sábado, 18 de abril de 2020

Santa María de la Alegría Pascual

Madre del resucitado, mujer de entereza y fortaleza;
Virgen de la fidelidad en medio del dolor y la muerte;
Lámpara que permaneciste encendida cuando muchas se apagaron;
Llama encendida que contagiaste ilusión;
Mujer valiente y orante que siempre creíste a tu Hijo.
Llena nuestro corazón de la alegría Pascual.
Hija del Padre que cantaste las maravillas del Dios de la historia
que se pone de parte de los pobres y excluidos;
Mujer nunca resignada ante lo injusto y lo adverso,
pero siempre dispuesta a ver en todas las cosas el paso salvador de Dios;
Caminante discreta que seguías los pasos de tu Señor y Mesías
sin querer robar el protagonismo a los apóstoles de tu Hijo:
Llena nuestro corazón de la alegría Pascual.
Mujer heroica por tu saber estar, tu saber hablar y tu saber callar;
Mujer paciente que sabes que las cosas de calidad maduran con el tiempo,
y que al corazón humano no le sirven las prisas y desesperos;
Hermana y amiga que sabes guardar secretos y que sabes, también,
contarle las cosas nuestras a tu Hijo mejor que nosotros mismos
por tu delicadeza y finura:
Llena nuestro corazón de la alegría Pascual.

De ateo a humilde creyente


  (el testimonio de un médico italiano en la pandemia del coronavirus)

Médico en Lombardía: "Ni en las pesadillas más oscuras imaginé que podría ver y vivir lo que está pasando aquí, en nuestro hospital, desde hace tres semanas. La pesadilla está fluyendo, el río se está haciendo más y más grande. Al principio vinieron algunos, luego decenas y luego cientos y ahora ya no somos médicos, sino que nos hemos convertido en clasificadores en la cinta y decidimos quién vive y quién debe ser enviado a casa a morir, aunque todas estas personas han pagado impuestos italianos toda su vida;
Hasta hace dos semanas, mis colegas y yo éramos ateos; era normal porque somos médicos y aprendimos ciencia, donde se enseña excluir la presencia de Dios; siempre me reí de mis padres yendo a la iglesia.
Hace nueve días un sacerdote de 75 años vino a nosotros; hombre gentil, tenía problemas respiratorios importantes, pero tenía una Biblia con él y nos impresionó que les leyera a los moribundos que acababan cogiéndole de la mano. Al estar todos los médicos cansados, desanimados, psicológica y físicamente terminados, cuando teníamos tiempo íbamos a escucharlo. Ahora tenemos que admitir: nosotros como humanos hemos alcanzado nuestros límites; más no podemos hacer, y cada día mueren más personas, y estamos agotados, ya tenemos dos colegas que han muerto y otros están parados. Nos dimos cuenta que donde termina lo que el hombre puede hacer, necesitamos a Dios y nos comenzamos a preguntar, cuando teníamos algunos minutos libres. Hablamos entre nosotros y no podemos creer que, de los ateos feroces, hemos venido diariamente para encontrar nuestra paz, pidiéndole al Señor que nos ayude a resistir para que podamos cuidar a los enfermos.
Ayer murió el sacerdote de 75 años, que hasta hoy, a pesar que tuvimos más de 120 muertos en 3 semanas aquí, y todos habíamos acabado destruidos, logró durante su estancia traernos una paz que ya no esperamos encontrar. El sacerdote se fue con el Señor y pronto lo seguiremos. No he estado en casa desde hace 6 días, no sé cuándo comí por última vez, y me doy cuenta de mi inutilidad en esta Tierra y quiero dedicar mi último aliento en ayudar a los demás. Estoy feliz de haber conocido a Dios mientras estoy rodeado por el sufrimiento y la muerte de mis semejantes ".
Si bien, por el momento sólo podemos orar... ¡Recemos!
Y si en nuestro paso encontramos personas que necesitan esperanza y salvación... ¡Guíalos al Señor!

viernes, 17 de abril de 2020

Os traigo Luz

Os traigo la luz, para que brille en la oscura tiniebla y mi vida,
para que vuestra muerte ya no sea un para siempre.
¿Aún me preguntáis qué os traigo?
Mi cuerpo desgarrado, pero victorioso por el Creador
Mis manos taladradas, pero abiertas para abrazaros
Mis pies atravesados, pero dispuestos a acompañaros
¿Y todavía me preguntáis que qué os traigo?
Os traigo el secreto para ser fuertes: la fe.
Os avanzo una gran noticia: la muerte, con la mía
ha sido aniquilada y vencida.
¿Todavía me preguntáis qué os traigo?
Frente a un mundo pequeño, os regalo un Reino inmenso
Frente al llanto del suelo, os garantizo la dicha eterna
Frente a la cruz pesada, os anuncio el consuelo divino
Frente al absurdo de la muerte, la vida conquistada
Y, junto con todo esto, os traigo un ruego
¡CREED EN DIOS! ¡ESPERAD EN DIOS!
Que El, como a mí, os dará vida plena y resucitada

Matías, un niño especial


Matías, era un niño con capacidades mentales diferentes. A la edad de 12 años cursaba 3º de Primaria, y parecía que jamás podría pasar de ahí.
Durante las clases estaba distraído y nunca respondía correctamente a las preguntas que se le hacían. La maestra, que ya no sabía qué hacer con él, se irritaba y lo trataba duramente.
Harta de la situación un día la tutora citó a sus padres para decirles que Matías debería ir a una escuela especial, ya que le resultaba imposible seguir el ritmo de sus compañeros, debido al retraso mental que sufría, era como un niño de siete años.
La mamá, le explicó, que en la ciudad no había ninguna escuela especial y que además sería terrible sacarlo de allí, porque Matías se sentía muy feliz.
La maestra, se encontraba en un dilema: por un lado quería entender la situación, aunque sabía que el niño no tendría muchas posibilidades de evolucionar y por otro lado tenerle en clase, era una carga muy pesada tanto para ella como para los demás chicos.
A pesar de la situación, su conciencia no le permitió tomar otra decisión y aceptó que Matías permaneciera entre sus alumnos, pidiéndole a Dios que le ayudara a tener paciencia.
Se aproximaba la Semana Santa y la maestra les contó la historia de Jesús, cómo murió y su resurrección. A continuación les entregó a todos los niños un huevo de plástico y les dijo:
- “Quiero que os llevéis este huevo a su casa, y que mañana lo traigáis con algo en su interior que represente la Semana Santa de la que acabamos de hablar.”
Al día siguiente, cada alumno colocó el huevo en una cesta que estaba en la mesa de la maestra.
Cuando la maestra comenzó a abrirlos, encontró en ellos las más variadas expresiones que daban señal de una nueva vida, flores, mariposas…
Cuando abrió el que correspondía a Matías ¡El huevo estaba vacío!, pero como no quería que se sintiera mal, disimuladamente puso el huevo a un lado y tomó otro.
De pronto, el niño excitado, exclamó:
- Seño, ¿es que no va a decir nada de mi trabajo?
La maestra un poco enfadada contestó:
- Matías, creo que no entendiste el trabajo que te pedí, el huevo está vacío.
Matías, mirándola a los ojos le dijo:
- Sí, claro que está vacío, como también está vacía la tumba de Jesús. Porque Jesús resucitó y creo que esto es lo más importante de la Semana Santa.
«Jesús dejó la tumba porque Su mayor deseo es habitar en tu corazón, solo tienes que permitírselo. En esta Pascuas es una buena oportunidad»

jueves, 16 de abril de 2020

Señor Resucitado, vienes a nuestro lado

                     J. Leoz

La noche que pretendía ser siempre noche
es rota y descolocada por la luz de tu rostro.
Y, las horas inciertas, resultan ahora ser eternas
con inmortal música de fiesta: ¡HA RESUCITADO!
La muerte, traicionera y demoledora de sueños,
es a tus pies, oh Cristo, humillada y rendida
Sometes, Jesús, y con tu conquista
todos nos sentimos agraciados
bañados en un torrente de salvación y de futuro
¡HAS RESUCITADO, SEÑOR!
El llanto dará lugar a la alegría de Pascua
Las lágrimas se convertirán en oasis de esperanza
y, el aguijón de la muerte, aunque lastime
ya nunca tendrá la última palabra.
Hoy, con tu triunfo, levantamos el nuestro.
Hoy, con tu vida, queda la nuestra sentenciada:
moriremos, para resucitar ante el Padre
dormiremos, pero con tu muerte y resurrección,
seremos elevados a una existencia plena.
Sigue, oh Señor, infundiéndonos valor y coraje
para que, en las frecuentes noches oscuras,
sepamos encontrar el mensaje de esta Pascua.
Sigue, oh Señor, engendrándonos fe y esperanza
para que, en las derrotas y en los fracasos,
no olvidemos el fruto de tu redención:
hay que morir para vivir.
¡GRACIAS, VENCEDOR DE LA MUERTE!

Pregunta a tu corazón


Un hombre vivía en Turquía y oyó hablar de un gran sabio que moraba en Persia y que poseía el secreto de la sabiduría.
Sin pensárselo dos veces, el hombre vendió todas sus cosas, se despidió de su familia y se marchó en busca de aquel sabio.
Después de años viajando, consiguió llegar a la cabaña donde vivía el gran maestro. Se acercó a él lleno de respeto y le dijo:
- Vengo desde Turquía hasta aquí para hacerte una pregunta.
- Bien. Puedes hacer sólo una pregunta -recalcó el sabio-.
Aquel hombre se puso a pensar: tengo que ser muy claro en lo que voy a preguntar. Al fin dijo:
- ¿Puedo hacerlo en turco?
- Puedes -dijo el sabio-. Y ya he respondido a tu única pregunta. Cualquier otra cosa que desees saber, pregunta a tu corazón; no hace falta viajar tanto para saber que ése es el mejor consejero que existe.
Y cerró la puerta.

miércoles, 15 de abril de 2020

No tengáis miedo

Si sois hombres tentados por el miedo,
si lo nuevo os aterra, si os habéis acostumbrado a la rutina,
si no sabéis por dónde vais, si os espanta todavía la cruz…
¡No tengáis miedo!
¡Está vivo y camina, como Señor, delante de vosotros!
Si vuestros ojos se llenan de sueño,
si no veis nada detrás de las cosas,
si la realidad sólo es lo que veis,
si buscáis y sólo encontráis la frialdad del silencio,
si clamáis y Dios no os responde al instante…
¡No tengáis miedo!
¡Está vivo! y camina, como Señor, delante de vosotros!
Si el cansancio os abruma, si la palabra no os dice nada,
si no encontráis las razones de vivir tantas veces buscadas,
si habéis perdido la ilusión, si ya todo es noche sin chispa de luz…
¡No tengáis miedo!
¡Está vivo y camina, como Señor, delante de vosotros!
Si sentís el corazón triste, si ya no veis las flores,
si sólo escucháis cantos de derrota,
si ya no quedan lágrimas en vuestro lagrimal,
si tenéis ya la ventana abierta para arrojarlo todo,
si ya no hay esperanza para vuestra desesperanza…
¡No tengáis miedo!
¡Está vivo y camina, como Señor, delante de vosotros!

Leyenda del "Conejo de Pascua"


El conejo, en los pueblos anglosajones, simboliza la fertilidad, porque es uno de los animales con más alta reproducción. Los huevos son signo de vida, pues por medio de ellos nacen más conejitos, además, los huevos, significan alimento. El blanco simboliza pureza, la hermosura del acontecimiento.
Cuenta esta leyenda que, cuando metieron a Jesús al sepulcro que les había prestado José de Arimatea, había dentro de la cueva un conejo escondido, que muy asustado veía cómo toda la gente entraba, lloraba y estaba triste porque Jesús había muerto.
El conejo se quedó ahí viendo el cuerpo de Jesús cuando pusieron la piedra que cerraba la entrada y lo veía y lo veía preguntándose quien sería ese Señor a quien querían tanto todas las personas.
Así pasó mucho rato viéndolo; pasó todo el día y toda una noche, cuando de repente el conejito vio algo sorprendente: Jesús se levantó y dobló el paño con el que le habían cubierto la cabeza. Un ángel quitó la piedra que tapaba la entrada y Jesús salió de la cueva ¡más vivo que nunca!
El conejo comprendió que Jesús era el Hijo de Dios y decidió que tenía que avisar al mundo y a todas las personas que lloraban, que ya no tenían que estar tristes porque Jesús había resucitado.
Como los conejos no pueden hablar, se le ocurrió que si les llevaba un huevo pintado, ellos entenderían el mensaje de vida y alegría y así lo hizo.
Desde entonces, cuenta la leyenda que, el conejo sale cada Domingo de Pascua a dejar huevos de colores en todas las casas para recordar al mundo que Jesús resucitó y hay que vivir alegres.

martes, 14 de abril de 2020

¿En qué jardín te escondes, Señor Resucitado?

 J. L. Martín Descalzo
Lo mismo que María Magdalena decimos hoy nosotros:
«Me han quitado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto.»
Marchamos por el mundo y no encontramos nada en qué poner los ojos,
nadie en quien podamos poner entero nuestro corazón.
Desde que tú te fuiste nos han quitado el alma
y no sabemos dónde apoyar nuestra esperanza,
ni encontrarnos una sola alegría que no tenga venenos.
¿Dónde estás? ¡Dónde fuiste, jardinero del alma,
en qué sepulcro, en qué jardín te escondes?
¿O es que tú estás delante de nuestros mismos ojos y no sabemos verte?
¿estás en los hermanos y no te conocemos?
¿Te ocultas en los pobres, resucitas en ellos
y nosotros pasamos a su lado sin reconocerte?
Llámame por mi nombre para que yo te vea,
para que reconozca la voz con que hace años
me llamaste a la vida en el bautismo,
para que redescubra que tú eres mi maestro.
Y envíame de nuevo a transmitir de nuevo tu gozo a mis hermanos,
hazme apóstol de apóstoles
como aquella mujer privilegiada que, porque te amó tanto,
conoció el privilegio de beber la primera
el primer sorbo de tu resurrección.

La ventana del hospital


Dos hombres, ambos muy enfermos, ocupaban la misma habitación de un hospital. A uno se le permitía sentarse en su cama cada tarde, durante una hora, para ayudarle a drenar el líquido de sus pulmones. Su cama daba a la única ventana de la habitación.
El otro hombre tenía que estar todo el tiempo boca arriba. Los dos charlaban durante horas. Hablaban de sus familias, sus hogares, sus trabajos, su estancia en el servicio militar, dónde habían estado de vacaciones. Y cada tarde, cuando el hombre de la cama junto a la ventana podía sentarse, pasaba el tiempo describiendo a su vecino todas las cosas que podía ver desde la ventana.
El hombre de la otra cama empezó a desear que llegaran esa hora, en que su mundo se ensanchaba y cobraba vida con todas las actividades, colores del mundo exterior.
La ventana daba a un parque con un precioso lago. Patos y cisnes jugaban en el agua, mientras los niños lo hacían con sus cometas. Los jóvenes enamorados paseaban de la mano, entre flores de todos los colores del arco iris. Grandes árboles adornaban el paisaje, y se podía ver en la distancia una bella vista de la línea de la ciudad.
El hombre de la ventana describía todo esto con un detalle exquisito, el de la otra cama de la habitación cerraba los ojos e imaginaba la idílica escena.
Una tarde calurosa, el hombre de la ventana describió un desfile que estaba pasando. Aunque el otro hombre no podía oír a la banda, podía verlo, con los ojos de su mente, exactamente como lo describía el hombre de la ventana con sus mágicas palabras.
Pasaron días y semanas. Una mañana, la enfermera entró con el agua para bañarles, encontrándose el cuerpo sin vida del hombre de la ventana, que había muerto plácidamente mientras dormía. Se llenó de pesar y llamó a los ayudantes del hospital, para llevarse el cuerpo.
Tan pronto como lo consideró apropiado, el otro hombre pidió ser trasladado a la cama al lado de la ventana. La enfermera le cambió encantada y, tras asegurarse de que estaba cómodo, salió de la habitación.
Lentamente, y con dificultad, el hombre se incorporó sobre el codo, para lanzar su primera mirada al mundo exterior; por fin tendría la alegría de verlo él mismo. Se esforzó para girarse despacio y mirar por la ventana al lado de la cama… y se encontró con una pared blanca.
El hombre preguntó a la enfermera qué podría haber motivado a su compañero muerto para describir cosas tan maravillosas a través de la ventana.
La enfermera le dijo que el hombre era ciego y que no habría podido ver ni la pared, y le indicó:
“Quizás porque le apreciaba, sólo quería animarle a usted”