidad de escoger entre dos opciones: Podrás regresar a tu casa llevando el dinero que con gran esfuerzo has ganado durante estos veinte años, o escuchar de mi boca tres valiosos consejos y marcharte sin el dinero. Si lo deseas, también te daré dos días para meditar tu respuesta. Recuerda: los ahorros reunidos durante tantos años o los tres consejos.
El trabajador aprovechó los días que le ofrecía su jefe para tomar una decisión, aunque con muchísimas dudas, pues se trataba de todo el dinero que había reunido durante veinte años para lograr una vida feliz junto a su querida esposa.
Él respetaba profundamente a su patrón, lo consideraba un hombre de gran sabiduría y estaba seguro que lo quería tanto como a un hijo. De modo que, después de mucho pensar, buscó al hacendado y le respondió:
- Escojo los tres consejos.
- Si te doy los consejos, le recordó el patrón, partirás sin tu dinero.
- Sí, sí, lo sé, pero deseo oír los consejos.
El hacendado calló durante un momento. Finalmente lo miró a los ojos y le aconsejó:
- Estos tres consejos te doy: 1º) Nunca tomes atajos en tu camino. Los senderos más cortos y desconocidos te podrían costar la vida. 2º) No seas curioso de aquello que representa el mal. La curiosidad por el mal puede ser fatal. 3º) Jamás tomes decisiones importantes en momentos de odio y dolor. Es posible que te arrepientas el resto de tus días.
Después de darle los tres consejos, el patrón dijo a su empleado:
- Aquí tienes unos deliciosos panes. Estos dos son para alimentarte durante el viaje, y el tercero es para compartir con tu esposa cuando llegues, por fin, a tu casa.
Entonces el hombre se despidió de su antiguo jefe y partió. Tras veinte largos años fuera de su hogar, se dispuso a emprender el largo camino que lo conduciría al reencuentro con su mujer.
Pasado el primer día de viaje, el hombre se cruzó con otro viajero que le preguntó cuál era su destino, a lo que él respondió:
- Me dirijo a un pequeño pueblo muy lejano que se halla a más de veinte días de caminata por estos senderos.
El viajero le dijo entonces:
- Este camino es demasiado largo. Yo conozco un atajo que te conducirá a destino en unos pocos días.
El hombre se alegró al pensar que quizá llegaría pronto a su hogar, y no dudó en tomar el atajo que le indicaba el desconocido. Pero unos instantes más tarde recordó el primer consejo de su patrón: “Nunca tomes atajos en tu camino. Los senderos más cortos y desconocidos te podrían costar la vida”.
De modo que decidió regresar al antiguo camino y continuar el largo trayecto hacia su casa.
Unos días después supo que otros viajeros habían sido asaltados, golpeados y despojados de sus pertenencias al transitar por aquel atajo. Era evidente que el camino conducía a una emboscada.
Varias jornadas más tarde y ya muy cansado por el largo viaje, encontró una pequeña posada en la cual pidió asilo para pasar allí la noche.
Tras alojarse y tomar un baño, el hombre se acostó sobre uno de los camastros y se dispuso a dormir, a fin de retomar su caminata por la mañana. Pero en mitad de la madrugada se oyó un grito aterrador que provenía del exterior, y el viajero se despertó sobresaltado y confuso. Rápidamente se puso en pie y abrió la puerta de la habitación para descubrir que estaba sucediendo. Pero entonces recordó el segundo consejo de su patrón: “No seas curioso de aquello que representa el mal. La curiosidad por el mal puede ser fatal”.
Obedeciendo aquella sabia recomendación, se limitó a cerrar la puerta de inmediato y volver a la cama para seguir durmiendo.
Al amanecer, el gentil anciano que atendía la posada le ofreció un desayuno caliente, que el viajero aceptó de buen grado antes de partir.
Después de desayunar y cuando ya se disponía a emprender su camino, el posadero le preguntó si había oído gritos durante la noche.
El hombre asintió y se sorprendió ante la confesión del anciano, quien le explicó que una extraña criatura se dedicaba a atacar a los huéspedes que, de madrugada, salían tras oír sus horribles alaridos.
- Ha tenido usted mucha suerte, agregó el hombre. Ningún viajero ha conseguido sobrevivir al ataque del misterioso animal, con excepción de los monjes y los sacerdotes.
Contento por haber salvado su vida, el viajero despidió al anciano y continuó su marcha.
Después de varios agotadores días y noches avanzando por aquellos caminos, pudo ver entre los árboles el humo proveniente de la chimenea encendida en su pequeña casa.
Al aproximarse, distinguió tras los arbustos la silueta de su añorada esposa. Aunque anochecía, reparó en que ella no estaba sola.
Al acercarse aún más, pudo comprobar la presencia de otro hombre sentado sobre un montón de leña, mientras ella lo acariciaba con cariño.
Al contemplar la inesperada escena, sintió que su corazón se llenaba de odio y amargura y, guiado por un impulso incontrolable, decidió correr al encuentro de los dos para acabar con sus vidas y vengar aquella traición.
Respiró profundamente y apresuró el paso, dispuesto a llevar a cabo la terrible idea, pero se detuvo con gran esfuerzo al recordar el último consejo de su jefe: “Jamás tomes decisiones importantes en momentos de odio y dolor. Es posible que te arrepientas por el resto de tus días”.
Por tanto, el decepcionado esposo reflexionó un momento, y finalmente optó por pasar la noche refugiado entre los árboles, a fin de descansar y tomar una decisión más adecuada cuando despertase por la mañana.
Al llegar el día, el hombre pensó que lo mejor sería regresar a la hacienda junto a su patrón, pero antes necesitaba ver a su mujer, hablar con ella y comunicarle que él siempre le había sido fiel.
Se dirigió a la casa y llamó a la puerta.
Cuando su esposa atendió y lo reconoció, le abrazó con gran intensidad y emoción, pero inmediatamente él le reprochó con tristeza que lo hubiese traicionado con otro hombre, a lo que ella respondió sorprendida:
- Jamás he faltado a nuestra promesa. Te he esperado y te he sido fiel durante todos estos años.
Confundido y un tanto alterado, el marido preguntó:
- Entonces, ¿quién es ese hombre al que acariciabas ayer por la tarde?
- Aquel joven es nuestro hijo.
Poco tiempo después de tu partida, supe que estaba embarazada.
Impresionado y feliz por la grata noticia, el marido besó y estrechó a la esposa entre sus brazos, e inmediatamente entró en la casa para abrazar y conocer a su hijo.
Luego comenzó a narrar toda la historia de su viaje, a fin de poner al tanto a su familia sobre cada detalle de lo sucedido, y depositó sobre la mesa el último pan, aquel que su jefe le había obsequiado para el momento del regreso.
Pronto reparó en que el pan estaba duro como una piedra, pero de todos modos decidió partirlo en honor a aquel hombre, que con sus sabios consejos había salvado su vida, así como la de su esposa y su hijo.
Al partir el pan, descubrió con gran sorpresa que éste estaba hueco, y en su interior contenía todo el dinero que él mismo había ganado durante aquellos veinte años de trabajo en la hacienda de su patrón.

Si fueses el protagonista de la historia, ¿cuál de las dos opciones hubieras escogido tú?

miércoles, 3 de febrero de 2021

Siempre disponible

Señor, dame un corazón humilde y confiado,
como el de Simeón y Ana, como el de María.
Ellos no tenían nada y, precisamente por eso,
se acercaban a Ti, ponían en Ti toda su confianza,
cumplían tu voluntad, observaban la ley.
Señor, líbrame de la idolatría de las riquezas,
no dejes que tenga otro Dios fuera de Ti
y ayúdame a vivir siempre atento a Ti y a tu palabra.
No permitas que confíe demasiado en las personas,
ni siquiera en mis propias fuerzas.
Qué sólo confíe plenamente en Ti.
Ayúdame a estar siempre disponible para caminar hacia Ti,
para compartir todo lo que tengo con total generosidad,
sin dejarme atar por ninguna propiedad.
Dame sabiduría y fuerza para ser libre de verdad,
para renunciar a todo lo que me aparte de Ti,
para estar abierto del todo a la plenitud de tu Amor.

El teléfono del Paraíso

Un fotógrafo americano de vacaciones estaba en la Giralda tomando fotos cuando vio un teléfono dorado sobre la pared con un cartel que decía "10.000 € por llamada".
El americano intrigado le preguntó a un sacerdote que pasaba por allí para que se usaba aquel teléfono. El sacerdote le contestó que era una línea directa con el Paraíso y que por 10.000 € se podía hablar con Dios. El americano le agradeció la información y siguió su camino.
La siguiente parada fue en la Sagrada Familia en Barcelona. Allí vio el mismo teléfono con el mismo cartel. Se preguntó si era el mismo teléfono que vio en Sevilla. Se acercó a una monja y le hizo la misma pregunta. Nuevamente le contestó que era una línea directa con el Paraíso y que por 10.000 € se podía hablar con Dios. "Ok Gracias" dijo el americano.
Entonces viajó a Burgos, León y Santiago. En cada catedral vio el mismo teléfono con el cartel de 10.000 € por llamada debajo.
El americano recorriendo ciudades y pueblos llegó a Cintruénigo. También aquí tenían el teléfono dorado, pero esta vez el cartel decía "Un euro por llamada". El americano, sorprendido, le preguntó a un monaguillo:
- "Oye, muchacho, he viajado por toda España y he visto el mismo teléfono dorado en muchas catedrales. Me dijeron que era una línea directa con Dios, pero en el resto de España el precio era de 10.000 € por llamada, ¿Por qué es solo de un euro aquí?
El monaguillo sonrió y respondió:
- "Estás en la Parroquia san Juan Bautista y aquí la llamada es LOCAL"

lunes, 1 de febrero de 2021

Bienaventuranzas de la paz

Haznos, Señor, servidores de la paz,
que acojamos la paz como fruto de nuestro esfuerzo y como don tuyo.
Bienaventuradas las personas que no adoran el poder.
Bienaventuradas las que tienen el amor como único poder.
Bienaventuradas las personas que no imponen la razón por la fuerza.
Bienaventuradas las que actúan con una ternura firme.
Bienaventuradas las personas que no matan para vivir.
Bienaventuradas las que están dispuestas a morir para generar vida.
Bienaventuradas las personas que no buscan la justicia para su interés.
Bienaventuradas las que tienen el interés en la justicia.
Bienaventuradas las personas que no imponen la paz por la fuerza.
Bienaventuradas las que ofrecen la fuerza de la paz.
Bienaventuradas las personas que no usan la venganza.
Bienaventuradas las que ambientan la humanidad con el perdón.
Bienaventuradas las personas constructoras de paz
que viviendo en paz todo lo alegran con la paz.

El asedio de Weinsberg

Vamos a darle a la palanca apropiada de la máquina del tiempo y vayamos más de mil años atrás, hasta 1140, en tiempos del tiránico emperador Conrado III, cuando el Sacro Imperio Germánico se encontraba afectado por las cruentas luchas entre güelfos y gibelinos.
Conrado III había sitiado la pequeña ciudad bávara de Weinsberg, que se resistía a rendirse. Como medida desesperada, el emperador desvió el curso del río que proporcionaba agua a la ciudad, y también impidió el paso de aves sobre el lugar, a fin de que los habitantes de Weinsberg murieran de hambre y de sed.
Los habitantes de Weinsberg aceptaron su derrota, y prometieron rendirse si recibían un trato benévolo, tal y como explica Gregorio Doval en su libro Fraudes, engaños y timos de la historia:
Conrado III accedió a respetar la vida de las mujeres de la ciudad, permitiendo que se marcharan con todo lo que pudieran llevar consigo.
Cuando al día siguiente se abrieron las puertas de la muralla, las mujeres salieron en largo cortejo, pero dejaron atónito al emperador, pues no iban cargadas con sus posesiones, como él esperaba. Cada mujer llevaba en su espalda el peso de su marido, hijo o padre.
El emperador quedó tan sorprendido por tanta nobleza que perdonó la vida a todos los habitantes de Weinsberg.

domingo, 31 de enero de 2021

A San Juan Bosco

Padre y Maestro de la juventud, San Juan Bosco,
que tanto trabajaste por la salvación de todos,
sé nuestro guía y protector.
Ayúdanos a superar nuestros defectos
a vivir en paz y armonía
a encontrar en nuestro corazón
la bondad y la sabiduría
a fortalecer nuestra voluntad
y a estar siempre alegres.
Enséñanos a amar a Jesús y a María
y a tenerles presentes
en cada momento de nuestra vida.
Te damos gracias, Señor, porque en Don Bosco,
nos has dado un Padre y un Amigo de los jóvenes.
Él está a nuestro lado y nos enseña a descubrir
que Tú eres el Dios del Amor.
Te pedimos que nos ayudes a vivir
creciendo en amistad contigo
y buscando la salvación de los jóvenes
como él lo hizo. Amén.

La punta del jamón

Juan y Mariana acaban de casarse. Están felices de haber decidido recorrer juntos el camino de la vida, se aman profundamente y buscan demostrarlo también en los detalles cotidianos.
A Juan le encanta disfrutar de una buena mesa y a Mariana le gusta mucho cocinar. El plato preferido de Juan es el jamón al horno, la pata entera asada lentamente.
Al saberlo Mariana, decide consultar cuál es la mejor receta posible para agasajar a su amado con su manjar preferido. Se acuerda de que su madre cocina muy bien este plato y le pide la receta. Recibe las instrucciones del quiso y se pone manos a la obra.
Cuando lleva el jamón a la mesa, Juan se da cuenta de un detalle y le hace una pregunta:
- "¿Por qué le cortaste la punta? ¡Es la parte que más me gusta!"
Mariana piensa un momento y le responde:
- "Bueno, mi madre me dio la receta y decía que había que cortarle la punta al jamón para cocinarlo"
- "¡Qué extraño!", responde Juan. "Justamente es la parte que más me gusta y no entiendo por qué habría que quitarla."
Con esta duda en mente, días después Mariana le pregunta a su madre el porqué de cortarle la punta al jamón. La madre piensa un momento y sólo tiene una respuesta:
- "Tu abuela siempre cocinó el jamón de esta manera, siempre le cortó la punta. Creo que mejor le preguntas a la abuela para saber el motivo."
Sin perder tiempo y queriendo descubrir el misterio del jamón al horno, Mariana llama a su abuela y le pregunta:
- "Abuela, ¿por qué siempre le cortas la punta al jamón antes de cocinarlo?"
La abuela, sorprendida por lo obvio de la pregunta le responde:
- "¡Porque mi horno es muy pequeño, y el jamón no cabe entero!"