sábado, 3 de febrero de 2024

Plegaria a san Blas


Glorioso san Blas, Tú te retiraste a una cueva
alejándote del mundo para mejor hablar con Dios,
haz que encontremos nuestra propia plática con Él.
Tú que confiaste en la fuerza de Dios,
y en su infalible capacidad y poder,
y por medio de obras y milagros
conseguiste convertir a los que no creían,
transforma nuestra desesperanza en fe,
cambia nuestros lamentos por gozo
y convierte nuestra escasez en abundancia.
Glorioso San Blas, que a la llamada del Señor
respondiste sufriendo el cáliz del martirio
pues fuiste perseguido y cruelmente torturado
intercede y ruega por nosotros.
San Blas médico y mártir, portento de bondad y compasión
que tanto consuelo, amor y milagros diste,
que, en el largo camino a prisión la gente imploraba tu bendición,
el remedio de sus males y la curación de sus dolencias,
te rogamos nos ayudes y favorezcas en estos momentos.
¡Oh san Blas, obispo de Sebaste!, suplicamos tu mediación
para que nuestras suplicas sean oídas y atendidas,
y que no nos falte nunca la voz
para cantar contigo las alabanzas del Señor,
buscar su voluntad,
implorar su perdón y misericordia Divina
y pedirle fuerzas para servirle mejor.

Tutón el comeplanetas

        Pedro Pablo Sacristán

El gran Tutón era un gigantesco moloko para el que su comida favorita era comerse un enorme planeta, con sus océanos, sus desiertos y sus montañas. Grande como una estrella, podía zamparse un planeta mediano de un solo bocado. Era, además, excelente descubriendo los planetas más deliciosos, y había llegado a convertirse en el más famoso de los molokos.
Pero aún más grande que su fama de descubridor, era su fama de egoísta, pues nunca jamás compartía ni un trocito de sus fabulosas comidas, de modo que los demás molokos sólo llegaban a probar algunas migajas de aquellas deliciosas montañas.
Durante miles de años, porque los molokos viven muchísimos años para que les dé tiempo a crecer tanto, Tutón degustó los mejores planetas. Pero ocurrió que uno de aquellos planetas, uno precioso de color rojo, azul y amarillo, cuya corteza tenía el mejor sabor que se pueda imaginar, resultó tener el centro del acero más duro del universo, y los indestructibles dientes del famoso moloko se rompieron en mil pedazos.
Jamás un moloko había vivido algo parecido, pero resultó ser la más horrible de las desgracias. Tantos riquísimos planetas a su alcance, y ni siquiera tenía un diente que poder hincarles. Y cuando pidió ayuda a otros molokos, todos le recordaron su antiguo egoísmo, y no le dejaban otra cosa que las migajas de planetas de mucho peor sabor que aquellos a los que estaba acostumbrado Tutón.
Y el hasta entonces colosal y famosísimo comeplanetas, se convirtió en un mendigo, pasando todo tipo de penas y calamidades. Sólo sabía llorar, pedir, exigir… y pasar hambre. Tuvo que pasar mucho tiempo viviendo así, hasta que se dio cuenta de que si quería recibir algo, tendría que ser el primero en dar, por muy pobre y mísero que fuera.
Y pensando entre lo poco que tenía para dar, recordó que era un brillante descubridor de planetas exquisitos. Así que habló con otros molokos, y se ofreció a enseñarles dónde se escondían las mejores delicias ¡Qué gran alegría para todos!, que descubrieron entonces sabores que ni siquiera sabían que existían. Y los molokos, agradecidos a Tutón por compartir con ellos su gran habilidad, comenzaron a mostrarse mucho más atentos con él, y ya nunca faltó quien le pulverizara unas montañas, o le hiciera un buen zumo de desierto.

jueves, 1 de febrero de 2024

Oracion: en tus manos, Señor

           Juan Carlos Medina, párroco

Todo lo pongo en tus manos
para que se haga como Tú quieras
porque tengo la absoluta certeza
que eso será lo mejor.
Dame luz para sentirte
en medio de este mar agitado
y dame fuerza para seguirte en cada paso que dé.
Porque me siento tuyo
y sólo en Ti me reconozco.
Nadie me mira como Tú
y nadie pronuncia mi nombre como Tú.
No dejes de mirarme,
no dejes de llamarme. Amén.

No sin mis amigos

Un hombre iba caminando con su caballo y su perro. Estaban tan agotados que no se habían dado cuenta de que, en realidad, estaban muertos. Por eso, seguían por aquel empinado camino, en busca de agua para saciar su sed.
En una curva vieron un enorme arco de mármol que conducía a una plaza en cuyo centro había una fuente. Toparon con un vigilante en una garita y, cuando el caminante le preguntó qué lugar era aquel, le respondió:
-- «Esto es el cielo». «¡Qué bien! ¡Aquí por fin podremos beber!», manifestó el hombre.
-- «Solo usted puede pasar. Los animales lo tienen prohibido», le advirtió el guarda.
Él no iba a calmar la sed si no lo hacían también el caballo y el perro, por lo que prosiguieron su ruta.
Un poco más adelante llegaron frente a un viejo portón tras el que había un labriego descansando bajo un frutal que les convidó a entrar y beber de una fuente de agua fresquísima.
-- «¿Por cierto, qué lugar es este tan agradable?», preguntó el caminante.
-- «Ustedes están en el cielo», respondió el campesino.
-- «Esto no es posible, ahora venimos de allí», replicó el hombre.
-- «Aquello es el infierno, pero en el fondo nos hacen un gran favor, porque allí se quedan quienes abandonan a sus mejores amigos», concluyó el agricultor.
Así es, solo un buen amigo lo sacrificará todo por ti.

domingo, 28 de enero de 2024

Oración de Santo Tomás de Aquino

Patrono de los estudiantes, en el día de su fiesta

Concédeme, Señor, dirigir constantemente el corazón hacia ti,
y que en mis fallos sepa dolerme con el propósito de la enmienda.
Hazme, Señor y Dios mío,
obediente sin contradecir, pobre sin ser miserable,
casto sin depravación, paciente sin murmuración.
Humilde sin ficción, alegre sin disolución,
triste sin abatimiento, maduro sin pesadez,
ágil sin ligereza, temeroso sin desesperación.
Que sea sincero sin hipocresía,
que haga el bien sin ser presuntuoso,
que corrija al prójimo sin arrogancia,
que lo edifique con la palabra y el ejemplo.
Concédeme, Señor, un corazón:
vigilante, que ninguna curiosidad lo aparte de ti,
noble, que ninguna influencia indigna lo envilezca,
recto, que ninguna intención siniestra lo desvíe,
firme, que ninguna tribulación lo debilite,
libre, que ningún afecto violento lo reclame.
Concédeme, Señor Dios mío,
inteligencia que te conozca, diligencia que te busque,
sabiduría que te encuentre, conducta que te agrade,
perseverancia que te espere confiada
y confianza de que un día al final te abrazaré.
Concédeme soportar ya aquí tus castigos como penitencia,
servirme de tus beneficios por tu gracia,
y gozar de tu gozo en la patria para tu gloria. Amén.

Sembrando el bien

Un hombre cogía cada día el autobús para ir al trabajo. Una parada después, una anciana subía al autobús y se sentaba al lado de la ventana. La anciana abría una bolsa y durante todo el trayecto, iba tirando algo por la ventana.
Siempre hacía lo mismo: Un día, intrigado, el hombre le preguntó qué tiraba por la ventana.
— ¡Son semillas! -le dijo la anciana.
— ¿Semillas? ¿Semillas de qué?
— De flores. Es que miro afuera y está todo tan seco… Me gustaría poder viajar viendo flores durante todo el camino. ¿Verdad que sería bonito?
— Pero… tardarán en crecer, necesitan agua…
— Yo hago lo que puedo hacer. ¡Ya vendrán los días de lluvia!
La anciana siguió con su tarea… Y el hombre bajó del autobús para ir a trabajar, pensando que la anciana había perdido un poco la cabeza.
Unos meses después la anciana ya no volvió a subir al autobús. El hombre preguntó al chófer por ella, pero no pudo darle una respuesta… Siguió yendo al trabajo. Un día, el hombre, al mirar por la ventana del autobús, vio todo el camino lleno de flores… ¡Todo lo que veía era un colorido y florido paisaje! El hombre volvió a su asiento y siguió mirando.
— Las flores han brotado, se dijo, pero ¿de qué le ha servido su trabajo? No ha podido ver su obra.
De repente, oyó la risa de un niño pequeño. Una niña señalaba entusiasmada las flores…
—¡Mira, papá! ¡Mira cuantas flores!

La anciana había hecho su trabajo, y dejó su herencia a todos los que pudieran contemplarla y ser más felices. Dicen que aquel hombre, desde aquel día, hace el viaje de casa al trabajo con una bolsa de semillas.