sábado, 1 de julio de 2017

Te he buscado, Señor

Te he buscado, Señor.
Y te he encontrado en el amor.
Y te he visto en el hermano.
Y he te tocado en el triste.
Te he buscado, Señor.
Y en la oración he hablado contigo.
Y en la paz te he abrazado.
Y en el perdón te he descubierto.
Te he buscado, Señor.
Y en la alegría te he visto sonreír.
Y en la fraternidad me has visitado.
Y en la Palabra te he escuchado.
Te he buscado, Señor.
Y, después de buscarte, Señor,
es cuando me he dado cuenta
de que por fin te he encontrado.
Gracias por dejar que te busquemos, Señor.
Tú eres nuestra alegría, Señor. 

El Árbol de los Amigos

Existen personas en nuestras vidas que nos hacen felices por el simple hecho de haberse cruzado en nuestro camino. Algunas recorren el camino a nuestro lado, viendo muchas lunas pasar y hay otras que apenas vemos entre un paso y otro. A todas las llamamos amigos y hay muchas clases de ellos. 
Tal vez cada hoja de un árbol caracteriza uno de nuestros amigos. El primero que nace del brote es nuestro papa y nuestra mama, que nos muestran lo que es la vida. Después vienen los hermanos, con quienes dividimos nuestro espacio para que puedan florecer como nosotros y luego pasamos a conocer a toda la familia de hojas a quienes respetamos y deseamos el bien. 
Mas el destino nos presenta a otros amigos, los cuales no sabíamos que iban a cruzarse en nuestro camino. A muchos de ellos los denominamos amigos del alma y del corazón. Son sinceros, son verdaderos. Saben cuando no estamos bien, saben lo que nos hace feliz y lo que necesitamos sin que se lo pidamos. 
A veces uno de esos amig@s del alma estalla en nuestro corazón y entonces nos hemos enamorado y tenemos un amig@ enamorado. Ese amig@ da brillo a nuestros ojos, música a nuestros labios, saltos a nuestros pies. 
Más también hay aquellos amigos de un tiempo, tal vez unas vacaciones o unos días o unas horas. Ellos acostumbran a colocar muchas sonrisas a nuestro rostro, durante el tiempo que estamos cerca. 
También hay amigos distantes, aquellos que están en la punta de las ramas y que cuando el viento sopla siempre aparecen entre una hoja y otra y aunque no los vemos de continuo están siempre cerca en nuestro corazón. 
El tiempo pasa, el verano se va, el otoño se aproxima y perdemos algunas de nuestras hojas, algunas nacen en otro verano y otras permanecen durante muchas estaciones. Pero lo que nos deja más felices es que las que cayeron continúan cerca, alimentando nuestra raíz con alegría. Son recuerdos de momentos maravillosos de cuando se cruzaron en nuestras vidas. Cada persona que pasa en nuestra vida es única y siempre, siempre, deja un poco de sí y se lleva un poco de nosotros. 
Te deseo, hoja de mi árbol, paz, amor y salud, hoy y siempre. Sin embargo, estarán también los que se llevarán mucho y, estarán los que no nos dejaran casi nada. Esta es la situación en la que se comprueba que dos almas no se encuentran por casualidad. 

jueves, 29 de junio de 2017

En la fiesta de san Pedro y san Pablo

Himno de Vísperas

La hermosa luz de eternidad inunda
con fulgores divinos este día,
que presenció la muerte de estos Príncipes
y al pecador abrió el camino de la vida.
Hoy lleváis la corona de la gloria,
padres de Roma y jueces de los pueblos:
el maestro del mundo, por la espada;
y, por la cruz, el celestial portero.
Dichosa tú que fuiste ennoblecida,
oh Roma, con la sangre de estos Príncipes,
y que, vestida con tan regia púrpura,
excedes en nobleza a cuanto existe.
Honra, poder y sempiterna gloria
sean al Padre, al Hijo y al Espíritu
que en unidad gobiernan toda cosa
por infinitos e infinitos siglos. Amén.

La serpiente y la luciérnaga

Cuenta la leyenda, que, en cierta ocasión, una serpiente empezó a perseguir a una luciérnaga; ésta huía rápido, con miedo, de la feroz depredadora, y la serpiente no pensaba desistir. Huyó un día, y ella no desistía, dos días y nada.
Al tercer día, ya sin fuerzas, la luciérnaga paró y le dijo a la serpiente:
- ¿Puedo hacerte tres preguntas?
La serpiente respondió:
- No acostumbro a dar este privilegio a nadie, pero como te voy a devorar igualmente, puedes preguntar.
- ¿Pertenezco a tu cadena alimenticia?
- No, contestó la serpiente. 
– ¿Yo te he hecho algún mal?
– No, volvió a responder.
– Entonces, ¿Por qué quieres acabar conmigo?
-  ¡Porque no soporto verte brillar……..!

Apagar nuestra propia luz para que otros no se sientan inseguros no sirve al mundo.

martes, 27 de junio de 2017

Enséñame, Señor, tus caminos

Florentino Ulibarri

Son tantos los lugares recorridos y tantos los sueños tenidos
creyendo y afirmando que no hay más caminos
que aquellos que marca el caminante,
que hoy mi palabra duda y teme alzarse.
Pero desde este lugar en que me encuentro,
a veces sin rumbo y perdido, a veces cansado y roto,
a veces triste y desilusionado, a veces como al inicio,
te susurro y suplico:
Enséñame, Señor, tus caminos;
tus caminos verdaderos,
tus caminos desvelados y ofrecidos, seguros, limpios y fraternos,
tus caminos de gracia, brisa y vida, tus caminos más queridos,
tus caminos de "obligado cumplimiento",
tus caminos a contracorriente de lo que la propaganda ofrece,
que se recorren en compañía y nos dejan a la puerta de tu casa solariega.
Llévame por tus avenidas de paz y justicia,
por tus rotondas solidarias y humanas,
por tus autopistas de libertad y dignidad,
por tus cañadas de austeridad y pobreza,
por tus sendas de utopía y novedad,
y si es preciso, campo a través siguiendo tus huellas
y por la calle real de la compasión y misericordia.
Y que al llegar a la puerta de tu casa solariega
pueda lavarme y descansar en el umbral,
oír tu voz que me llama, y entrar
para comer y beber contigo
y sentirme hijo y hermano en el banquete
preparado por ti y tus amigo.

La carreta vacía

Caminaba con mi padre cuando él se detuvo en una curva y después de un pequeño silencio me preguntó:
- Además del canto de los pájaros, ¿escuchas alguna cosa más?
Agudicé mis oídos y algunos segundos después le respondí:
- Estoy escuchando el ruido de una carreta. Eso es…, dijo mi padre. Es una carreta vacía.
- ¿Cómo sabes que es una carreta vacía, si aún no la vemos?, pregunté a mi padre.
Entonces mi padre respondió:
- Es muy fácil saber cuándo una carreta está vacía, por el ruido que produce. Cuanto más vacía la carreta, mayor es el ruido que hace.
Me convertí en adulto y hasta hoy cuando veo a una persona hablando demasiado, interrumpiendo la conversación de todos, siendo inoportuna o violenta, presumiendo de lo que tiene, sintiéndose prepotente y haciendo de menos a la gente, tengo la impresión de oír la voz de mi padre diciendo:
-“Cuanto más vacía la carreta, mayor es el ruido que hace”.

Y tu carreta ¿Cómo suena?

lunes, 26 de junio de 2017

Alfarero del hombre

Alfarero del hombre, mano trabajadora
que, de los hondos limos iniciales,
convocas a los pájaros a la primera aurora,
al pasto, los primeros animales.
De mañana te busco, hecho de luz concreta,
de espacio puro y tierra amanecida.
De mañana te encuentro, 
Vigor, Origen, Meta
de los sonoros ríos de la vida.
El árbol toma cuerpo, y el agua melodía,
tus manos son recientes en la rosa;
se espesa la abundancia 
del mundo a mediodía,
y estás de corazón en cada cosa.
No hay brisa, si no alientas,
monte, si nos estás dentro,
ni soledad en que no te hagas fuerte.
Todo es presencia y gracia.
Vivir es ese encuentro:
Tú, por la luz; el hombre, por la muerte.
¡Que se acabe el pecado! 
¡Mira que es desdecirte
dejar tanta hermosura en tanta guerra!
Que el hombre no te obligue, 
Señor, a arrepentirte
de haberle dado un día las llaves de la tierra.

El helecho y el bambú

Un día decidí darme por vencido… renuncié a mi trabajo, a mi relación, a mi vida. Me fui al bosque para tener una última charla con Dios.
- Dios, le dije, ¿podrías darme una buena razón para no darme por vencido?
Su respuesta me sorprendió…
- Mira a tu alrededor, dijo Dios, ¿ves el helecho y el bambú?
- Sí, respondí. Cuando sembré las semillas del helecho y el bambú, las cuidé muy bien. Les di luz. Les di agua.
- El helecho rápidamente creció. Su verde brillante cubría el suelo. Pero nada salió de la semilla de bambú. Sin embargo no renuncié al bambú. El segundo año el helecho creció más brillante y abundante, nuevamente, pero nada creció de la semilla de bambú.
Pero no renuncié al bambú, dijo Dios. El tercer año, aun nada brotó de la semilla de bambú. Pero no renuncié. El cuarto año, tampoco salió nada de la semilla de bambú. Aun así no renuncié.
Luego en el quinto año un pequeño brote salió de la tierra. En comparación con el helecho era aparentemente muy pequeño e insignificante. Pero sólo 6 meses después el bambú creció a más de 20 metros de altura. Se había pasado cinco años echando raíces. Aquellas raíces lo hicieron fuerte y le dieron lo que necesitaba para sobrevivir. No le daría a ninguna de mis creaciones un reto que no pudiera sobrellevar, me dijo Dios.
¿Sabías que todo este tiempo que has estado luchando, realmente has estado echando raíces? No renunciaría al bambú. Nunca renunciaría a ti. ‘No te compares con otros’ –me dijo.
El bambú tenía un propósito diferente al del helecho, sin embargo, ambos eran necesarios y hacían del bosque un lugar hermoso.
Tu tiempo vendrá me dijo Dios. ¡Crecerás muy alto!
- ¿Cuan alto debo crecer? –pregunté-.
- ¿Cuan alto crecerá el bambú?, me preguntó en respuesta.
- ¿Tan alto como pueda? –pregunté.
- Nunca te arrepientas de un día en tu vida. Los buenos días te dan felicidad. Los malos días te dan experiencia. Ambos son esenciales para la vida. Continúa…

La felicidad te mantiene Dulce. Los intentos te mantienen Fuerte. Las penas te mantienen Humano. Las caídas te mantienen Humilde. El éxito te mantiene Brillante. Pero sólo Dios te mantiene Caminando…
Si no consigues lo que anhelas, no desesperes… quizá sólo estés echando raíces…