sábado, 17 de diciembre de 2022

Oración para el buen humor

           Santo Tomás Moro

Señor, dame una buena digestión o cualquier cosa que digerir.
Dame la salud del cuerpo 
y el buen humor necesario para mantenerla.
Dame, Señor, un alma sencilla
que sepa atesorar todo lo que es bueno
y no se asuste a la vista del mal, sino que más bien
encuentre el modo de volver a poner las cosas en su sitio.
Dame un alma que no conozca el aburrimiento,
las quejas, los suspiros, los lamentos,
y no permitas que me enfade excesivamente
por aquello que tanto daña y que se llama "yo".
Dame, Señor, el sentido del buen humor.
Concédeme la gracia de comprender una broma
para descubrir en la vida un poco de alegría
y hacer partícipe de ella a los demás.

El zapatero pobre

Había una vez un zapatero que se quejaba a Dios continuamente de su extrema pobreza.
Un día bajó el Señor a la tierra en forma de mendigo, se acercó a su casa y le dijo:
- Buen hombre, hace tiempo que no como y estoy muy cansado, aunque no tengo ni una moneda quisiera pedirte que me arreglaras mis sandalias para poder seguir caminando.
El zapatero le respondió:
- ¡Yo también soy pobre y ya estoy cansado de que todo el mundo viene a pedir y nadie viene a dar!
- Yo puedo darte lo que tu quieras le contestó el Señor.
- ¿Dinero inclusive?, le preguntó el zapatero.
- El Señor le respondió: Yo puedo darte 10 millones de euros, pero a cambio de tus piernas
- ¿Para qué quiero yo 10 millones de euros si no voy a poder caminar, bailar, moverme libremente?, dijo el zapatero
- Entonces el Señor replicó: Esta bien, te podría dar 100 millones de euros a cambio de tus brazos".
- El zapatero respondió: ¿Para qué quiero yo 100 millones de euros si no voy a poder comer solo, trabajar, jugar con mis hijos?
- Entonces el Señor le dijo: En este caso, te puedo dar 1.000 millones de euros a cambio de tus ojos.
- A lo que el zapatero respondió asustado: ¿Para qué me sirven 1000 millones de euros si no voy a ver el amanecer, ni a mi familia y amigos, ni todas las cosas que me rodean?
Entonces el Señor le dijo:
- Ah, hijo mío, ya ves qué fortuna tienes y no te das cuenta.

viernes, 16 de diciembre de 2022

Salmo 84: Nuestra salvación está cerca

Señor, has sido bueno con tu tierra,
has perdonado la culpa de tu pueblo,
has sepultado todos sus pecados,
Restáuranos, Dios Salvador nuestro;
¿No vas a devolvernos la vida,
para que tu pueblo se alegre contigo?
Muéstranos, Señor, tu misericordia, y danos tu salvación.
Voy a escuchar lo que dice el Señor:
«Dios anuncia la paz a su pueblo y a sus amigos
y a los que se convierten de corazón.»
La salvación está ya cerca de sus fieles,
y la gloria habitará en nuestra tierra;
la misericordia y la fidelidad se encuentran,
la justicia y la paz se besan;
La fidelidad brota de la tierra,
y la justicia mira desde el cielo;
el Señor nos dará la lluvia,
y nuestra tierra dará su fruto.
La justicia marchará ante él,
la salvación seguirá sus pasos.

Salir con otra mujer

Después de varios años de matrimonio descubrí una nueva manera de mantener viva la chispa del amor. Había comenzado a salir con otra mujer, aunque debo reconocer que, en realidad, fue idea de mi esposa.
- Sabes que la amas -me dijo un día tomándome por sorpresa-. La vida es muy corta, dedícale tiempo.
- Pero yo te amo a ti -contesté.
- Lo sé. Pero también la amas a ella.
La otra mujer a quien mi esposa quería que yo visitara, era mi madre, pero las exigencias de mi trabajo y mis hijos hacían que sólo lo hiciera ocasionalmente. Esa noche la llamé para invitarla a cenar e ir al cine.
- ¿Qué te ocurre? ¿Estas bien?, me preguntó.
Mi madre es el tipo de mujer a la que una llamada por la noche o una invitación por sorpresa es indicio de malas noticias.
- Creí que sería agradable pasar algún tiempo contigo, le respondí. Los dos solos ¿qué opinas?
- Se lo pensó un momento y respondió: Me gustaría muchísimo.
Ese viernes mientras conducía para recogerla después de mi trabajo estaba nervioso, pero a la vez muy feliz... Cuando llegué a su casa vi que ella también estaba muy emocionada. Me esperaba en la puerta con su viejo abrigo, se había rizado el pelo y llevaba el vestido con el que celebró su último aniversario de bodas. Su rostro sonreía, irradiaba luz como un ángel.
- Les dije a mis amigas que iba a salir con mi hijo y se mostraron muy emocionadas, -me comentó mientras subía a mi coche-. No podrán esperar a mañana para que les cuente sobre nuestra velada.
Fuimos a un restaurante no muy elegante, pero sí muy acogedor, mi madre se agarró a mi brazo como si fuera la Primera Dama de la Nación. Cuando nos sentamos tuve que leerle el menú. Sus ojos sólo veían grandes figuras. Después de unos minutos, levanté la vista; mi madre sólo me miraba. Una sonrisa nostálgica se le dibujaba en los labios.
- Era yo quien te leía el menú cuando eras pequeño ¿Recuerdas?
- Entonces es hora de que te relajes y me permitas devolverte el favor, respondí.
Durante la cena tuvimos una agradable conversación, nada extraordinario, sólo ponernos al día de nuestras cosas. Hablamos tanto que se nos pasó la hora del cine.
- Saldré contigo otra vez, pero sólo si me dejas invitar, -dijo mi madre, la besé y acepté la invitación-.
- ¿Cómo estuvo la cita? -quiso saber mi esposa cuando volví a casa aquella noche.
- Muy agradable, mucho más de lo que imaginé.
Días más tarde mi madre murió de un infarto. Al poco tiempo recibí un sobre del restaurante donde habíamos cenado mi madre y yo, la nota decía: “La cena está pagada por anticipado, estoy segura de no poder ir, pero lo dejé pagado para ti y tu esposa, jamás podrás entender lo que aquella noche significó para mí. ¡Te amo!
En ese momento comprendí la importancia de decir a tiempo "TE AMO" y de darles a nuestros seres queridos el tiempo y el espacio que se merecen; nada en la vida será más importante que Dios y tu Familia, dales tiempo, porque ellos no pueden esperar. Si vive tu madre, disfrútala... si no..., recuérdala...

“Dios te puede perdonar, pero el Tiempo nunca”

jueves, 15 de diciembre de 2022

Frutos de conversión

Concédenos, Señor, dar los frutos que pide la conversión
para que podamos recibir tu reino que se acerca.
Abaja los montes y las colinas de nuestro orgullo
y levanta los valles de nuestros desánimos y de nuestras cobardías.
Destruye los muros del odio que dividen a las naciones
y allana los caminos de la concordia entre los hombres.
Prepara, Señor, en nuestros corazones,
un camino para tu Palabra que ha de venir, así tu gloria
se manifestará al mundo por medio de nosotros.

Zanahoria, huevo o café

Una hija se quejaba a su padre sobre su vida y cómo las cosas le resultaban muy difíciles. No sabía qué hacer para seguir adelante y estaba apunto de darse por vencida. Estaba cansada de luchar. Parecía que cuando solucionaba un problema, aparecía otro.
Su padre, un chef de cocina, la llevó a su lugar de trabajo. Allí llenó tres ollas con agua y las colocó sobre fuego fuerte. Pronto el agua de las tres ollas estaba hirviendo. En una colocó zanahorias, en otra colocó huevos y en la última colocó granos de café. Las dejó hervir sin decir palabra. La hija esperó impacientemente, preguntándose qué estaría haciendo su padre.
A los veinte minutos el padre apagó el fuego. Sacó las zanahorias y las colocó en un plato. Sacó los huevos y los colocó en otro. Coló el café y lo puso en un tazón. Mirando a su hija le dijo:
- Querida hija, ¿qué ves?
- Zanahorias, huevos y café, fue su respuesta.
La hizo acercarse y le pidió que tocara las zanahorias. Ella lo hizo y notó que estaban blandas. Luego le pidió que tomara un huevo y lo rompiera. Después de quitarle la cáscara, observó que el huevo estaba duro. Luego le pidió que probara el café. Ella sonrió mientras disfrutaba de su rico aroma. Confusa, la hija preguntó:
- ¿Qué significa esto, papa?
Él le explicó que los tres elementos habían pasado la misma adversidad: ¡agua hirviendo!, pero habían reaccionado de forma diferente. La zanahoria llegó al agua siendo fuerte y dura. Pero después de pasar por el agua hirviendo se había vuelto débil, fácil de deshacer. El huevo había llegado al agua siendo frágil. Su cáscara fina protegía su interior líquido. Pero después de estar en agua hirviendo, su interior se había endurecido. Los granos de café sin embargo eran únicos. Después de estar en agua hirviendo, habían cambiado al agua.
- ¿Cuál de estos tres eres tú?, preguntó a su hija, cuando la adversidad llama a tu puerta, ¿cómo respondes? ¿Eres una zanahoria, un huevo o un grano de café?
¿Eres una zanahoria que parece fuerte pero que cuando una dificultad o problema llega a tu vida, te vuelves débil y pierdes tu fortaleza?
¿Eres un huevo, que comienza con un corazón maleable, posees un espíritu fluido, pero después de la adversidad y el dolor te tocan te has vuelto duro y rígido? Por fuera te ves igual, pero... ¿estás amargada y áspera, con un espíritu y un corazón endurecido?
¿O eres como un grano de café? El café cambia al agua hirviendo, el elemento que le causa dolor. ¡Cuando el agua llega al punto de ebullición el café alcanza su mejor sabor! Si eres como el grano de café, cuando las cosas se ponen peor... ¡tú reaccionas mejor! y haces que las cosas a tu alrededor mejoren.

domingo, 11 de diciembre de 2022

A abrir camino me llamas

     Pachi Loidi

No hay caminos en mi vida, Señor;
apenas senderos que hoy abro y mañana desaparecen.
Yo vivo en encrucijada y mi brújula, Señor, no marca el norte.
Yo corro cansado hacia la meta y el polvo del camino
se me agarra a cada paso, como la oscuridad a la noche.
Yo voy a galope caminando, y a tientas busco un rastro,
y sigo unas pisadas. Y me digo: ¿Dónde me lleva el camino?
¿Eres quien ha extendido a lo largo de mi vida un camino?
¿Dónde me lleva? Si Tú lo has trazado quiero saber la meta.
Señor, Tú sales al paso en mi camino para marcar mi rumbo.
Es tu voz, hecha llamada, quien me indica, palmo a palmo,
mi ruta por el llano o la montaña escarpada.
Es tu voz, hecha llamada, quien me arranca
de mi vida fácil y segura, de los míos y de lo mío.
Es tu voz, hecha llamada, quien me lanza a ser apoyo, y servicio,
y comprensión, y alegría, y ayuda... de los otros.
Señor, yo busco tu camino (sólo uno), y me fío de tu Palabra.
Dame fuerza y tesón a cada paso para caminar contigo.
Dame un grupo de amigos decididos, prontos a la marcha.
Tú, que eres Camino, da luz verde a mi vida
pues a abrir camino Tú me llamas

El zapatero

En un país perdido entre montañas hay un pueblecito que no es ni grande ni chico. No hace mucho que al zapatero le sucedió algo muy curioso. Resulta que una mañana, mientras rezaba, recibió la visita de un misterioso personaje que le dijo:
- Juan, tu vida le parece agradable al Señor Jesús y hoy te visitará.
El zapatero, muy contento, empezó por barrer y arreglar su tienda, sin dejar de lado el trabajo de ese día. Se afeitó y se arregló con detalle y puso algo más de lo normal en la cazuela de sopa.
De repente se abrió la puerta y entró en la tienda una mujer con muy mala reputación en el pueblo, que venía con ganas de hablar con alguien. El zapatero la atendió con paciencia, pero pensaba: ‘¡Ay de mí, si viene Jesús en este momento y me encuentra hablando con esta mujer, no podré recibirlo como deseo!’ Después de charlar un rato con la mujer, ésta se marchó muy contenta y Juan se quedó solo y siguió con su trabajo.
Su imaginación no paraba de preguntarse ‘¿cómo será Jesús?, ¿será como el cuadro de mi habitación?, ¿o quizás como el gran Cristo que hay en la parroquia?
Mientras pensaba en todo esto entró en la tienda una pobre mujer con su hijo, necesitados de todo y especialmente de amor. El zapatero les atendió lo mejor que pudo, les dio unas manzanas y ambos salieron de allí con un par de zapatos nuevos.
Estaba siendo un día muy movido para el zapatero y parecía que no había sitio para Jesús, pues otra vez se abrió la puerta de la tienda y entró un vagabundo mal vestido y medio borracho.
- ¿No tendrás un poco de agua… ardiente, hermano? -le dijo a Juan riéndose a carcajadas- estoy cansado de beber vino.
- Pasa, pasa -le dijo el zapatero- te daré agua fresca para que te laves la cara y un plato de sopa caliente.
Compartieron la comida y un buen rato de charla amistosa. El vagabundo dejó la casa del zapatero con ganas de tomarse la vida de otra manera.
Pasaron las horas y se hizo de noche. El zapatero cerró su tienda y se sintió triste, pues Jesús no había venido. Se sentó en su rincón de oración y se quejó:
- Señor, ¿Cómo es que no has venido? Yo te he esperado durante todo el día.
Cual no sería su sorpresa cuando oyó una voz en su corazón que le decía:
- Amigo, tres veces te he visitado hoy, y las tres me has atendido con mucho cariño y amor. Cada vez que alguien entraba en tu tienda era yo el que te visitaba.