sábado, 10 de marzo de 2018

MI equipaje

José M. R. Olaizola

Mi equipaje será ligero, para poder avanzar rápido.
Tendré que dejar tras de mí la carga inútil:
las dudas que paralizan y no me dejan moverme.
Los temores que me impiden saltar al vacío contigo.
Las cosas que me encadenan y me aseguran.
Tendré que dejar tras de mí el espejo de mí mismo,
el “yo” como únicas gafas, mi palabra ruidosa.
Y llevaré todo aquello que no pesa:
Muchos nombres con su historia,
mil rostros en el recuerdo,
la vida en el horizonte, proyectos para el camino.
Valor si tú me lo das, amor que cura y no exige.
Tú como guía y maestro,
y una oración que te haga presente:
“A ti, Señor, levanto mi alma, en ti confío,
no me dejes. Enséñame tu camino,
Mira mi esfuerzo. Perdona mis faltas.
Ilumina mi vida, porque espero en ti".

El amigo del hijo

Era la reunión del domingo por la noche de un grupo apostólico en una parroquia. Después de entonar unas canciones, el sacerdote de la iglesia se dirigió al grupo y presentó a un orador invitado; se trataba de uno de sus amigos de la infancia, ya entrado en años.
Mientras todos lo seguían con la mirada, el anciano ocupó el púlpito y comenzó a contar esta historia:
- "Un hombre, su hijo y un amigo de su hijo estaban navegando en un velero a lo largo de la costa del Pacífico, cuando una tormenta les impidió volver a tierra firme. Las olas se encresparon a tal grado que el padre, a pesar de ser un marinero de experiencia, no pudo mantener a flote la embarcación, y las aguas del océano arrastraron a los tres."
Al decir esto, el anciano se detuvo un momento para mirar a dos adolescentes que mostraban interés; y continuó su relato:
- "El padre logró agarrar una soga, pero luego tuvo que tomar la decisión más terrible de su vida: Escoger a cuál de los dos muchachos tirarle el otro extremo de la soga. Tuvo sólo escasos segundos para decidirse. El padre sabía que su hijo era un buen cristiano y que el amigo de su hijo no lo era. La agonía de la decisión era mucho más grande que los embates de las olas."
- "Miró en dirección a su hijo y gritó: ¡TE QUIERO, HIJO MÍO!; después de gritar, se volvió en dirección al amigo y le tiró la soga... El tiempo que le costó al muchacho llegar hasta el velero volcado, su hijo desapareció bajo los fuertes oleajes en la oscuridad de la noche. Jamás lograron encontrar su cuerpo."
Los dos adolescentes estaban escuchando con suma atención, atentos a las próximas palabras que pronunciara el orador invitado.
- "El padre" -continuó el anciano- "sabía que su hijo pasaría la eternidad con Cristo, y no podía soportar que el amigo de su hijo no estuviera preparado para encontrarse con Dios. Por eso sacrificó a su hijo. ¡Cuán grande es el amor de Dios que lo impulsó a hacer lo mismo que El hizo por nosotros!"
Dicho esto, el anciano volvió a sentarse, y hubo un denso silencio. Pocos minutos después de concluida la reunión, los dos adolescentes se encontraron con el anciano. Uno de ellos le dijo cortésmente:
- "Esa fue una historia muy bonita, pero a mí me cuesta trabajo creer que ese padre haya sacrificado la vida de su hijo con la ilusión de que el otro muchacho algún día decidiera seguir a Cristo."
- "Tienes toda la razón", le contestó el anciano mientras miraba su Biblia gastada por el uso. Y mientras sonreía, miró fijamente a los dos jóvenes y les dijo:
- "Pero esa historia me ayuda a comprender lo difícil que debió haber sido para Dios entregar a su Hijo por mí. A mí también me costaría trabajo creerlo si no fuera porque el amigo de ese muchacho que fue devorado por las aguas era yo."

miércoles, 7 de marzo de 2018

La vida es...

Madre Teresa de Calcuta

LA VIDA ES UNA OPORTUNIDAD, aprovéchala
LA VIDA ES BELLEZA, admírala.
LA VIDA ES BIENAVENRURANZA, saboréala.
LA VIDA ES UN SUEÑO, hazlo realidad.
LA VIDA ES UN DESAFIO, enfréntalo.
LA VIDA ES UN DEBER, cúmplelo.
LA VIDA ES UN JUEGO, juégalo.
LA VIDA ES UN TESORO, cuídalo.
LA VIDA ES UNA RIQUEZA, consérvala.
LA VIDA ES AMOR, gózalo.
LA VIDA ES UN MISTERIO, descúbrelo.
LA VIDA ES UNA PROMESA, realízala.
LA VIDA ES TRISTEZA, supérala.
LA VIDA ES UN HIMNO, cántalo
LA VIDA ES UNA LUCHA, acéptala.
LA VIDA ES UNA AVENTURA, arriésgate.
LA VIDA ES FELICIDAD, merécela.
LA VIDA ES VIDA, defiéndela.

Nacer a la vida en África

Una noche, había hecho todo lo que pude para ayudar a una madre en su parto; pero a pesar de todo, ella murió dejándonos con un bebé prematuro diminuto y una hija de dos años que lloraba.
Sabíamos que tendríamos dificultades para mantener con vida al bebé, ya que no teníamos incubadora (ni siquiera teníamos electricidad para hacer funcionar una).
Tampoco teníamos medios para darle alimentación especial. A pesar de vivir en el ecuador geográfico, las noches a menudo eran frías con corrientes de aire. Una comadrona estudiante fue a traer la caja que teníamos para esos bebés y la manta de algodón en la que debería envolverse al bebé.
Otra fue a avivar el fuego y a llenar una bolsa con agua caliente. Regresó rápido apenada a decirme que al llenar la bolsa de goma se había reventado. Exclamó, "¡Y no tenemos otra bolsa de agua caliente!"
En occidente decimos que no es bueno llorar sobre leche derramada. Tampoco en el África Central es bueno llorar sobre una bolsa de agua caliente estallada.
- Está bien, le dije, ponga al bebé tan cerca del fuego y con todo el cuidado que pueda, y duerma entre el bebé y la puerta para librarlo de las corrientes. Su trabajo es mantener al bebé con calor.
La tarde siguiente, tal como lo hacía la mayoría de los días, fui a rezar con algunos de los niños del orfanato que se reunían conmigo. Yo les di a los más jóvenes varias sugerencias de cosas por las cuales rezar y les hablé del recién nacido. Les expliqué nuestro problema para mantenerlo caliente. Dije lo de la bolsa para agua caliente, y que el bebé podría morir si se enfriaba. También les conté de la hermanita de dos años, llorando porque su mamá había muerto.
Durante el tiempo de oración, una niña de diez años, Ruth, rezó con la forma usual concisa y sin remilgos de nuestros niños africanos.
- Por favor, Dios, pidió ella, envíanos una bolsa para agua caliente. No nos servirá mañana, Dios, porque el bebé ya estará muerto, así que por favor envíanosla.
En lo que yo respiraba profundamente ante la audacia de la oradora, ella agregó,
- ¿Y a la vez, podrías por favor enviarnos una muñeca para su hermana para que sepa que realmente la amas?"
Como pasa con la oración de los niños, me puso en un apuro. ¿Podía decir yo honestamente, "Amén"? Oh, si, yo sé que Dios todo lo puede, la Biblia dice así. Pero hay límites, ¿o no? La única forma en que Dios podía responder a esta oración tan particular sería enviándome un paquete desde mi país. Yo llevaba en África casi cuatro años ya, y nunca, nunca había recibido un paquete enviado desde mi país. De todos modos, si alguien me enviase un paquete, ¿quién pondría una bolsa para agua caliente? ¡Yo estaba viviendo en el ecuador geográfico!
A media tarde, cuando estaba dando clases a las enfermeras, recibí el aviso de que un coche estaba estacionado en la puerta frente a mi residencia. Cuando llegué a mi casa, el coche ya se había ido, pero allí, en la puerta, había un paquete grande. Comencé a llorar. No podía abrir el paquete yo sola, así que mandé a llamar a los niños del orfanato.
Juntos tiramos de las cintas, deshaciendo cuidadosamente cada nudo. Doblamos el papel, cuidando de no romperlo demasiado. La excitación iba en aumento. Treinta pares de ojos estaban mirando la gran caja de cartón.
Saqué unos jerseys de punto de colores brillantes. Los ojos relumbraban conforme los levantaba. Después las vendas de punto para los pacientes leprosos, los niños mostraban su aburrimiento. Luego venía una caja de pasas de Esmirna –vendrían muy bien para el pan del fin de semana. A continuación, cuando volví a meter la mano, pensé ¿...estoy sintiendo lo que en realidad es? Agarré y saqué si, una bolsa para agua caliente nueva. Lloré. No le había pedido a Dios que me la enviara; porque realmente no creí que Él pudiera hacerlo. Ruth estaba al frente de la fila que formaban los niños. Ella se abalanzó, afirmando,
- "¡Si Dios nos envió la bolsa, debió mandarnos también la muñeca!"
Hurgando hasta el fondo de la caja, ella sacó la muñeca pequeña con un bonito vestido. ¡Sus ojos brillaron! ¡Ella nunca dudó! Mirándome, preguntó:
- "¿Puedo ir con usted y darle esta muñeca a la niña, para que ella sepa que Jesús la ama de verdad?"
El paquete había estado en camino cinco meses completos. Enviado por mis antiguos alumnos de catequesis, cuyo líder había escuchado y obedecido a Dios urgiéndole a enviar una bolsa para agua caliente, a pesar de que iba para el ecuador geográfico. Y una de las niñas había puesto una muñeca para una niña africana -cinco meses antes, en respuesta a la oración de una niña de diez años que creyó y pidió que lo trajera esa tarde.

martes, 6 de marzo de 2018

Recibe, Señor, nuestra oración

Recibe, Señor, nuestros miedos y transfórmalos en confianza.
Recibe, Señor, nuestro sufrimiento y transfórmalo en crecimiento.
Recibe, Señor, nuestro silencio y transfórmalo en adoración.
Recibe, Señor, nuestras crisis y transfórmalas en madurez.
Recibe, Señor, nuestras lágrimas y transfórmalas en plegaria.
Recibe, Señor, nuestra ira, y transfórmala en intimidad.
Recibe, Señor, nuestro desánimo y transfórmalo en fe.
Recibe, Señor, nuestra soledad y transfórmala en contemplación.
Recibe, Señor, nuestras amarguras y transfórmalas en paz del alma.
Recibe, Señor, nuestra espera y transfórmala en esperanza.
Recibe, Señor, nuestra muerte y transfórmala en resurrección.

La llama interior

Cuentan que un rey muy rico de la India tenía fama de ser indiferente a las riquezas materiales. Un súbdito quiso averiguar su secreto.
El rey le dijo:
- "Te revelaré mi secreto, si recorres mi palacio para comprender la magnitud de mi riqueza. Pero tienes que llevar una vela encendida. Si se apaga, te decapitaré".
Al término del paseo, el rey le preguntó:
- "¿Qué piensas de mis riquezas?"
La persona respondió:
- "No he visto nada. Sólo me preocupé de que la llama no se apagara".
El rey le dijo:
- "Ese es mi secreto. Estoy tan ocupado tratando de avivar mi llama interior, que no me interesan las riquezas de fuera".

Avivemos nuestra llama espiritual. No sólo tendremos mejores relaciones interpersonales, sino que seremos más felices.

domingo, 4 de marzo de 2018

Acción de gracias del pueblo salvado

 Cántico, Isaías 12,1-6 

Te doy gracias, Señor, porque estabas airado contra mí,
pero ha cesado tu ira y me has consolado.
Él es mi Dios y Salvador: confiaré y no temeré,
porque mi fuerza y mi poder es el Señor, él fue mi salvación.
Y sacaréis aguas con gozo de las fuentes de la salvación.
Aquel día diréis: «Dad gracias al Señor,
invocad su nombre, contad a los pueblos sus hazañas,
proclamad que su nombre es excelso.
Tañed para el Señor, que hizo proezas,
anunciadlas a toda la tierra; gritad jubilosos, habitantes de Sión:
“Qué grande es en medio de ti el Santo de Israel.”»

El hombre de la roca

Había un hombre que estaba sentado en una roca y teniendo sed miró hacia un valle lejano que estaba lleno de pozos y salió rápido hacia allá para encontrar agua con qué apagar la sed.
Cuando llegó al valle, después de mucho andar, comprobó que cada pozo tenía una profundidad diferente y que mientras más se alejaba, mas profundos resultaban ser los pozos.
Como no tenía nada con que sacar esa agua, miraba ansioso hacia lo profundo del pozo pensando en lo deliciosa que debía ser esa agua profunda si la pudiera beber.
Y así estuvo recorriendo pozo tras pozo pensando que las aguas que allí había podrían calmar su sed, sin lograr más que nuevos deseos de tomar las aguas de aquellos pozos.
Después de mucho andar sin lograr mitigar su sed, que cada vez era más aguda, se encontró con un campesino que, sentado bajo una palmera, bebía con deleite sorbos de agua de un cántaro que tenía.
Corriendo hacia el hombre cayó ante sus pies y le pidió agua para calmar su sed.
El campesino le dijo:
- No te arrodilles, levántate y bebe, yo estaría igual que tú antes de pasar por el mismo camino. Si no tuviera agua para el viaje desfallecería y moriría de sed ¡Ah! yo no vengo a este lugar si no traigo agua suficiente para no padecer al no poder extraer agua de tantos pozos que hay aquí, a cuál de ellos más profundo, y a cuál de ellos más empinado. Toma, bebe, y ve a buscar agua para ti para que no padezcas más sed.
- ¿Pero dónde...? preguntó angustiado el hombre.
- En la roca que hay allá arriba, contestó el otro.
- Pero, yo he estado sentado sobre ella y no vi ninguna agua...
El otro lo miró y, sonriendo, le preguntó:
- ¿Miraste debajo de ella?
- No, contestó el hombre extrañado...
- Debajo de la roca hay un manantial de aguas inacabables, Ve, regresa y sáciate... A todos los que se sientan en la roca les pasa igual, es tan fácil y simple tomar esa agua que corre fresca y segura que no creen que con ella nunca más tendrán sed.
El campesino sacó un cántaro de su bolsa y dándoselo al hombre le dijo:
- Toma este cántaro y regresa, verás que nunca más decaerás.
El hombre tomó el cántaro y se dispuso a partir hacia la roca, cuando miró atrás, el campesino ya no existía, en el cántaro había una palabra brillante, cuando la leyó sólo pudo ver que decía: "FE, lléname y jamás tendrás sed".