viernes, 5 de abril de 2019

Te quiero en mi vida

Ahondo en mi realidad, Señor y descubro que aún teniendo todo,
la tristeza y falta de ilusión, invaden mi corazón.
Y me pregunto: ¿qué le falta a mi vida?
Entre las prisas y rutinas de mi día a día,
siento que malgasto cada instante,
que no valoro cada minuto que me regalas,
que no empleo todo lo que me das en mejorar mi existencia,
ni mucho menos la de los demás.
Y me doy cuenta, Señor, que es necesario
que dé un nuevo rumbo a mi vida,
que marque mi propio destino,
dando a cada paso, un auténtico sentido.
Y en medio de mi búsqueda, te encuentro.
Al principio dudo, después la confianza me invade.
Estas ahí, siempre has estado, pero no quería verte,
ahora, sin embargo siento, que sin Ti no soy nada,
que vivir no es nada.
Quiero amarrarte fuerte a mi vida,
a cada decisión, a cada gesto, que voy dando.

Paciencia


 del libro “El Silencio del Alma”

Cuentan de un profesor que fue nombrado director del Departamento de Música en su escuela. Su primer proyecto fue dotar a la escuela de un piano de cola para colocarlo en el escenario del anfiteatro. Gracias al esfuerzo de maestro y estudiantes se recaudaron los fondos y la escuela adquirió un piano. Muy orgulloso de su obra el profesor indicó que fuera colocado en el centro del escenario, pero el director de la escuela objetó de inmediato ordenando que el piano fuera ubicado en una esquina. El profesor insistía en que en medio del escenario se vería majestuoso y que en una esquina no lucía bien, sin embargo, no logró convencer al director. Herido y frustrado, el profesor presentó su renuncia y se fue del pueblo. El director contrató a un nuevo profesor.
Años más tarde, el antiguo profesor regresó al pueblo y no pudo evitar el deseo de ir a la escuela para echarle una mirada al sueño de su vida, el piano de cola. Su sorpresa fue mayúscula cuando vio que el piano estaba en el centro del escenario, tal y como él lo había deseado. Devorado por la curiosidad fue y preguntó al nuevo profesor cómo había logrado convencer al director de que el piano fuera colocado allí. El profesor le contestó:
- ¡Oh! él nunca lo permitió. Yo simplemente iba todos los días a practicar al piano y cada día lo empujaba un centímetro… y otro… y otro… y como era tan poquito a poquito, nunca se dieron cuenta.
¡Hay que ver cuánto logramos cuando ejercitamos la paciencia! Los grandes cambios de la vida están adornados de un espíritu paciente. Los mayores logros se consiguen tras un dedicado esfuerzo y un periodo de espera hasta ver el resultado.

jueves, 4 de abril de 2019

Líbrame, Señor

Cuando pienso que lo puedo todo,
líbrame, Señor.
Cuando quiero imponer mis ideas a los demás,
líbrame, Señor.
Cuando me siento el más justo y el mejor,
líbrame, Señor.
Cuando con mis hechos y palabras condeno a todos,
líbrame, Señor.
Desde la conversión, quiero seguir tu camino.
Desde las dudas y los problemas de cada día,
quiero crecer en ti.
Desde el conocimiento de mí mismo,
a ti te pido perdón y te grito:
Líbrame, Señor.

La lógica del borracho


                         Jorge Bucay Cuentos para pensar

Un tipo llega a un bar, se sienta en la barra y pide cinco vasos de güisqui.
- ¿A la vez?, pregunta el camarero.
- Sí, los cinco, contesta el cliente, solos, sin hielo.
- El camarero le sirve y el cliente se los bebe uno detrás de otro
- Camarero, dice. Ahora sírvame cuatro vasos de güisqui, sin hielo.
Mientras el hombre le sirve, empieza a ver en el cliente una sonrisa estúpida. Después de beberse seguidos los cuatro vasos, trata de sostenerse y mientras se apoya en la barra exclama:
- ¡Muchacho! Tráeme tres vasos más de güisqui, se ríe un poco y añade: Sin hielo.
El camarero obedece y el cliente se los vuelve a beber rápidamente.
Ahora no sólo la sonrisa es estúpida, la mirada también.
- ¡Amigo!, dice ahora en voz muy alta. Ponme dos vasos de lo mismo.
Se los bebe y grita dirigiéndose una vez más al camarero:
- ¡Hermano! tú eres como un hermano para mí.
Ríe a carcajadas y añade:
- Sírveme una copa más de güisqui, sin hielo. Pero sólo una ¿ehhhh?... Solamente una...
El del bar se la sirve.
El tipo se bebe la solitaria copa de un solo trago y, debido a un mareo irresistible, cae al suelo total y definitivamente ebrio. Desde el suelo le dice al camarero:
- Mi médico no me quiere creer, pero tú eres testigo. ¡Cuanto menos bebo, peor me sienta!

miércoles, 3 de abril de 2019

Encontrarme contigo, Señor

                A partir del salmo 1

Dichoso el que tropieza contigo.
Dichoso el que te encuentra y te descubre.
En cualquier recodo, en cualquier encrucijada,
te haces el encontradizo con él y le das la gran sorpresa.
Tú le seduces, y él lo vende todo para comprarte.
¡Dichoso ese hombre!
Dichoso el que te sigue encontrando más veces.
Te ve y te reconoce.
Siente un sobresalto, como la primera vez.
Dichoso el que tiene un encuentro contigo cada noche.
Andaba a oscuras y vi un brillo de ojos.
¡Tus ojos! Una luz de vida.
Vale la pena venderlo todo para tenerte.
¡Ojalá me busques y me seduzcas!
¡Ojalá te encuentre y me vaya contigo dejándolo todo!
Pensándolo me alegro y te canto esta canción
en la asamblea de tus amigos.

Adorar al verdadero Dios


                 Anónimo judío

El maestro preguntó al discípulo:
- ¿Por qué no adoras a los ídolos?
El discípulo respondió:
- Porque el fuego los quema.
- Entonces adora al fuego.
- En todo caso adoraría al agua, capaz de apagar al fuego.
- Adora entonces al agua.
- En todo caso adoraría a las nubes, capaces de crear la lluvia.
- Adora a las nubes.
- No, porque el viento es más fuerte que ellas.
- Entonces adora al viento que sopla.
- Si tuviera que adorar al viento, adoraría al hombre que tiene poder de soplar.
- Adora entonces al hombre.
- No, porque muere.
- Adora la muerte.
- Lo único digno de adorarse es el Dueño de la vida y de la muerte.
El maestro alabó la sabiduría del discípulo.

martes, 2 de abril de 2019

Hablas con autoridad, Señor

Señor ¡Qué autoridad la tuya! oración
Es la autoridad de los grandes hombres,
es la soberanía que tienen los hombres dignos de ser imitados,
los hombres que no se doblan a la ley de las mayorías,
los hombres de convicciones profundas,
que no se conforman con seguir la corriente,
que no se resignan al mal que prevalece.
Pero hay más.
En tu caso, Jesús, no se te puede ignorar.
Te conviertes en piedra de choque,
ante ti hay que definirse, hay que tomar parte a tu favor o en tu contra.
Yo quiero contar con tu fuerza para forjar mi carácter.
Necesito tu ayuda para recorrer mi camino.
Dame altura de miras, Señor.

El papel arrugado


Mi carácter impulsivo me hacía estallar en cólera a la menor provocación. La mayoría de las veces, después de uno de estos incidentes me sentía avergonzado y me esforzaba por consolar a quien había dañado.
Un día mi consejero, que me vio dando excusas después de una explosión de ira, me entregó un papel liso y me dijo:
- “Estrújalo”. 
Asombrado, obedecí e hice una bola con el papel. Luego me comentó: 
- “Ahora déjalo como estaba antes”. 
Por supuesto que no pude dejarlo como estaba. Por más que lo intenté, el papel quedó lleno de arrugas. Entonces me dijo:
- “El corazón de las personas es como ese papel. La impresión que dejas en ese corazón que lastimas, será tan difícil de borrar como esas arrugas en el papel. Porque, aunque intentemos enmendar el error, ya estará marcado”.
A veces, no controlamos nuestros impulsos y lanzamos palabras llenas de rencor. Después, cuando pensamos en ello, nos arrepentimos. Pero ya no podemos dar marcha atrás, no podemos borrar lo que quedó grabado. Y así dejamos “arrugas” en muchos corazones. Puedo ser más comprensivo y paciente, y además puedo pedir perdón y reconocer mi error.

domingo, 31 de marzo de 2019

Vivir a fondo

Padre, son tantos los que me han hablado de Ti
con palabras de amor y de paz, que a veces
me hacen olvidar de lo que nos ha revelado tu Hijo
y lo que nos ha dicho sobre tu amor: eres un Padre muy bueno
y sólo buscas el bien y la plena realización de tus hijos.
Como el padre bueno de la parábola, respetas siempre nuestra libertad
y no te cansas nunca de hacernos llegar tu llamada en el fondo del corazón
para invitarnos a volver a casa y a confiar en tu amor de Padre.
Como el hijo pequeño de la parábola,
yo también tendré que decir que he pecado; pero, como respuesta,
tú me ofrecerás siempre el abrazo generoso del perdón y del amor.
¡Gracias, Padre! ¡Ayúdame a ser fiel!

La parábola del hijo pródigo contada por el hijo pequeño


                     José Mª Rodríguez Olaizola, sj

Hace mucho, mucho tiempo, cuando era joven, quise volar suelto. Quise vivir a mi aire, y abandoné mi casa, tras pedirle a mi padre que me anticipase la herencia. Él me dio mi parte, y sin siquiera mirar atrás, me fui. Allá quedaron él y mi hermano mayor.
Durante años fui un vividor. No quería saber nada de ellos. Nunca les escribí ni les busqué de nuevo. Tuve las mujeres que quise. Gasté a manos llenas. Me junté con amigos de conveniencia, que desaparecieron cuando se acabó el dinero. Después vino el hambre. Y solo entonces, cuando no me quedaba nada y la vida se me ponía cuesta arriba, volví a pensar en mi casa y en mi padre.
Suponía que me habría olvidado, o que estaría enfadado conmigo. El orgullo me empujaba a seguir como estaba, y aguanté así una temporada larga, hasta tocar fondo. Pero el hambre fue más fuerte que el orgullo. Al final me dije que me iría mejor si regresaba. Al fin y al cabo, recordaba a mi padre como un hombre bueno. Ya me encontraría un hueco en su hacienda.
El corazón me latía desbocado cuando de lejos se empezó a ver la casa. Al acercarme le vi. Estaba mayor, gastado por los años y quizás por el dolor del abandono. Pero corría ligero, hacia mí. Al principio no supe qué pensar. Luego, al distinguirlo bien, me di cuenta de que reía y lloraba al tiempo, y que me miraba con los mismos ojos buenos de siempre. Llegó hasta mí, y me abrazó. Quise decir algo, pedir perdón, pero ni me dejó hablar. Lloraba. También yo. Y en su abrazo me sentí seguro. Me envolvió en un manto y me hizo entrar en la casa.
A mi hermano le costó mucho llegar a entenderlo. Durante un tiempo estuvo enfadado. Yo había sido un mal hijo y un mal hermano. Pero Padre, al acogerme de nuevo, nos sanó a los dos…