viernes, 3 de mayo de 2024

Estas cerca, Señor

Padre, te damos gracias porque nos llamas cada día
a construir un mundo nuevo.
Gracias porque nos invitas a mirar con esperanza el futuro.
Que tu mano nos sostenga 
en la vocación a la que hemos sido llamados.
Pon en nosotros la ternura, la fortaleza 
y la misericordia del Buen Pastor.
Señor, Tú nos invitas a vivir 
poniendo nuestra confianza en Ti.
Abre nuestros ojos para descubrirte presente
en medio del trabajo que ahora comenzamos.
Libéranos de todo aquello que nos ata.
Abre nuestro corazón para que tenga cabida en él
la alegría de sabernos mensajeros de tu Buena Noticia.
Gracias por animarnos a seguirte de cerca.

Una historia cómica y asombrosa!

Un pastor protestante pidió a la congregación que rezaran juntos para que se cerrara el bar del barrio. Después de orar durante varias semanas, en medio de una tormenta eléctrica, cayó un rayo que incendió el bar. Como el dueño, que además de ser ateo, estaba enterado de la oración, presentó una demanda contra la iglesia. El argumentó que la iglesia había rezado para que cayera ese rayo.
Pero el Pastor negaba tal cosa, diciendo:
-- “Nosotros no esperábamos que pasase algo así; el dueño del bar no puede probar que ese rayo lo ocasionó nuestra oración".
Finalmente, el juez que llevaba el caso dijo:
-- “¡No puedo creer lo que escucho: delante de mí tengo al dueño de un bar que es ateo y cree en el poder de la oración y, por otro lado, a un Pastor que no cree que su oración haya hecho algo!”

La pregunta es: cuando rezas ¿Realmente crees que Dios puede hacer un milagro?

miércoles, 1 de mayo de 2024

Himno a san José Obrero

Porque fue varón justo, le amó el Señor,
y dio el ciento por uno su labor.
El alba mensajera del sol de alegre brillo
conoce este martillo que suena en la madera.
La mano carpintera madruga a su quehacer,
y hay gracia antes que sol en el taller.
Cabeza de tu casa del que el Señor se fía,
por la carpintería la gloria entera pasa.
Tu mano se acompasa con Dios en la labor,
y alargas tú la mano del Señor.
Y, pues que el mundo entero te mira y se pregunta,
di tú cómo se junta ser santo y carpintero,
la gloria y el madero, la gracia y el afán,
tener propicio a Dios y escaso el pan.

¡Qué afortunado soy!

              Cope Ribera

Un hombre lloraba sentado en el suelo de una plaza:
- No tengo nada. Estoy en la ruina. Soy el más pobre y desposeído de todo el pueblo.
- ¿Te gustaría tener algo de dinero? -le preguntó un desconocido al escucharlo.
- ¿Lo ves? Hasta me ofrecen limosna... ¡Qué terrible es mi situación!
- No te ofrezco limosna. Quiero comprarte algo -dijo el hombre.
- ¿No te das cuenta de que no tengo nada? ¿No lo entiendes? ¿No me ves vestido con harapos y durmiendo en esta plaza?
- Eso es, yo no veo muy bien. Un famoso cirujano me ofreció devolverme la vista si conseguía unos ojos sanos. Te compro los tuyos.
El hombre retrocedió asustado. Quien le hablaba estaba loco o borracho.
- No creas que estoy borracho -le dijo adivinando su pensamiento. Te ofrezco un millón por tus dos ojos...
- Estás loco- le dijo el otro-. Vete de mi vista antes de que te dé una patada.
- Eso -dijo el comprador-, eso. También podría ofrecer un millón por tus pies, los míos casi no me sostienen.
El hombre levantó el puño amenazante y gritó enfurecido:
- Si no te vas de aquí ahora mismo...
-Dos millones por tus manos- fue la única respuesta.
De pronto se dio cuenta de que el extraño viajero hablaba en serio. Lo supo cuando vio que de sus mangas anchas asomaban dos deformes muñones.
- Vete. Te lo pido por favor. No quiero venderte nada de lo que me pides.
- Eres muy afortunado. ¿Lo sabías?
El hombre hizo un silencio y luego dijo, casi para si mismo:
- No, no era consciente de lo afortunado que soy, acabo de enterarme gracias a ti...

lunes, 29 de abril de 2024

Contigo o sin ti

             José María R. Olaizola, SJ.

Sin ti, ¿Qué soy yo?
Una herramienta en desuso, un arpa desafinada,
un proyecto suspendido.
Soy un reloj detenido, una fuente abandonada,
un pantano moribundo.
Soy un columpio sin risas, un locutor sin palabras.
Soy una estatua sin vida, una planta desmayada,
Un bailarín sin oído, na ciudad olvidada.
Sin ti, soy solo una sombra o una voz amortiguada.
Mas contigo, todo cambia.
La herramienta se utiliza. La música abre la danza.
El proyecto se completa. El reloj marca las horas.
Y el agua la sed apaga. La charca se vuelve río.
El columpio, cabalgata. El narrador cuenta historias.
La estatua deja la piedra. La planta se despereza
Y el bailarín por fin baila.
La ciudad deshabitada recupera la alegría.
La luz disipa las sombras.
Y se vuelve poesía la voz que antes se ignoraba.

La leyenda del hilo rojo

Hace mucho tiempo, un emperador se enteró de la existencia de una bruja capaz de ver el hilo rojo del destino. Intrigado, mandó llamarla para que encontrara el extremo del hilo atado a su meñique, que lo conduciría a su futura esposa. La bruja aceptó y juntos emprendieron la búsqueda.
Siguiendo el hilo, llegaron a un mercado donde una humilde campesina vendía sus productos con su bebé en brazos. La bruja se detuvo ante ella y le pidió que se levantara. Al acercarse el emperador, la bruja anunció: ‘Aquí termina tu hilo’.
El emperador, creyendo que era una burla, reaccionó con ira. Empujó a la campesina, haciendo que la bebé cayera y se lastimara la frente. Ordenó arrestar a la bruja y encerrarla.
Años más tarde, el emperador decidió casarse con la hija de un poderoso general, siguiendo el consejo de su corte. Llegó el día de la boda y la novia entró al templo, cubierta por un velo.
Al levantar el velo para ver su rostro por primera vez, el emperador se sorprendió al descubrir que su esposa tenía una cicatriz distintiva en la frente.

Reflexión: Nuestras acciones y decisiones, aunque parezcan insignificantes, pueden tener un impacto profundo en nuestro camino y en las vidas de aquellos que están a nuestro alrededor.

domingo, 28 de abril de 2024

Oración al Espíritu Santo

D. Juan Carlos Medina, párroco

Ven Espíritu Santo,
y ayúdame a mirarme a mí mismo con cariño y paciencia.
Enséñame a descubrir todo lo bueno que sembraste en mí,
y ayúdame a reconocer que en mí también hay belleza,
porque soy obra de un Padre divino
que me ama y me ha dado su Espíritu.
A veces me duelen los recuerdos de errores que he cometido.
Ayúdame a mirarme como Jesús me mira,
para que pueda comprenderme y perdonarme a mí mismo.
Ven, Espíritu Santo, derrama en mí toda tu fuerza,
para que pueda comenzar de nuevo
y no me desprecie a mí mismo.
No permitas que me dominen los remordimientos,
porque tu amor siempre me permite comenzar de nuevo.
¡Ven Espíritu Santo!

La planta de electricidad

Un misionero en África tenía una planta eléctrica con la que iluminaba la iglesia y su pequeña casa. Un día le hicieron una visita unos hombres de unas aldeas lejanas. Uno de ellos se fijó en la bombilla que colgaba del techo de la sala. Su sorpresa fue mayor cuando el misionero le dio al interruptor y la bombilla se encendió.
Uno de los visitantes le pidió una bombilla y el misionero, pensando que la quería como adorno, le dio una bombilla fundida.
En una de sus visitas a los poblados, el misionero entró en la choza del que le había pedido la bombilla y la vio colgada de una cuerda cualquiera.
El misionero tuvo que explicarle que para que diera luz necesitaba una planta, unos cables, una conexión y una bombilla nueva.

El misionero Jesús de Nazaret nos invita a todos, hoy, a vivir conectados a la planta eléctrica y a vivir una vida centrada en Cristo.