sábado, 8 de mayo de 2021

A la Virgen María

Acuérdate, oh piadosa Virgen María,
que jamás se ha oído decir
que ninguno que haya acudido a tu protección,
implorado tu socorro, o buscado tu intercesión
ha sido abandonado.
Animado por esta confianza, vuelo a ti,
oh Virgen de las vírgenes, mi madre;
A ti vengo, delante de ti estoy, pecador y dolorido.
Oh, Madre del Verbo Encarnado,
no menosprecies mis peticiones,
y en tu misericordia escucha
y contesta a lo que te pido. Amen.

Matar al Amor

Hubo una vez en la historia del mundo, un día terrible en el que el odio, que es el rey de los malos sentimientos, los defectos y los vicios, convocó a una reunión urgente de todos ellos.
Todos los sentimientos negros del mundo y los deseos más perversos del corazón humano llegaron a esta reunión con la curiosidad de saber cuál era el propósito… Cuando estuvieron todos habló el odio y dijo:
- «Os he reunido aquí a todos porque deseo con todas mis fuerzas matar a alguien»…
Los asistentes no se extrañaron mucho pues era el odio el que estaba hablando y él siempre quiere matar a alguien… Sin embargo, todos se preguntaban entre sí quién sería tan difícil de matar como para que el odio los necesitara a todos.
- «Quiero que maten al Amor», dijo.
Muchos sonrieron malévolamente, pues más de uno le tenía ganas. El primer voluntario fue el Mal Carácter, quien dijo:
- «Yo iré y os aseguro que en un año el Amor habrá muerto… Provocaré tal discordia y rabia que no lo soportará».
Al cabo de un año se reunieron otra vez y al escuchar al Mal Carácter, quedaron muy decepcionados.
- «Lo siento, dijo, lo intenté todo, pero cada vez que yo sembraba una Discordia, el Amor la superaba y salía adelante»..
Fue entonces cuando, muy diligente, se ofreció la Ambición, quien haciendo alarde de su poder, dijo:
- «En vista de que el Mal Carácter fracasó, iré yo. Desviaré la atención del Amor hacia el deseo por la riqueza y por el poder. Eso nunca lo ignorará.»
Y empezó la Ambición el ataque hacia su víctima quien, efectivamente, cayó herida. Pero después de luchar por salir adelante, renunció a todo deseo desbordado de poder y triunfó de nuevo.
Furioso el odio por el fracaso de la Ambición, envió a los Celos, quienes burlones y perversos, inventaban toda clase de artimañas y situaciones para despistar al Amor y lastimarlo con dudas y sospechas infundadas.
Pero el Amor, confundido, lloró y pensó que no quería morir, y con valentía y fortaleza se impuso sobre ellos y los venció. Año tras año el odio siguió en su lucha enviando a sus más hirientes compañeros.
Envió a la Frialdad, al Egoísmo, al Reproche, la Indiferencia, la Pobreza, la Enfermedad y a muchos otros que fracasaron siempre, porque cuando el Amor se sentía desfallecer, tomaba nueva fuerza y todo lo superaba.
El odio, convencido de que el Amor era invencible, les dijo a los demás:
- «Nada que hacer: El Amor ha soportado todo, llevamos muchos años insistiendo y no lo logramos».
De pronto, desde un rincón del salón se levantó un sentimiento poco conocido y que vestía todo de negro y con un sombrero gigante que caía sobre su rostro y no lo dejaba ver. Su aspecto era fúnebre como el de la muerte.
- «Yo matare al Amor», dijo con seguridad.
Todos se preguntaron quién era ese que pretendía hacer por si solo lo que juntos ninguno había podido. El odio dijo,
- «Ve y hazlo»
Tan sólo había pasado algún tiempo cuando el odio volvió a llamar a todos los malos sentimientos para comunicarles que, después de tanto luchar, por fin el AMOR HABÍA MUERTO. Todos estaban felices, pero sorprendidos. Entonces, el sentimiento del sombrero negro hablo:
«Ahí os entrego al Amor totalmente muerto y destrozado».
Y sin decir más, se marchó.
- «Espera, dijo el odio, en tan poco tiempo lo eliminaste por completo, lo desesperaste y no hizo el menor esfuerzo por vivir… ¿¡quien eres?!
El sentimiento levantó por primera vez su horrible rostro y dijo:
- «Soy la RUTINA»

miércoles, 5 de mayo de 2021

Gracias, Señor, por los que me sanan

Gracias por los que soñaron en mí antes de ser,
por mis padres, hermanos y maestros.
Gracias por tantos que trabajaron
para que yo fuera cubriendo mis necesidades vitales.
Gracias por quien jugó, rio, cantó y rezó a mi lado,
acompañando mi ser y mi vivir.
Gracias por las personas que me amaron,
y además me lo supieron decir y demostrar,
con abrazos, besos y ternuras,
que alimentaron mi corazón y mi saber amar.
Gracias por los que supieron corregirme,
enseñándome el proceso de hacer bien todo.
Gracias por quien me eligió como amigo,
porque influyó en mi seguridad y me ilusionó.
Gracias por el que se atreve a recordarme un error,
porque me da la posibilidad de mejorarme.
Gracias por los que viven y trabajan a mi lado,
pues su compañía cotidiana me hace ser yo.
Gracias por los familiares y cercanos
que se interesan por mi salud y mis dificultades.
Gracias por los que se dejan cuidar por mí,
pues hacen brotar mi mejor yo.
Gracias por los que perdonan mis errores,
pues me enseñan a ser humano y saber disculpar.
Gracias por los que se dejan ayudar por mí,
pues me hacen sentir válido e importante.
Gracias por todos los seres humanos
pues me hacen sentirme fraterno.
Gracias por cada aprendizaje y descubrimiento
porque me vuelven sencillo y sabio a la vez.
Gracias por cada vida entretejida con la mía,
pues hacen que mi historia sea un cántico agradecido.

Un regalo para dos

             Andrea Hensley

El hermoso día estaba hecho a medida para pasear por el centro urbano de la ciudad de Portland.
Éramos un grupo de consejeros de un campus de verano haciendo uso de nuestro día libre, alejados de los veraneantes y dispuestos a divertirnos un rato. A la hora del almuerzo encontramos un bello parque en el centro de la ciudad. Como todos teníamos un gusto diferente cada cual se fue a buscar lo que quería para comer, después de acordar que nos encontraríamos en el parque poco después.
Cuando mi amiga Robby se encaminó hacia un carrito de perritos calientes, decidí acompañarla. Observamos cómo el vendedor elaboraba un perrito caliente perfecto, tal y como ella lo deseaba. Sin embargo, el vendedor nos sorprendió cuando ella se dispuso a pagarle.
- “Ese perrito se ve un poco frío, dijo el señor, guarde su dinero. A usted le tocó el perrito caliente gratuito del día”.
Le dimos las gracias y nos fuimos a reunirnos con los demás amigos para saborear juntos nuestras viandas.
Pero mientras comíamos y charlábamos me llamó la atención un señor solitario sentado cerca de nosotros, que parecía observarnos. Se le veía sucio. Otra persona sin hogar y a la deriva, como tantos que se ven en las ciudades, me dije sin darle mayor importancia.
Al terminar de almorzar nos preparamos para seguir nuestro periplo turístico, pero cuando Robby y yo nos acercamos al canasto de basura para arrojar los restos del almuerzo, escuché una sonora voz que me decía:
- “¿Ha quedado algo de comida en esa bolsa?”.
Era la voz del hombre que nos había estado observando. Me sentí incómodo y le dije:
- “Infortunadamente, ya no queda nada”.
- “¡Qué pesar!”, fue todo lo que dijo, sin vergüenza alguna. Era evidente que tenía hambre, que no le gustaba ver comida desperdiciada y que estaba acostumbrado a formular la pregunta anterior.
La situación me incomodó, pero no supe cómo reaccionar. En ese momento dijo:
- “Ya vuelvo. Espérame un momento”, Robby salió corriendo.
Quedé intrigado al verla dirigirse hacia el carrito de los perritos calientes. De repente, caí en cuenta de lo que se proponía. Compró un perrito caliente, regresó y se lo dio al señor hambriento.
Simplemente se limitó a decir:
- “Sólo estaba transmitiendo la bondad que alguien tuvo conmigo”.
Ese día aprendí que la generosidad puede ir más allá de la persona que la recibe. Al obsequiar, estamos enseñando a los otros a ser dadivosos.

martes, 4 de mayo de 2021

Ofrecimiento a la Virgen María

Bendita sea tu pureza y eternamente lo sea,
pues todo un Dios se recrea en tan graciosa belleza.
A Ti, celestial princesa, Virgen Sagrada María,
te ofrezco en este día, alma, vida y corazón.
Mírame con compasión y no me dejes, Madre Mía.


Oh Señora mía, oh Madre Mia,
yo me ofrezco enteramente a ti.
En prueba de mi filial afecto te consagro en este día,
mis ojos, mis oídos, mi lengua, mi corazón,
en una palabra, todo mi ser. Y
a que soy todo tuyo, oh madre de bondad,
guárdame y defiéndeme como cosa y posesión tuya. Amén

Aniversario de boda: el peine y la pipa

Era un matrimonio pobre. Ella hilaba a la puerta de su choza pensando en su marido. Todo el que pasaba se quedaba prendado de la belleza de su cabello negro, largo, como hebras brillantes salidas de su rueca. A pesar de no tener peine alguno, peinaba una y mil veces sus largas trenzas, su máximo tesoro y su orgullo. Así pasaba el día esperando al marido.
El iba cada día al mercado a vender algunas frutas. A la sombra de un árbol se sentaba a esperar, sujetando entre los dientes una pipa vacía. No llegaba el dinero para comprar un pellizco de tabaco.
Se acercaba el día del aniversario de la boda y ella no cesaba de preguntarse qué podría regalar a su marido. Y además, ¿con qué dinero?
Una idea cruzó su mente. Sintió un escalofrío al pensarlo, pero al decidirse todo su cuerpo se estremeció de gozo: vendería su pelo para comprarle tabaco.
Ya imaginaba a su hombre en la plaza, sentado ante sus frutas, dando largas bocanadas a su pipa: aromas de incienso y de jazmín darían al dueño del puestecillo la solemnidad y prestigio de un verdadero comerciante.
Sólo obtuvo por su pelo unas cuantas monedas, pero eligió con cuidado el más fino estuche de tabaco. El perfume de las hojas arrugadas compensaba largamente el sacrificio de su pelo.
Llegó el día del aniversario de bodas, y él salió como cada mañana temprano, pensando qué le regalaría a ella si nada tenía.
Al llegar la tarde él llegó con un pequeño paquete que le dio con un suave beso en la frente: "Feliz aniversario".
Ella, con una gran sonrisa, también le entregó un diminuto envoltorio.
Al abrir cada uno su regalo, se miraron y sollozaron en silencio disfrutando del gran amor que Dios les estaba demostrando. Ella había vendido sus trenzas y le había comprado un atadillo de tabaco para la pipa. En cambio, él había vendido su pipa y le había comprado un hermoso peine para sus trenzas.

lunes, 3 de mayo de 2021

Gracias, Santa Cruz


Gracias, oh cruz, porque, siendo de madera, entiendes con Jesús,
lo que ocurre en el corazón del hombre.
Gracias, oh cruz, porque, siendo tan alta,
Dios se rebajó en ti para salvarnos.
Gracias, oh cruz, porque, siendo tan dura,
con la fe eres más llevadera.
Gracias, oh cruz, porque el mejor hombre, Cristo,
fue en ti clavado.
Gracias, oh cruz, porque quien te besa
se siente fortalecido.
Gracias, oh cruz, porque en Ti
habló el amor de Dios.
Gracias por todo, Santa Cruz

El mensaje del anillo

Una vez, un rey de un país no muy lejano reunió a los sabios de su corte y les dijo:
– “He mandado hacer un precioso anillo con un diamante, a uno de los mejores orfebres de la zona. Quiero guardar, oculto dentro del anillo, algunas palabras que puedan ayudarme en los momentos difíciles. Un mensaje al que yo pueda acudir en momentos de desesperación total. Me gustaría que ese mensaje ayude en el futuro a mis herederos y a los hijos de mis herederos. Tiene que ser pequeño, de tal forma que quepa debajo del diamante de mi anillo”
Todos aquellos que escucharon los deseos del rey, eran grandes sabios que podían haber escrito grandes tratados… pero ¿pensar un mensaje que contuviera dos o tres palabras y que cupiera debajo de un diamante de un anillo? Muy difícil. Igualmente pensaron, y buscaron en sus libros de filosofía durante muchas horas, sin encontrar nada que ajustara a los deseos del poderoso rey.
El rey tenía muy próximo a él, un sirviente muy querido. Este hombre, que había sido también sirviente de su padre, y había cuidado de él cuando su madre había muerto, era tratado como uno de la familia y gozaba del respeto de todos.
El rey también lo consultó. Y éste le dijo:
– “No soy un sabio, ni un erudito, ni un académico, pero conozco el mensaje”
– “¿Como lo sabes preguntó el rey”?
– “Durante mi larga vida en Palacio, me he encontrado con todo tipo de gente, y en una ocasión me encontré con un maestro. Era un invitado de tu padre, y yo estuve a su servicio. Cuando nos dejó lo acompañe hasta la puerta para despedirlo y como gesto de agradecimiento me dio este mensaje”.
En ese momento el anciano escribió en un diminuto papel el mencionado mensaje. Lo dobló y se lo entregó al rey.
– “Pero no lo leas”, dijo. “Mantenlo guardado en el anillo. Ábrelo sólo cuando no encuentres salida en una situación”.
Ese momento no tardó en llegar, el país fue invadido y su reino se vio amenazado.
Estaba huyendo a caballo para salvar su vida perseguido por sus enemigos. Estaba solo, y los perseguidores eran numerosos. Llegó a un lugar donde el camino se acababa, frente a él había un precipicio y un profundo valle.
Caer por él, sería fatal. No podía volver atrás porque el enemigo le cerraba el camino. Podía escuchar el trote de los caballos, las voces, la proximidad del enemigo.
Fue entonces cuando recordó lo del anillo. Sacó el papel, lo abrió y allí encontró un pequeño mensaje tremendamente valioso para el momento…
Simplemente decía “Esto También Pasará”.
En ese momento fue consciente que se cernía sobre él, un gran silencio.
Los enemigos que lo perseguían debían haberse perdido en el bosque, o debían haberse equivocado de camino. Pero lo cierto es que lo rodeó un inmenso silencio. Ya no se sentía el trotar de los caballos.
El rey se sintió profundamente agradecido al sirviente y al maestro desconocido. Esas palabras habían resultado milagrosas. Dobló el papel, volvió a guardarlo en el anillo. Reunió nuevamente su ejército y reconquistó su reinado.
El día de la victoria, en la ciudad hubo una gran celebración con música y baile…y el rey se sentía muy orgulloso de sí mismo.
En ese momento el anciano estaba a su lado y le dijo:
– “Apreciado rey, ha llegado el momento de que leas nuevamente el mensaje del anillo”
– “¿Qué quieres decir?, preguntó el rey, ahora estoy viviendo una situación de euforia y alegría, las personas celebran mi retorno, hemos vencido al enemigo”.
– “Escucha, dijo el anciano, este mensaje no es solamente para situaciones desesperadas, también es para situaciones placenteras. No es sólo para cuando te sientes derrotado, también lo es para cuando te sientas victorioso. No es sólo para cuando eres el último, sino también para cuando eres el primero”.
El rey abrió el anillo y leyó el mensaje… “ESTO TAMBIÉN PASARÁ”
Y, nuevamente sintió la misma paz, el mismo silencio, en medio de la muchedumbre que celebraba y bailaba. Pero el orgullo, el ego había desaparecido.
El rey pudo terminar de comprender el mensaje. Lo malo era tan transitorio como lo bueno. Entonces el anciano le dijo:
– “Recuerda que todo pasa. Ningún acontecimiento ni ninguna emoción son permanentes. Como el día y la noche; hay momentos de alegría y momentos de tristeza. Acéptalos como parte de la dualidad de la naturaleza porque son la naturaleza misma de las cosas.”

domingo, 2 de mayo de 2021

Te quiero por quererme, Señor

Te quiero por quererme, Señor.
Porque me haces la vida más bonita,
porque un día decidiste llamarme,
porque tu amor me hace amoroso.
Te quiero porque Tú me invitas a aceptarme,
porque Tú me enseñas a quererme,
porque Tú dinamizas mi crecimiento,
porque Tú me impulsas a entregarme.
Te quiero por tantas personas que has puesto en mi camino,
porque me enseñas a quererles,
por todo lo que ellas me complementan,
por todo lo que puedo entregarles.
Te quiero por el mundo que soñamos juntos,
porque cuentas conmigo para construirlo,
porque siento tu fuerza en mis entrañas,
porque cada mañana me pones en camino.
Te quiero por este corazón que me has dado,
que ama y necesita ser amado, y no descansará
hasta que deje brotar todo el amor
que Tú has puesto dentro de cada uno de nosotros.

El angelito “Curioso”



“Curioso” era un angelito rechoncho que siempre quería saberlo todo. Preguntaba continuamente a Dios todo aquello que se le ocurría. Preguntaba incluso cuando todos dormían, él solo quería aprender y aprender lo máximo posible, para ir muy preparado a la tierra. Quería ser el mejor de todos, y que Dios se sintiese orgulloso de él.
Pero un día Dios quiso saber qué le impacientaba a “Curioso”. Fue entonces cuando “Curioso” confesó a Dios todo su miedo a no saber comportarse correctamente, a no encontrar sus sitio y perderse en un mundo tan grande. Y Dios, tiernamente cogió al angelito en su mano y le explicó:
- Cuando llegues a la tierra, nacerás de nuevo. Tendrás que aprender a hablar, a andar, a jugar. Tendrás frío en invierno y calor en verano, y a veces habrá cosas que no te gusten y te harán llorar. Todo lo que vives aquí, será distinto en la tierra, por eso todo lo que ahora sepas, no lo recordarás al nacer. Sin embargo, igual que aquí has aprendido de mi, en la tierra habrá quien te enseñe todo lo que necesites, quien te arropará cuando tengas frío, quien te calmará el llanto con abrazos, y quien te responderá cada pregunta que hagas aunque esté descansando.
Entonces “Curioso”, aún se entristeció más, y le preguntó a Dios:
- ¿Y siendo la Tierra tan grande, con tanta gente distinta, y yo tan pequeño, como voy a saber a quien preguntarle?
Y Dios, despacito, posándole sobre una nube de algodón, le dijo:
- Cuando llegue el momento, tan solo tendrás que mirar a sus ojos, te sentirás tan a gusto entre sus brazos, tan calentito... Que no tendrás ninguna duda. Y cuando calme tu llanto, y sientas la misma paz que tienes aquí arriba, sabrás sin duda, que ese será tu maestro, de quien aprenderás todo en la tierra y quien no se separará de ti jamás. Además, “Curioso”, todos los angelitos, reconocen a la suya desde el primer momento en que la ven, será la más guapa de todas, por mucha gente que haya, entre un millón de ellas, solamente habrá una persona capaz de hacer magia contigo como hago yo... Tu mamá.
“Curioso”, miró a Dios y sonrió, y por primera vez en mucho tiempo, se sentó a descansar y esperar el momento en que le tocase la suerte de conocer a esa persona tan importante que sería su mamá.