jueves, 7 de diciembre de 2017

María

José María R. Olaizola, sj

Niña con el mundo en el alma.
Sutil, discreta, oyente, capaz de afrontar riesgos.
Chiquilla de la espera, 
que afronta la batalla y vence al miedo.
Señora del Magnifícat,
que canta la grandeza velada en lo pequeño.
Y ya muy pronto, Madre.
hogar de las primeras enseñanzas,
discípula del hijo hecho Maestro.
Valiente en la tormenta, con él crucificada
abriéndote al Misterio.
Refugio de los pobres
que muestran, indefensos, su desconsuelo
cuando duele la vida, cuando falta el sustento.
Aún hoy sigues hablando, atravesando el tiempo
mostrándonos la senda que torna cada «Hágase»
en un nuevo comienzo.

¿Qué es amor?

Rabindranah Tagore

Era un matrimonio pobre. Ella hilaba a la puerta de su choza pensando en su marido. Todo el que pasaba se quedaba prendado de la belleza de su cabello negro, largo, como hebras brillantes salidas de su rueca. 
Él iba cada día al mercado a vender algunas frutas. A la sombra de un árbol se sentaba a esperar, sujetando entre los dientes una pipa vacía. No llegaba el dinero para comprar un pellizco de tabaco.
Se acercaba el día del aniversario de su boda y ella no cesaba de preguntarse qué podría regalar a su marido. Y, sobre todo, ¿con qué dinero? 
Una idea cruzó su mente. Sintió un escalofrío al pensarlo, pero al decidirse, todo su cuerpo se estremeció de gozo: vendería su pelo para comprarle tabaco.
Ya imaginaba a su hombre en la plaza dando largas bocanadas a su pipa... con la solemnidad y el prestigio de un verdadero comerciante. 
Sólo obtuvo por su pelo unas pocas monedas, pero eligió con cuidado el más fino estuche de tabaco. 
El perfume de las hojas arrugadas compensaba largamente el sacrificio del pelo.
Al llegar la tarde regresó el marido. Venía cantando por el camino. 
Traía en su mano un pequeño envoltorio: eran unos peines para su mujer que acababa de comprar tras vender su pipa...

¡¡ESO ES AMOR!! Nosotros los cristianos, sabemos que el Amor es Dios, que nos ha dado todo hasta entregarlo como suprema manifestación de su  Amor a su Hijo Amado. A Él se oriente pues toda nuestra capacidad de amar, que es el que más se lo merece.

miércoles, 6 de diciembre de 2017

Ven a nosotros, Señor

Valentín Arteaga

No desistas, Señor, sigue insistiendo en venir a nosotros,
en hacerte vecino del dolor y de la lágrima.
Ven más cada mañana, nunca dejes de acercarte.
Sucede que la arcilla es así,
que está rajada de añoranza y de amor
y nuestro cántaro se nos queda sin sol, 
se cuela el agua hacia Ti.
Sigue empeñado,
a pesar de nosotros y la aurora,
viniendo a saciar nuestra sed.
Llegará un día 
en que todo estará como Tú quieras.

La historia de San Nicolás

(su fiesta se celebra hoy, 6 de diciembre)

Nicolás nació en el año 350 d.C., en Myra Turkí (Asia Central). Se le conoce como San Nicolás de Bari porque sus restos mortales descansan en Bari, Italia.
Heredó una gran fortuna que la destinó a ayudar a los necesitados. Nicolás era feliz ayudando a los demás, especialmente a los pobres y a los esclavos. Era bueno, generoso y tenía un gran sentido del humor. Fue sacerdote y más tarde, fue consagrado obispo.
Se cuenta que en una ocasión supo de tres jovencitas que pretendían casarse pero su padre no podía pagar la dote correspondiente. Al saberlo Nicolás (pretendiendo realizar la caridad sin ser visto), dejó caer por la chimenea unas bolsas de monedas de oro que cayeron en unas medias de lana que las jóvenes habían dejado secando (por eso se cuelgan las medias tejidas que sirven para que ahí nos deje a nosotros los regalos).
El emperador Diocleciano ordena acabar con los cristianos con toda la fuerza. Es en esta época que San Nicolás es nombrado Obispo de Myra Turquía (de ahí el color rojo de su vestimenta).
Fue encarcelado durante casi 30 años, pero Nicolás no perdía su sentido del humor y su alegría especialmente al hablar con los niños (de ahí el amor a los niños y el típico Jo, Jo, Jo).
Al convertirse al cristianismo el emperador de Roma, Constantino, hijo de Santa Elena, el Obispo Nicolás fue liberado, ya anciano con el pelo largo y la barba blanca, y regresa a su ciudad dispuesto a empezar otra vez la Iglesia de Cristo.
Su sorpresa fue grande cuando llegando al lugar observa la Catedral que había sido reconstruida y en ella los Cristianos entonaban el cántico Adeste Fidelis ya que estaban celebrando la fiesta de Navidad (por eso la relación de Navidad con la llegada de San Nicolás).
Los cristianos de Alemania tomaron la historia de las tres bolsas de oro echadas por la chimenea el día de Navidad y la imagen de Nicolás al salir de la cárcel, para entretejer la historia de Santa Claus, viejecito sonriente y larga barba, vestido de rojo, que entra por la chimenea el día de Navidad para dejar regalos a los niños buenos.
El Nombre de Santa Claus viene de una degeneración paulatina del nombre de San Nicolás: Santo Nicklauss, Santo Nick, Santo Klauss, Santa Claus, Santa Clós. La imagen de Santa Claus, fue modificada por el inmigrante alemán recién llegado a Nueva York el protestante Thomas Nast quien lo ilustra para el semanario “Harper” en 1864 mostrándolo con el traje rojo las botas, un gran saco de juguetes y entrando en una chimenea.

martes, 5 de diciembre de 2017

Padre nuestro...

Haznos saber, Padre compasivo,
que nuestra vida es don recibido:
gratuidad, misterio y bendición;
que somos alianza de amor.
Enséñanos a ser agradecidos como Jesús,
que salía del camino y elevaba los ojos a ti.
Haznos conscientes, Padre amoroso,
de lo mucho recibido en nuestra existencia cotidiana:
de las manos que nos cuidaron,
de los hombros que soportaron nuestro peso
y nos rescataron de nuestros abismos.
Muéstranos también, Padre de huérfanos y solos,
el don que hemos sido para tantos
que acudieron a nosotros en busca de refugio.
Y pon en nuestros labios, Padre bueno,
aquellas hermosas palabras que nos enseñó tu Hijo:
Padre nuestro... 

El secreto para ser feliz

Hace muchísimos años, vivió en la India un sabio, de quien se decía que guardaba en un cofre encantado un gran secreto que lo hacía ser feliz en todos los aspectos de su vida y se consideraba el hombre más feliz del mundo. Muchos reyes, envidiosos, le ofrecían poder y dinero, y hasta intentaron robarle para obtener el cofre, pero todo era en vano. Mientras más lo intentaban, más infelices eran, pues la envidia no los dejaba vivir.
Así pasaban los años y el sabio era cada día más feliz. Un día llegó ante él un niño y le dijo:
- “Señor, al igual que tú, también quiero ser inmensamente feliz. ¿Por qué no me enseñas qué debo hacer para conseguirlo?” 
El sabio, al ver la sencillez y la pureza del niño, le dijo:
- “A ti te enseñaré el secreto para ser feliz. Ven conmigo y presta mucha atención: En realidad son dos cofres en donde guardo el secreto para ser feliz y estos son mi mente y mi corazón, y el gran secreto no es otro que una serie de pasos que debes seguir a lo largo de la vida”:
El primero es saber que existe la presencia de Dios en todas las cosas de la vida, y por lo tanto, debes amarlo y darle gracias por todas las cosas que tienes.
El segundo es que debes quererte a ti mismo, y todos los días al levantarte y al acostarte, debes afirmar: Yo soy importante, yo valgo, yo soy capaz, soy inteligente, soy cariñoso, espero mucho de mí, no hay obstáculo que no pueda vencer: Este paso se llama autoestima alta.
El tercer paso es que debes poner en práctica todo lo que dices que eres, es decir, si piensas que eres inteligente, actúa inteligentemente; si piensas que eres capaz, haz lo que te propones; si piensas que eres cariñoso, expresa tu cariño; si piensas que no hay obstáculos que no puedas vencer, entonces proponte metas en tu vida y lucha por ellas hasta lograrlas. Este paso se llama motivación.
El cuarto paso es que no debes envidiar a nadie por lo que tiene o por lo que es, ellos alcanzaron su meta, logra tú las tuyas.
El quinto paso es que no debes albergar en tu corazón rencor hacia nadie; ese sentimiento no te dejará ser feliz; deja que las leyes de Dios hagan justicia, y tú perdona y olvida.
El sexto paso es que no debes tomar las cosas que no te pertenecen: respeta lo ajeno, recuerda que de acuerdo a las leyes de la naturaleza, mañana te quitarán algo de más valor.
El séptimo paso, es que no debes maltratar a nadie: sé amable; todos los seres del mundo tenemos derecho a que se nos respete y se nos quiera.
Y por último, levántate siempre con una sonrisa en los labios, observa a tu alrededor y descubre en todas las cosas el lado bueno; piensa en lo afortunado que eres al tener todo lo que tienes; ayuda a los demás, sin pensar que vas a recibir nada a cambio; mira a las personas y descubre en ellas sus cualidades y dales también a ellos el secreto para ser triunfador y que de esta manera, puedan ser felices…”
Ser feliz depende de cada uno, es una actitud constante ante la vida. Ser feliz es consecuencia natural de acercarse cada vez más a lo mejor de uno mismo y hacer que eso sea lo que marque nuestras acciones.

domingo, 3 de diciembre de 2017

Gracias, Señor, por contar conmigo

Gracias, Señor,
porque me invitas a allanar los senderos,
a preparar el camino para que vengas.
Gracias, Señor,
porque quieres contar conmigo.
Gracias, Señor,
porque quieres entrar en mi casa
y hacer de ella una morada nueva.
Gracias, Señor,
porque te acuerdas de nosotros y de mí,
y te pones en el camino
por el que yo voy caminando,
para que te encuentre
porque Tú me has encontrado.

El zapatero Martín

Martín era un humilde zapatero de un pequeño pueblo de montaña. Vivía solo. Hacía años que había enviudado y sus hijos habían marchado a la ciudad en busca de trabajo.
Martín, cada noche, antes de ir a dormir leía un trozo de los evangelios frente al fuego del hogar. Aquella noche se despertó sobresaltado. Había oído claramente una voz que le decía. ‘Martín, mañana Dios vendrá a verte’. Se levantó, pero no había nadie en la casa, ni fuera, claro está, a esas horas de la fría noche...
Se levantó muy temprano y barrió y adecentó su taller de zapatería. Dios debía encontrarlo todo perfecto. Y se puso a trabajar delante de la ventana, para ver quién pasaba por la calle. Al cabo de un rato vio pasar un vagabundo vestido de harapos y descalzo. Compadecido, se levantó, lo hizo entrar en su casa para que se calentara un rato junto al fuego. Le dio una taza de leche caliente y le preparó un paquete con pan, queso y fruta, para el camino y le regaló unos zapatos.
Llevaba otro rato trabajando cuando vio pasar a una joven viuda con su pequeño, muertos de frío. También los hizo pasar. Como ya era mediodía, los sentó a la mesa y sacó el puchero de una buena sopa que había preparado por si Dios se quería quedar a comer. Además fue a buscar un abrigo de su mujer y otro de unos de sus hijos y se los dio para que no pasaran frío.
Pasó la tarde y Martín se entristeció, porque Dios no aparecía. Sonó la campana de la puerta y se giró alegre creyendo que era Dios. La puerta se abrió con algo de violencia y entró dando tumbos el borracho del pueblo.
– ¡Sólo faltaba este! Mira, que si ahora llega Dios...–se dijo el zapatero.
– Tengo sed –exclamó el borracho.
Y Martín acomodándolo en la mesa le sacó una jarra de agua y puso delante de él un plato con la sopa del mediodía.
Cuando el borracho se marchó ya era muy de noche. Y Martín estaba muy triste. Dios no había venido. Se sentó ante el fuego del hogar. Tomó los evangelios y aquel día los abrió al azar. Y leyó:
– ‘Porque tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, estaba desnudo y me vestisteis... Cada vez que lo hiciste con uno de mis pequeños, a mí me lo hicisteis...’
Se le iluminó el rostro al pobre zapatero. ¡Claro que Dios le había visitado! ¡No una vez, sino tres veces! Y Martín, aquella noche, se durmió pensando que era el hombre más feliz del mundo...