viernes, 3 de abril de 2020

A la Virgen Dolorosa

Señora y Madre nuestra:
tú estabas serena y fuerte junto a la cruz de Jesús.
Ofrecías tu Hijo al Padre para la redención del mundo.
Lo perdías, en cierto sentido,
porque Él tenía que estar en las cosas del Padre,
pero lo ganabas porque se convertía en Redentor del mundo,
en el Amigo que da la vida por sus amigos.
María, ¡qué hermoso es escuchar desde la cruz las palabras de Jesús:
“Ahí tienes a tu hijo”, “ahí tienes a tu Madre”!
¡Qué bueno si te recibimos en nuestra casa como Juan!
Queremos llevarte siempre a nuestra casa.
Nuestra casa es el lugar donde vivimos.
 Pero nuestra casa es sobre todo el corazón,
donde mora la Trinidad Santísima. Amén.


El Tren de la Vida


La vida se asemeja a un viaje en tren. Con sus estaciones y cambios de vía, algunos accidentes, sorpresas agradables en algunos casos, y profundas tristezas en otros…
Al nacer, nos subimos al tren y nos encontramos con nuestros padres, creemos que siempre viajarán a nuestro lado… Pero en alguna estación ellos se bajarán dejándonos seguir el viaje, de pronto nos encontraremos sin su compañía y su amor irreemplazable...
No obstante, muchas otras personas que nos serán muy especiales y significativas, se irán subiendo al tren de nuestra vida...  Nuestros hermanos, amigos y en algún momento, el amor de nuestra vida...
Algunos tomarán el tren, para realizar un simple paseo… Otros durante su viaje pasarán por momentos de oscuridad y tristeza… Y siempre encontraremos quienes estén dispuestos ayudar a los más necesitados…
Muchos al bajar, dejan un vacío permanente…, otros pasan tan desapercibidos que ni siquiera nos damos cuenta que desocuparon sus asientos...
Es curioso ver como algunos pasajeros, aún los seres queridos, se acomodan en coches distintos al nuestro… Durante todo el trayecto están separados, sin que exista ninguna comunicación… 
Pero en realidad, nada nos impide que nos acerquemos a ellos si existe buena voluntad de nuestra parte…  De lo contrario, puede ser tarde y encontraremos a otra persona en su lugar…
El viaje continúa, lleno de desafíos, sueños, fantasías, alegrías, tristezas, esperas y despedidas...  
Tratemos de tener una buena relación con todos los pasajeros, buscando en cada uno, lo mejor que tengan para ofrecer. En algún momento del trayecto, ellos podrán titubear y probablemente precisaremos entenderlos…, pero recordemos que nosotros también, muchas veces, titubeamos y necesitamos a alguien que nos comprenda.
El gran misterio para todos es que no sabremos jamás en qué estación nos toca bajar. Como tampoco dónde bajarán nuestros compañeros de viaje, ni siquiera el que está sentado a nuestro lado.
A veces pienso en el momento en el que me toque bajar del tren. ¿Sentiré nostalgia, temor, alegría, angustia...?  Separarme de los amigos que hice en el viaje, será doloroso y dejar que mis hijos sigan solos, será muy triste. Pero me aferro a la esperanza de que en algún momento, tendré la gran emoción de verlos llegar a la estación principal con un equipaje que no tenían cuando iniciaron su viaje.
Lo que me hará feliz, será pensar que colaboré para que ellos crecieran y permanecieran en este tren hasta la estación final.
Amigos… hagamos que nuestro viaje en este tren tenga significado, que haya valido la pena.

“Vivamos de manera que cuando llegue el momento de desembarcar, nuestro asiento vacío, deje lindos recuerdos a los que continúan viajando en el Tren de la Vida” FELIZ VIAJE!!!

jueves, 2 de abril de 2020

Danos la gracia del Espíritu Santo

Señor Jesús
Tú que enseñabas y actuabas con autoridad,
Tú que denunciabas la mentira y la falsedad,
Tú que no aceptabas que usaran a Dios, que manipularan las cosas sagradas,
Tú que le dabas a Dios el lugar que le correspondía,
Tú que nos invitas a ser coherentes y auténticos,
Tú que nos invitas a convertirnos y vivir tus enseñanzas, imitándote.
Señor, te pedimos la gracia de tu Espíritu Santo,
para que nos purifique interiormente, para que seamos auténticos y transparentes,
para que seamos veraces y sinceros, para que te tengamos presente en todo momento,
para que vivamos tus enseñanzas, para que sepamos actuar como Tú,
para que podamos tener tus sentimientos, para que transmitamos amor y caridad,
para que vivamos la vida nueva que Tú nos has venido a traer y que Tú nos la das.
Haz Señor que te sigamos,
que te imitemos y nos identifiquemos contigo, actuando y siendo como Tú.
Que así sea.

La nubecilla que se convirtió en chaparrón


Hubo una vez una hermosa y resplandeciente nubecilla blanca que disfrutaba viajando y conociendo esos mundos de Dios. Desde allá arriba visitaba miles de paisajes y disfrutaba viendo los bosques, ríos y valles.
Pero un día llegó a un lugar muy seco y comprendió que en el mundo no todo era verde y alegre. Se entristeció mucho al ver aquellas pobres plantas sedientas y casi secas y decidió ayudarlas.
Cuando ya comenzaba a condensarse para dejarse caer sobre la tierra, una fuerte corriente de aire la elevó muchos metros más arriba y desde allí, pudo ver que la tierra seca era mucho mayor de lo que ella había pensado y se entristeció mucho porque no podía ayudar a todas las plantas moribundas. Comenzó a dudar si dejarse caer aquí o allá y no terminaba de decidirse, porque no quería dejar sin ayuda a ninguna planta y llegó al convencimiento de que ella sola apenas podría refrescar a unas pocas plantas.
Entonces, el viento le silbó una idea:
- No eres la única nube del cielo, busca otras nubes y, juntas, podréis regar toda la tierra seca.
La nubecilla se dejó llevar por el viento y buscó otras muchas nubes que quisieran ayudar a la tierra reseca. Buscó primero a los grandes nubarrones negros, pero no quisieron hacerle caso, porque estaban muy ocupados en regar la selva para que crecieran más los grandes árboles.
- Nosotros nos ocupamos de obras importantes y no de tonterías como ésas -le dijeron orgullosos.
Cuando se convenció de que los nubarrones grandes eran demasiado orgullosos y que, aunque eran los que mejor podían ayudar, no lo harían nunca, buscó a otras nubecillas pequeñas, y blancas, y a la pobre niebla, que se arrastra triste y humilde por el suelo, sin poder elevarse y conocer el mundo.
Y con la ayuda del amoroso viento, que le había silbado la idea, fue recorriendo el mundo y encontró muchas pequeñas y blancas nubecillas y muchas tristes nieblas dispuestas a ayudarle. Y se juntaron todas y recorrieron la tierra seca dejando caer sus limpias gotas de vida, hasta que las plantas revivieron y creció un hermoso bosque que desde entonces fue amigo de las nubes y atraía a la lluvia con su verde canto.

miércoles, 1 de abril de 2020

El mejor día de tu vida

No te detengas en lo malo que has hecho; camina hacia lo bueno que puedes hacer.
No te culpes por lo que hiciste, decide no repetirlo.
No te mires con tus ojos, contémplate con la mirada de quien ama.
No pienses en lo largo que es el camino de tu transformación,
sino que en cada paso que des estarás más cerca de ser lo que quieres ser.
No confíes en tus propias fuerzas; pon tu vida en manos de Dios.
No trates que otros cambien; comienza por tu propia vida.
Deja que el amor te inunde y no te defiendas de él.
Sólo contempla la meta y no veas lo difícil que es alcanzarla.
Vive cada día, aprovecha el pasado para bien y deja que el futuro llegue a su tiempo.
No sufras hoy por lo que viene, recuerda que «cada día tiene su propia finalidad»
Busca alguien con quien compartir tus luchas hacia la libertad;
una persona que te entienda, te apoye y te acompañe.
Ante cualquier provocación, trata de responder en lugar de reaccionar.
Si tu felicidad y tu vida dependen de alguien que no es Dios,
estás apoyando la escalera en la pared equivocada.
Aprende a mirarte con amor y respeto. Vivir Sirviendo, Vivir Amando.

La caña de bambú


Había una vez una caña de bambú, que estaba bien tiesa y flexible, en medio de sus hermanas cañas de bambú.
Y vino Dios un día y le dijo: – Te necesito
Y la caña le dijo a Dios: – Aquí me tienes, Señor, ¿qué deseas de mí?
Y Dios le dijo: – Para que puedas serme útil, voy a tener que quitarte las hojas y las ramas.
Y el bambú se puso triste. Pero le dijo a Dios.
– Si sólo así puedo servirte, corta mis hojas y mis ramas. Aquí me tienes Señor.
Y Dios le quitó las hojas y las ramas a la caña de bambú. Y luego le dijo:
– Para que puedas servirme, voy a tener que cortarte.
La caña de bambú se echó a temblar. Tuvo sus dudas pero al final le dijo a Dios:
– Aquí me tienes, Señor. Haz de mí lo que quieras.
Y Dios cortó la caña de bambú. Después todavía añadió:
– Mi querida caña. Aun así todavía no puedes servirme de nada. Necesito vaciarte...
La caña de bambú sintió cerca la muerte. Pero, a pesar de todo, se ofreció al Señor:
– Aquí me tienes, Señor. Haz con mi vida lo que necesites.
Y Dios vació la caña de bambú.
La llevó a una acequia cercana y la colocó en la orilla, inclinada hacia una tierra que, un poco más allá, se encontraba reseca y medio muerta.
El agua de la acequia se deslizó por la caña vacía y llegó hasta la tierra sedienta. La caña, que parecía seca y medio muerta al vaciarse, lucía ahora, húmeda y brillante, reconfortada por el agua de la acequia y por la hierba que empezaba a brotar en la tierra antes reseca y ahora viva.

lunes, 30 de marzo de 2020

Quiero descubrirte en todo, Dios

Señor de la existencia, tu mano encuentra, como el sembrador,
el punto justo en que prender el hilo de la vida,
el tiempo en que fundir la llama en barro,
la medida cabal que corresponde al vuelo.
En Ti está el soplo de nuestros nacimientos,
y el mapa frágil de nuestros horizontes.
Tu tienes, Señor, la llave de cada mirada que brota,
la cuenta atrás de todos los proyectos y esperanzas;
eres la puerta que dispone las entradas y salidas, el marco
en que se encierran, las luces y las sombras que componen nuestra vida.
Eres, Señor, quien abre el surco y lanza la semilla,
quien amasa la crecida vital de cada ser.
Tú conoces la causa de la noche y del desierto,
por qué el hombre se pierde en laberintos sin sentido, se ciega
al caminar en pleno día, muere de sed a la anunciada orilla del venero.
Te desconoce a Ti, Dios manantial y origen, te arroja lejos de su vida.
Danos, Señor, la luz precisa, el fuerte impulso de tu mano amiga.
Danos, Señor, saber reconocerte.

La estrella y el pajarillo


Una vez un pajarillo voló tan alto que se hizo tarde en el camino y cuando miró a la tierra la vio tan lejos que le daba miedo. Lo vio todo negro y profundo, entonces decidió quedarse a dormir en una nube. Pero cuando anocheció en el cielo brilló una estrella y luego otra y otra, así fueron apareciendo muchas estrellas en el firmamento. Las vio tan cerca que se quedó maravillado de tanta luz, tanta que su rostro lo sintió todo iluminado.
“¡Que asombroso!” dijo el pajarillo. Se miraba las plumas y con el pico se las arreglaba, si todas parecían de plata y oro y se veía más hermoso, más brillante, hasta se olvidó que era de noche y empezó a cantar muy alegre. Entre las estrellas una lo miró con más atención, le parecía que le estaba cantando a ella y comenzó a mirarlo más y más hasta que se dio cuenta el pajarillo, porque su mirada era tan penetrante que entre todas pudo sentirla, y desde ese momento quedó prendado de ella.
Pero las horas pasaban. Al pajarillo le parecía que la noche no se acabaría nunca y comenzó un lindo romance con la estrella. Le contaba lo hermoso que era estar en el cielo, pero lo difícil era bajar a la tierra, y el pajarillo le contaba que igual le pasaba a él, y que él quería estar más cerca de ella porque, ahora que la conocía, sería muy triste separarse de ella. Que la extrañaría mucho, si dejara de verla de pena moriría, porque jamás la podrá olvidar y le dijo:
- “Si algún día no me vieras recuerda que en algún rincón del mundo está un ser que te quiso que te quiere y te querrá y que pase lo que pase jamás se olvidará de ti”.
La noche avanzaba y ellos, estando juntos, no se daban cuenta del tiempo, pero llegó lo que tenía que pasar, vino la madrugada y él y ella estaban tan emocionados de haberse conocido, aunque la desigualdad era mucha: él de la tierra y ella del cielo, pero en ese instante no notaban las diferencias.
Solo querían estar juntos conversando de muchas cosas y aunque estaban lejos, ellos no lo notaban, se veían a un paso una del otro, se podían decir todo lo que querían ya que les parecía estar muy cerca el uno del otro, entonces el pajarillo tuvo una idea: le propuso a ella que viniera a la nube, pero ella le dijo:
- “Eso es imposible, no puedo hacerlo, no puedo moverme hacia abajo, yo solo puedo rotar, nada más. Lo siento mucho” -y la estrella se puso a llorar.
Entonces el pajarillo al verla llorar le dijo:
- “Yo iré a ti si tú no puedes venir a mí”.
- “¡Harías eso por mí! ¿Serías capaz de volar hacia aquí?, pero sería una locura no lo hagas” -le dijo ella limpiando sus lágrimas porque veía que eso era imposible. Quiso evitarlo pero fue demasiado tarde.
- “Sí puedo hacerlo”
Y sin pensarlo dos veces, el pajarillo abrió sus alas y elevó el vuelo, pero no se pudo sostener en el aire, aunque la estrella abrió sus brazos para alcanzarlo.
Pero todo fue inútil, la gravedad no lo pudo contener y el pajarillo enamorado se dio varias vueltas de campana y sus alas no pudieron responder cayendo de cabeza a la tierra y de la fuerza del golpe quedó semienterrado y del triste pajarillo nadie se dio cuenta.
Pues su historia nadie la contó, hasta que hoy el lápiz y este blog la descubrieron.

domingo, 29 de marzo de 2020

Cuesta morir y perder

Sólo queremos triunfar, Señor, para eso se nos ha educado.
Hemos de ganar al otro, competir sin parar, medirnos constantemente.
Y Tú nos recomiendas que perdamos la vida, mientras todo nos dice
que aprovechemos, que no seamos pringados, 
que hay que ser un lince en este mundo loco que tenemos montado.
No te rindas, no te dejes, no te achantes, no te compadezcas, 
no mires hacia el otro, para que no te brote el amor que llevas dentro
y se acabe el juego de la competición, del desencuentro, de la comparación,
del aparentar, del vivir pomposamente, creando envidias alrededor.
Quiero seguirte, Señor, quiero perder la vida, el poder, el prestigio,
la imagen, las mil cosas que acaparo.
Quiero renacer a la sencillez, a la escucha atenta a la vida del otro,
a que me importe tanto lo suyo como lo mío,
a que me duela todo dolor de mis hermanos,
a mostrarme pequeño y frágil, como soy,
a compartir mis dudas, mis miedos y fracasos,
a triunfar todos juntos, a lograr en común,
a regalarme hasta el último rincón de mi ser.
Ayúdame, Señor, a dar mi vida, mi tiempo, mis cosas y mi yo.
En tus manos me pongo, haz de mí lo que quieras…
Contigo a mi lado… ya no necesito ganar.

El grano de trigo y la hormiga


Cuenta una fábula que un grano de trigo había quedado sobre el campo y fue descubierto por una hormiga, que se dispuso a llevarlo a su nido. El grano de trigo pregunta: 
- ¿Por qué no me dejas aquí?
- Si te dejo, no voy a tener comida alguna para el invierno. Hay muchas hormigas y cada una de nosotras debe llevar lo que encuentre al depósito de víveres del hormiguero -contestó la hormiga.
- Pero yo no he sido creado para ser comido -respondió el grano de trigo-. Soy una semilla llena de fuerza vital para convertirme en una planta. ¡Querida hormiga, hagamos un trato! Si me dejas en mi campo en la próxima cosecha, tendrás cien granos como yo.
La hormiga pensó: «Cien granos a cambio de uno... Esto es un milagro». Y preguntó:
- ¿Y cómo vas a conseguido?
- Es un secreto -contestó el grano-. El secreto de la vida. ¡En el momento oportuno, haz una pequeña cueva, entiérrame en ella y vuelve pasados unos meses!
Pasados los meses regresó nuevamente la hormiga y comprobó que el grano de trigo había cumplido su promesa.