viernes, 13 de mayo de 2022

A la Virgen de Fátima

       Papa Francisco

«Bienaventurada María Virgen de Fátima,
con renovada gratitud por tu presencia maternal
unimos nuestra voz a la de todas las generaciones
que te llaman bienaventurada.
Celebramos en ti las grandes obras de Dios,
que nunca se cansa de inclinarse con misericordia hacia la humanidad,
afligida por el mal y herida por el pecado, para curarla y salvarla.
Acoge con benevolencia de Madre el acto de consagración
que hoy hacemos con confianza, ante esta imagen tuya tan querida por nosotros.
Estamos seguros de que cada uno de nosotros es precioso a tus ojos,
y que nada de lo que habita en nuestros corazones es ajeno a ti.
Nos dejamos alcanzar por tu dulcísima mirada
y recibimos la consoladora caricia de tu sonrisa.

Custodia nuestra vida entre tus brazos:
bendice y refuerza todo deseo de bien; reaviva y alimenta la fe;
sostiene e ilumina la esperanza; suscita y anima la caridad;
guíanos a todos nosotros por el camino de la santidad.
Enséñanos tu mismo amor de predilección por los pequeños y los pobres,
por los excluidos y los que sufren,
por los pecadores y los extraviados de corazón:
congrega a todos bajo tu protección y entrégalos a todos
a tu dilecto Hijo, el Señor nuestro Jesús. Amén.

El reino de Uvilandia

Había una vez… otro rey. Era el monarca de un pequeño país: el principado de Uvilandia. Su reino estaba lleno de viñedos y todos sus súbditos se dedicaban a elaborar vino. Con la exportación a otros países, las 15.000 familias que habitaban Uvilandia ganaban suficiente dinero como para vivir bastante bien, pagar los impuestos y darse algunos lujos.
Hacía ya varios años que el rey estudiaba las finanzas del reino. El monarca era justo y comprensivo, y no le gustaba subir impuestos a los habitantes de Uvilandia. Tenía mucho interés en rebajar los impuestos.
Hasta que un día tuvo la gran idea. El rey decidió abolir los impuestos. Como única contribución para solventar los gastos del estado, el rey pediría a cada uno de sus súbditos que una vez por año, en la época en que se envasaran los vinos, se acercaran a los jardines del palacio con una jarra de un litro del mejor vino de su cosecha. Lo vaciarían en un gran tonel que se construiría para entonces, para ese fin y en esa fecha.
De la venta de esos 15.000 litros de vino se obtendría el dinero necesario para el presupuesto de la corona, los gastos de salud y de educación del pueblo.
La noticia fue comunicada por el reino en bandos y pegada en carteles en las principales calles de las ciudades. La alegría de la gente fue indescriptible. En todas las casas se alabó al rey y se cantaron canciones en su honor. En cada taberna se levantaron las copas y se brindó por la salud y la prolongada vida del buen rey.
Y llegó el día de la contribución. Esa semana los habitantes se recordaban y recomendaban unos a otros no faltar a la cita. La conciencia cívica era la justa retribución al gesto del soberano.
Desde temprano, empezaron a llegar de todo el reino las familias enteras de los viñateros con su jarra, en la mano del jefe de familia. Uno por uno subía la larga escalera hasta el tope del enorme tonel real, vaciaba su jarra y bajaba por otra escalera al pie de la cual, el tesorero del reino colocaba en la solapa de cada campesino, un escudo con el sello del rey.
A media tarde, cuando el último de los campesinos vació su jarra, se supo que nadie había faltado. El enorme barril de 15.000 litros estaba lleno. Del primero al último de los súbditos habían pasado y vaciado sus jarras en el tonel.
El rey estaba orgulloso y satisfecho; y al caer el sol, cuando el pueblo se reunió en la plaza frente al palacio, el monarca salió a su balcón aclamado por su gente. Todos estaban felices. En una hermosa copa de cristal, herencia de sus ancestros, el rey mandó a buscar una muestra del vino recogido. Con la copa en camino, el soberano les habló y les dijo:
— Maravilloso pueblo de Uvilandia: tal como lo imaginé, todos los habitantes del reino han estado hoy en el palacio.
Quiero compartir con vosotros la alegría de la corona, por confirmar que la lealtad del pueblo con su rey, es igual que la lealtad del rey con su pueblo. Y no se me ocurre mejor homenaje que brindar por vosotros con la primera copa de este vino, que será sin dudas un néctar de dioses, la suma de las mejores uvas del mundo, elaboradas por las mejores manos del mundo y regadas con el mayor bien del reino, el amor del pueblo.
Todos lloraban de emoción y aclamaban al rey.
Uno de los sirvientes acercó la copa al rey y este la levantó para brindar por el pueblo que aplaudía eufórico… pero la sorpresa detuvo su mano en el aire, el rey notó al levantar el vaso que el líquido era transparente e incoloro; lentamente lo acercó a su nariz, entrenada para oler los mejores vinos, y confirmó que no tenía olor ninguno. Catador como era, llevó la copa a su boca casi automáticamente y bebió un sorbo.
¡El vino no tenía gusto a vino, ni a ninguna otra cosa…!
El rey mandó a buscar una segunda copa del vino del tonel, y luego otra y por último a tomar una muestra desde el borde superior. Pero no hubo cambio, todo era igual: inodoro, incoloro e insípido.
Fueron llamados con urgencia los alquimistas del reino para analizar la composición del vino. La conclusión fue unánime: el tonel estaba lleno de AGUA, cien por cien agua.
Enseguida el monarca mandó reunir a todos los sabios y magos del reino, para que buscaran con urgencia una explicación para este misterio. ¿Qué conjuro, reacción química o hechizo había sucedido para que esa mezcla de vinos se transformara en agua…?
El más anciano de sus ministros de gobierno se acercó y le dijo al oído:
— ¿Milagro? ¿Conjuro? ¿Alquimia? Nada de eso, muchacho, nada de eso. Vuestros súbditos son humanos, majestad, eso es todo.
— No entiendo –dijo el rey.
— Tomemos por ejemplo a Juan: tiene un enorme viñedo que abarca desde el monte hasta el río. Las uvas que cosecha son de las mejores cepas del reino y su vino es el primero en venderse y al mejor precio. Esta mañana, cuando se preparaba con su familia para bajar al pueblo, una idea le pasó por la cabeza… ¿Y si yo pusiera agua en lugar de vino, quién podría notar la diferencia…?
Una sola jarra de agua en 15.000 litros de vino… nadie notaría la diferencia… ¡Nadie!
… Y nadie lo hubiera notado, salvo por un detalle, majestad, salvo por un detalle: ¡todos pensaron lo mismo!

jueves, 12 de mayo de 2022

Lleva el cántaro a la fuente

           Encar A M

¿Qué buscas en la fuente, María?
¿Está vacío el cántaro? ¿De qué lo llenarás?
Sé lo que buscas, María, buscas al Amor verdadero.
Buscas ese agua de la vida que te da vida.
Buscas en la fuente lo que alimenta tu interior.
Un cántaro vacío es el que más suena,
las muchas palabras enmudecen la verdad.
Yo, estoy junto a ti, María, con mi cántaro vacío.
Un cántaro de barro y que ha sido amasado con sudor
y que solo desea llenarse de tu don.
Señor, estoy cansada, dame de beber del manantial de la vida,
de ese manantial en el que el agua hace crecer mi interior
porque en ese agua te encuentras Tú ofreciéndome tu Amor.

Fábula del mosquito y el león

Un mosquito se acercó a un león y le dijo:
-- No te temo, y además, no eres más fuerte que yo. Si crees lo contrario, demuéstramelo. ¿Que arañas con tus garras y muerdes con tus dientes? ¡Eso también lo hace una mujer defendiéndose de un ladrón! Yo soy más fuerte que tú, y si quieres, ahora mismo te desafío a combate.
Y haciendo sonar su zumbido, cayó el mosquito sobre el león, picándole repetidamente alrededor de la nariz, donde no tiene pelo.
El león empezó a arañarse con sus propias garras, hasta que renunció al combate. El mosquito victorioso hizo sonar de nuevo su zumbido; y sin darse cuenta, de tanta alegría, fue a enredarse en una tela de araña.
Al tiempo que era devorado por la araña, se lamentaba de que él, que luchaba contra los más poderosos venciéndolos, fuese a perecer a manos de un insignificante animal, la araña.

Moraleja: No importa que grandes sean los éxitos en tu vida, cuida siempre que la dicha por haber obtenido uno de ellos, no lo arruine todo.

domingo, 8 de mayo de 2022

Oración por las vocaciones

Buen Pastor, Señor Jesucristo, que sientes compasión
al ver a las muchedumbres como ovejas sin pastor
Te pedimos que envíes a tu Iglesia:
Sacerdotes según tu corazón, que nos alimenten
con el Pan de la palabra y la Mesa de tu Cuerpo y Sangre.
Diáconos que sirvan en el ministerio sagrado
y en la caridad a sus hermanos.
Religiosos y religiosas que por la santidad de sus vidas
sean signos y testigos de tu Reino.
Laicos que, como fermento en medio del mundo,
proclamen y construyan tu reino por el ejercicio de su diario quehacer.
Fortalece a los que has llamado,
ayúdalos a crecer en amor y santidad,
para que respondan plenamente a su vocación.
María, Madre y Reina de las vocaciones ruega por nosotros. Amén

El canto del pájaro

                Cuento Zen

El discípulo se quejaba constantemente a su Maestro Zen:
- “No haces más que ocultarme el secreto último del Zen”. Y se resistía a creer la consiguientes negativas del Maestro.
Un día, el Maestro se lo llevó a pasear con él por el monte. Mientras paseaban, oyeron cantar a un pájaro.
- “¿Has oído el canto de ese pájaro?”, le preguntó el Maestro.
- “Sí”, respondió el discípulo.
- “Bien; ahora ya sabes que no te he estado ocultando nada”.
- “Sí”, asintió el discípulo.

¿Qué dices? ¿Qué has oído cantar a docenas de pájaros y has visto centenares de árboles? Ya. Pero lo que has visto ¿era el árbol o su descripción? Cuando miras un árbol y ves un árbol, no has visto realmente el árbol. Cuando miras un árbol y ves un milagro, entonces, por fin, has visto un árbol. ¿Alguna vez tu corazón se ha llenado de muda admiración cuando has oído el canto de un pájaro?