sábado, 20 de octubre de 2018

Gracias, Padre, por ser Padre

Padre nuestro que estás en los cielos,
que me trajiste a la vida, por amor y para amar.
Gracias Padre por tu infinito amor,
porque saberte cerca me llena de confianza
y me anima a vivir con alegría para buscar agradarte.
Tu amor no conoce límites, ni razones.
Gracias por ser Padre... por amarnos;
porque siempre tienes los brazos abiertos para recibirnos...
porque el cielo es una fiesta cada vez que volvemos a casa.
Tu amor es incontenible; nada ni nadie lo puede atrapar.
Gracias por tu amor, siempre desbordante...
Te doy gracias Padre, por cuidar de mi vida
Gracias por tenernos en tus brazos…
Nos diste la vida, y nos la conservas,
porque si hoy estamos vivos es porque nos salvaste.
Nos sacaste de la esclavitud y nos hiciste tus hijos…
Gracias porque nos invitas a la confianza,
a llamarte "Abba", papá, papaito.
Porque tu providencia siempre nos asiste,
y sabes lo que necesitamos antes de pedírtelo, gracias.
Gracias, porque cuando tardas en responder a nuestras peticiones
es porque nos estás preparando para recibir lo que necesitamos,
pero más todavía, para recibirte a Ti.
En cada regalo que nos das, te das Tú mismo.
Gracias por los padres que nos han dado la vida,
que, entre luces y sombras, hicieron lo mejor que pudieron
y hoy somos lo que somos por ellos.
Danos, Padre bueno, un corazón agradecido,
un corazón generoso dispuesto a entregarse,
un corazón grande, donde caben todos.
Enséñanos a amar como amas Tú: sin medida.

La sal de la vida

Un anciano maestro estaba ya cansado de escuchar las constantes quejas de su discípulo, así que pensó que debía enseñarle algo que le hiciera recapacitar.
Una mañana le pidió que le trajera sal y cuando regresó, el maestro le dijo que echara un puñado en un vaso de agua y que, a continuación se la bebiera.
— ¿Cómo sabe ahora el agua? -preguntó el sabio anciano.
— Muy salada, -respondió el discípulo poniendo cara de asco.
Aguantándose la risa el maestro le indicó que repitiera la acción, pero en lugar de echar la sal en un vaso lo hiciera en un lago. Caminaron sin prisas hacia un gran lago situado en medio de un vergel a las afueras de su aldea y cuando el discípulo cumplió la orden el venerable maestro le pidió que bebiese.
— ¿A qué te sabe ahora? -le preguntó.
A lo que el aprendiz le respondió:
— Esta agua está fresquísima. No sabe nada a sal, es una delicia para el paladar.
Entonces el maestro cogiéndole las manos a su discípulo, le dijo:
— El dolor de la vida es pura sal. Siempre hay la misma cantidad, sin embargo su sabor depende del recipiente que contiene la pena. Por eso, cuando te aflijan las adversidades de la vida, agranda el sentido de las cosas. Deja de ser un vaso y conviértete en un lago.

viernes, 19 de octubre de 2018

Oración Contra el Miedo

Padre hay momentos en que he sentido mucho miedo.
Momentos desconcertantes y tormentosos y es cuando digo:
Padre acude a mí en éste momento en que tengo miedo.
Acude a mí cuando dudo,
cuando me atormento por el dolor y la incomprensión.
Acude a mi cuando 'el mundanal ruido' me afecta y no lo entiendo.
Acude a mí en todo momento en que me veas atormentado
por la ignorancia de pensar que no estás cerca.
Acude a mí cuando enfermo no solo del cuerpo sino del espíritu.
Acude a mí a perdonarme por pensar que no estás cerca.
Acude a mí; pues yo te alabo y bajo tu frondoso árbol
me acuesto a desentrañar tus pensamientos
y a entonarme con tu Amor y tu Sapiencia. Amén.

La roca

Un hombre dormía en su cabaña cuando de repente una luz iluminó la habitación y apareció Dios. El Señor le dijo que tenía un trabajo para él y le enseñó una gran roca frente a la cabaña. Le explicó que debía empujar la piedra con todas sus fuerzas.
El hombre hizo lo que el Señor le pidió. Durante muchos años, día a día, desde que salía el sol hasta el ocaso, el hombre empujaba la fría piedra con todas sus fuerzas... y ésta no se movía.
Todas las noches el hombre regresaba a su cabaña muy cansado y sintiendo que todos sus esfuerzos eran en vano.
El hombre empezó a sentirse frustrado y el Diablo decidió entrar en el juego trayendo pensamientos a su mente: "Has estado empujando esa roca durante mucho tiempo, y no se ha movido". Le dio al hombre la impresión que la tarea que le había sido encomendada era imposible de realizar y que él era un fracaso.
Estos pensamientos incrementaron su sentimiento de frustración y desilusión. Satanás le dijo:
- "¿Por qué esforzarte todo el día en esta tarea imposible? Sólo haz un mínimo esfuerzo y será suficiente".
El hombre pensó en poner en práctica esto pero antes decidió elevar una oración al Señor y confesarle sus sentimientos: "Señor, he trabajado duro mucho tiempo a tu servicio. He empleado todas mis fuerzas para conseguir lo que me pediste, pero aun así, no he podido mover la roca ni un milímetro ¿Qué pasa? ¿Por qué he fracasado? "
El Señor le respondió con compasión y ternura:
- "Querido amigo, cuando te pedí que me sirvieras y tú aceptaste, te dije que tu tarea era empujar contra la roca con todas tus fuerzas, y lo has hecho. Nunca dije que esperaba que la movieras. Tu tarea era empujar. Ahora vienes a mí sin fuerzas a decirme que has fracasado, pero, ¿en realidad es así? Mírate ahora, tus brazos están fuertes y musculosos, tu espalda fuerte y bronceada, tus manos callosas por la constante presión, tus piernas se han vuelto duras. A pesar de la adversidad has crecido mucho y tus habilidades ahora son mayores que las que tuviste alguna vez. Cierto, no has movido la roca, pero tu misión era empujar y confiar en mí. Eso lo has conseguido. Ahora, querido amigo, yo moveré la roca"

Algunas veces, cuando escuchamos la palabra del Señor, tratamos de utilizar nuestra inteligencia para descifrar su voluntad, cuando en realidad Dios sólo nos pide confianza en Él. Debemos ejercitar nuestra fe que mueve montañas, pero conscientes que es Dios quien al final logra moverlas.
Cuando todo parezca ir mal... ¡SÓLO EMPUJA!

jueves, 18 de octubre de 2018

Las manos del Señor

               José Luis Martín Descalzo

Nadie estuvo más solo que tus manos
perdidas entre el hierro y la madera;
mas cuando el Pan se convirtió en hoguera
nadie estuvo más lleno que tus manos.
Nadie estuvo más muerto que tus manos
cuando, llorando, las besó María;
mas cuando el Vino ensangrentado ardía
nada estuvo más vivo que tus manos.
Nada estuvo más ciego que mis ojos
cuando creí mi corazón perdido
en un ancho desierto sin hermanos.
Nadie estaba más ciego que mis ojos.
Grité, Señor, porque te habías ido
y Tú estabas latiendo entre mis manos.

El increíble superpoder

Todos los superniños se habían reunido con urgencia: la galaxia vecina necesitaba que eligieran al mejor para enviarlo a luchar contra los malos. Pero estaba resultando difícil.
- Para acabar con los malos hay que verlos a través de las paredes, y pillarles en ese momento -decían los niños con supervisión.
- Nada de eso. Solo yendo rápido se puede conseguir que los malos no escapen -respondían los que tenían supervelocidad.
- Siempre escapan volando. Sin volar no se puede ser el mejor súper -decían los que volaban.
- Nada de eso sirve sin fuerza -respondían los superforzudos.
… Y así siguió la discusión por mucho tiempo. Hasta que apareció el niño supersabio acompañado por otro niño muy normalito. Era pequeño, delgaducho, y además no llevaba ningún traje especial.
- Este superniño resolverá el problema -dijo muy seguro.
- ¿Sí? Eso no hay quien se lo crea ¿Qué poderes tiene? ¿Es fuerte? ¿Es rápido? ¿Tiene armas secretas? ¿Pero cómo va a luchar contra los malos? -preguntaban un poco enfadados.
- Pues no sé qué hace -respondió supersabio- pero funciona.
Todos protestaron, pensando que era una broma, y la discusión prosiguió entre gritos.
Pero algún extraño poder debía tener aquel niño. Porque unas horas más tarde los superniños ya no discutían y celebraban que se habían puesto de acuerdo para enviar al niño a la galaxia vecina.
En la galaxia vecina lo recibieron extrañados: nunca habían visto un superniño con tan pocos poderes. Además, se pasó semanas sin atrapar un solo malo. Entonces decidieron expulsarlo, pero acudió tanta gente a despedirlo que los jefes pensaron que algo raro pasaba. Llamaron a las cárceles, donde les contaron que estaban casi vacías. La policía explicó que casi no había delitos, y por eso no había detenciones.
El superpoder secreto había vuelto a funcionar. Quedaban tan pocos malvados, que la Liga de los Villanos Incorregibles secuestró al niño para averiguar de dónde salían sus poderes.
- Yo no tengo ningún poder -dijo el niño-. Solo intento que la gente esté mejor: ayudo cuanto puedo, comparto mis cosas, perdono rápido, sonrío siempre…
Mientras hablaba con los villanos estuvo haciendo malabares, repartiendo golosinas y abrazos, contando chistes, curando heridas, preparando la cena, ayudando aquí y allá… Los villanos se sentían tan a gusto con aquel niño que ninguno de ellos se acordó de salir a hacer el mal… Pronto todos empezaron a comprender en qué consistía el increíble superpoder de aquel niño tan normalito.
Y así siguió el niño: cambiando el mundo sin atrapar ningún malvado. Le bastaba con ayudarlos a sentirse mejor para que dejaran de querer ser malos. Su secreto funcionaba tan bien que los demás superniños terminaron olvidándose de sus otros poderes para aprender a usar ese nuevo poder tan especial.
Por eso los niños ya no tenéis superpoderes ¿Qué falta os hacen, si tenéis el más valioso de todos? Vosotros podéis alegrar el día a cualquiera.
Eso sí. No dejéis de usarlo ¡La galaxia os necesita!

miércoles, 17 de octubre de 2018

Al Dios Creador

                         José Argüelles 

¡Oh Dios, Creador de todo el Universo!
Cuya voz oigo en el viento, escúchame.
Soy pequeño, y débil necesito la fuerza y la sabiduría
para poder caminar en la belleza,
y que mis ojos contemplen el atardecer rojo y púrpura.
Haz que mis manos respeten las cosas que Tú has creado,
y mis oídos afínalos a tu voz.
Déjame aprender las lecciones
que has escondido en cada hoja y en cada roca.
Busco la fuerza,
no para ser más grande que mi hermano,
sino para luchar con mi mayor enemigo, yo mismo.
Haz que siempre esté disponible
para admirar y contemplar la belleza,
para que cuando mi vida se desvanezca
sea como el atardecer que se desvanece
y mi espíritu pueda llegar a Ti y descansar en Ti.

La cajita secreta para mantener un matrimonio fuerte

Un hombre y una mujer estuvieron casados durante más de 60 años. Habían compartido todo, hablaban de todo y no se habían guardado ningún secreto nunca. Lo único que no compartían era una caja de zapatos que la ancianita tenia y le había pedido a su esposo que nunca la abriera y que no le preguntara sobre ella. Durante todos estos años, él nunca pensó en la caja, pero un día la ancianita enfermó de gravedad y el doctor les dijo que no se recuperaría de su enfermedad. El viejito tratando de arreglar todas las cosas de su esposa antes de que muriera, se topó con la caja de zapatos y se la llevó a la ancianita a su cama. Ella le dijo que había llegado el momento de que supiera lo que había dentro. Cuando la abrió encontró dos muñecas de ganchillo y un fajo de billetes, eran 95,000 dólares. El, sorprendido, le preguntó sobre el contenido de la caja y ella le dijo:
- Cuando nos casamos, mi abuela me dijo que el secreto de un buen matrimonio era no discutir nunca y que cada vez que me enfadara contigo, debería guardar silencio y tejer una muñequita de ganchillo'.
El viejito tuvo que contener las lágrimas, ya que solo había dos muñecas en la caja. Así que ella solo se había enojado con él dos veces, en todos esos años llenos de amor y entendimiento.
El estaba que no se lo creía y, conmovido, le dijo.
- 'Oye amor', le dijo el viejito ya entendí lo de las muñecas...'pero ¿y el dinero?, ¿de dónde salió?'
- 'Ah', le dijo la viejita, 'ese dinero es lo que gané con las muñecas que vendí durante todos estos años'.
Plegaria de las esposas: Dios te pido: SABIDURÍA para entender a mi esposo, AMOR: para perdonarlo, y PACIENCIA: por sus estados de ánimo cambiantes, porque si te pido que me des FUERZA: no sé lo que haría ya que no sé tejer muñequitas de ganchillo'. Amén

martes, 16 de octubre de 2018

Oración intima a Jesucristo

¡Señor Jesucristo luz de las naciones!
¡Colma de paz y de esperanza
mi corazón y de dulzura mis labios!
Pon en mis ojos la luz que acaricia
y purifica, en mis manos el gesto que perdona.
Dame valor para la lucha, compasión para las injurias,
misericordia para la ingratitud y la injusticia.
Líbrame de la envidia y de la ambición mezquina,
del orgullo, de la soberbia, del odio y de la venganza.
Y que, al volver hoy nuevamente
al calor de mi hogar, pueda,
en lo más íntimo de mi ser, sentirte a Ti presente.
Dios mío, di a mi alma: ‘Yo soy tu victoria’.
Repite a mis entrañas:
‘No temas, yo estoy contigo’. Amén.

Milagro en una telaraña

Dicen que una vez un hombre, era perseguido por varios malhechores que querían matarlo. El hombre se metió en una cueva. Los malhechores empezaron a buscarlo por las cuevas anteriores a la que él se encontraba. Con tal desesperación elevó una plegaria a Dios, de la siguiente manera:
” Dios todopoderoso, haz que dos ángeles bajen y tapen la entrada, para que no entren a matarme”.
En ese momento escuchó a los hombres acercándose a la cueva en la que estaba escondido, y vio aparecer una araña. La araña empezó a tejer una telaraña en la entrada.
El hombre volvió a elevar otra plegaria, esta vez más angustiado:
“Señor te pedí ángeles, no una araña.”
Y continuó:
”Señor por favor, con tu mano poderosa coloca un muro fuerte en la entrada para que los hombres no puedan entrar a matarme”.
Abrió los ojos esperando ver el muro tapando la entrada, y observó a la araña tejiendo la telaraña.
Estaban ya los malhechores entrando en la cueva anterior y este se quedó esperando su muerte.
Cuando los malhechores estuvieron frente a la cueva que se encontraba el hombre, ya la araña había tapado toda la entrada, entonces se escuchó esta conversación:
- Vamos, Entremos a esta cueva
- No. No ves que hasta hay telarañas, nadie ha entrado en esta cueva. Sigamos buscando en las demás

Hay una frase muy bella que dice: “Si le pides a Dios un árbol te lo dará, en forma de semilla”.

lunes, 15 de octubre de 2018

Vuestra soy, para Vos nací

                              Santa Teresa de Jesús

Vuestra soy, para vos nací
¿Qué mandáis hacer de mí?
Soberana majestad, eterna Sabiduría
Bondad buena al alma mía, Dios, Alteza, un Ser, Bondad,
la gran vileza mirad, que hoy os canta amor así:
¿Qué mandáis hacer de mí?
Vuestra soy, pues me criasteis; vuestra, pues me redimisteis;
vuestra, pues que me sufristeis; vuestra, pues que me llamasteis;
vuestra, pues que me esperasteis; vuestra, pues no me perdí;
¿Qué mandáis hacer de mí?
Veis aquí mi corazón, yo le pongo en vuestra palma;
mi cuerpo, mi vida y alma; mis entrañas y afición.
Dulce esposo y redención, pues por vuestra me ofrecí:
¿Qué mandáis hacer de mí?
Dadme muerte, dadme vida, dad salud o enfermedad,
honra o deshonra me dad, dadme guerra o paz crecida,
flaqueza o fuerza cumplida, que a todo digo que sí,
¿Qué queréis hacer de mí?
Dadme riqueza o pobreza, dad consuelo o desconsuelo,
dadme alegría o tristeza, dadme infierno o dadme cielo,
vida dulce, sol sin velo, pues del todo me rendí,
¿qué mandáis hacer de mí?
Si queréis que esté holgando, quiero por amor holgar,
si me mandáis trabajar, morir quiero trabajando,
decid dónde, cómo y cuándo, decid, dulce amor, decid,
¿qué mandáis hacer de mí?

Las dos semillas

Dos semillas de flores, estaban juntas en el suelo primaveral y fértil. La primera semilla dijo:
- ¡Yo quiero crecer! Quiero hundir mis raíces en la profundidad del suelo que me sostiene y hacer que mis brotes empujen y rompan la capa de tierra que me cubre. Quiero desplegar mis tiernos brotes como estandartes que anuncien la llegada de la primavera. ¡Quiero sentir el calor del sol sobre mi rostro y la bendición del rocío de la mañana sobre mis pétalos!
Y así creció. La segunda semilla dijo:
- Tengo miedo. Si envío mis raíces a que se hundan en el suelo, no sé con qué puedo tropezar en la oscuridad. Si me abro paso a través del duro suelo puedo dañar mis delicados brotes. Si dejo que mis capullos se abran, quizás un caracol intente comérselos. Si abriera mis flores, tal vez algún chiquillo me arrancara del suelo. No, es mucho mejor esperar hasta un momento seguro.
Y así esperó.
Una gallina que, a comienzos de la primavera, escarbaba el suelo en busca de comida encontró la semilla que esperaba y sin pérdida de tiempo se la comió.

Moraleja: A los que se niegan a arriesgarse y a crecer los devora la vida.

domingo, 14 de octubre de 2018

Al cabo de unos años...

             F. Ulibarri

Y al cabo de unos años, más o menos,
tras una buena dosis de aventura y desengaño,
volvemos a encontrarnos cara a cara,
porque queremos y aún soñamos,
con el Maestro que nos miró con cariño
aunque no seguimos su camino.
Y es que sus cuatro palabras
tan claras, suaves e imperativas
-ve, vende, da, sígueme-
se nos quedaron tatuadas en el alma
y no hemos podido borrarlas,
a pesar de sumergirnos en otras ofertas y baños.
Volvemos, nos acercamos, soñamos.
Y el Maestro, que no acostumbra a cambiar,
nos mira con viva esperanza,
y nos presenta nuevamente su alternativa
a contrapelo de la cultura que se estila:
vender, dar, no almacenar, vaciarse...
y seguirle olvidándose de ser héroes.
Y, al fin, le damos crédito y le aceptamos;
empezamos a vivir la vejez,
a pesar de las pérdidas y disminuciones,
como un camino de vida plena,
confiando a fondo perdido en su propuesta.
Y es que, Él no nos salvó por su poderío y fuerza,
sino por su vaciamiento y pobreza.
Por eso le dejamos a Él el volante y la brújula,
el mapa de carreteras y las preguntas,
para ver cumplido nuestro sueño y su promesa.
Hoy, Señor, nos fiamos y no oponemos resistencia.

El zapatero y el millonario

Un millonario pasaba gran parte de su tiempo contando sus monedas de oro. Muy cerca de su mansión vivía un zapatero que pasaba el día arreglando zapatos y cantando bellas melodías. Canciones que irritaban al hombre rico. Un día decidió regalarle unas monedas a cambio de que dejara de cantar.
El zapatero muy feliz dejó de cantar y de trabajar. Ahora pasaba su tiempo escondiendo las monedas, cambiándolas de sitio para que nadie se las robara.
Un buen día cayó en la cuenta de que las monedas le habían robado sus canciones y su paz interior. Se fue a la casa del millonario y le dijo: te devuelvo tus monedas y tú devuélveme mis canciones.