miércoles, 27 de marzo de 2024

Oración para el miércoles santo

Jesús, que todo lo das por nosotros.
Perdónanos cuando nuestro corazón actúa como el de Judas.
Perdón por las veces que entregamos tu amor más puro por 30 monedas.
Perdón por las veces que dudamos de tu misericordia.
Perdón por mis oídos desatentos.
Perdón por aquellas acciones que lastiman.
Perdón por ser tantas veces Judas.
Perdón por ser ese amigo que te traiciona.
Jesús, que en este día pueda aprender a mirarte
con los mismos ojos que vos me miras.
Jesús, no me dejes ser como Judas que te entregó.
Jesús, recuérdame siempre que esas 30 monedas 
no tienen valor en tu reino.

La perla

        José Mª Alimbau
K. Gibran cuenta que una ostra dijo a otra ostra:
-- “Vecina, siento un gran dolor dentro de mí. Es como algo pesado, redondo, que me lastima, me daña, me oprime”.
Y la otra ostra replicó con arrogante complacencia:
-- “Alabados sean los cielos y el mar. Yo no siento dolor alguno dentro de mí. Me encuentro perfectamente bien y nada me molesta por dentro ni por fuera”.
En aquel preciso momento un cangrejo que por allí pasaba y había escuchado el diálogo entre las dos ostras dijo a la que estaba bien por dentro y por fuera:
-- “Sí, te sientes bien e intacta. Pero el dolor que soporta tu vecina es una perla de inigualable belleza y de gran valor”.

Todo sufrimiento humano, grande o pequeño: una lágrima llorada, una herida recibida, un sufrimiento lacerante, una enfermedad aplastante, un mal destructor… incorporado al de Cristo, puede llegar a convertirse en “perla” de belleza fascinante, inigualable, que nuestros sentidos no pueden captar. “Perlas” de incalculable valor que “valen” para el mundo interior y para la vida eterna propia y ajena.

martes, 26 de marzo de 2024

Soneto a Cristo en la Cruz

No me mueve, mi Dios para quererte
el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.
Tú me mueves, Señor; muéveme el verte
clavado en la Cruz y escarnecido.
Muéveme ver tu cuerpo tan herido
muévenme tus afrentas y tu muerte.
Muéveme, en fin, tu amor, de tal manera,
que aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y aunque no hubiera infierno, te temiera.
No me tienes que dar porque te quiera;
pues aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.

Nacer a la vida

            Pedro Miguel Lamet·

- Madre, ¿ya viene?
- Aún no, pero se acerca, hija.
- ¿Tendrá tus ojos?
- No lo sé, pero me mirará.
- ¿El color de tu cabello?
- Quizás, ¿quién sabe?
- ¿Y tu sonrisa?
- Sin verlo yo la siento, su corazón se ríe.
- ¿Niño será? ¿O una hermana mía?
- Será el regalo del mar y el horizonte,
el fruto de lo ignoto y de la brisa;
del no saber, igual que tú viniste
a llenar de sol las horas de mi vida.
- Pero no entiendo, tú eres su madre,
ni sabes ni conoces, ¿cómo te habita?
- Como tu beso ahora aquí en mi seno,
como la luz y el misterio en la mañana,
como Dios te rodea y te respira.

domingo, 24 de marzo de 2024

Himno Domingo de Ramos

El pueblo que fue cautivo
y que tu mano libera
no encuentra mayor palmera
ni abunda en mejor olivo.
Viene con aire festivo
para enramar tu victoria,
y no te ha visto en su historia,
Dios de Israel, más cercano:
Ni tu poder más a mano
ni más humilde tu gloria.
¡Gloria, alabanza y honor!
Gritad: "¡Hosanna!", y haceos,
como los niños hebreos
al paso del Redentor.
¡Gloria y honor
al que viene en el nombre del Señor! Amén.

El arquero y el vendedor de aceite

Un habilidoso arquero se ganaba la vida viajando de pueblo en pueblo y preparando espectaculares exhibiciones públicas. Todo el mundo admiraba su destreza con el arco y las flechas.
El arquero era capaz de acertar con su flecha justo en el centro de otra a gran distancia. Fue mejorando, poco a poco y con ello fue creciendo su ego. Por supuesto, se creía el mejor arquero del mundo.
Un día, en plena exhibición con su arco en medio de un pequeño pueblo, entre gritos de admiración y aplausos, escuchó una voz que decía:
– Buah, eso es solo cuestión de práctica.
El arquero al principio se sintió molesto, pero continuó con su exhibición. Se concentró y consiguió su siguiente reto. Pero una vez más, entre los aplausos, escuchó la misma voz que decía:
– Lo dicho… es cuestión de práctica.
Al arquero le costó concentrarse para su último reto. No podía creer que alguien pusiera en duda sus habilidades. Y al terminar su última prueba, y aunque la mayoría le aplaudió muchísimo, volvió a escuchar ese.
– Todo eso solo cuestión de práctica.
El arquero, dolido por esa crítica, esperó a que se marchara la mayoría de personas para intentar averiguar quién era el responsable de estas palabras. Al fondo, pudo ver a un hombre junto a unas garrafas de aceite. Se acercó y le preguntó:
– ¿Eras tú el que decía todo el tiempo que lo mío es solo cuestión de práctica?
– Sí, he sido yo -contestó él sin dudar- Y es la verdad.
– ¿Cómo puedes decir eso -dijo ofendido el arquero- lo mío es una gran habilidad. Nadie es capaz de hacer lo que yo hago.
– Bueno -dijo entonces el vendedor de aceite- Si yo practicara, podría hacerlo.
– Si solo fuera cuestión de práctica, todo el mundo podría hacer lo que hago, y no conozco a nadie que lo haga -volvió a decir el arquero.
– Espera -dijo el vendedor de aceite- Te enseñaré algo para que lo entiendas.
Y entonces, sin decir más, sacó una moneda de su bolsillo. Tenía un pequeño agujero justo en el centro. Colocó la moneda sobre el estrecho cuello de una botella y, desde lo alto, comenzó a verter aceite de su garrafa en la botella. El aceite pasó justo por el agujero de la moneda y llenó la botella sin derramar ni una sola gota. Entonces, el vendedor de aceite dijo:
– He estado practicando esto desde que era niño. No conozco a nadie que lo haga. ¿Quieres intentarlo?
Y el arquero, asombrado, le dijo que no con la cabeza, recogió sus flechas y se fue, con una gran lección de humildad aprendida.